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Dana
Apoyo mutuo y País Valenciano
Hace un mes que nuestras vidas se detuvieron. Un sistema convectivo de mesoescala asociado a una DANA se detuvo durante más de 12 horas sobre la provincia de València descargando hasta 800L/m², con intensidades momentáneas que superaban las intensidades propias de los sistemas tormentosos tropicales. En Chiva, por ejemplo, se recogieron intensidades de precipitación que superaron hasta en 3 ocasiones los 85 L/m² la hora. Además, asociados a este sistema mesoescalar, se registraron al menos 7 tornados.
La superficie abarcada por este monstruo meteorológico fue enorme. Prácticamente la mitad de la provincia de València recibió precipitaciones que superaron los 200 L/m². Haciendo unos números muy simples nos podemos dar cuenta de la desproporción del fenómeno. Suponiendo una precipitación homogénea en 12h de 200L/m² en la mitad de la provincia, cayeron sobre nuestro territorio en tan corto espacio de tiempo 2168,364 hm³ o, lo que es lo mismo, casi 3 veces el promedio de agua embalsada en los últimos 10 años en el País Valenciano, o casi 6 veces el embalse de Tous (el embalse más grande que tenemos) a su máxima capacidad. Obviamente la cantidad de agua caída fue mucho mayor porque en la comarca de la Foia de Bunyol o la Plana d’Utiel-Requena las cantidades fueron muy superiores.
¿POR QUÉ HA PASADO ESTO?
Aunque no veamos a los culpables con el ojo desnudo, y podamos pensar en responsables políticos, en responsables climáticos etéreos o en fatalidades azarosas, lo cierto y verdad es que detrás de la DANA, además de los factores anteriores, hay actos humanos concretos. Los fenómenos climáticos extremos tienen culpables humanos. Son agresiones climáticas, que un año golpean a vuestras familias (temporal Filomena), y otro año a las nuestras (esta dichosa DANA). Son agresiones climáticas de las que son responsables determinadas personas, instituciones y empresas. Negacionistas, retardistas, gente que se lucra causando estos desastres, gente que podría tomar la decisión de cambiar de rumbo y elige seguir conduciéndonos al desastre. Algunas de las causas locales del desastre se recordaron en la concentración del Frente Ecosocial del 29 de noviembre frente a la plaza del ayuntamiento de Valencia. El papel de la gestión del Mediterráneo, su sobreexplotación y maltrato: un mar sano regula mejor su propia temperatura. El papel de la huerta: con más materia orgánica en el suelo en vez de abonos sencillos, el suelo drenaría mejor. El papel de la Albufera, en crisis permanente desde los años 70: los humedales sanos también ofrecen protección frente a inundaciones. El del ladrillo desregulado: la colmatación de suelos en llanuras inundables agrava el desastre. Otras son globales, como lo es el cambio climático. Todo un sistema económico capitalista basado en el crecimiento infinito, y destructivamente adicto a los combustibles fósiles, con un plan, el del Acuerdo de París, que, con suerte, nos llevará al cero neto de emisiones de CO2 en 2050, es decir un plan para salir del problema consistente en seguir agravándolo año tras año durante una generación más. Y aquí no pasa nada.
Pongamos nombre a todo esto: el negacionismo es una forma de agresión hacia la gente. Algunos políticos y políticas de este país siguen negando la realidad del cambio climático, hasta se permiten negar la teoría de la evolución como ha pasado recientemente con Mayor Oreja. Los más preparados para llevar este país. Siguen con su “business as usual” e invierten todo su capital para que todo siga como hasta ahora: pretender cambiar sin que cambie nada. Y ahora, ante tal desastre generado, se culpan los unos a los otros mientras que la población sigue ahogándose.
