Poesía
Poética de un temblor disidente

Frente al mandato de la sobreproducción, Txetxu González propone una poética de la lentitud en ‘Si te preguntas por qué un poco (Orígenes de la hiperestesia)’, una obra híbrida que se mueve entre la poesía, el ensayo y el archivo afectivo.
Txetxu González
El autor, Txetxu González. Foto: Vanessa Martins.
21 abr 2025 13:37

A través de fragmentos, poemas, imágenes, citas y referencias, el poeta Txetxu González despliega en Si te preguntas por qué un poco (Orígenes de la hiperestesia) una escritura profusa que se derrama a través de temas como la enfermedad, el desarraigo, la violencia heredada o la relación conflictiva con la familia.  El cuerpo —nos dice el autor en conversación— es “un territorio que hereda los traumas” y ante la pregunta sobre la identidad, reconoce que le genera no pocas contradicciones, “entre otras la que tiene que ver con preguntarse si es necesario o pertinente contraer una responsabilidad tan importante con esa búsqueda agotadora del yo”. De ahí que defienda un sujeto “poco amigo de las multitudes pero que, al tiempo, comprende su deseo y lo busca: uno no puede ser del todo sin el otro, sin la otra”.

El cuerpo, así, en Si te preguntas por qué un poco, se convierte en registro de esas contradicciones: se muestra marcado, intervenido, frágil, pero también resistente. “Tengo chimenea en el estudio, brasas que hacen desaparecer el vello de mis manos”, se puede leer en uno de los pasajes. En otro: “Mi sistema inmunitario ataca y destruye, por enésima vez, tejido corporal sano”. La escritura se vuelve entonces una forma de documentar la herida, pero también de resistirla: “Lo que nos contamos —sostiene— no solo puede materializarse a través del asombro que acumulan los ojos, los oídos, las manos o los cuerpos en los que vivimos o compartimos, sino también a través del derrame que queda fuera de esa cartografía humana: todo lo que se acomoda en los quicios, en los flancos”. Así sucede en este, su primer libro: el lenguaje se expande hacia las zonas no visibles, hacia lo que no encuentra aún su forma.

Frente a la idea de escritura como reparación o consuelo, el autor prefiere hablar de una práctica que no pretende clausurar la brecha, sino sostenerla sin estetizarla. “¿Acaso el dolor no incorpora siempre un demasiado?”, se pregunta, y añade: “Si la escritura o el arte pudieran reconfigurar las heridas, habrían de hacerlo sin caer en la tentación de lamérselas sin descanso, sin la prisa a la que nos induce la economía”. En este sentido, una cita de Maite Marti Vallejo que se recoge en Si te preguntas por qué un poco, condensa esa estética de la lentitud y de la atención: “Nadie pierde todo de una vez. La pérdida tiene que extenderse un poco en el tiempo”.

La noción de pérdida —como duelo, como desarraigo, como exilio— recorre toda la obra. Pero no como una nostalgia vacía, sino como una forma de politizar el daño. “El dolor se colectiviza con la experiencia que construye, cuenta, canta, los símbolos”, afirma. En este sentido, el exilio no es solo geográfico: es también una forma de extranjería íntima, de desplazamiento interno. “Regresar a un lugar que ya no existe es imposible —reconoce—, pero imaginar cómo se regresaría y enumerarnos las posibilidades, además de posible, es tal vez también profundamente nocivo”. El texto, atravesado por “ciudades, emplazamientos, fechas y saltos” deliberadamente no lineales, impugna la pauta de la cronología y diseña un universo propio.

“Hace unas semanas, alguien me escribió para decirme que de este libro se desprendía ‘una especie de más allá narrador, emisario de unos personajes difuminados y felizmente erráticos’”, quizá por eso, al releer el manuscrito una vez terminado, el autor se sorprendió al encontrar pasajes que creía haber olvidado, “partes de la historia que asumí reconstruidas por esas otras presencias o identidades fragmentadas”.

Hay en ese gesto algo de revelación y de transferencia: una forma de escucha hacia lo que ha quedado fuera del relato central. “La memoria de un pueblo le pertenece primero a sus expulsados, a sus alienados y a su ‘dolor de dolores’, muy acostumbrado al silencio”, afirma. Y tal vez ese sea el núcleo de esta obra inclasificable: una escritura que no huye de la fisura, que se atreve a nombrar desde los márgenes, que apuesta por una hiperestesia política y afectiva. Un mapa propio y común en el que adentrarnos para seguir preguntando, aunque sea un poco.

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