We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track

Palestina
Después del desplazamiento masivo, se asienta la ocupación militar en Yenín y Tulkarem
Al comienzo del Ramadán, en las horas previas al Iftar —la comida al atardecer con la que se rompe el ayuno—, el zumbido constante de los drones israelíes invade el cielo de Yenín. Durante horas, los drones vuelan bajo, haciendo evidente su presencia para todos; su sonido cubre y supera el de los coches de quienes se movilizan para comprar comida y regresar a sus hogares.
Las calles, que en estas fechas solían estar llenas y los comercios callejeros abiertos, permanecen en su mayoría desiertas y en silencio. Un hombre que ha salido a uno de los pocos cafés abiertos en la ciudad dice: “Es mejor llegar temprano a casa, por la situación”, explica un residente de Yenín. “La situación” es la ocupación militar del campo de refugiados y las violentas incursiones que continúan en otras partes de la ciudad.
Los tiroteos que se escuchan dentro del campo de refugiados son diarios y, curiosamente, casi sincronizados al amanecer. Las entradas del campo están ahora bloqueadas por barricadas de escombros levantadas por los bulldozers blindados D9 del ejército israelí, algunos de los cuales permanecen dentro del campo junto a tres tanques de guerra Merkava.
Cada vez son más comunes los testimonios de personas que se arriesgan a entrar al campo de refugiados para tratar de alcanzar sus casas y recuperar las pertenencias que dejaron atrás cuando fueron forzados a huir por los soldados israelíes, apenas con lo puesto.
La incursión militar continúa. Los pasados 3 y 4 de marzo, en el barrio oriental de Yenín, una columna de vehículos israelíes entró al barrio, levantando el asfalto, rompiendo tuberías de agua, destruyendo fachadas de casas y disparando un cohete RPG contra un apartamento donde se encontraba un combatiente palestino buscado por los israelíes.
Horas después de que se marchan las fuerzas israelíes, los vecinos se organizan para limpiar, reconstruir sus casas y tratar de recuperar su barrio y su comunidad
Antes de volar el apartamento, matando al combatiente, los soldados israelíes dieron solo dos minutos a los residentes para evacuar el edificio, amenazando con destruirlo con todos adentro. Al salir, los habitantes fueron amarrados y obligados a arrodillarse en un patio cercano, donde recibieron golpes e insultos. Después de diez horas detenidos, los dejaron atados con esposas de plástico y se retiraron.
Cerca de esa casa, un francotirador israelí hirió en el muslo a Jihad Alwhne, un joven de 25 años, quien murió desangrado en la calle, sin poder ser trasladado ni recibir ayuda médica, ya que nada entra ni sale mientras los soldados israelíes realizan incursiones.
Además de las dos muertes, las calles destruidas y el apartamento en llamas, los soldados israelíes dejaron un cuchillo clavado en un sofá en la casa de una familia. Además, revolvieron las habitaciones, tumbando y destruyendo parte del mobiliario. “No es la primera vez que los soldados entran a nuestra casa durante una incursión”, dice Mohammad Mustafa Sadi, de 38 años, padre de dos niñas de tres y nueve años. Por eso, cuando comenzó la incursión, huyeron de su hogar y solo regresaron una vez que los soldados se retiraron del barrio.
Pero la gente de este barrio no se rinde. Horas después de que se marchan las fuerzas israelíes, los vecinos se organizan para limpiar, reconstruir sus casas y tratar de recuperar su barrio y su comunidad.
Demoliendo hogares en Tulkarem
A unos 60 km de Yenín, en Tulkarem, los soldados israelíes demolieron 28 casas en el campo de refugiados de Nur Shams.
En las periferias de los barrios de Nur Shams y Tulkarem algunas personas siguen viviendo; los soldados israelíes aún no los han obligado a abandonar sus hogares. Viven entre los escombros dejados por las incursiones, con el alcantarillado roto, la falta de agua y el miedo constante a las noches. Los vecinos reportan que, durante la noche, los soldados patrullan las calles del campo, a veces golpeando las puertas entre risas e insultos, mientras las explosiones continúan con la demolición de casas.
