Opinión
A ti y a mí no nos gusta lo mismo

Como dijo Monique Wittig, el pensamiento normativo no concibe una sociedad en la que la heterosexualidad no ordene todas las relaciones humanas y toda producción de conceptos.

La futbolista Jenni Hermoso prestaba declaración este lunes 3 de febrero en la vista oral del juicio al expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, acusado de los delitos contra la libertad sexual y coacciones por el beso no consentido durante la celebración de la victoria del mundial de la selección española de fútbol femenino en agosto de 2023.

Según refiere Hermoso en su declaración, después de que el beso se hiciera viral y comenzasen a surgir las primeras críticas a este acto no consentido, comenzó a sufrir presiones de Rubiales para intentar parar el señalamiento mediático. Durante el vuelo de vuelta a España, el por entonces presidente de la Federación se acercó a la jugadora para pedirle realizar un vídeo conjunto para exculparle. En ese momento le dijo a la futbolista: “A ti y a mí nos gusta lo mismo”, en alusión a la orientación sexual de Hermoso.

Un comentario nada inocente y que es de una LGTBIQfobia aberrante además de ser ejemplo de cómo actúa la heterosexualidad impuesta: se infantilizan las decisiones de las mujeres y disidencias en torno a su deseo y se intenta homogeneizar los sentires en torno a la dicotomía masculino-femenino. 

La frase “a ti y a mí nos gusta lo mismo” de un personaje como Rubiales también apunta a una idea dolorosa: solo hay un modo de atracción y deseo hacia las mujeres como trofeos, territorio de conquista y posesión

“A ti y a mí nos gusta lo mismo” es una frase que supongo este señor utilizó para intentar “quitarle hierro al asunto”, es decir, justificar una agresión sexual con un pensamiento absurdo y que no puede convencer por no tener fundamento salvo para las mentes más machas: como no estoy en el foco de tu deseo, no puede ser una agresión sexual. Sin embargo, es una declaración que deja claro lo siguiente: me jode no estar en el foco de tu deseo, no puedo no estarlo y por eso te lo impongo como quiera, porque tengo la legitimidad para hacerlo. Básicamente, es una frase heredada de la mítica sentencia tránsfoba: “Eres lesbiana porque no has probado una buena polla”. (En realidad, muchas personas son lesbianas y bisexuales porque SÍ han probado una buena polla, pero no creo que sean capaces de entender hasta ahí).

Evidentemente, la sensación de legitimidad de poder acceder a los cuerpos de las mujeres y disidencias está presente en todas las agresiones sexuales, independientemente de las orientaciones sexuales que tengan las personas agredidas, pero me parece tan fuerte el intento de compadreo para intentar deslegitimar una agresión, una estrategia que solo pasa ante las mujeres sáficas y que demuestra cómo el sistema heterosexual es violento e impositivo a todas las orientaciones sexuales. O dicho de otro modo, que seas disidente sexual no te aleja de las violencias que acarrea la heterosexualidad impuesta, o mejor que lo explique Monique Wittig: “El pensamiento heterosexual es incapaz de concebir una cultura, una sociedad, en la que la heterosexualidad no ordenara no solo todas las relaciones humanas, sino su producción de conceptos al mismo tiempo que todos los procesos que escapan a la conciencia”. 

Además, la frase “a ti y a mí nos gusta lo mismo” en la frase de un personaje como Rubiales también apunta a una idea dolorosa: solo hay un modo de atracción y deseo hacia las mujeres como trofeos, territorio de conquista y posesión. Es decir, yo macho deseo a las mujeres; me gusta presumir en los bares de con cuántas me he acostado. También me gusta señalar sus cuerpos, compartimentarlos y poder decir: qué buenas tetas, qué buen culo, por lo que asumo que a las mujeres lesbianas y bisexuales les gustará hacer exactamente lo mismo.

Demuestra que no cabe en su imaginario más horizonte que ese y, además, pone a las mujeres sáficas en la dolorosa piqueta de la dicotomía de género, poniéndolas en un extremo u otro a su voluntad. Es decir: te gustan las mujeres, y que te gusten las mujeres quiere decir que eres un ente masculino y por tanto puedo compadrear contigo al respecto; sin embargo, a la vez dice: eres una mujer, yo soy un hombre, por lo que puedo acceder a tu cuerpo cuando quiera.

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Es tremendamente doloroso vivir una vida acosada por el autodesprecio impuesto que acarrea desviarse de la norma heterosexual, dudar continuamente de si eres una monstruosidad por no seguir lo normativo, tener la constante sospecha de que quizá dentro de ti habiten además todas las prácticas violentas y de relaciones de poder que reproducen los onvres a la hora de relacionarse con las mujeres, como para que encima venga el cuñado de turno y te diga que sois semejantes.

Un cuñado que te intenta poner en un doloroso espejo y que intenta de un soplo borrar todas las formas más allá de la heterosexualidad impuesta que muchas mujeres lesbianas y bisexuales intentamos construir cada día desde la horizontalidad, la ternura, el deseo y nuestros cuerpos fragilizados. Sueño con que no puedan con nosotras, con nuestra “perplejidad ante nuestros seres deseantes ante el surgimiento del amor y del apasionamiento”, otra vez Wittig, “y si eso falla, inventaremos”, otra vez.

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