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La poesía de William González Guevara (Managua, 2000) habla de la nostalgia que siente un niño que tiene que irse de su país, que crece sin olvidar y que se agarra con fuerza a esos recuerdos de un lugar que no volverá a pisar. Es durante todo ese tiempo fuera de su tierra, en un nuevo lugar, donde va tomando conciencia de una nueva realidad, mientras la lectura y la escritura le acompañan. González Guevara tiene tres poemarios y tres premios y, aunque los éxitos no dejan de acompañarle, admite que escribe para su gente, para “los nadies”.
Entre esta realidad fue que comenzó a escribir sus primeros poemas, observando y tomando detalle de lo que le rodeaba, así se forjó Los Nadies, su primer poemario, que resultó galardonado con el XXV Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal. En sus poemas trata la soledad de un niño recién llegado, la amistad, el aprendizaje, en definitiva ese viaje que todo niño toma para crecer pero centrado en la clase trabajadora, en esas personas olvidadas, que para muchos son los nadies.
Inmigrantes de segunda, su tercera obra, con la que le han otorgado este año el Premio Hiperión de Poesía y que recogía por primera vez un poeta nicaragüense, se centra en esas vidas migrantes, sobre todo de mujeres, que vienen a trabajar sin descanso, invisibles para la sociedad en muchas ocasiones, como las huellas dactilares de sus manos que se corroen por los productos de limpieza.
Inmigrantes de segunda habla de las mujeres que dejan todo atrás para irse a un país donde van a tener que trabajar de sol a sol y con un esfuerzo físico y mental enorme. Hablas de tu madre y de tantas otras mujeres, que son olvidadas en muchas ocasiones por el sistema. Pasaste mucho tiempo sin tu madre mientras estuviste en Nicaragua, ¿cómo te tomaste la noticia de que te ibas a vivir a España de pequeño? ¿Cómo fue volver a ver a tu madre?
Ten en cuenta que yo a mi madre la dejé de ver con seis años y nos reencontramos a los 11 años. Cuando la volví a ver tuve una sensación extraña, no podría explicarlo, creo que es algo que solo puedes experimentar tú, es inefable que dirían poéticamente. Me acuerdo que llegué, salí del aeropuerto y estaba ahí mi madre esperándonos. Y vale, es mi madre, pero a la vez una persona desconocida porque estuvimos seis años separados, ¿sabes? Y es una sensación muy triste. Yo creo que por eso mi madre se aleja de mi obra. Lo he comentado varias veces, pero cuando voy a firmar y está mi madre, la gente le pide que firme los libros. Mi madre no se lo espera, porque normalmente se va al autor para que lo firme, pero de repente cuando ven a mi madre ahí dicen “¿usted también me los puede firmar?”.
Pero qué bonito ver eso…
Sí, es muy bonito. La verdad que siento que he roto algunos estereotipos dentro del mundo literario, porque es un mundo muy elitista, y no me gusta nada. Algunos se siguen sorprendiendo de que yo pueda estar en los mejores festivales porque no cumplo con los “cánones de poeta”, quizás como ese poeta que ya viene del mundo literario y que lleva un mentor de la mano, por ejemplo.
Normalmente se tiene un mentor, y como yo ahora tengo una buena relación con Sergio Ramírez, que es premio Cervantes, y con Gioconda Belli, que es premio Reina Sofía, pues parece que son los que han impulsado mi carrera pero yo los he conocido después de los premios
¿Entonces no hay nadie detrás de William González?
Esa es la eterna pregunta que tienen conmigo. Han llegado a decir si es mi madre, por ejemplo, pero se quedarán esperando una respuesta porque no hay nadie y esa es la verdad. Normalmente se tiene un mentor, y como yo ahora tengo una buena relación con Sergio Ramírez, que es premio Cervantes, y con Gioconda Belli, que es premio Reina Sofía, pues parece que son los que han impulsado mi carrera pero yo los he conocido después de los premios, y sí, nos llevamos muy bien, pero de ahí a estar detrás… La verdad es que no hay nadie.