Los cuatro colegios que gestionaba la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) están cerrados
En una casa en las afueras del campo de Tulkarem, algunos niños salen a la calle y se asoman por la ventana de un edificio con la fachada completamente destruida y las marcas de balas en las casas vecinas. En el edificio viven tres familias con diez niños en edad escolar. Sin embargo, los cuatro colegios que gestionaba la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) están cerrados; las niñas y niños están teniendo clases en línea a través de plataformas digitales, pero no todos cuentan con dispositivos adecuados o conexión a Internet para seguir sus asignaturas.
Un grupo de mujeres que logró entrar a sus casas sale nervioso, con el aliento agitado por haber logrado recoger algunas pocas pertenencias sin cruzarse con soldados israelíes.
Sin mucho aviso y sin un sentido aparente, cuando lo consideran oportuno, el mando israelí en Tulkarem da permiso por unas horas para que las personas —las que logran enterarse— puedan entrar al campo, alcanzar sus casas caminando y sacar lo que puedan cargar con sus manos.
Ataques a la prensa
Los periodistas palestinos, que han sido blanco de ataques durante décadas en Cisjordania y Gaza, siguen enfrentando amenazas y violencia. Más de 130 periodistas han sido asesinados en Gaza, muchos junto a sus familias. En Cisjordania ocupada más de 75 periodistas han sido arrestados, tanto por fuerzas israelíes como por parte de fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestian, según el Comité para la protección a periodistas.
En Yenín, varios reporteros locales han sido advertidos por soldados israelíes de no volver a ciertas zonas, las cuales ocupan, bajo amenaza de represalias.
En las calles de Yenín la periodista de Al Jazeera Shireen Abu Akleh fue asesinada por un francotirador israelí el 11 de mayo de 2022. Ahora, el hostigamiento continúa.
El 8 de marzo, cuatro periodistas palestinos y un extranjero fueron detenidos mientras cubrían el movimiento de tropas cerca del hospital gubernamental de Yenín, a solo 200 metros del campo de refugiados.
Un reportero nos cuenta que fue atacado el 3 de septiembre de 2024, durante otra incursión israelí, cuando viajaba con otros cuatro periodistas entre Yenín y la aldea de Kafr Dan
No había combates en la zona, solo la presencia del ejército israelí, cuyos soldados entraron en el hospital, generando pánico entre pacientes y trabajadores sanitarios.
Uno de los periodistas fue encañonado por los rifles de los soldados, mientras todos eran obligados a entregar sus teléfonos y cámaras, que fueron desbloqueados para su revisión. Los soldados, enmascarados y fuertemente armados, eliminaron las imágenes que consideraron inconvenientes y tomaron fotografías de los rostros y documentos de los reporteros, en un claro acto de intimidación.
Un dron sobrevolaba el punto de detención donde los periodistas permanecían retenidos bajo la vigilancia de cinco soldados y francotiradores. Tras 30 minutos, fueron liberados con la advertencia de no acercarse nuevamente al hospital, declarado por los soldados como “zona militar”.
A una distancia en que los soldados con sus rifles automáticos no se sentían amenazados por las cámaras de los periodistas, un fotógrafo de Yenín documentaba la escena.
Este mismo reportero fue atacado el 3 de septiembre de 2024, durante otra incursión israelí, cuando viajaba con otros cuatro periodistas entre Yenín y la aldea de Kafr Dan. Su coche, claramente identificado como prensa, aún muestra los impactos de bala.
El fotoperiodista fue herido por una bala expansiva israelí, que dejó esquirlas en su brazo izquierdo, afectando su movilidad y su capacidad para trabajar. A pesar de ello, sigue en las calles de Yenín, cubriendo la invasión en su día 50, junto a sus colegas, quienes enfrentan diariamente la represión militar mientras intentan documentar la ocupación de su comunidad.



