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Parto
Serena Brigidi: “Sin educar en la consciencia corporal, ¿cómo vamos a disfrutar del parto?”
Serena Brigidi coordina el Observatorio de la Violencia Obstétrica, un espacio de investigación y sensibilización que se propone visibilizar y erradicar las prácticas que suponen "una apropiación del cuerpo y de los procesos reproductivos de las mujeres por parte de prestadores de salud".
Ni año nuevo, ni el puente de la Constitución, ni San Juan, ni la Pascua son motivos para inducir un parto o hacer una cesárea. ¿O quizás, en la práctica, resulta que sí? El informe Nacer en horario laboral, recientemente presentado por Dona Llum, la asociación catalana por el parto respetado, advierte que "la jornada laboral se ha impuesto a la fisiología del parto". Según observa, prácticamente no hay nacimientos en los días festivos y, en fin de semana, han ido disminuyendo con el paso de los años.
Un informe homólogo realizado por El Parto es nuestro, en 2016, con datos de la Comunidad de Madrid, coincide en apuntar que las rutinas hospitalarias afectan al cuándo y cómo tienen lugar los partos. "Estos resultados nos están hablando de violencia obstétrica. Se manipulan los partos, no se respetan sus tiempos. Los horarios en salud no pueden ser como en una tienda o un museo", critica Serena Brigidi, doctora en antropología médica. Ella es co-coordinadora del Observatorio de la Violencia Obstétrica, un espacio de investigación y sensibilización que se propone visibilizar y erradicar las prácticas que suponen "una apropiación del cuerpo y de los procesos reproductivos de las mujeres por parte de prestadores de salud".
En 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo pública la declaración "Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud" para llamar la atención sobre la necesidad de una acción pública más efectiva ante este "problema de salud pública y derechos humanos". Para Brigidi, combatir la violencia obstétrica exige reconocerla y prevenirla como una manifestación de violencia de género.
Al pensar en parir, conecto con ideas como 'sufrimiento', 'vulnerabilidad', 'peligro'... ¿Dirías que responde al imaginario hegemónico entorno al parto?
Creo que sí. Si preguntamos a niños y niñas o a estudiantes, incluso de Ciencias de la Salud, te describen el parto dentro de un hospital, en litotomía –la posición ginecológica: tumbada con las piernas en los estribos– y en un contexto muy medicalizado. Tenemos la idea de que un parto es algo como ir a la guerra, cuando no tiene que ser sufrimiento, sino un momento poderoso y fisiológico.
¿Cómo se ha construido esta imagen más común?
Con la medicalización del parto, un proceso que lo ha convertido en un problema de salud. Lo trasladó del domicilio o casas de partos al hospital, y de la sabiduría de las mujeres, de las parteras, a manos del modelo médico hegemónico. Los recursos audiovisuales –anuncios, películas, series televisivas, videojuegos...– representan un modelo de parto con la mujer padeciendo y sin poderse mover, profesionales de la salud a su alrededor, principalmente hombres, que le chillan y le dicen lo que tiene que hacer. Y también con muchos cables y mucho instrumental médico. Es una imagen muy lejana de lo que es un parto.
¿Una imagen muy lejana de lo que es un parto? Muchas mujeres paren en un escenario similar.
El hecho de que tengamos esta imagen hegemónica nos hace creer que hay un único modelo de parto, pero hay muchos. El tema no es parir en un hospital o parir en casa. El parto puede ser hermoso y poderoso incluso en un hospital. El tema es que haya comunicación, reciprocidad con el o la profesional de la salud, y que la mujer se siente libre de expresar lo que siente. Normalmente, en un parto fisiológico, un parto vaginal, lo más importante es la libertad de elección de la mujer, de decidir las formas en las que quiere parir.
¿Sería esta vuestra reivindicación básica, el derecho a un parto respetado?
