Die Skatspieler
“Die Skatspieler”, jugadores de cartas (1920), de Otto Dix. Muestra el horror de la guerra, en este caso, la IGM, cuyas consecuencias fueron la cristalización del fascismo en Europa y la toma de dirección hacia la IIGM

Ciencia
¿Estamos preparados para el auge del neofascismo de nuestro siglo?

El rol del biologicismo en el argumentario del fascismo y el racismo europeos

Un blog sobre ciencia y poder.

1 ago 2023 07:30

Imaginemos que mañana un crucero se hunde en el Mediterráneo y los países del jardín europeo o de la organización de la alianza del atlántico norte toman la decisión de omisión de socorro y dejarlos a la deriva.

¿“Imposible”, “impensable” o “jamás ocurrirá” son las primeras frases que se te vienen a la mente? Según los datos preliminares de Migration Data Portal, de 2014 a 2022 en la ruta migratoria del Mediterráneo se han producido casi 24000 muertes de personas migrantes, mientras que la ruta migratoria del Este europeo se habría cobrado la vida de unas 1000. 

Muchas de estas muertes no se producen como consecuencia de ejercer el derecho a la migración, sino que se producen por omisión de socorro o por asesinato directamente. La UE posee agencias como Frontex que expulsa ilegalmente migrantes de la UE, muchos de ellos en situación de peligro de muerte (el caso reciente en Lesbos). Frontex invierte montañas de dinero en tecnologías de control migratorio de dudosa ética y legalidad y la UE paga ingentes cantidades de dinero a terceros países, como Túnez, para organizar cacerías de migrantes y evitar así que lleguen a nuestras fronteras.

No es imposible imaginar un mundo donde la ideología que hay detrás del fortalecimiento de Frontex sea hegemónica. No es imposible un mundo donde el odio a la migración sea explícito.

No sería nada descabellado imaginar un mundo donde la deliberada omisión de socorro a migrantes realizada por Europa emerja explícitamente en todo su esplendor. ¡Esperad¡ Ya ha ocurrido en Países Bajos y Reino Unido. Y hasta en España

Pensemos que se dictan leyes para aislar, apartar y encarcelar a personas LGTBIQA+. Supongo que nos parecería una locura pero esto ocurre ya en Europa: Hungría ha sentado un peligroso precedente con la prohibición de libros LGTBIQA+ y la ahora ley donde se prohíbe que las parejas homosexuales tengan hijos a su cargo, facilitando la denuncia anónima que pueda reportarse. No solo en Hungría, también hemos visto como en Italia se va a eliminar del registro civil a las madres no biológicas de parejas formadas por dos mujeres. Llama mucho la atención que se empiece precisamente por las mujeres y colectivos vulnerables. Por supuesto, esto no ha hecho más que empezar. 

Imaginemos que se crea toda una argumentación negacionista (o retardista) del cambio climático, exponiendo a cientos de millones de personas a climas incompatibles con la vida, eliminando la soberanía alimentaria de otros tantos millones y encaminando al planeta y a la civilización hacia el colapso. Bueno, pues esto ya ha ocurrido. Todo el mundo pudo ver cómo el verano de 2003, y el más reciente de 2022, se llevaban la vida de unas 70000 personas cada uno; Este año ha visto cómo en el sur de Madagascar se está produciendo la primera hambruna inequívocamente causada por el cambio climático. Sin embargo, hemos visto a presidentes y representantes de la ciudadanía negar esta evidencia e, incluso, afirmar que viviremos mejor en un mundo más caliente.

Decía Beauvoir que los derechos de las mujeres nunca son adquiridos y que bastará una guerra, un cambio político, económico o religioso para que volviesen a ser cuestionados. En algunos países como Hungría, Italia o Polonia el arcaico modelo de familia tradicional se impone como modelo a seguir, cuestionando los principales derechos de la independencia de la mujer, como el derecho al aborto. 

En Polonia esto ha llegado a causar la muerte de varias mujeres a las que se les negó el aborto. Y esto quizá explique que Giorgia Meloni saque a pasear su fascismo contra las lesbianas.

BIOLOGICISMO

Todas estas políticas no se hacen en el vacío. Se hacen sobre un contexto institucional, geopolítico y también ideológico. Es esa parte ideológica la que vamos a intentar rastrear ahora.

Hay un bloque ideológico básico que nutre a el fondo de muchas de nuestras políticas y discursos de élites gobernantes y empresariales, y que les informa para suprimir cualquier análisis estructural de los efectos de nuestro sistema económico y político en desigualdades económicas, de salud, libre movimiento o recortar derechos políticos, civiles y sociales.