No sé si estuviste expuesto a mucha violencia durante tu infancia, pero ¿crees que eso ha influido mucho en tu vida y en tu obra?
Sí lo estuve, ahora mismo Centroamérica es la meca de la violencia. A mí me pilló la parte final de las pandillas y si esa fue la parte final… no me quiero imaginar el auge. Todas esas cosas me impactaron un montón, el hecho de venir de un país tan violento y pobre. Creo que a partir de todas esas cosas es que desde niño me dio por ser muy observador, jugaba a la pelota y de repente veía un pandillero con un machete perseguido por otros, y obviamente cuando eso pasaba salíamos corriendo y nos metíamos en casa. Todos esos recuerdos los tengo y me voy a desprender de ellos en un poemario en el que estoy trabajando, también por eso estoy leyendo últimamente mucho ensayo latinoamericano porque está muy vinculado a la violencia.
Imagino que tu vida ahora mismo ha cambiado bastante, ¿cómo te sientes al respecto?
Estoy muy contento y sé que a veces puedes perder la cabeza y es normal, y yo entiendo que un premio grande te pueda descolocar, pero yo vengo de un lugar donde las tres mujeres que he tenido en mi vida y que sigo teniendo, mis hermanas y mi madre, me dan una collejita y me quedo tranquilo o quizás también algún consejo de Sergio o lo que sea. Pero no, nunca me he despegado del suelo, porque si te despegas es horrible.
Hay mucha gente que pasa del activismo a la poesía sin conocer la tradición y es un error
¿Entonces nada de entrar en temas políticos?
Hay cosas en las que no estoy para nada de acuerdo, y ya lo dije cuando recogí el Hiperión en mi discurso, mi compromiso con Nicaragua es literario, no político, no es un compromiso propagandista. Me dijo Ignacio Helguero, de Radio Nacional de España, que lo que le gustaba de mí era que, a pesar de tratar temas que pueden ser muy políticos, no caía en el panfleto y es verdad. Hay mucha gente que pasa del activismo a la poesía sin conocer la tradición y es un error.
¿No es compatible algo bello pero a la vez con mucha carga de compromiso político?
Sí es compatible pero es que he estado ligado siempre tanto a lo literario que el tema político lo veo muy lejano. Hay partidos políticos que me han ofrecido, tanto de un lado como de otro, participar en algún evento público y ofreciéndome una buena cantidad de dinero, y lo he rechazado porque mi compromiso es literario y no me van a sacar de ahí nunca.
Cuando digo esto no me refiero al panorama activista español como tal, me refiero a la historia política de mi país de origen y por eso yo he dejado claro siempre que mi compromiso con Nicaragua es literario, no político. ¿Por qué? Porque Sergio Ramírez y Gioconda Belli, que yo los adoro, tienen detrás una historia política y es complicado separarse de la política a nivel literario. Además, en estos casos, por ejemplo, Sergio se nutre de la política para sus obras, en mi caso no, en mi caso estoy totalmente de acuerdo con un crítico de Nicaragua que dijo que por primera vez yo rompía con la tradición de poetas revolucionarios y creo que sí es así, porque no hay ninguna revolución detrás de mí más allá de lo histórico.
No tengo nada más que mis libros, y ya está, todo está ahí, creo que con mis libros se me conoce muy bien
Es cierto que cuando un país ha pasado o pasa por un período muy convulso, políticamente hablando, parece que toda su literatura, toda su música, toda su cultura, en definitiva, tiene que estar impregnada de esos tintes, ¿no?