El parto respetado es un parto en el que la mujer está informada, está consciente y puede decidir de una forma autónoma, acompañada por un o una profesional de la salud, también. A mí no me parece mal que una mujer quiera un parto medicalizado porque no quiere enterarse de nada. El tema es que hay que disponer de la información para poder decidirlo. A las activistas en defensa del parto respetado se nos acusa de recomendar un único modelo de parto, en casa y fisiológico, con determinadas matronas, ¡y no! Queremos que cada mujer pueda disfrutar de su parto, como del sexo o de la menstruación; queremos poder disfrutar de nuestro cuerpo.
¿Es habitual que la atención sanitaria posibilite partos informados y en los que la persona que pare decide cómo?
Hay profesionales que se están formando y hay profesionales conscientes y que respetan, escuchan y acompañan, también en los hospitales. Cada hospital tiene su protocolo, pero lo que comparten es el sistema de formación y educación del personal médico y de enfermería. Una de las intervenciones que más tenemos que hacer es introducir seminarios y clases dentro de los itinerarios de los futuros profesionales de la salud, porque tienen asignaturas de salud maternoinfantil, pero sin perspectiva de género o feminista en salud. En las facultades se habla muy poco de violencia obstétrica. Además, el hecho de que determinados profesionales ejerzan violencia no significa que no la estén padeciendo al mismo tiempo.
¿En qué sentido?
Tenemos estudios que nos están diciendo que los profesionales de la salud empiezan a reconocer la violencia obstétrica en un paritorio. ¡Pero nadie les habló de acompañar a las mujeres en su parto, en lugar de dirigirlas! Cuando te enseño, no solo en la facultad, sino en todo el sistema educativo, que no me puedes cuestionar, y que hay una única manera de hacer las cosas, ya sean las mates, la física o un parto, al entrar en un paritorio, irás repitiendo "la manera", sin cuestionártela. Hasta que explotas, porque te das cuenta de que llevas cinco, 15, 20 años mutilando vaginas, porque te han dicho que una episiotomía es fundamental en un parto fisiológico, porque, si no, una cabeza no sale. Entonces te das cuenta de que estás padeciendo una violencia. Y está vinculada con la violencia de género. Vivimos en una sociedad que oculta la violencia constantemente. Desde pequeños, estamos expuestos a violencia y a determinados elementos de género que sitúan a las mujeres en un papel de inferioridad respecto a los hombres. Esto lo vamos incorporando, y entro en facultades de ciencias de la salud en las que esta perspectiva está aún más marcada, con la idea de que el paciente no tiene que hablar, el paciente no sabe.
¿Qué prácticas constituyen violencia obstétrica?
La violencia obstétrica se define como violencia de género, pasa por el cuerpo de las mujeres e implica la falta de información y de consentimiento y la imposibilidad de decidir sobre sus procesos reproductivos. Violencia obstétrica es, por ejemplo, obligar a una mujer a ponerse en litotomía para parir. Se ha estudiado y se sabe que es la peor posición para dar a luz. También lo es no respetar los tiempos del bebé y la madre en el parto, adelantarlo, inducirlo con oxitocina sintética, que crea problemas y rompe el proceso experiencial y fisiológico del parto. También lo es la episiotomía hecha de forma rutinaria. En España y en la mayoría de países europeos hay un porcentaje brutal de partos en los que se practica esta incisión en el perineo, cuando los casos en los que hay que realizar episiotomía, a nivel de literatura médica, son muy pocos. Es violencia obstétrica la maniobra de Kristeller. Se practica en España, pero en otros países, por ejemplo en Inglaterra, ni siquiera saben lo que es. Es muy violenta. También lo es la separación del recién nacido y la madre, atarla durante el parto, sacarle el bebé de forma instrumental... sin su permiso. Para hacer todo esto hay que firmar un consentimiento informado y no se firma la mayoría de veces. También es violencia obstétrica practicar cesáreas sin razones médicas. Tenemos un índice muy alto, en Catalunya y en España y en general en Europa. La última evidencia científica nos dice que en nuestros países tendrían que suponer un 7% de los casos. En Catalunya hay hospitales que tienen hasta un 35% de partos por cesárea. También es violencia obstétrica criticar a la mujer, regañarla porque el parto no avanza, amenazarla, utilizar un lenguaje fundamentalmente violento, decirle que lo está haciendo mal, que no puede amamantar... Todo esto es contrario a acompañarla.