De forma sucinta: que las desigualdades no tienen un origen social, sino biológico.

¿Y de dónde proviene ese “meme” ideológico de que las diferencias sociales que observamos son de origen biológico? Podemos rastrear su origen hasta el origen de la ilustración y, seguramente, mucho más atrás. Pero en los siguientes párrafos vamos a ver que momentos históricos de reacción política, como los que llevaron al holocausto, al aparheit sudafricano, a las políticas neoliberales de los años 1980 que todavía nos torturan, y movimientos políticos como el trumpismo y otros fenómenos como la Machosfera, tienen un denominador común. Todos estos fenómenos y nuestras élites gobernantes beben del mismo acervo cultural biologicista.

LA MACHOSFERA y HITLER COMPARTEN CULTURA

Al contrario de lo que mucha gente cree, el concepto de biología evolutiva de “la evolución del más apto” no lo acuñó Charles Darwin, sino el biólogo y sociólogo Herbert Spencer en 1864. El propio Darwin, pese a que en sus escritos demostrara que era machista, demostró en su correspondencia que sus actos eran diferentes a su texto: se carteó con muchas mujeres científicas con las que compartió ideas, debatió, animó y ayudó en su formación. Entendía, además, “la lucha por la existencia” de forma muy amplia y siempre como una forma de lucha entre las especies y el ambiente y no tanto entre especies. El testigo de Darwin lo recogió Pitor Kropotkin y la escuela rusa de la evolución, quienes descubrieron que no solo la lucha contra el medio guiaba la evolución, sino que el apoyo mutuo también lo hacía.

Sin embargo, el contexto político de auge del movimiento obrero hizo que las élites gobernantes, temerosas de las trabajadoras y trabajadores de cualquier lugar y de cualquier condición, aceptaran las tesis de Spencer que Francis Galton había retomado y que ya había transformado en el “starter pack” del eugenesista. Galton estaba especialmente obsesionado con la clase. Había que impedir que la clase obrera contrajera matrimonios con las élites. Éstas, decía, eran mucho más inteligentes. Por su biología, claro está. A esto se le vendría a unir la teoría racista de Arthur de Gobineau y un patriarcado justificado en base al modelo de familia tradicional completamente asentado en las sociedades occidentales, menos cuando la tasa de reproducción del capital caía que, entonces, sí. Entonces sí que las mujeres podían trabajar haciendo trapos. Trabajar sí, pero votar no. El mito del pecado original, en la época del auge de la teoría de la evolución, transmutó en “la biología no permite a la mujer desarrollarse como ser racional”.

A principios del siglo XX la eugenesia era toda una disciplina dentro de la biología y gozaba de prestigio. Si. El racismo, el clasismo y el machismo gozaban de prestigio académico y eran una rama de la biología. Y estaban disponibles para que cualquiera hiciera con ese “pack” académico-ideológico lo que quisiera. Esta nueva “ciencia” se utilizó durante el siglo XX para justificar los más terribles y abominables crímenes contra la humanidad que, a lo largo del mismo, se cometerían: esterilización de personas consideradas “débiles mentales”, pobres, extranjeras y “de otras razas”. Esto se llevó a cabo por todo Estados Unidos durante los inicios de ese siglo, y las ideas se exportaron a Europa, siendo Suecia, Reino Unido o Alemania países pioneros en la aplicación legal de la eugenesia. De hecho, hasta 2017 el gobierno canadiense ha practicado la  esterilización forzosa de mujeres indígenas

Así, no solamente el fascismo se apropió de la eugenesia como herramienta política contra el diferente, sino que el liberalismo la utilizó durante décadas para deshacerse de los componentes sociales indeseados. Ya no hacía falta matarlos durante las duras y prolongadas batallas por una vida digna que desplegaba el movimiento obrero. Ahora podían, civilizadamente, esterilizarlos. Sin embargo, el fascismo llevó hasta las últimas consecuencias la idea de la eugenesia, acabando con la vida de más de 6 millones de personas por razones étnicas (gitanos y judíos), ideológicas (socialistas y demócratas) o de libre elección personal (LGTBIQA+).

MACHISMO EN LA CIENCIA. MACHISMO EN LA SOCIEDAD

Decía Stephen Jay Gould que un momento reaccionario en lo político llevaba aparejado un momento reaccionario en la ciencia. La ciencia, como producto social, no puede sustraerse a lo que ocurre en lo social. Pero, al revés, también funciona. La ciencia es, también, un lugar donde se generan ideas, consensos y hegemonías. Una prueba de ello han sido los vaivenes en el paradigma de la biología evolutiva. ¿Cuál es la explicación para que 15 revistas científicas rechazaran la hipótesis que finalmente hoy se acepta que explica la evolución de la célula eucariota? O bien la hipótesis estaba mal planteada, o bien no había datos que la sustentaran ¿no? Así se supone que funciona la ciencia.

