Pobreza
“Cacé palomas, conejos y robé en huertos para sobrevivir”: la pesadilla de los sin techo durante el confinamiento

Personas sin techo cuentan la pesadilla que es vivir en la calle cuando nadie puede salir a la calle, una situación de abandono y desamparo que temen repetir con la actual nueva oleada de contagios. Expertos aseguran que la pandemia podría ser una oportunidad para reformular el abordaje al sinhogarismo y que estas personas consigan un lugar donde vivir.

chatarra
Un hombre recoge chatarra en el Raval Oriol Masferrer
18 sep 2020 06:00

Antonio Moreno, de 54 años, pasó la cuarentena en su barraca de madera en la montaña de Montjuic y estuvo casi dos semanas sin comer. Cazó palomas en la fábrica de pienso cercana a la cabaña con un arco, conejos cerca del cementerio con cepo y lazo y tuvo que agenciarse algunas verduras de los huertos vecinos para poder alimentarse. “Las primeras dos semanas no veas, no viene ni la muerte aquí arriba. Cacé palomas, conejos y robé en huertos para sobrevivir. Fue muy duro”, confiesa esta persona sin hogar.

Aunque recibió alimentos de los servicios sociales antes del confinamiento —un paquete de pasta, doce huevos y un litro de aceite de oliva—, no le bastaron para comer más que los primeros días de los tres meses que duró la cuarentena. “Entonces, pensé, ¿qué hago, como hierbas? Hierba hervida tiene que salir algo”, relata Moreno mientras ríe y añade con voz triste “adelgacé mucho”.Al quedarse sin alimentos, debido al estado de alarma no pudo bajar de la montaña a la ciudad. “Estuve dos semanas sin moverme, no podían verte afuera. Luego vi que tenía que buscarme la vida, fui esquivando a la policía”, explica este sin techo. Algunos vigilantes de Montjuic que lo conocen le trajeron comida, en una etapa del confinamiento más avanzada.

Antonio Moreno
Antonio Moreno Oriol Masferrer

Durante el pasado confinamiento nadie pudo salir a la calle, pero hubo personas que no pudieron salir de ella porque no tienen casa o que, como Antonio, viven en infraviviendas. Las actividades con las que los sin techo obtenían ingresos y alimentos se vieron imposibilitadas o dificultadas. Ahora, debido a la nueva eclosión de rebrotes y contagios, las personas sin hogar entrevistadas en este reportaje aseguran que temen que un segundo confinamiento pueda repetir esa situación de abandono y desamparo.

Un recuento de la Fundación de Arrels del día 14 de mayo, contabilizó un total de 1.239 personas que pasaban la cuarentena en la intemperie en Barcelona. La entidad también indicó, que habría 846 que malvivían en asentamientos y viviendas inadecuadas y unas 2.171 en recursos habitacionales. Un total de 4.246 en el mes de mayo. El ayuntamiento logró proveer de 750 plazas, junto a las 2.200 plazas públicas y de entidades previamente preexistentes. En la actualidad hay en Barcelona un total de 88.259 pisos vacíos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

“La vivienda es la primera línea de defensa frente a la expansión de la covid19. Tener una morada nunca ha sido más que hoy una cuestión de vida o muerte”

El experto en pobreza estructural y catedrático de Sociología de la Universidad Pontificia de Comillas, Pedro Cabrera, recrimina que “cuando esto sucede en una sociedad en su conjunto rica, con muchos medios económicos, habitáculos vacíos y lugares en los que estas personas podrían haber tenido un techo resulta una situación circularmente odiosa e indigna. Si hubiese voluntad política de anteponer un derecho humano básico como es tener una casa a los mercados este problema tendría fácil solución”.Estas personas quedaron expuestas al contagio del covid19, junto a los riesgos habituales de vivir al raso. Una situación de desamparo ante la que la relatora especial de vivienda adecuada de las Naciones Unidas, Leila Farhani, ha manifestado que “la vivienda es la primera línea de defensa frente a la expansión de la covid19. Tener una morada nunca ha sido más que hoy una cuestión de vida o muerte”.