GESTIÓN Y REALIDAD EN EL PAÍS VALENCIÀ
Tras una noche de horror, sobre todo en l’Horta Sud, el territorio se despertó asolado por un tsunami que, en algunos municipios, alcanzó la altura de un segundo piso y que dejó a su pasó más de 220 muertos. President de la Generalitat, consell, ejército, personal de emergencia, gobierno central. Nadie apareció por allí hasta pasados, al menos, 5 o 6 días del horror. Paradigmático fue el caso del grupo de élite de bomberos franceses, el primer equipo de emergencias en llegar a Alfafar. El alcalde de Alfafar, del Partido Popular, se había visto obligado previamente a permitir el vaciado de un supermercado de la localidad para abastecer de alimentos a una población que supera los 20.000 habitantes. Recordemos que, en total, la población afectada por la DANA supera el medio millón de personas.
¿CÓMO ESTÁ LA SITUACIÓN?
Han pasado más de un mes y las sensaciones son agridulces. Pese a una primera desorganización de los centenares de miles de voluntarios, el trabajo de hormiga realizado en los pueblos consiguió, primero, abrir caminos transitables y, posteriormente, en conjunción con la maquinaria pesada, la extracción de toneladas de residuos sólidos y lodo de las calles. La proporción, durante todo este tiempo, entre personal de emergencia y voluntariado podría oscilar entre 10/20 personas voluntarias por cada persona de una unidad de emergencias, en los lugares más afectados, hasta las 100 o 200 personas voluntarias por cada persona de un equipo de emergencias.
Todo el mundo se pregunta, ¿cuándo volveremos a la “normalidad”?. La respuesta es muy borrosa. Los servicios básicos, luz, agua (corriente primero, potable después), teléfono e internet en algunos puntos los tenían a las 48h, en otros un mes después aún no. La infraestructura relativa al agua está muy dañada.
Las vías de comunicación utilizadas por el tráfico rodado están más o menos restablecidas, aunque con muchas dificultades, muchos semáforos han desaparecido, y la mayoría de los que quedan no funcionan, por ejemplo. Calles por las que pueden circular personas y coches hay por casi todas partes, pero no todas las personas tienen la misma movilidad, y ha habido personas varias semanas sin poder pisar la calle porque todavía hay centenares de ascensores fuera de servicio y miles de aceras intransitables para según quienes.
El transporte público ferroviario todavía no funciona. Todo transporte público se realiza mediante autobuses que funcionan todavía de forma pésima, con frecuencias muy irregulares y escasas. Esto no tiene demasiado sentido. Se estima que la cantidad de coches perdida es superior a 130.000. Más del 50% de la población de l’Horta Sud que podía utilizar el coche para desplazarse antes de la DANA, ahora no puede hacerlo. ¿Por qué en 30 días ha sido imposible construir un sistema robusto de transporte público que supliera esta carencia? Da verdadero pavor pensar en cómo estos gestores van a organizar una obligada transición energética y de movilidad. ¿Se aprovechará la lección que nos ha enviado el clima para transitar más rápidamente hacia una red de transporte sostenible? Desde el COVID y todavía sin aprender nada.
Los colegios públicos en l’Horta Sud están arrasados. En algunos están pudiendo, durante estos días, retomar las clases presenciales en sus centros, pero la negligencia que produjo el accidente laboral mortal en Massanassa demuestra el penoso estado en el que están las infraestructuras. La mayor parte del alumnado está siendo reubicado en centros provisionales, con cambios de horarios brutales para permitir el transporte mediante autobuses a dichos centros.
Pasa exactamente lo mismo con los centros de salud. La mayor parte de ellos están arrasados. En algunos se ha podido seguir prestando servicio en las plantas superiores no afectadas por el tsunami de barro, pero otros muchos están retomando estos días la prestación del servicio de forma domiciliaria. Un mes sin atención primaria. No se repetirá lo suficiente. Y están empezando a aparecer los primeros problemas importantes de salud pública entre la población residente debidas a la acumulación de lodos: picaduras de mosquito, eritemas, infecciones, etc. Mención aparte merece la salud mental. La parte de la que no se habla. Todo el mundo que vive o que ha acudido como voluntariado a las zonas afectadas ha sufrido en su salud mental. La sensación de impotencia, de rabia y de dolor por los muertos y los afectados se convirtió en pocos días en estrés postraumático y síntomas análogos a la depresión. Estos días todo el mundo ha llorado mucho. En contraposición a ello, la gente capaz de acceder a atención psicológica es minoría. ¿La población podrá “lidiar” con esta situación? Seguro que sí, pero mucho más difícil será volver “a lo de antes”. Para eso, como con el COVID, todavía queda mucho.