¿A día de hoy, las denuncias por malas prácticas tienen recorrido judicial? ¿Conseguir que se tipifique la violencia obstétrica en la legislación, como han hecho países latinoamericanos como Venezuela, Argentina o México, es un objetivo?
Tenemos leyes frente a la violencia obstétrica, a pesar de no ser específicas, pero nuestra cultura en relación a la salud no es una cultura acostumbrada a la denuncia, sea por un parto no respetado o por un mal diagnóstico de cáncer. Se puede denunciar y tenemos resoluciones positivas, pero normalmente la gente no denuncia. Una de las razones es que acabas de parir y, muchas veces, te entregan a tu hijo o hija y te dicen: "Ya está, aquí tienes a tu bebé, ¿de qué te quejas?". Te cortaron, tienes 15 puntos, pero tu bebé está bien... Volvemos a la idea de que socialmente se considera que el parto es sufrimiento. ¡Está escrito incluso en la Biblia! La educación de las mujeres durante siglos ha sido de sumisión y lo aceptamos. Me parece importante hablar de violencia obstétrica y que la gente la reconozca como violencia de género. Hay profesionales de la salud que no quieren utilizar el concepto. Hay resistencias, pero también es cierto que se está incorporando y hay más investigaciones que lo utilizan. Cada vez que hablamos en clase de violencia obstétrica, hay alguien que dice "esto no pasa" o "estamos cambiando las cosas". Pero cambiar no es pintar de azul las paredes del hospital o poner una pelota, es más autonomía durante el parto.
¿Cómo avanzar en el reto? ¿Qué piezas deben cambiarse?
No podemos decir que la responsabilidad es de las facultades de Ciencias de la Salud. Es una responsabilidad del conjunto de la sociedad. Tenemos que ser conscientes de la importancia que tiene hablar de salud reproductiva y sexual, incorporarla como elemento de conversación en familia y en las escuelas, para poder decidir de manera honesta y sincera lo que deseamos; empezar por cosas como querer que en el cole, desde preescolar y primaria, pueda trabajarse la sexualidad. Si no, lo que estoy intentado es ocultar el cuerpo a mis hijos e hijas y a sus compañeros y compañeras. Sin educar en la consciencia corporal, ¿cómo podemos esperar que cuando una mujer vaya a parir pueda ser consciente y disfrutar del parto? También necesitamos recuperar la confianza en los profesionales de la salud. Tenemos que restablecer vínculos con nosotras mismas y con las y los profesionales de la salud. Y permitir que la información fluya. Hay que recuperar la humanidad de la relación asistencial y, también, la idea de que no todo se puede controlar. El sistema biomédico no acompaña, no porque los y las profesionales sean malos, sino porque no han sido educados para hacerlo.
¿Qué relación tenéis con los y las profesionales de la salud desde las entidades en defensa del parto respetado?
Muchas veces se sienten atacados, y no es esta la finalidad. Lo que estamos buscando son relaciones para poder dialogar y mejorar un servicio. No estamos en guerra, para nada. Lo que nos proponemos es dar a conocer el fenómeno de la violencia obstétrica para poder cambiar la situación. La finalidad es mejorar un servicio, mejorar la atención para que las mujeres, sus hijos e hijas y sus familias estén felices en los partos, y que los profesionales de la salud se encuentren satisfechos de trabajar en una relación de confianza y reciprocidad. Si no aprendemos a leer la violencia dentro de una dinámica estructural, no podemos aportar mejoras. Sabemos que hay profesionales que se dejan el alma y lo valoramos. El buen trabajo se sabe y se reconoce. Pero a la vez tenemos que sensibilizar sobre prácticas y situaciones que no se pueden permitir. De violencia en el proceso de atención a la salud y la enfermedad hay mucha, no solo en ginecología y obstetricia, pero lo que vemos en violencia obstétrica supera cualquier otra mala práctica en otros campos.