Un peligro que para el colectivo de las personas sin hogar puede ser mayor, ya que como denuncia el director de la Fundació Arrels, Ferran Busquets, entre las personas que viven en la vía pública “hay un 30 % de los sin techo que tienen enfermedades crónicas o son personas de alto riesgo. Se dejó en la calle personas en una situación muy vulnerables”.

“Hablamos de personas que no solo se tienen que quedar desprotegidas en el exterior, sin posibilidades de confinarse, sino que no pueden encontrar una mascarilla ni lavarse las manos con gel hidroalcohólico”, lamenta Busquets.

Pobreza
Para salir de la calle, primero la casa

El programa Housing First llegó a España hace cinco años. Con él se ha cambiado el paradigma de
inclusión de las personas sin hogar.

Édouard Amadi, de 53 años, es original de Costa de Marfil y ha pasado diecisiete años trabajando en el campo y las fábricas de distintos países europeos, principalente en España. Él es una persona de alto riesgo por una enfermedad intestinal crónica, que contrajo al trabajar en su país en fábricas de fertilizantes manipulando químicos tóxicos sin protección, lo que le impide ingerir ciertos alimentos porque le hacen expulsar sangre en sus heces. Durmió todas las noches de la cuarentena en las puertas del Mercat de Fort Pienc, con ocho personas sin hogar más.

No puede beber agua del grifo ni comer pan y lácteos. Durante el confinamiento tuvo que pasar muchos días con el botellín de agua mineral que le daban en los comedores sociales. “Tuve miedo. Es una enfermedad que mata a la gente que está dentro y fuera estás más expuesto. No me contagié, mis compañeros tampoco. Tengo mucha suerte, porque por mi enfermedad hubiese sido muy peligroso”, explica Amadi. Agradece a los vecinos que les ayudarán, dándoles comida y agua mineral y también poder comer cada día desde el confinamiento en el Hospital de Campaña de la Parroquia de Santa Ana, que es gestionado con el apoyo de Cáritas.

LOS DISPOSITIVOS DE EMERGENCIA: UNA SOLUCIÓN TEMPORAL

Una tela plástica verde y una valla móvil delimita el recinto en el que 450 personas que no tienen casa han podido encontrar un techo, comida e higiene y protegerse del virus desde hace unos meses. El recinto es gestionado por la Cruz Roja y la Unidad Militar de Emergencias (UME) conjuntamente. Dos guardias de seguridad custodian la puerta, dirigen a un hombre de mediana edad a una voluntaria de la Cruz Roja que toma su temperatura. Su temperatura es la normal, no muestra síntomas. Puede continuar al siguiente punto en el que se cambiará la ropa tras tomar una ducha, la indumentaria que llevaba quedará guardada en una consigna. 

Solo entonces entrará en una gran nave, repleta de centenares de camas, varias zonas de descanso, un patio y duchas. Las normas son estrictas: no traer mascotas, no consumir ninguna sustancia, las salidas son por la mañana y por la tarde, no se aceptan comportamientos que vayan contra la convivencia. Si son expulsados no pueden volver. Durante el confinamiento las salidas y las entradas eran más estrictas, si se salía no se volvía a entrar. La estructura del espacio hace que no exista la privacidad. No hay paredes. Algunas literas están cubiertas por toallas y sábanas que sirven de cortinas entre las camas.

Pabellon ume cruz roja
Interior del Pabellón gestionado por la UME y Cruz Roja Oriol Masferrer

El Ayuntamiento de Barcelona de la mano de entidades del Tercer Sector habilitó durante el confinamiento un total de siete recursos habitacionales extraordinarios, mientras que los equipamientos ordinarios permanecían en un régimen de entradas y salidas cerrado. “Un solo caso de covid19 nos puede llevar a, como ya tuvimos que hacer, confinar a la mitad de usuarios”, ha puntualiza Carmen Fortea, la responsable de los equipamientos de sinhogarismo del Ayuntamiento de Barcelona.

