Opinión
¿Golpe de Estado? ¡Anímense!
El “pronunciamiento mediante terceros” de la semana pasada nos podrá parecer ridículo, un episodio más de las supuestas “guerras culturales”, una añagaza del PSOE, pero cada cual es libre de consolarse en la ilusión de que aquí no va a pasar nada.

El golpe de Estado es casi un ejemplo de lo que en lingüística se llama pragmática del lenguaje, la performatividad de los actos de enunciación. Un golpe de Estado ni siquiera tiene que llevarse a cabo materialmente para conseguir al menos algunos de sus objetivos: basta con anunciarlo o hacer que se hable de él. Tengamos esto en cuenta al considerar los efectos del “pronunciamiento mediante terceros” de la pasada semana.
Pero antes hay que recordar, con el historiador Javier Fernández López, que en los últimos dos siglos ha habido en España unos 500 “pronunciamientos”, entre declaraciones militares sediciosas, tentativas de golpe y golpes de Estado consumados. En el siglo XIX el predominio corresponde a los pronunciamientos y golpes antiabsolutistas y antiborbónicos. A partir del golpe del general Pavía, que termina con la Primera República, sólo los golpes reaccionarios tienen éxito, mientras que los antimonárquicos sólo ofrecen testimonios trágicos.
Todo cambia con la aventura colonial en el Rif, que se inicia en 1909. Allí nacen las experiencias, los relatos y sin duda el imperium, el poder de mando efectivo de las fuerzas armadas sobre la sociedad que, dictadura de Primo de Rivera y golpe de Estado fascista del 18 de julio de 1936 mediante, continúan en nuestros días, con modificaciones que no afectan a lo esencial. Se ha dicho muchas veces pero hay que repetirlo: el poder del ejército español moderno se ha basado en la aplicación de la conducta de guerra colonial a las clases subalternas del país. Francisco Beca Casanova, el general de división en la reserva que ha escrito que se queda corto fusilando a 26 millones de personas, no es un tarado, es un militar consecuente con el ejército español dominado desde hace más de un siglo por la conducta “africanista”.
La necesidad de la mirada exterior: el largo intervalo modernizador
Hasta aquí la “larga duración” del golpismo español. Pero si no atendemos a los contextos y a las situaciones de su reaparición seremos presa fácil, por un lado, de las intenciones de los emisores de este “pronunciamiento mediante terceros”, así como, por otro lado, de las intenciones de los receptores e intérpretes mediáticos y gubernamentales de la emisión. Tenemos que ser capaces de entender esa emisión desde un punto de vista propio de las clases subalternas para percibir sus efectos en un cuadro relevante para nuestra orientación política.
La prueba de estrés de la crisis financiera e industrial del 2008 reventó muchas costuras y catalizó una anomalía, el 15M, y produjo una falla tectónica, el proceso soberanista catalán
Por eso no tiene sentido hablar ahora sobre la sempiterna presencia, como “estado dentro del estado”, de nutridas y renovadas levas de servidores del régimen de “pluralismo político limitado”, que es como los politólogos schmittianos del tardofranquismo quisieron homologar aquella dictadura en el sistema atlántico: anticomunismo, economía de mercado, seguridad jurídica absoluta de las rentas del capital y autoritarismo político sin contrapesos. El intervalo de 30 años comprendido entre la victoria del PSOE en 1982 y el 15M se entiende mucho mejor visto desde fuera, desde la perspectiva de la integración de las dictaduras amigas del suroeste europeo en el subsistema de las comunidades europeas. Sin “modernización” no habría habido “transición”.
La prueba de estrés de la crisis financiera e industrial del 2008 reventó muchas costuras y catalizó una anomalía, el 15M, y produjo una falla tectónica, el proceso soberanista catalán. Anomalía y falla producen sus efectos irreversibles en el Estado de partidos de la Segunda restauración borbónica. Si la aparición de Podemos convirtió el endemismo catalán de Ciutadans en el “Podemos de derechas”, el proceso soberanista hizo de Vox, escisión malograda de los excombatientes de la guerra del Norte, el atractor y recompositor de estratos latentes del bloque histórico de las derechas orgánicas —de sus estratos nacional-católicos precisamente. Recordemos lo que hay que recordar: el PP de Aznar hizo entrar en latencia a la derecha golpista y dictatorial, integrándola y utilizándola en el combate contra los nacionalismos vasco y catalán. El precio en vidas y sufrimiento pagado por el PP vasco no podía dejar de producir mutaciones subjetivas y reactivaciones nacional-católicas, pero con un PSOE aún fuerte y sin oposición seria por la izquierda, la escisión de Vox no podía prosperar.
