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Elecciones del 26 de mayo
Postales desde Termidor: el Madrid de los barrios frente al Madrid de las torres
Han pasado cuatro años desde el llamado “asalto institucional”. Algunos lo recordarán con nostalgia y otros -tal vez los mismos- con cierto desdén o desengaño. Fueron semanas frenéticas donde todo parecía envuelto en una épica fresca y singular: había nuevas caras en la política y los mensajes eran certeros y afilados. Hacían siempre diana en el auditorio. Expresiones como “democracia radical”, “régimen del 78” o “municipalismo” agitaban -como fantasmas- el tablero político. Las campañas eran masivas y populares en las grandes ciudades del Estado -piensen en Madrid, Zaragoza, Barcelona o A Coruña-, y las redes ardían al son de una generación de políticos jóvenes diestros en el click. Buena parte de ellos venían de los movimientos sociales, otros de la izquierda radical o del entorno asociativo -también había gente amateur-. Pero lo que todo el mundo tenía en común era el 15M: el movimiento de movimientos lo atravesaba todo. También, cómo no, el espíritu del Podemos más impugnador. Para el PSOE y el PP del momento la “nueva política” no representaba más que una multitud de competidores advenedizos. Aprendices de brujo. Quizá tuviesen razón.
Cuatro años después resulta difícil trazar analogías sin sentir vértigo. Poco queda de aquellos rompedores mensajes de cambio. Una comparación a sobrevuelo de la coyuntura electoral sólo en la región madrileña, tanto en grandes ciudades como en pueblos, devuelve una imagen astillada y fragmentada de lo que fue 2015. La acelerada descomposición de Podemos, cuya reverberación se ha hecho notar en todas las escalas de gobierno, sumada a la “normalización” institucional de las plataformas municipalistas, dibujan un paisaje radicalmente distinto del que impulsara el ciclo electoral previo. No obstante, no todas las fuerzas municipalistas han capeado el temporal de la misma manera. Siguen existiendo espacios resilientes a la deflación del “cambio”, incluso algunas excepciones que reeditarán gobiernos o sacarán resultados decentes. Pero lo cierto es que el clima político general es de restauración conservadora: además del regreso del PSOE, en muchos territorios las agendas políticas del cambio, pertrechadas con muchas de las demandas del 15M, han acabado desfiguradas y los espacios colectivos abrasados. En este sentido, el caso del ayuntamiento de Madrid es paradigmático.
A lo largo de los cuatro años del gobierno de Ahora Madrid, Manuela Carmena -alcaldesa de una monarquía con herederos, como su sobrino Luis Cueto- ha demostrado ser todo un caballo de Troya para las expectativas de transformación de la ciudad. El programa político de la confluencia que lideraba, un programa nutrido con las propuestas de movimientos y asociaciones de la ciudad, rápidamente dejó de ser vinculante para convertirse en una mera carta de sugerencias. Un menú del que podía elegirse lo más insípido para las clases populares mientras se reservaba lo más suculento para las élites urbanas. El gran mérito de la alcaldesa ha sido su tenaz gatopardismo progre: lanzada a la alcaldía por Podemos, Carmena supo aprovechar su oportunidad e inaugurar su propio estilo de gobierno, el carmenismo. Políticas de gestos bien adobadas de marketing, acompañadas de un autoritarismo de judicatura a la derecha del PSOE. Hitos como la detención de los titiriteros, desahucios como el de Argumosa 11 -que el ayuntamiento podía haber evitado- o su insistencia en políticas securitarias contra los más precarizados, no olvidamos a Mame Mbaye, son sólo algunas de las contradicciones que laten tras la sonrisa mediática. Una sonrisa que no ha respondido ante nadie.
Más Madrid para las élites
Tras su ruptura con Ahora Madrid y la fundación de Más Madrid -acompañada por Íñigo Errejón en la Comunidad-, el carmenismo comenzó a redoblar con su compromiso con las élites madrileñas. Algo perfectamente visible en una campaña que sitúa su proyecto muy lejos de lo que fuera Ahora Madrid. Su “Vota bonito” no puede ocultar una homologación cada vez mayor con una agenda típicamente pro-crecimiento, vinculada a la explotación turística e inmobiliaria de la ciudad. Apostar por la vieja receta del ladrillo y la construcción, por generar una “ciudad marca” llena de macro eventos y atractiva para los inversores, parecen ser las recetas políticas de fondo. De ahí que uno de los “proyectos estrella” de la alcaldía sea desarrollar una innovadora “concejalía de empresas”. Como si el lobby empresarial no tuviese ya suficiente poder en Madrid. Pues bien, ahora tendrá línea directa con el ayuntamiento y nuevas prerrogativas -con el señor Cueto como director de orquesta-. Imaginamos que esta concejalía se dedicará a montar eventos como el Open de Tenis madrileño, que supondrá la subvención de un evento privado con la friolera de 100 millones de euros hasta 2032 y la cesión de suelo público. El promotor del evento, Ion Tiriac, está exultante.