La realidad es otra película. La hipótesis planteada por Lynn Margulis en 1969 tenía, al menos, varios soportes factuales con lo que, tal y como estaba planteada en forma de hipótesis, debería haberse publicado. Era una idea brillante que merecía ser explorada. ¿Entonces, qué pasó? Que la hipótesis proponía la simbiosis como motor evolutivo de esa célula eucariota y que, además, quien lo estaba proponiendo era una mujer. El 97% de los premios Nobel son hombres. Y es que el machismo en la ciencia no “solo” lleva al techo de cristal, sino a una desviación epistemológica, a un sesgo de género sistémico. 

Margulis fue una mujer que, con su idea, puso patas arriba la biología. Además, su idea era correcta y se extiende mucho más allá del origen de la célula eucariota. Uno de los hallazgos más importantes de la historia de la ciencia que nunca fue galardonado con el Nobel de medicina.

Los años 1970 y 1980 no solamente vieron emerger a Ronald Reagan y Margaret Thatcher con La Comisión Trilateral apoyándolos, sino que la biología daba una nueva vuelta de tuerca en sus paradigmas conservadores. Dos hombres, Richard Dawkins y Edward O. Wilson, publicarían dos obras por las que serían recordados durante décadas. En ellas, resumido muy sucintamente, argumentaban en favor del determinismo biológico. Afirmaban que el comportamiento humano estaba determinado genéticamente y que, por tanto, las diferencias sociales que veíamos entre hombres y mujeres tenían una base biológica, no social. La inteligencia era heredable y, por tanto, los hijos e hijas de la clase obrera tenían un menor rendimiento académico porque sus ascendientes eran de baja calidad genética. ¿Y las pruebas que existían de lo contrario? Simplemente las ignoran. Argumentaron exactamente igual con la razas (etnias). Hoy en día la tecnología de secuenciación masiva permite profundizar en este sesgo determinista. 

En pocas palabras, dejaron el poso ideológico suficiente como para que unos años después se escribieran ríos de tinta sobre estos mismos argumentos y para que, unas décadas después, tuviéramos a los “fachatubers” y su subsección, la “machosfera”, dando tanto la brasa a nuestros jóvenes sobre la “naturalidad” de las diferencias de género o de divulgadores científicos influencers cuestionando si una mujer trans es lo suficientemente mujer para representar al conjunto de las mujeres.

LA FICCIÓN CADA VEZ MÁS CERCA DE LA REALIDAD

Pero hoy vivimos toda una paradoja. La vieja academia sigue defendiendo postulados sociobiológicos y algunos de sus representantes más mediáticos se han convertido en spin doctors, en influencers y en productores compulsivos de material para la batalla cultural. Mientras tanto, el paradigma de la naturaleza humana, los roles de género y el papel del apoyo mutuo y la solidaridad en la evolución y, en concreto, en la evolución humana es mucho más diverso. Este cambio y esta paradoja la simboliza el propio Edward O. Wilson. Antes de fallecer en 2021, dejó escritas varias obras que enmendaron la plana a su propia obra de 1975.

No importa. Las élites gobernantes y los productores de cultura reaccionaria ya tienen lo que necesitan. El fenómeno del populismo de derechas, simbólicamente encabezado por Donald Trump ha tenido su correlato en redes sociales en forma de un nuevo biologicismo.

Es un biologicismo reaccionario. Reacciona de forma irracional, sin sustento factual y airadamente contra contra los avances en derechos civiles, políticos y sociales que las luchas del ecologismo, del feminismo y del movimiento LGTBIQA+ han conseguido durante estas décadas. 

Es un biologicismo de masas, con un potente correlato en medios de comunicación y redes sociales. Pero, a diferencia de anteriores olas reaccionarias, no parte de las élites intelectuales y gotea hacia las capas populares, sustentando un proyecto político conservador o fascista sino que las élites son otras. Ahora son un pequeño grupo de “influencers” bien financiados y apoyados por grupos económicos y think tanks conservadores las herramientas de la élite gobernante para perfundir este determinismo biológico funcional al poder y volver a abonar el camino para justificar la desigualdad.