Claro, y toda la literatura nicaragüense giraba en torno a la revolución, y a los poetas revolucionarios. Entonces de repente salgo yo, que a diferencia de otros escritores nicaragüenses no soy una voz representativa como tal contra Daniel Ortega, algunos dicen que yo también lo soy porque soy joven, y a ver, en lo personal puede, porque he perdido gente y estoy vetado en mi propio país, pero eso ya es un tema personal. Creo que el tema de la política y la literatura es un tema muy complicado que ha estudiado mucha gente pero mi compromiso, al menos con Nicaragua, vuelvo a repetir que es literario. Y, como comentaba en el caso de España, cuando los partidos políticos me han hablado para decir unas palabras en algún evento, pues lo he rechazado porque todo lo que yo tenga que decir está en mis libros. No tengo nada más que mis libros, y ya está, todo está ahí, creo que con mis libros se me conoce muy bien.
¿Y no te han dicho nada por ser tan joven? En los festivales, en los concursos…
Algunas veces sí, pero ser joven no es ser imbécil. Cuando he estado en festivales, los otros escritores saben que soy la persona más joven del festival, y cuando hablo parece que no les gusta, pareciera que ellos han llevado siete vidas y tú como eres joven no tienes ni idea, pero si estamos en el mismo festival por algo será, digo yo, además he tenido encontronazos muchas veces en diálogos abiertos al público y ellos dicen “es William, ha dicho tal o cual” pero al final yo solo digo la verdad.
Quizás mucha gente sigue estigmatizando a los jóvenes, con eso de que ya no leen o que leen “tonterías” por así decirlo, y ni hablar si vienes de entornos no literarios, como es tu caso, ¿cómo recuerdas ese acercamiento a la lectura? ¿Qué te motivó a hacerlo?
Mira, estábamos en el colegio, no me acuerdo concretamente en qué curso, y la profesora nos mandó que memorizásemos y recitásemos al día siguiente un poema de Rubén Darío, con seis años más o menos.
Llegué a casa en Nicaragua y cogí el libro de Rubén Darío y, la verdad, busqué el poema más corto para aprenderlo, y me acuerdo que fue “A Campoamor”, que es un poema que siempre cito porque es muy especial para mí, porque fue también mi primer contacto con Rubén Darío, aunque en ese momento lo terminé odiando porque no lo entendía, y ese es un problema muy grande. La poesía no llega a atraer porque a veces no se entiende y ahora con los conocimientos que tengo, puedo comprender mejor su obra y la repercusión que ha tenido, y lo otro fue simplemente mi primer contacto, el de pasarme toda la tarde recitando en voz alta hasta que se me quedó. A día de hoy conservo en mi memoria ese poema, intacto.
Además, una cosa que la gente no suele tener en cuenta es que en mi obra hay muchas referencias al modernismo con Darío, entre otros. Hay como una mezcla de tradiciones. En ese sentido, yo creo que Gioconda Belli fue muy acertada con eso de que en mí se funde lo mejor de las dos tradiciones. Personalmente no sé si las mejores, pero ella dijo las mejores, que serían la nicaragüense y la española, y es la verdad, sí hay esa fusión. Aunque con 22 años el dilema fue ese, porque en Nicaragua soy el poeta español y en España soy el poeta nicaragüense, depende del crítico que se lo preguntes, porque algunos te dirán, es que nació en Nicaragua, pero su tradición es española, y los nicaragüenses van a tirar por su lado también.
El punto de inflexión llegó cuando vine a España, porque mi vida se parte en dos y mi forma de sentirme cerca de Nicaragua es leyendo a los poetas nicaragüenses
¿También recuerdas cómo empezaste a escribir?
A los siete, un año después, ya me atrevo a escribir mi primer poema. Un primer poema que no tiene nada que ver con lo que escribo ahora. Era sobre un ángel que caía del cielo y veía a mi madre, algo así. Es curioso porque ese poema tiene dos copias, una en Nicaragua y otra aquí. Y, además, no lo he contado nunca pero está escrito como dentro de un corazón, era un poema muy místico, como los de Ernesto Cardenal, un poeta nicaragüense. Después de eso, me dedico a leer, leer y leer, y el punto de inflexión llegó cuando vine a España, porque mi vida se parte en dos y mi forma de sentirme cerca de Nicaragua es leyendo a los poetas nicaragüenses. Renegaba mucho de haber dejado Nicaragua, y es triste porque ahora ni puedo entrar por el tema político de Daniel Ortega, estoy vetado en Nicaragua. Pero fue difícil para mí, no tenía amigos. De hecho, lo digo en el prefacio de Los Nadies, no tenía amigos, no conocía a nadie, estaba solo, y solo tenía los libros, ahí empezó todo un ejercicio de escritura.