El largo rajoynato desatendió por completo el flanco derecho, sabedor de que bastaba administrar los planes de la Troika para asegurar la estabilidad fundamental, aprovechando además la división de las izquierdas excavada inevitablemente por el 15M. Sin embargo, desde el otoño catalán de 2017 las analogías han dejado de ser útiles.
La presencia de un polo fascista-colonial como alternativa a la crisis de la globalización neoliberal y de las “democracias de propietarios” atlánticas es ya irreversible
Aquí se hace necesario mirar otra vez desde fuera. Si en el Reino de España la crisis de 2008 rompió las costuras del Estado de partidos y partió por la mitad el bloque político de las clases medias, perfeccionado durante el largo intervalo de la “modernización” europea, en el resto del sistema atlántico la protección de la renta parasitaria, desde el sistema bancario a los pequeños propietarios rentistas y pasando por los mercados bursátiles, ha traído consigo las peores crisis políticas y sociales desde la Segunda guerra mundial, con el agujero negro de la presidencia Trump en Estados Unidos y sus consecuencias, y la carnicería social de la UE nacida en Maastricht durante toda la década pasada.
El resultado que aquí nos interesa es la división de las derechas como tendencia transatlántica y la constitución de un polo fascista-colonial como alternativa a la crisis de la globalización neoliberal y de las “democracias de propietarios” atlánticas. Su presencia es ya irreversible. La partida está abierta, pero a día de hoy el pronóstico es sombrío.
El nacional-catolicismo, de la latencia a la presencia
A la luz de esta dimensión transnacional de un polo fascista-colonial, se trata de alejarse lo máximo posible de la irresponsabilidad cómplice del PSOE respecto a la división de las derechas y a la consolidación de Vox como derecha nacional-católica con un proyecto propio. A fin de cuentas, al PSOE le sale a devolver a corto plazo la división electoral de las derechas, que le permite un espacio de juego amplio y un chantaje permanente al electorado de izquierdas y sobre todo a un Unidas Podemos que considera como la antesala de la muerte una eventual salida del gobierno.
Mientras, la crisis de la Segunda restauración borbónica conoce un paso de la latencia a la presencia del nacionalcatolicismo. Sí, porque la única realidad seria en el polo fascista español es el nacionalcatolicismo. Al que sólo cabe definir brevemente como el proyecto histórico de la “dictadura del sable” frente a la “dictadura del puñal”, en palabras de Juan Donoso Cortés. El “pronunciamiento mediante terceros” de la semana pasada nos podrá parecer ridículo, un episodio más de las supuestas “guerras culturales”, una añagaza del PSOE, pero cada cual es libre de consolarse en la ilusión de que aquí no va a pasar nada.
Si atendemos a la maraña tupida de las conspiraciones e intentonas de golpe durante la Segunda República, tal y como las reconstruye Eduardo González Calleja en su estudio Contrarrevolucionarios, nos damos cuenta de que incontables chapuzas incompetentes preceden al éxito del 18 de julio. En buena medida porque la coyuntura europea del sistema de Estados y la división del movimiento obrero español y europeo lo facilitaron. Hoy, la depresión económica sin precedentes provocada por la pandemia del Covid-19 no puede dejar de catalizar nuevas salidas a escena en el polo fascista-colonial.
Poco se habla del “pronunciamiento” mediático del general Pierre de Villiers en Francia de hace unos días. De Villiers fue jefe del estado mayor del ejército francés entre 2014 y 2017 y fue destituido por Macron por otra salida de tono sobre la necesidad de aumentar el presupuesto militar. Noble, perteneciente a una familia política de la derecha colonial francesa, tantea el terreno para una salida providencial en la V República fundada mediante el golpe del general De Gaulle. La táctica del golpe cívico-militar es ya explícita en el movimiento trumpista estadounidense, con el indultado Michael Flynn llamando a la instauración de la ley marcial ante el “fraude electoral” y miles de personas amenazadas de muerte con la aprobación del presidente saliente. Cualquiera que esté al corriente de los asuntos alemanes sabe que la organización fascista en las fuerzas del orden y en el ejército es una realidad sobre la que hasta ahora unos servicios secretos sospechosos de complicidad no han hecho más que aplicar paños calientes.