¿Qué especificidades hace que sea así?
En otras situaciones, hay una persona adulta que está padeciendo violencia, pero en el caso de violencia obstétrica también hay un embrión, o el feto o el bebé o los bebés. Y se junta con una cosificación del cuerpo de las mujeres tan fuerte que los abusos son infinitos. Hablar de violencia de género nos permite hablar de qué posiciones estamos ocupando dentro de un paritorio y de qué idea tengo de las mujeres que van a parir o que no quieren parir. La violencia obstétrica se da también en los abortos, en los que hay un cuestionamiento por parte del modelo médico hegemónico del cuerpo de las mujeres, de hasta qué punto soy libre de decidir cuándo abortar, cómo abortar y por qué abortar. En el caso de la violencia obstétrica, durante el parto lees relatos de cómo se cuenta a las mujeres lo que ha ocurrido como si nada y cómo lo recolocan con un simple: "Bueno, pero tienes a tu hijo, no pasa nada"... El parto tiene que ver con la sexualidad y hay toda una parte de moral, de castigo, a la sexualidad de las mujeres. Hay elementos de dominación. Es violencia de género. Los comentarios hacia las mujeres cuando se quejan de los dolores muchas veces son: "Ahora te quejas, pero hace nueve meses te gustaba, ¿eh?". Encontramos que el sistema biomédico rechaza por completo un parto orgásmico. Nunca ha trabajado la estimulación del clítoris durante el parto. El sistema es patriarcal e intenta ocultar el poder de las mujeres. Poder parir es parte de este poder.
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Dos libros imprescindibles recien publicados a este respecto:
Partos arrebatados https://www.viruseditorial.net/es/libreria/fondo/8250/partos-arrebatados
La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente https://cauac.org/libros/la-represion-del-deseo-materno-y-la-genesis-del-estado-de-sumision-inconsciente/
https://vimeo.com/68196686
Un video inspirado en el libro "Por un nacimiento sin violencia"
El autor fue un médico francés, Laboyer, que se ha interesó por disminuir en el niño el trauma del nacimiento. Laboyer plantea ¿quien ha pensadoen evitarle al niño la tortura de su primer contacto con el mundo? La hiriente luz, los agudos sonidos, la brusca entrada del aire en los pulmones, el vértigo, el frío, el contacto con la ropa o telas e incluso con metales (cuando lo que necesita es el contacto de todo su cuerpo con el cuerpo de la madre)... todos estos son suplicios innecesarios de un sistema sanitario opresivo, ideado desde el poder. Apartar al niño de la madre, con la excusa de medirle y pesarle, etc. es lo que de hecho puede asegurar enfermedades, inmunodeficiencias o o trastornos psicológicos en el futuro. Aplicarle liquidos médicos en los ojos abiertos a la fuerza es directamente una tortura propia de sádicos.
En su obra el doctor Laboyer sugiere un nuevo método para ayudar al niño a nacer disminuyéndo su sufrimiento. Siguiendo su sistema, a los pocos minutos del parto, el recién nacido abre los ojos, sedespereza, juega con sus manos, sonríe y se duerme placidamente.
Cuando un niño llega al mundo, lo primero que hace es llorar, ¿acaso el llanto del recién nacido no es un símbolo de dolor? Ante el llanto los asistentes: ¡llore! ¡llore! Exclama alguien; por que para ellos el llanto es símbolo de bienestar; indica que el cuerpo esta funcionando bien. Pero recordemos que el hombre no es solo un cuerpo. El llanto es la expresión del sufrimiento; sin embargo nadie se preocupa por esto y aun mas el niño es tratado casi como un objeto. Hay que hacerle una serie de procedimientos de rutina sin pensar en lo que él está sintiendo. ¿Por qué?
Yo he sufrido violencia obstetricia durante un parto y a una amiga llegaron a mandarle un juez al hospital por no querer quedarse por haber roto bolsa en menos de 24h. Nos gustaría denunciarlo. Como se hace?
Puedes contactar con OVO, envíanos un correo: ovo@elpartoesnuestro.es