Y algo que empezó como una forma de expresión de un niño migrante con mucho que sacarse de dentro, ahora se ha convertido en tres premios literarios en diez meses, ¿qué pensaría ese William que empezaba a escribir de todo esto?
Pero yo no lo veo como diez meses, ha sido un trabajo de 12 años. A los 11 ya se consolida mi relación con la escritura, pero hasta ese momento ya me dedicaba a leer, y siempre estuvo todo muy ligado.
Es curioso, ¿te has dado cuenta de que cuando se piensa en inmigrante, se piensa en un adulto? No se suele pensar en los niños, se cree que el inmigrante es una persona mayor que va a trabajar y a buscarse la vida, pero ellos también existen y les duele esta separación, pero como son niños, la gente cree que no les duele eso. En mi discurso cuando recibí el Hiperión hice hincapié en el dolor de los niños, necesitamos hacerles caso.
El dolor de mi madre está en mis libros, y además es el dolor de miles de mujeres, y siento que en España es un tema que importa tan poco que me da mucha rabia
Pero hablar de esos temas sí que puede provocar que las cosas cambien, ya solo por nombrar o hablar de algo de lo que nadie habla, ¿no?
Sí, y estoy muy contento, por ejemplo con Inmigrantes de segunda y el tema de las empleadas del hogar, porque por fin vi que estaban esas mujeres en la conversación. A mí se me parte el alma ahora cuando llegue a casa y vea a mi madre llegar de trabajar, quejándose de la espalda. El dolor de mi madre está en mis libros, y además es el dolor de miles de mujeres, y siento que en España es un tema que importa tan poco que me da mucha rabia, así que ahí está el homenaje para ellas y estoy muy agradecido con el jurado que votó a favor de mi libro porque fue muy ajustado.
¿A quién empezaste a dar tus primeros poemas? Sé que al principio no tenías amigos pero cuando empezaste a tenerlos, ¿se los enseñabas?
Ellos sabían que yo escribía pero no me leían, solo confiaban en mí y es esa confianza la que me impulsaba. Cuando gané el Antonio Carvajal, la semana siguiente por la noche nos reunimos todos en el parque, los de siempre, y estuvimos charlando sobre eso. Y ellos me decían “¿te acuerdas cuando dijiste que ibas a publicar un libro?”. Y luego vino el Ruiz Udiel y después el Hiperión. Pero en ese sentido, mi poesía, mis libros, nunca los lee nadie.
¿Y cómo te animaste a presentar tus poemarios a los concursos? ¿Te sorprendió ganar?
Presenté Los Nadies al Antonio Carvajal pensando en que eso no era premiable ni de broma, por la temática, por lo que veía que se estaba haciendo en ese momento dentro del panorama, ¿quién va a hablar de las empleadas del hogar? De hecho, el otro día, el director de cultura del ABC, Jesús García Calero, decía que la mejor literatura se está haciendo en Hispanoamérica por la visión que tiene de la realidad. Aquí puedes hablar de temas generales pero en cada país de Latinoamérica hay una historia y hay una forma única de contarla, por eso es muy potente, pero también comentaba que las historias son de ahí, pero se escriben aquí, porque muchos autores ya consagrados latinoamericanos viven aquí. Yo creo que en mi caso es igual, arrastro un poco el tema centroamericano pero al final lo estoy desarrollando aquí, me han interesado esas dos partes y me he nutrido de las dos porque renegar de una o de otra es muy triste. Aunque yo creo que mi poesía no es social, mi poesía es comprometida socialmente.
¿Crees que ganar un premio es una forma de avanzar dentro del sector y sacar adelante una obra?