Y qué decir de los residuos (que antes eran vidas). Hay montañas, a día de hoy, todavía por centenares. Se extraen al día el equivalente a una semana de residuos sólidos de las poblaciones afectadas. No se está haciendo ningún tipo de tratamiento de los residuos. Directamente son triturados y abocados en los vertederos de la provincia. Existen todavía centenares de bajos repletos de lodo.
¿Y qué podemos decir sobre la economía del día a día? Habrá muchos negocios que no volverán a abrir. ¿Cuántos? No se sabe. Dependerá de ayudas, solidaridad, de cuánto se vuelque la gente en mantener esta zona viva y en apoyar al pequeño comercio frente a unos centros comerciales que amenazan con recuperarse muy rápido. Quizá tengamos que esperar una generación a que en un bajo ocupado por un pequeño negocio reabra con otro. ¿Y los negocios que sí van a reabrir? Algunos, poquísimos, ya están reabriendo. Otros lo harán de forma inminente. Ya los están reformando. Otros solo reabrirán tras cambiar de propiedad.
La zona, todos los pueblos de l’Horta Sud, de la Foia de Bunyol, La Ribera (y otros afectados), son ahora más pobres que hace un mes. No parece posible evitarlo, por muchas ayudas públicas y muchos seguros privados que paguen. Sí parece posible, incluso probable (por cómo están evolucionando las cosas) que puedan evitar acabar siendo una enorme zona de miseria. También parece concebible que, si el tejido social se fortalece lo bastante, se pueda reconstruir lo arrasado por la DANA desde abajo y plantar cara a los especuladores que ya están poniendo sus ojos sobre la zona (y evitar que ocurra lo que ocurrió con Nueva Orleans tras el Katrina)
Aquí podemos poner de ejemplo a la Coordinadora de Colectivos Parke Alkosa en Alfafar y Massanassa que ha sido capaz de organizar, desde el primer día, la respuesta dentro de los municipios donde actúa.
RESPONSABILIDADES
No podemos terminar este texto sin referirnos a las responsabilidades. El primer representante del Estado en el País Valenciano, según la legislación estatal y nuestra legislación, es el president de la Generalitat Carlos Mazón, que también es el máximo responsable de dirigir los operativos de emergencias. Esto son hechos probados. Además, son las consellerias competentes, como aquella que posea la competencia de emergencias o aquella que posea la de medio rural, controlar el nivel de los cauces de ríos y ramblas, como ha reconocido la propia consellería en una documentación interna tramitada la mañana del fatídico día 29 de octubre y como hicieron, mandando a los bomberos a realizar mediciones a la Rambla del Poio. Mientras el Riu Xuquer se desbordaba y la Rambla del Poio subía de caudal hasta multiplicar por 6 el caudal medio del río Ebro en su desembocadura, el president comía en el Ventorro con su candidata a presidir la televisión autonómica À punt.
¿Es el gobierno central responsable? El gobierno central tiene en su haber la capacidad de decretar el estado de alarma por razones de catástrofe meteorológica. Sin embargo, las competencias en emergencia están transferidas a las administraciones autonómicas. Esto invalida el argumento que intenta implicar a la Administración General del Estado, por omisión de socorro, durante el transcurso del suceso y en las horas inmediatas tras el desastre. Sin embargo, una vez demostrada palmariamente la incompetencia del gobierno autonómico de la Generalitat, era obvia la necesidad de intervención. Se podía haber hecho de diversas formas. Se podría haber declarado el estado de alarma, se podría haber invitado al partido popular a apoyar en el senado la aplicación del artículo 155 o, incluso, dentro de las competencias que tiene el estado y en el marco del nivel 2 de emergencia, se podrían haber desplegado un mayor número de efectivos de todo tipo. Solamente por comparar. Durante la represión del 1 de octubre en Catalunya se enviaron 10.000 efectivos entre policía nacional y guardia civil. Entre ambos cuerpos, apenas superan este contingente desplegado en la zona afectada por la DANA. Es cierto que también se ha desplegado el ejército, con un contingente aproximado de otros 10.000 efectivos. Sin embargo, el ejército cuenta con más de 110.000 efectivos y, además, existen más de 65.000 policías nacionales y casi 75.000 guardias civiles. El despliegue total es de poco más del 10% de los efectivos totales que controla la Administración General del Estado. Es bastante significativo, por contra, que la practica totalidad de los efectivos que controlan las administraciones totales (brigadas forestales, brigadas de limpieza, maquinaria pesada, etc.) haya sido enviada sin contraprestaciones y sin pedir autorizaciones a la zona afectada. Casi todos los municipios del País Valenciano han enviado lo mejor que tenían. Otra vez el apoyo mutuo.