Por ejemplo, cuentas de Twitter con cuatro millones de seguidores difunden homofobia con impactos superiores a las 20 millones de visualizaciones. Hay un conjunto de perfiles en redes sociales, con diferente cantidad de seguidores, pero que conjuntamente alcanzan a millones de jóvenes, que difunde cada día mensajes machistas y supremacistas y que, por tanto, están contribuyendo al auge de la violencia machista e incrementando las bases sociales de la justificación del patriarcado. La extrema derecha se ha adueñado de las principales formas de comunicación de los jóvenes, distribuyendo a través de Twitch, Youtube o Tik Tok su mensaje biologicista, reaccionario y favorable a las élites económicas. Mientras tanto, aquellas personas que defendemos los derechos humanos todavía no hemos encontrado una estrategia comunicativa que pueda combatir esto. 

Ahora son las redes sociales las que están marcando el camino a seguir a algunas élites intelectuales. La figura de Steven Pinker, y la deriva reaccionaria de su pensamiento, quizá represente muy bien esta idea. Su libro, Tabla rasa, construye un enorme “hombre de paja” para atacar los derechos civiles. Acusa a parte de los biólogos y a los científicos sociales de no reconocer la influencia de la biología en la conformación de un organismo y, en concreto, del ser humano. La proporción de la academia sensu lato que defiende la nula intervención de la biología en la configuración de un organismo es ridícula. Sin embargo, construyendo ese “hombre de paja”, engrandece su propia preferencia epistemológica, a saber, el biologicismo más extremo. Y ésta también es (o era) una postura minoritaria en la academia. Pero la intención de Pinker, y de muchos “influencers” varones ya no es llegar a una especie de verdad, o de tener como horizonte ese objetivo, sino construir un relato sobre la naturaleza humana.

Hay otros ejemplos que, sin llegar a tener la influencia de Pinker, dibujan un escenario similar. Hoy día, científicos de renombre siguen dando pábulo a ideas eugenésicas también en España. Otro ejemplo: el conocido como “movimiento escéptico”, que defiende el pensamiento crítico, pero que desprecia toda adhesión ideológica (eso dicen). En los últimos años esa supuesta neutralidad por la que tanto abogan se ha visto contrastada con la deriva hacia posiciones derechistas sobre todo en cuestiones de feminismo y derechos LGTBI+. Machismo, transfobia, antiobrerismo y antiecologismo son adjetivos cada vez más coincidentes con este difuso movimiento intelectual. Incluso algunos de los activistas y divulgadores científicos “escépticos” que todavía se  mantienen en posiciones progresistas han sido estos últimos años más duros con el timo de la homeopatía que con el alarmante aumento del sexismo, el racismo y el negacionismo del cambio climático impulsado por la extrema derecha y sustentados en argumentos pseudocientíficos cuando no directamente anticientíficos. Además, el uso de la vehemencia de décadas anteriores contra las teorías de la conspiración de los “chemtrails” y los antivacunas, se ha visto mermada justo en el momento en que estos bulos se han vuelto más peligrosos, al haber sido acogidos e instrumentalizados por la ultraderecha en sus campañas en las redes sociales.

CONTRA LA REACCIÓN

El relato que está construyendo el populismo de derechas vuelve a ser el relato de Herbert Spencer o de Fancis Galton. El hombre como sexo dominante, con una marcada división de roles de genero que se justificarían biológicamente; una clara división de clases, incluyendo si hiciera falta la prohibición del matrimonio entre las mismas; el hombre blanco y rico como el más inteligente y el más hábil de todos con una genética a preservar; Podemos ser iguales en derechos, pero cada uno en su sitio. Si eres mujer, a la casa; si eres negro, a recoger coltán. Si eres pobre, a servir cafés. La sexualidad como algo privado y para nada relacionado con la discriminación. Todo ello determinado genéticamente y susceptible de ser controlado y auditado. Recordemos los mecanismos de reconocimiento facial de delincuentes del inicio del texto que recuerdan a la frenología de George Combe. Recordemos cómo acaba siempre esta visión de la naturaleza humana.

No queda otra que dar la batalla, también desde el mundo académico y científico. El combate del biologicismo, del determinismo biológico y del reduccionismo como única forma de conocer son las bases de las que partir.

Recordemos los ejemplos de la introducción. Combatamos esas argumentaciones que quieren eliminar los derechos LGTBIQA+, que quieren eliminar el derecho consuetudinario a la migración y que quieren un mundo destrozado por un cambio climático desbocado donde solamente los más ricos pueda sobrevivir.

Elaboremos relatos y argumentaciones que conecten con las poblaciones afectadas y que puedan confrontar con los expuestos por los reaccionarios. Quizá no tengamos la potencia de fuego de sus medios de comunicación, pero sí la capacidad para multiplicarnos. Podemos grabar vídeos. Podemos escribir. Podemos debatir. Y sobre todo tenemos algo que no parecen tener ellos: podemos cooperar. Que el dinero no lo sea todo.

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