Por si esta política centrada en los grandes eventos -típica de los gobiernos del Partido Popular- no fuese suficiente, lo que resulta a todas luces difícil de entender es el afán con que Manuela defiende la Operación Chamartín, rebautizada con el nombre de Madrid Nuevo Norte. Un nombre más chic para un pelotazo que lleva gestándose un cuarto de siglo. 1'5 millones de metros cuadrados de terciario para oficinas, una suerte de Manhattan madrileño que saturará de torres el paisaje, encerrando a los barrios de San Cristóbal y Begoña en una distopía a lo Blade Runner. Todo esto se servirá con la construcción de 10.500 viviendas de elevado precio -un 20% tendrá “algún tipo” de protección- y en base a un desfalco público inicial: Adif vendió al BBVA y el Grupo San José (DCN) 1'2 millones de suelo público a mitad de precio. Este desarrollo -el más grande a escala europea- hunde sus raíces en una operación tremendamente lucrativa para el BBVA y lesiva contra lo público. Sin embargo, Más Madrid no deja de vender -por activa y pasiva- Madrid Nuevo Norte como un gran proyecto para la ciudad. Algo lo que se suman, por cierto, todas las formaciones que concurren a las elecciones del 26 de mayo salvo Madrid En Pie Municipalista.
Resulta interesante preguntarse como pueden combinarse los objetivos pro-ecologistas del discurso de Íñigo Errejón, y sus continuas referencias al Green New Deal de la política norteamericana Alexandra Ocasio-Cortez, con un pelotazo como del de Chamartín o el megadesarrollo del sureste. Dos pelotazos que provocarán un desequilibrio urbano descomunal y que además tendrán unos costes ambientales y sociales tremendamente negativos. Sólo el impacto de Chamartín en la movilidad aumentará en más de medio millón los desplazamientos diarios, un aumento de alrededor de un 23% de entradas en la capital. Además de la saturación de la movilidad, el aumento de la contaminación será más que visible. A la larga de poco servirán los fondos de reequilibrio territorial o Madrid Central si se potencian las políticas segregadoras y contaminantes que ha llevado a cabo la derecha madrileña toda la vida. Lo cierto es que el planteamiento de la alcaldesa en materia de urbanismo no se han movido una coma de la agenda clásica desarrollista: utilizar la ciudad como una máquina de crecimiento. Caiga quien caiga.
El Madrid precario y las elecciones
En estos últimos cuatro años el alquiler ha subido en Madrid cerca de un 36%. Un alza exponencial de los precios del alquiler cuyos mayores incrementos se sitúan en la periferia, en los barrios del sur como Carabanchel y Vallecas. Mientras tanto, hemos visto como el centro se ha saturado de viviendas de uso turístico (VUT) y cómo los remedios han llegado tarde y de manera insuficiente por parte del ayuntamiento. En la actualidad son las periferias quienes más acusan el desembarco de fondos buitre y Socimis, agentes que han entrado en el mercado del alquiler para apalancarlo, sacarle el máximo jugo en el menor tiempo posible y después volar a otros lugares donde puedan explotar nuevos activos rentables. Quienes sufren las externalidades negativas de este modelo parasitario de negocio son las personas de a pie, que ven vulnerado su derecho a una vivienda digna todos los días. En este sentido, la política del ayuntamiento no ha podido ser más nefasta: ni ha intentado poner límites al alza de los alquileres, ni ha combatido la turistificación y la gentrificación. Al contrario, su dejación ha hecho que la sangría de desahucios por alquiler o ejecuciones hipotecarias continúe en una espiral devastadora.
Parece claro que Más Madrid, en la estela de la gestión de Marta Higueras, redundará en lo mismo. En Madrid hay alrededor de 150.000 viviendas vacías, no se ha buscado ni de lejos el movilizarlas para comenzar a construir un parque habitacional que permita afrontar la situación de urgencia que vive la ciudad. Incluso la EMVS se ha permitido desahuciar. Las grandes operaciones urbanísticas que pretenden lanzarse van en contra de los intereses de las clases populares madrileñas y los sectores más precarios, que verán cómo sigue subiendo el alquiler y como la burbuja se desplaza después hacia la compraventa de inmuebles -el precio de la vivienda ya ha subido un 40% en estos cuatro años-. Estas políticas pro-burbuja son todo lo contrario de lo que promete carmena con su “vota bonito”. O no, porque quizá hacer de Madrid una “locomotora de progreso” no sea otra cosa que esto. El progreso de unos a costa de la precariedad de los de siempre: probablemente uno de los males endémicos de la socialdemocracia y de los vanos intentos de “gobernar para todos”.