APOYO MUTUO Y PAÍS VALENCIANO
Y apareció el apoyo mutuo y la solidaridad. Centenares de miles de personas voluntarias conmovidas por lo que había ocurrido, y que los propios habitantes de Paiporta, Catarroja, Massanasa o Sedaví habían transmitido en redes sociales, empezaron a cruzar a pie desde la ciudad de València el rebautizado como puente de la solidaridad y la CV400 hacia l’Horta Sud. Metros de lodo y cañas en cada calle. Centenares de miles de coches se amontonaban en las calles. Sin agua, sin luz, sin comida, sin comunicaciones. Pero hombro con hombro.
Como en todo punto de inflexión histórico, aparecen los fantasmas y el caos informativo. Miles de brigadas organizadas de forma autónoma han funcionado durante semanas, decenas de miles de personas voluntarias han caminado hora y pico para ir a limpiar a calles de personas desconocidas durante seis u ocho horas y luego volverse andando otra hora y pico. La extrema derecha ha querido apropiarse de esa ingente movilización, y si bien es cierto que no es una revolución libertaria, con nuestros ojos, lo que veíamos era un desborde de ayuda mutua, tal cual como si viviésemos ya en la utopía anarcocomunista. Quien tiene capacidad, ayuda a quien tiene necesidad, sea poniendo el cuerpo, sea donando de todo. Era muy conmovedor.
El Estado ha demostrado toda su debilidad ante una catástrofe. Sus sistemas de respuesta, ya sea por cálculo político o por una inoperancia real, no han actuado. La máxima de només el poble salva al poble se ha cumplido a rajatabla. Miles de brigadas organizadas de forma autónoma han funcionado durante semanas. El tejido social de la ciudad de València, junto con el tejido que quedaba en las zonas afectadas, interactuó como lo harían dos células al reconocerse y construyeron de forma autónoma el esqueleto sobre el cual la recuperación pueda ser posible.
Ha sido todo un aprendizaje. Tengamos claro esto: ante cualquier catástrofe no podemos esperar que las administraciones respondan de la manera que nos gustaría que lo hicieran, sino que lo que debemos hacer es acudir al tejido social de nuestra localidad para organizarnos en él y, ante la necesidad, salir todas y todos juntos a ayudar a nuestros conciudadanos. Por poner esto blanco sobre negro: durante semanas Entrebarris, el sindicat d’habitatge de València y CNT València fueron capaces de enviar a más voluntarios que miembros del ejército fueron desplegados por el ministerio de defensa. Las brigadas autónomas de estas organizaciones superaban en un factor diez a todo el Ejército del Estado español.
Dicho de otra manera. Nuestra gente, la que nos ha salvado, es la gente que practica el “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”. Vecinos, lo primero. Pero también el voluntariado, que vinieron de cerca y de lejos. ¿Por qué ayudaron? Porque tenían capacidad y teníamos necesidad. Nuestra Gente. Algunos venían con uniforme, pero no uniformados. Nadie les ordenó venir.
El pueblo del País Valenciano ha hecho historia. Que no se olvide que organizarnos autónomamente es posible. Que no se nos olvide que es necesario: es la última frontera entre el sálvese quien pueda y la supervivencia.