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Perfiles con tiempo
Fausto Canales, hijo de víctima del franquismo: “Hemos hecho todo para condenar estos asesinatos”
Esta historia dura casi 90 años y está a punto de terminar. Es la historia de Fausto Canales por recuperar la memoria de su padre, asesinado en el verano de 1936 por la represión franquista en la retaguardia. Es también la historia de un país excesivo. Ayer, 5 de julio, los trabajos de exhumación en Cuelgamuros consiguieron identificar a cuatro de las víctimas cuyos restos reposaban en la caja 198. Una de ellas es Valerico Canales, padre de Fausto.
Conversamos con Fausto Canales en una cafetería situada junto a la plaza de Arturo Barea, en Lavapiés (Madrid), unas semanas antes de conocerse la noticia de la identificación.
Pronto cumplirá 90 años. Se detiene en los detalles, muestra los documentos de su investigación. En la extensa conversación que mantenemos siempre están presentes, desplegadas sobre una mesa, las fotografías de los asesinados. Son las fotografías de las diez víctimas mortales de la represión franquista en Pajares de Adaja: el alcalde (depuesto y detenido el 24 de julio de 1936), ocho personas detenidas el 20 de agosto de 1936 y una última víctima detenida en septiembre de aquel año. Fueron diez las personas detenidas ilegalmente y asesinadas. Los cadáveres de siete de ellas fueron arrojados en un pozo de Aldeaseca (Ávila) y parte de sus restos fueron trasladados en 1959 al Valle de los Caídos.
De las posibles formas de traer la conversación a este texto, una de ella consiste en ilustrar las fechas más significativas.
Agosto de 1936. A las dos de la madrugada del 20 de agosto de 1936, un comando falangista irrumpió en el pueblo de Pajares de Adaja (Ávila). Fueron llamando puerta a puerta a las casas de quienes figuraban en un listado por haberse significado por sus simpatías con la República. “Llamaron. Le maniataron con unos hatillos: unas guías de esparto con las que, cuando se hacía la siega a mano, se ataban los haces. Con las manos atrás, se llevaron a mi padre. Yo dormía. Eran las dos de la mañana, aproximadamente”, explica Fausto Canales, que aquella noche tenía dos años y dormía junto a su hermano, de cuatro, en una habitación separada por un pasillo de la de sus padres. Vivían en una casa modesta, con dos habitaciones y una cocina al fondo. Su padre se llamaba Valerico Canales. Era jornalero. Fue asesinado en el verano de 1936. Es una de las diez víctimas de Pajares.
“La misma madrugada que se llevaron a mi padre, mi madre, desolada, me cogió a mí en brazos”. Los llevó a él y a su hermano hasta la casa en la que vivían sus padres, los abuelos de Fausto Canales. “Ahí nos hemos criado. Mi madre no quiso volver a nuestra casa. Tal fue el impacto de desconsuelo y de soledad, que no lo superó. Era una mujer que tú le hablabas… No me decía nada. Me decía, bueno sí, que mi padre era muy bueno, muy honesto, muy trabajador. Pero no me daba detalles. Entonces todo lo que yo sé es por mis abuelos. Cuando tuve uso de razón, mi abuelo y mi abuela me contaron todo lo que había ocurrido”.
Marzo de 1959. Fausto Canales, gracias a su madre y sus abuelos, pudo salir adelante en la posguerra. “Nosotros no llegamos a ir casa por casa pidiendo limosna, porque estábamos con ellos, aunque ellos eran pobrísimos también. No había más que un sueldo, y medio sueldo de mi tío. Y estábamos allí nosotros tres”. Para aligerar un poco la carga, acudían a los comedores de Auxilio Social. De niño, también iba de zagal o guardaba un melonar, pero no faltaba a la escuela. De modo que en 1946 pudo aprovechar una de las seis becas de beneficencia e iniciar unos estudios que le permitirían cursar en su juventud la carrera de ingeniero agrónomo.