La mayoría de los premios están apalabrados, y esa realidad es muy triste. Veo a chavales aquí de Carabanchel que escriben y que les vendría bien un premio porque dan visibilidad pero si te fijas en los nombres siempre son los mismos. Entonces algunos se preguntan cómo yo, siendo hijo de una mujer inmigrante, empleada del hogar, sin nadie detrás, he entrado al mundillo, pero me siento orgulloso de haber llevado un discurso que no es habitual en un entorno tan elitista de sabios que se creen que lo saben todo. Cosas como estas hacen que los chavales se desanimen, que no se atrevan ni a intentarlo. En los barrios en general del sur de Madrid, en esos barrios donde viven las trabajadoras, no se da por hecho que pueda haber un acercamiento a la cultura, no se da por hecho de que allí haya chavales que escriban o que se sientan interesados por la literatura.
¿De qué manera podríamos impulsar a esa gente que tiene talento pero quizás no se le da una oportunidad por esos prejuicios?
El otro día me escribió un chico que me dijo “un colega me ha hablado de tu libro y es el primero he leído en mi vida” y, claro, puede que ese chico conozca a Ida Vitale o a Borges gracias a una referencia y eso hace que indirectamente esté llevándolo a que conozca a esos de los que hablan los catedráticos. En definitiva, he sabido conectar con ellos mediante las cosas que más me han acompañado en la vida, la literatura y el rap. Y se nota que mediante las referencias en mis libros a raperos o a canciones he podido conectar con ellos. También he dado charlas en colegios y al final la conclusión es que hay que acercarles la literatura con unos códigos que ellos entiendan y puedan comprender, eso lo hará mucho más atractivo.
¿Has pensado dedicarte solo a escribir? Ahora estás trabajando dentro del periodismo cultural.
Yo no quiero una carrera literaria, no me interesa. El mundo literario es un mundo muy triste y elitista. Y soñar está muy bien, pero aún me queda tiempo y tengo que pensar en algo que dé de comer, y en ese caso el periodismo da más, comparado con la poesía, claro. Además, esto es algo muy enriquecedor, te llevas mucho. Hay muchos otros trabajos que los haces y bueno, porque los tienes que hacer, pero al final la cultura es muy agradecida porque siempre te llevas algo, aunque sé que es complicado el periodismo cultural.
¿Pero no crees que en muchas ocasiones el periodismo cultural se centra en dar demasiada publicidad y no en profundizar en el autor o incluso poder sacarle los colores o quizás apretarle un poco?
Claro, porque ya no hay crítica. Es más bien como, vale, tú vienes aquí y hablas de tu libro, lo pintamos maravilloso, sí, lo he leído y me ha encantado. Pero no incómodas al autor, aunque creo que ese es el gran dilema de la crítica literaria. Además, tampoco es que mucha gente se quiera dedicar a ello, el único de mi clase que quiere hacerlo soy yo.
¿Te animarías a probar con la prosa, quizás una novela o un ensayo?
No, una novela no creo, porque es un trabajo muy matemático, de sentarte “de tal hora a tal hora me siento a acabar la novela”, y eso a mí me da pereza. Aunque, la verdad, me llama la atención porque ves a todos los novelistas con sus 500 páginas en el borrador, pero por otro lado, como también he entrevistado a muchos escritores, todos han llegado al punto en común en el que se estresan bastante creando una novela y yo no quiero pasar por eso, escribir tiene que ser un disfrute.
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Muy interesante la entrevista con este joven poeta. Como tantos jóvenes se declara lejano a la política, pero por lo que cuenta lo que escribe es político.
Por otro lado se equivoca al decir que a nadie le preocupa la situación de las empleadas del hogar, hay organizaciones de mujeres luchando hace tiempo por mejorar sus condiciones de trabajo y no hace mucho consiguieron un avance importante con la aprobación la legislatura pasada del derecho a cobrar el subsidio de desempleo.Los avances sociales se consiguen con la lucha política.
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