La necesidad de las luchas autónomas subalternas por el común
A día de hoy, las fuerzas políticas, sociales e intelectuales que pueden encarnar una resistencia y una alternativa globales a un fascismo colonial que aguarda su momento se obstinan en repetir las mismas miopías que facilitaron su triunfo en las décadas de 1920 y 1930. Estupidez y mala fe, cuando se dice que la socialdemocracia y el fascismo son lo mismo; o que la UE es ya de siempre fascista; o que Vox son cuatro franquistas trasnochados fácilmente manipulables por el PSOE; o que los fascistas llevan parte de razón porque encarnan una instancia soberanista y de defensa de las clases populares (blancas).
En el intervalo incierto que media entre la caricatura y la tragedia, corresponde a un nuevo ciclo de luchas e instituciones autónomas construir el escenario más desfavorable para la alternativa del fascismo colonial
Hay que releer la lucidez trágica de Trotsky en sus artículos sobre el desastre de la política del KPD y del PCF, sin obviar al SPD y a la SFIO, que sólo reaccionaron cuando ya era demasiado tarde. Hace poco se ha editado en Alemania la conferencia de Theodor Adorno, Aspectos del nuevo radicalismo de derecha, pronunciada en 1967, en la que destaca dos aspectos del resurgir de los fascismos que son de enorme importancia para nuestro presente: por un lado, la anticipación del tiempo catastrófico que los caracteriza, la voluntad activa de catástrofe como momento de verdad y autenticidad; por otra parte, la simplificación propagandística de la realidad como ventaja política, rapidez de la reacción y unificación paranoica de los problemas. Lo que resulta risible en los periodos de estabilidad, se convierte en ventaja en tiempos de catástrofe. La estupidez, la ignorancia y las fabulaciones racistas que repugnan en el mercado “normal” de la sociedad civil, se tornan en atractores paranoicos de salvación cuando la hípercomplejidad impide la acción y la intelección.
En el intervalo incierto que media entre la caricatura y la tragedia, corresponde a un nuevo ciclo de luchas e instituciones autónomas construir el escenario más desfavorable para la alternativa del fascismo colonial. Las luchas autónomas son las que se ponen como objetivo la reapropiación democrática de salud, educación, ciencia, medio ambiente, comunicación y formas de vida no patriarcales ni coloniales, así como de los medios monetarios necesarios para una economía del común.
La percepción de las luchas autónomas no puede ser la misma que la de los partidos, organismos incapaces de pensar más allá de la próxima cita electoral o del próximo tanto en el gobierno de coalición. Las luchas subalternas tienen que ser capaces de percibir los nexos de clases y de estructura de poder entre el reciente pronunciamiento de los militares y el más reciente de fondos de inversión y bancos para que el gobierno homeopatice al máximo el decreto antidesahucios. Ambas fuerzas amenazan a quienes favorecen a las mayorías subalternas. Ambas fuerzas coordinarán sus estrategias cuando sea necesario y cuando den paso los semáforos del sistema de Estados europeo y atlántico. En este contexto, la identidad entre luchas autónomas y luchas antifascistas es máxima. Y en esa medida se hace necesario un éxodo de los partidos y organizaciones esclerotizadas para construir en lo social las luchas autónomas que son el único antídoto contra el nuevo fascismo colonial, también en el Reino de España.
Dicho esto, cualquier intento de golpe en estos momentos sólo puede ser fallido, porque no se ha pasado ese umbral en el sistema atlántico, ni siquiera en el Este de Europa. Tendrá que llegar el cambio de timón en las políticas de dinero fácil del BCE y de la Reserva Federal para que los fascistas coloniales emprendan, esta vez sí, un asalto coordinado. Lagarde acaba de declarar que habrá dinero fácil al menos hasta 2022. Entre tanto, dan ganas de decir a los golpistas del chat: ¡Anímense! Su intento de golpe chapuza podría servir de despertar colectivo del sueño de una democracia de propietarios que habría roto todos los puentes con la larga historia del nacional-catolicismo español.
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