Opinión
Señor diputado, yo también fui al médico

El diputado del PP Carmelo Romero mostró con las palabras dirigidas a Íñigo Errejón la necesidad de que en el Congreso de los Diputados haya muchas más intervenciones que sirvan de altavoz a los problemas de salud mental.
25 mar 2021 06:00

Quién iba a decir que las bravuconadas de un diputado del Partido Popular en el Congreso precipitarían toda una ola de gente manifestando abiertamente sus problemas de salud mental. De manera similar a lo que ocurrió con en el #MeToo, el día 17 de marzo las redes sociales se inundaron de confesiones sobre la ansiedad, la depresión o la angustia. Se hizo público un problema aparentemente privado. Por si hay alguien que no se enteró bien de lo ocurrido, lo repaso brevemente. El diputado de Más País, Íñigo Errejón, hacía una intervención en la que buscaba visibilizar el incremento de los problemas de salud mental que están derivando de la pandemia. Cuando finalizó su intervención, un diputado del PP le espetó desde su tribuna: “Vete al médico”. Inmediatamente después, gran parte de la bancada aplaudió la intervención de Errejón como una forma de mostrar su repulsa hacia estas palabras tan repugnantes. Y así fue como se prendió la mecha.

Más allá de las calificaciones que merezca el ofrecimiento del señor diputado del Partido Popular, su reacción es un síntoma de un problema de más hondo alcance: la enfermedad mental no goza de la importancia que merece, y, por lo tanto, pasa desapercibida. Sin quererlo, Carmelo Romero, que así es como se llama, mostró a ojos de todos la necesidad de que en el Congreso de los Diputados haya muchas más intervenciones que sirvan de altavoz a los problemas de salud mental.

Salud mental
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La juventud ha conseguido poner sobre la mesa el padecimiento psíquico, pero colectivos y activistas advierten que todavía falta llegar al fondo de la cuestión.

La falta de atención a malestares como la angustia, el estrés, la ansiedad o la depresión tiene consecuencias materiales muy concretas y tremendamente graves. El último informe del Defensor del Pueblo sobre salud mental, publicado en enero de 2020, es decir, antes de la pandemia, revela que en España hay únicamente 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes, una ratio tres veces menor que la media europea, 18 psicólogos por 100.000 habitantes. En el mismo documento se exhorta al Gobierno a que intervenga de manera urgente para paliar este déficit de atención sanitaria. Esto, además, ocurre en un contexto desolador. Las estadísticas de suicidio, como intentaba mostrar Errejón en su discurso, son abrumadoras y revelan una verdad trágica. En nuestro país se suicidan una media de 10 personas al día, lo que hace un total de unas 3.600 personas que se quitan la vida al año. Y todo esto sin contar, claro, a los otros miles que lo intentan sin éxito.

Si ya nos encontrábamos en una situación alarmante antes de la pandemia, imaginemos como esto puede afectar a la población en un contexto de anormalidad democrática: confinamiento, distancia social, teletrabajo, restricciones del ocio… Se estima que desde el inicio de la pandemia ha habido un incremento de un 20% en los cuadros de ansiedad, depresión y problemas de sueño. La epidemia del covid-19 ha sido un agravante de otra de más largo recorrido: la de la salud mental.

No solo el área de salud tiene que ser reforzada, también el ámbito educativo: en primer lugar, por prevención y, en segundo lugar, porque pedir ayuda psicológica está todavía asociado a portar un estigma

Sin embargo, a pesar de lo escandaloso que son los datos, por el momento no se han tomado medidas para solventar este problema. Es obvio que, como refleja el informe presentado por el Defensor del Pueblo, es apremiante dotar de más infraestructuras al Sistema Nacional de Salud para ofrecer atención médica a las personas que padecen estos trastornos, pero si vamos más allá, descubriremos que es necesario un despliegue de medidas más ambiciosas. No solo el área de salud tiene que ser reforzada, también el ámbito educativo. En primer lugar, por prevención, y, en segundo lugar, porque pedir ayuda psicológica está todavía asociado a portar un estigma. Acudir al psicólogo continúa siendo sinónimo de que algo que no debería ir mal, va mal. Es una asignatura pendiente su normalización. Somos muchas las personas que asistimos a terapia y no debería de suponer para nosotros ninguna vergüenza.

La salud mental no puede depender del dinero que tengas en la cuenta del banco; al señor Carmelo Romero le objetaría que yo ya fui al médico y, lamentablemente, aún no he tenido noticias

Yo fui una de las voces que, gracias a las palabras del diputado del Partido Popular, se animó a contar su propia experiencia con la ansiedad y la depresión. Si a mi alguien me dijera eso de “vete al médico” le respondería que yo ya lo hice. Decidí asistir después de varios meses padeciendo síntomas que desconocía: una apatía absoluta, una angustia profunda y un miedo irremediable. La desesperación me empujó a buscar en internet, consultar con varias amigas sanitarias o hablar con gente que apenas conocía que habían pasado por procesos similares. No fue hasta que un día sentí que ya no podía más que me atreví a pedir cita a mi médico de cabecera. Cuando se lo conté, me dijo que eran síntomas normales, acto seguido me recetó un antidepresivo y me derivó al área de salud mental de mi centro de salud.

Hoy, cuatro meses después de aquel día, aún no me han llamado para darme cita con un psicólogo. ¿Esto es culpa de mi médico de cabecera? ¿Es responsabilidad del área de salud mental de mi centro de salud? En absoluto, es la consecuencia lógica de un déficit de infraestructuras públicas destinadas a las cuestiones relacionadas con la salud mental. Yo, gracias a la ayuda económica de mis padres, tengo el privilegio de poder acudir a una psicóloga privada —y he de decir que su acompañamiento es fundamental para dotarte de las herramientas necesarias que te permitan superar la enfermedad—, pero la salud mental no puede depender del dinero que tengas en la cuenta del banco. Por todo esto, al señor Carmelo Romero le objetaría que yo ya fui al médico y, lamentablemente, aún no he tenido noticias.

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