Pero quizá uno de los peores males de ese gobierno de pretensiones neutrales y salomónicas -un mal que nos sitúa en una época termidoriana, de fin de ciclo- sea su carácter regresivo respecto del 15M. Lo hemos podido ver recientemente en relación con los escraches del movimiento de vivienda madrileño: en lugar de defender, como jueza, la legitimidad y legalidad de estas acciones de denuncia contra Begoña Villacís -gracias a su partido no tenemos una Ley de Vivienda en la Comunidad de Madrid-, decidió mostrar su apoyo, afeando y desautorizando esta práctica consolidada a través de muchos años de lucha social. Contribuyendo a poner al movimiento en el disparadero mediático. Sucede lo mismo respecto de los Centros Sociales: mientras que Ahora Madrid se gestó en estos espacios, Carmena no ha dudado ni un momento en afirmar su intención de desalojar el Centro Social La Ingobernable. Y es que Más Madrid viaja ligero de equipaje movimentista. Lejos de trabajar en una cesión ha decidido optar por el desalojo, una fórmula bien conocida por los colectivos sociales madrileños, que a estas alturas ya saben de sobra a quién tienen frente a frente. La ecuación “más magdalenas” dará como resultado más precariedad y desigualdad.
Coda: Que viene la derechona y el voto del miedo
Todo el embrollo del voto del miedo del “voto útil” y el “qué viene la derechona”, vestida con los rostros de Almeida, Smith y Villacís, descansa en un error de base al que no quiere mirarse demasiado. Votar Más Madrid es, de facto, votar por la Operación Chamartín, el pelotazo del sureste, el desalojo de la Ingobernable, el acoso a la manta, macroeventos lesivos contra las arcas públicas -el Open de Tenis y los que vendrán- y políticas de mucha gesticulación y poca efectividad material -las que median, por ejemplo, entre la bandera de “Refugees Welcome” del ayuntamiento y sus políticas reales en materia de refugio-. Es apostar otra vez por el ciclo inmobiliario. Son precisamente estas políticas, centradas en las élites y las clases medias, las que terminan generando desafección política, desconcierto y desilusión. Más que nada porque ni rompen con la desigualdad en los barrios ni con la segregación urbana. Y mucho menos salvaguardan el derecho a la vivienda o confrontan el racismo institucional. Es la política progre de siempre. Si hay algo que alimentará a la extrema derecha será continuar con una agenda política beneficiosa para los poderosos y pacata en transformaciones. Que promete lo contrario de lo que hace.
Lo importante el 26M siempre será votar sin miedo. Eludiendo chantajes. Pero, sobre todo, intentando organizar las transformaciones desde abajo, con los colectivos y los barrios que mueven Madrid. En este sentido, Madrid en Pie Municipalista -formado por La Bancada, Anticapitalistas, IU Madrid- lleva un programa que hace de la periferia su propio centro, que conoce la realidad madrileña en todas sus dimensiones, y que puede suponer -superada la barrera del 5%- un contrapeso que termine con un buen número de proyectos megalómanos que están en agenda. Pero además de su programa, voluntad y las capacidades de Carlos Sánchez Mato, Rommy Arce y Pablo Carmona, sobradamente demostradas en Ahora Madrid, Madrid En Pie Municipalista puede ser una experiencia que permita reorganizar un espacio político para las luchas venideras -que serán muchas-. Una oportunidad de encuentro de movimientos, partidos y personas que pueden trazar un proyecto común que vaya más allá de los límites institucionales del ciclo anterior. Una grieta de esperanza frente a Termidor. Yo no lo dudaría, vota Madrid en Pie Municipalista: apuesta por el Madrid de los barrios frente al de las torres, la precariedad y los pelotazos.
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Ay, esta izquierdita que desde su purismo quiere cambiarlo todo y consigue que no cambie absolutamente nada nunca. Bienvenidos al Madrid de junio de 2019, en el que, gracias a la desmovilización y la crítica constante a quien intentaba hacer algo no perfecto pero desde luego infinitamente mejor a lo que tuvimos durante 20 años, vamos a tener todo lo que criticabais pero multiplicado por mil. Gracias, gracias, gracias. Cuando estéis dispuestos a poneros en la realidad de una ciudad en la que no sois (somos) mayoría y a dejar los tiquismiquismos para remangarse y ponerse a luchar de verdad -de esas luchas que ganan, no de las que siempre se pierden-, avisad. Comprenderéis que habría sido mucho más fácil conseguir cualquiera de vuestros objetivos maximalistas con un gobierno más proclive que con este que vamos a tener los próximos 20 años. Esto ya no es el 15M, a ver si os vais enterando, cuando todos decidimos abstenernos y no nos pareció mal la mayoría absoluta de Rajoy de 2011 con tal de castigar al PSOE. Aquí hay que ponerse a currar de verdad para cambiar cosas prácticas con los pies en la tierra, convenciendo al que no está de acuerdo con nosotros para alcanzar mayorías, y no a teorizar sobre imposibles sociológicamente minoritarios sin tener unos mínimos (que teníamos y acabamos de perder) asegurados. Lo mejor, normalmente, es enemigo de lo bueno. Y, desde luego, lo que es enemigo de lo bueno y de lo mejor, es lo peor, que es con lo que nos hemos quedado. Alucinante que no vayamos todos a una con unos mínimos y, a partir de ahí, construyamos sin destriparnos. Flipante.
bienvenidos!! que esperabais ? algunos huelen de lejos, pero bueno sigamos jugando al juego de buenos y malos, izquierda- derecha, etc. Que hastío ya , a ver si espabilamos.