En la primavera de 1959, su hermano, que trabajaba como pastor en Adanero, le llamó a Madrid. “Me dijo: ‘Fausto, me he encontrado con la hija del secretario de Aldeaseca, que está viviendo en Adanero, y me ha dicho que le ha dicho su padre que se han llevado los restos que estaban allí’. Nosotros no sabíamos dónde estaban exactamente. Sabíamos que era en el término municipal de Aldeaseca, pero el sitio exacto no”. En un pozo de Aldeaseca estaban los cadáveres de siete de las personas detenidas ilegalmente en Pajares de Adaja el 20 de agosto de 1936. Parte de esos restos arrojados en un pozo de Aldeaseca, municipio abulense situado a 30 kilómetros de Pajares de Adaja, fueron extraídos en marzo de 1959, sin conocimiento ni autorización de los familiares, para ser llevados al Valle de los Caídos. Los pormenores de esta extracción solo los conocerían los familiares muchos años más tarde, gracias a una investigación con medios propios sobre lo ocurrido. “Yo no podía hacer nada en aquel momento. Lo que hice fue asimilarlo, teniéndolo en la cabeza y proponiéndome que, cuando tuviera tiempo y las condiciones se dieran, pues iba a emprender este trabajo. Llevo haciéndolo 23 años”.
Octubre de 2003. Con el cambio de siglo, su jubilación y las primeras iniciativas legislativas sobre la memoria histórica, Canales entendió que comenzaban a darse las condiciones para investigar de forma rigurosa el asesinato de su padre y de las otras nueve víctimas de la represión franquista en Pajares. ¿Dónde estaban los restos? ¿Dónde estaba la fosa? Sabían que los traslados de restos al Valle de los Caídos eran más bien profanaciones de fosas, extracciones hechas de cualquier manera. Por lo que era muy probable que aún quedasen restos en el lugar de Aldeaseca donde fueron arrojados los cadáveres de siete de las personas detenidas ilegalmente en Pajares de Adaja la noche del 20 de agosto de 1936.
Canales se entrevistó con vecinos del pueblo de Aldeaseca y alrededores hasta llegar a un testimonio crucial: el de la hija de quien había trasladado los siete cadáveres de la cuneta a un pozo.
Gracias a estos testimonios y a la documentación recopilada —entre la que figuraba el informe de los resultados obtenidos por la expedición del Gobierno Civil de Ávila para la extracción en 1959 de los cadáveres de Aldeaseca—, pudieron ubicar el pozo y realizar la excavación para la extracción de los restos que permanecían allí abandonados: huesos craneales y poscraneales. Esta exhumación tuvo lugar el 11 de octubre de 2003. Al año siguiente, los familiares y los vecinos de Pajares realizaron un acto público de homenaje y reparación. “Hicimos un sepelio. Es decir, cogimos la urna y en cortejo fúnebre fuimos desde el ayuntamiento. Habíamos encargado una sepultura, que es un memorial: en una tesela tenemos los diez nombres y en la otra tenemos unos versos de Celaya. Es un hito, para nosotros, de reparación”.
Junio de 2023. En los veinte años transcurridos desde la exhumación de Aldeaseca, la vida de Fausto Canales ha sido una batalla por reivindicar la memoria y la dignidad de las víctimas de Pajares. Como representante de los familiares, intervino en el proceso impulsado por el juez Garzón en 2007, llevó el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y ha participado en numerosos reportajes periodísticos. “Me quedo con que en Pajares hemos hecho todo lo que hay que hacer desde el punto de vista administrativo y judicial para condenar estos asesinatos”.
La denuncia presentada en 2007 resume el contenido de su batalla: que se reconozca la condición de desaparecidos a las diez víctimas de Pajares de Adaja, que se compruebe la existencia de restos de siete de ellos en el Valle de los Caídos y que dichos restos se entreguen a sus familiares. Ese momento, el de la entrega a los familiares, parece hoy muy próximo.
“Tengo toda la esperanza y toda la seguridad de que lo van a hacer con rigor. Puede ocurrir que después de todo esto no identifiquen los restos de mi padre y me digan: ‘Fausto, hemos hecho todo…’. Si tenemos la fortuna de que sí, de que nos entreguen los restos, los vamos a llevar junto a la urna que tenemos en el memorial”, aseguraba Canales días antes de conocer la noticia de la identificación.
En estos días, 87 años después del comienzo de la guerra civil, esta historia puede estar a punto de terminar. Fausto Canales podrá llevar muy pronto los restos de su padre al cementerio de Pajares de Adaja. Serán entonces de los primeros restos de víctimas del franquismo exhumados del Valle de los Caídos. Un valle cuya denominación oficial es ahora Cuelgamuros. Un valle cuya sola existencia estremece. Sí, 87 años después, puede que esta historia esté a punto de terminar.