Esta iniciativa permitió que las personas sin hogar que querían confinarse pudieran hacerlo. Estos equipamientos aún siguen activos con una capacidad de 750 plazas. La entrada era inmediata y el régimen de salidas cerrado durante el confinamiento, ahora el régimen de entradas y salidas es abierto. Han llegado a alojar a 1.025 personas y aún siguen en activo. Uno de estos dispositivos era el Hotel Salut, al que se enviaban las personas contagiadas por el covid19 para un aislamiento y atención adecuados. En los recursos ordinarios contabilizaron 111 positivos y 22 positivos en los extraordinarios, hubo 74 traslados de equipamientos habituales y 26 traslados de equipamientos de emergencia al Hotel Salut, 15 hospitalizaciones y 2 hospitalizaciones respectivamente. No hubo ninguna defunción.

​Los pabellones de la Fira de Barcelona están a la mitad de su capacidad y seguirán abiertos hasta el 30 de septiembre, mientras que el resto de recursos se prevé que sigan en funcionamiento hasta el 31 diciembre. La teniente alcaldesa del Ayuntamiento de Barcelona Derechos Sociales, Laura Pérez, ha indicado que la permanencia de estas instalaciones podría alargarse si fuera necesario. “Tenemos los dispositivos en constante revisión. No descartamos si fuera necesario extenderlo más allá de septiembre o si fuera necesario extenderlo durante la operación frío”.

“Una persona que nunca ha vivido en la calle no lo va a entender…La vida en la calle es muy dura. No tienes un lugar donde descansar, la noche es muy difícil”

Édouard Amadi no quiso ir a los albergues de la Fira, tenía miedo a contagiarse. “Aquí fuera puedo protegerme del virus, si voy allí con tanta gente es difícil”, repite varias veces Amadi. Su pavor a enfermar hace que prefiera exponerse al sufrimiento de vivir al raso, sobre el que confiesa, mientras se le suaviza la voz, que “una persona que nunca ha vivido en la calle no lo va a entender…La vida en la calle es muy dura. No tienes un lugar donde descansar, la noche es muy difícil”.

Antonio Moreno estaba andando hacia su barraca por Montjuic durante el confinamiento, cuando un furgón de la policía con el megáfono le indicó que no podía estar en la vía pública y que debía ir a la Fira para confinarse. “Pues aquí tenemos dos problemas, aquí tengo mi casa y mis setenta gatos que son mi familia. Los que os vais a ir sois vosotros, porque yo me quedo aquí”, gritó Moreno mientras se adentraba en el bosque. Él no quiere ni oír hablar de los pabellones de la Fira, le traen malos recuerdos de la época que pasó por un albergue.

El director de la Fundació Arrels, Sergi Busquets, señala que “cuando encuentras alguien durmiendo en la intemperie y le propones una solución, suele tardar en aceptarla y por lo tanto en llegar. Sobre todo, las personas que llevan más tiempo en esa situación”, por lo que espacios como la Fira, han sido para “personas que justo han perdido su casa, gente que estaba en habitaciones de realquiler, turistas. La gente de la calle no va a salir de la calle por la Fira”.

“Consideramos que es una mala solución por su temporalidad, las soluciones tienen que ser definitivas. Es mejor que estar al raso, pero no se le puede decir a alguien que vuelva a esa situación en seis o siete meses”, afirma Busquets.

​Un 33 % por ciento de las personas que han acudido a la Fira, nunca habían sido beneficiarios de las prestaciones de servicios sociales, un 36 % personas eran personas en situación administrativa irregular, según datos del Ayuntamiento de Barcelona. “Los perfiles son muy variados hay quien ha perdido su trabajo, quien lleva diez años viviendo en una situación de sinhogarismo, quien no tiene papeles y justo ha llegado a España o quien tiene un trabajo que no le permite pagarse un alquiler”, ha explicado la responsable del albergue de la Fira de la Cruz Roja, Marta Ibarra.

