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Opinión
En tu trabajo, defiende tu vida

Raúl es un conocido militante sindical de la refinería petrolífera de Repsol en Puertollano. Hace unos meses sufrió un accidente de trabajo e inició un doloroso proceso de incapacidad temporal. Durante la baja, la empresa contrató a una agencia de detectives para espiarle. Dado que continuaba realizando algunas actividades puntuales de carácter social y voluntario con chavales de la localidad, ha sido despedido. Le toca demostrar ante un juzgado que sus actividades sociales no entraban en conflicto con su curación. Algún tiempo antes, Óscar, trabajador de la misma empresa, tuvo que acudir a los tribunales para demostrar que los daños físicos que había sufrido tras manipular maquinaria en la planta constituían legalmente un accidente laboral.
De enero a marzo de 2025, según estadísticas del Ministerio de Trabajo, se produjeron en nuestro país más de 142.000 accidentes de trabajo que provocaron al menos una incapacidad temporal, y otros 125.000 sin baja asociada. Entre los accidentes que implicaron alguna baja, y que se produjeron durante la jornada laboral, 834 fueron clasificados como graves y 131 como mortales. Durante esos tres meses fallecieron en el tiempo y como consecuencia de su trabajo 122 hombres y nueve mujeres. En accidentes in itinere (es decir, durante el trayecto de ida o de vuelta al trabajo) murieron, también, otras 31 personas, 21 de ellas clasificadas en las estadísticas como “varones”, y diez como “mujeres”.
La estadística de accidentes en el trabajo no incorpora las enfermedades laborales, ni las múltiples dolencias que no ha quedado acreditada aún en los tribunales, como ocurre en sectores especialmente precarios y feminizados
Las actividades económicas con mayor incidencia de accidentes durante la jornada de trabajo son la industria, la construcción y el comercio y reparación de vehículos; seguidos de cerca por otros sectores con riesgos menos evidentes, pero con una precariedad laboral ubicua, como las actividades administrativas, las actividades sanitarias y de servicios sociales, y la hostelería.
Pero este no es el mapa completo del sufrimiento de la clase trabajadora. La estadística de accidentes en el trabajo no incorpora las enfermedades laborales declaradas como tales, ni las múltiples dolencias cuya relación de causalidad con el empleo no ha quedado acreditada aún en los tribunales, como ocurre con muchas enfermedades habituales en sectores especialmente precarios y feminizados como el servicio doméstico y los cuidados a domicilio. Donde, además, los accidentes suelen permanecer ocultos por la presión empresarial y la tendencia a no declararlos al no producir daños evidentes hasta que su reiteración durante años provoca padecimientos crónicos e incapacidades.
Una forma de trabajar que no es ni “natural”, aunque la hayamos naturalizado, ni deriva de ningún mandato divino ni de ninguna exigencia incontestable de la economía
Esta cartografía del dolor obrero es la más evidente prueba de la violencia inherente al trabajo asalariado. Una forma de trabajar que no es ni “natural”, aunque la hayamos naturalizado, ni deriva de ningún mandato divino ni de ninguna exigencia incontestable de la economía, entendida como mecanismo humano destinado a garantizar el bienestar material imprescindible para una vida digna.
El accidente de trabajo muestra en toda su crudeza la contradicción básica del capitalismo: la vida humana es subordinada al proceso de acumulación del capital. Así, el trabajo humano se convierte en una “cosa” (un recurso), cuya existencia deja de tener sentido cuando entra en conflicto con la valorización de la mercancía, entendida como auténtico “sujeto” de la vida social. Gastar en seguridad (de la “cosa humana”) no tiene sentido si limita la rentabilidad de la mercancía producida (que es quien realmente “siente y padece”, según lo más profundo de la lógica capitalista).
Dos vertientes principales: la afirmación de un contrapoder de la clase trabajadora organizada, en relación con la prevención de los riegos laborales y la reivindicación de tiempo de vida ajeno al trabajo asalariado
Frente a esta violencia persistente, ubicua, el sindicalismo combativo tiene que apostar por reivindicaciones que pongan en el primer plano de la lucha de clases la existencia obrera como existencia realmente humana. Es decir, que afirmen el papel de las personas trabajadoras como sujetos de la vida económica y social, como medio y fin fundamental de todas las decisiones que afectan a la vida en común y a la actividad productiva. Y ello, en dos vertientes principales: la afirmación de un contrapoder de la clase trabajadora organizada, en relación con la prevención de los riegos laborales, en los centros de trabajo; y la reivindicación de tiempo de vida ajeno al trabajo asalariado.
Estamos hablando de reivindicaciones como las siguientes:
Disminución de la jornada laboral, sin pérdida de salario, y rebaja generalizada de la edad de jubilación, sin minoración de retribuciones, desde la lógica de que “a menos horas de violencia salarial, menos accidentes”.
Reconocimiento legal expreso, asociado a una concreta sanción laboral en caso de incumplimiento, del derecho de todas las secciones sindicales implantadas en la empresa a participar, con voz propia, en las reuniones del Comité de Seguridad y Salud. Este derecho está siendo ya reconocido por los tribunales, pero exige normalmente una denuncia de la sección, con lo que muchas empresas consiguen retrasar o bloquear su cumplimiento.
Extensión al supuesto de “incumplimiento reiterado de las medidas de prevención”, sea cual sea su gravedad, del derecho reconocido a los delegados de prevención o a los propios trabajadores, de paralizar la actividad por riesgo grave e inminente.
Reconocimiento del derecho a impulsar huelgas ofensivas, por parte de las secciones sindicales y la representación unitaria, para incorporar estipulaciones relacionadas con la prevención de riesgos en el convenio colectivo, incluso durante su vigencia, en el caso de introducción de nuevas tecnologías, productos y sustancias en el proceso productivo, o de nuevas formas de organización del trabajo.
Establecimiento de un label preventivo por parte de los sindicatos combativos en el que se indique claramente cuáles son las empresas que incumplen reiteradamente sus obligaciones de seguridad. La implementación de un boicot colectivo a dichas empresas. La organización de encuentros anuales del movimiento obrero combativo para identificar las acciones precisas para obligar a la patronal a garantizar el bienestar y la vida de las personas trabajadoras.
Las personas trabajadoras han creado la riqueza que nos rodea. La han alimentado con su esfuerzo, su dignidad y su sangre. El sufrimiento y la muerte que rodean a ese acto creativo deben ser eliminados de raíz
Obviamente, estas son sólo algunas de las medidas posibles. El diseño de un programa conjunto de reivindicaciones contra los accidentes laborales, debería ser un proceso colectivo y ampliamente participativo. Habría que impulsar un gran Congreso del sindicalismo combativo y las organizaciones barriales para delimitar y difundir dicho programa, y para preparar las medidas de presión y lucha necesarias para su implementación efectiva.
Las personas trabajadoras han creado la riqueza que nos rodea. La han alimentado con su esfuerzo, su dignidad y su sangre. El sufrimiento y la muerte que rodean a ese acto creativo deben ser eliminados de raíz. Una sociedad de personas trabajadoras libres, iguales y solidarias precisa de un trabajo seguro y emancipado del proceso de acumulación del capital.