“Los perfiles son muy variados hay quien ha perdido su trabajo, quien lleva diez años viviendo en una situación de sinhogarismo, quien no tiene papeles y justo ha llegado a España o quien tiene un trabajo que no le permite pagarse un alquiler”

​Alessandro estaba empleado hasta hace unos meses en Madrid, en un restaurante. Vino de Italia para trabajar en hostelería y turismo hace unos años, sector al que se dedicó desde que llegó a España. Perdió su trabajo durante el confinamiento, al quedarse sin ingresos vio como sus ahorros se desvanecían. Decidió venir a Barcelona, porque le habían dicho que era la ciudad con mejores servicios sociales. Llegó el 6 de mayo. Su nombre real no es Alessandro, pero no quiere que su entorno cercano sepa que se ha quedado en la calle.

Ahora que se permiten las salidas y las entradas en el pabellón, no quiere salir porque prefiere buscar trabajo en internet. “Busco todo el día. Quizás demasiado. Está fatal. No hay nada”, comenta Alessandro con tono apesadumbrado. La falta de intimidad no ha sido un gran problema para él, ya que “tienes menos intimidad que en un piso, pero encuentras tus ratitos. Cubres tu litera y tienes tu privacidad”, pero ha ratifica que el aspecto más complicado es la convivencia “¿te cuesta convivir con tus familiares? Imagínate con extraños”.

​Uno de los voluntarios en el albergue de la Cruz Roja de la Fira, Néstor Alejandro Armenio de nacionalidad argentina y de 52 años de los que lleva siete en Barcelona, relata que “hemos vivido situaciones muy duras al principio: robos, peleas, tuvo que venir la policía… Mucha gente tuvo que irse. Ahora hay mucha paz, quien está es porque verdaderamente lo necesita y quiere mantener su lugar aquí”.

​El sociólogo Pedro Cabrera insiste en que estos recursos no resuelven la problemática del sinhogarismo, ya que “estos grandes dispositivos obedecen a razones de miedo y de salud pública, en generar grandes contenedores colectivos para personas que no tienen donde dormir. No responden a la necesidad de alojamiento a largo y medio plazo”.

​“Las políticas de vivienda pública y vivienda social serían lo más resolutivo. Los alojamientos no utilizados que puede estar en manos de particulares o de la administración, podría usarse para alojar a personas que viven en la intemperie”, indica Cabrera.

EL MODELO 'HOUSING FIRST': UNA SOLUCIÓN DEFINITIVA

Rafael Montserrat tiene 55 años y es una persona de alto riesgo, ha sufrido cinco infartos y dos han sido durante el confinamiento. El primero lo trataron en el piso de Arrels, en el que vive desde hace un año, el segundo tuvo que ingresar en el Hospital del Mar durante la pandemia. Tiene una parte del corazón muerto, ya que tuvo un infarto en el que pasaron doce horas hasta que recibió atención médica. La Fundación Arrels se encarga de garantizarle un techo, un plato y la medicación para el corazón.
“Aquí no estamos todos agrupados, cada uno tiene su habitación, cocina cuando quiere y como quiere. Puede hacer lo que le apetece. Tengo mi espacio para mí solo, mi habitación, mis plantas”

Explica que durante el confinamiento en el piso les tomaban la temperatura y revisaban si tenían síntomas a diario. “No hubo ningún problema, pero no doy muchas gracias a nada”, expone Montserrat. Ha vivido casi toda su vida entre la calle y la montaña de Montjuic, desde que huyó de su casa con 10 o 11 años. Su mala vida al raso y el alcohol han desgastado su cuerpo hasta este estado de salud frágil. Dejó de beber hace más de un año, pero ha tenido varias recaídas estos meses que han agravado sus problemas cardíacos.El modelo 'housing first', que es el que siguen varias entidades, entre ellas Arrels, plantea la necesidad de ofrecer una casa a la persona que vive en la vía pública en un hogar o habitación individual para iniciar el proceso de intervención social. Se evita que la persona tenga que pasar por alojamientos temporales, para que sea más difícil que abandone el proceso.A Rafael estar en el piso de Arrels le ha permitido recibir un seguimiento de sus adicciones y de su enfermedad, también le garantiza la seguridad de un hogar y una vivienda digna. “Aquí no estamos todos agrupados, cada uno tiene su habitación, cocina cuando quiere y como quiere. Puede hacer lo que le apetece. Tengo mi espacio para mí solo, mi habitación, mis plantas”, explica con una sonrisa Montserrat.

Rafael Montserrat
Rafael Montserrat. Foto: Maya Silenzi di Stagni

El director de Arrels, Ferran Busquets, defiende que la solución para una persona que vive en la calle ha de ser “habitacional, precisa un hogar que la garantice una seguridad, un descanso una higiene y una alimentación”. Un planteamiento que comparte con el sociólogo Pedro Cabrera, quien añade “necesitamos políticas sociales de sostenimiento de renta, de provisión social, de provisión de alojamiento digno”.

“Estas medidas deben ofrecerse a la población en general, poniendo especial énfasis en la población vulnerable y en riesgo de exclusión social, para convertir la situación de emergencia actual en una forma de abordar el sinhogarismo de forma estructural”, opina Cabrera.

EL 'HOSTEL' SOCIAL QUE FUNCIONA COMO UN ASCENSOR SOCIAL

​Félix Álvarez tiene 51 años y divide su vida en dos actos. El primer acto dura 48 años y durante ese capítulo fue diseñador gráfico con grandes equipos a su cargo, montó una empresa de importación y exportación en Colombia y fue actor de cine y televisión en Movistar+, Telecinco y participó en varias series en Colombia, entre ellas la serie de Netflix Narcos. En el segundo acto, su empresa va mal y decide regresar a España.  

​Habiendo vuelto ya, un director de cine le promete un papel para una película en Colombia. Una vez allí, nunca recibe la llamada. Pasan tres años y aún sigue durmiendo en la calle. “Tengo 48 años que no se los cambio a nadie y tres en los que he tenido muy mala suerte”, explica Félix con una gran sobriedad. Ve que va a comenzar el confinamiento y asume que los sin techo iban a ser abandonados, por lo que busca una portería bien protegida en un edificio empresarial. Acude el primer día a servicios sociales y no hay nada aún.

Pobreza
“La singularidad de esta protesta es que no podemos rendirnos e irnos a nuestra casa”

Decenas de personas sin techo llevan más de tres meses acampadas frente al Ministerio de Sanidad, Consumo y Seguridad Social. Cada vez son más personas y cada vez están más cansadas, esta semana de fallida investidura intentaron hacerse oír frente al Congreso. 

​Ese mismo día una amiga suya le dice que Homeless Enterpreneur reparte comida. Él conoce todas las entidades que podían ayudarle, pero esta no la ha escuchado nunca. Decide llamar y ahí habla con Juan Carlos Viniegra el coordinador del programa, que le dice que van a montar un albergue social para personas que viven en situación de sinhogarismo.  “No tengo dinero, lo siento”, dijo Félix al teléfono. Desde el auricular escucha un “tranquilo, es gratis”, que le hace desconfiar porque “nada es gratis si vives en la calle, todo el mundo quiere algo a cambio”.

Pasan dos días y el tercer día del confinamiento Félix Álvarez, recibe una llamada de Juan Carlos que le dice “antes de las ocho tienes que estar en el 'hostel'. Él no da crédito, pero le responde que va hacia allí. A partir de ahí, empieza un nuevo capítulo de su vida, en el que gracias al programa del albergue de inserción laboral entrará a trabajar en un empleo de gestión y atención al cliente en la empresa de telecomunicaciones Sosmatic.

Existe un movimiento que es el capitalismo consciente, que defiende que las empresas traten de resolver una problemática social con sus recursos, los propietarios del Hostel Sweet Barcelona, se definen como parte de esta corriente e indican que “nuestro activo es la vivienda y dijimos no lo vamos a tener vacío, por lo que decidimos ceder el espacio”, expone Gian Franco Mercado, copropietario del hospedaje. Por ahora, han decidido cederlo durante un año, para que el proyecto de Homeless Enterpreneur pueda desarrollarse.

​El fundador de esta entidad social dedicada a ayudar a las personas sin techo, Andrew Funk, al ver que la ciudad no podía dar cabida a todas las personas sin hogar, habló con los propietarios del Hostel Sweet Barcelona en el Eixample para “convertir el pasivo del sector turismo durante el covid-19 en el activo de un hospedaje social para personas sin hogar para que puedan trabajar y ser ciudadanos activos”. El requisito es que fomenten una buena convivencia y no tengan adicciones.

homless entrepeneur
Un usuario del hostel Homless entrepeneur Oriol Masferrer

​En el hospedaje las personas sin hogar reciben formación, asesoramiento laboral y apoyo psicológico. Adquieren un techo, un plato y unas responsabilidades. “Tienen que seguir el programa, participar, ser responsables. No se trata de cambiar a nadie, sino de ayudarles a entender qué quieren hacer dentro de sus posibilidades”, ha apuntado Funk.  

Una vez haya terminado el año durante el que han cedido el establecimiento, a Gian Franco Mercado y su socio les gustaría abrir un ‘hostel’ que se dedicará exclusivamente al proyecto, mientras su negocio turístico ya establecido siga funcionado, ya que “aunque bienvenidas sean no queremos depender de donaciones, porque si te cierran el caño ¿qué haces? No vas a echar a todo el mundo afuera. Tendríamos que generar ese dinero por otra parte”, ha señalado el emprendedor.

 “Las soluciones que han buscado el Ayuntamiento son temporales por temas de urgencia, pero nosotros queremos pensar en lo que viene después”, afirma Funk, y añade que “no basta solo con dar un techo, si no les das recursos y comodidad volverán a la calle”. Al iniciar el programa entraron diecinueve personas de trece nacionalidades distintas, con el objetivo de que todos tuvieran empleo para finales de septiembre. Desde que terminó el confinamiento ya ha habido 150 solicitudes más.

 Hace apenas una semana Félix Álvarez abandonó el ‘hostel’ hacia un techo alquilado por sus propios medios a cumplir su sueño “pasear a mi propio perro, necesitas una casa para hacerlo”, cuenta mientras ríe. Antonio Moreno es uno de los amigos más cercanos que ha tenido Félix mientras vivía en la vía pública, al preguntarle cómo le gustaría pasar un futuro confinamiento recita el mismo mantra que el resto de sin techo entrevistados en este reportaje “pues bien, con café con leche y comida; estar bien y dormir bien”.

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#70117
18/9/2020 12:37

"el sinhogarismo". Llamarlo por el nombre de toda la vida. Tanto neolenguaje y tanta gaita.

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#70109
18/9/2020 10:36

La lectura del artículo deja un sabor agridulce. Hay casos esperanzadores, ya sea por la labor de asociaciones o de ayuntamientos como el de Barcelona; hay otros cuya solución parece estar aún lejos por distintos motivos.

Es aberrante que en una sociedad donde hay millones de viviendas vacías exista el sinhogarismo y más si es el Estado uno de los propietarios de tales viviendas, que deberían convertirse en un parque público de vivienda de alquiler social o de uso gratuito para los casos más desfavorecidos.

La vivienda es un DERECHO, no es un bien y menos un bien con el que especular, como hacen los bancos, los fondos buitre o los grandes tenedores de viviendas.

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0
#70099
18/9/2020 9:17

No vamos a dejar a nadie atrás, que pidan el IMV por favor. Pablo se está dejando la piel, dejar de criticar al gobierno!!!

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#70108
18/9/2020 10:35

El IMV no ha llegado ni al 20% de los que lo han pedido. Y ni el gobierno ni Pablo son hadas de Peter Pan, si tuviesen intención de hacer algo o ayudar a alguien lo harían con o sin críticas. No necesitan que les des palmaditas.

4
1
#70124
18/9/2020 14:56

Están asaltando los cielos y no os dais ni cuenta. Protestad cuando llegue la derecha, ahora hay que celebrar el gobierno más de izquierdas de la democracia. Si se puede! Si se puede! Si se puede!

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#70132
18/9/2020 17:06

Los cielos no se pero los chaletazos a nuestra costa si que los asaltan si

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4
#70097
18/9/2020 9:02

Palomas y conejos...el lobby vegano te maldice, come rucula, cuscus y semillitas pijas

4
6
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