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Política
¿Qué hacemos con los dirigentes cuando dejan de ser dirigentes?
La política marca. Sobre todo cuando se hace bien. Es muy probable que una arquitecta o arquitecto con cierta ambición de prosperar en su oficio decline el ofrecimiento de un partido de izquierdas para ir en una lista electoral. Y es que, por mucho que comparta la ideología de quienes le invitan a presentarse a las elecciones, sabe que si le toca gobernar o ejercer la oposición, va a perder muchos clientes en el camino.
La política marca en lo ideológico y deja huellas en los currículum que no siempre puntúan a favor en una entrevista de trabajo. Lo saben muchas de las feministas no afines al PSOE. Quienes no fueron discretas técnicas, sino figuras públicas, saben de las consecuencias laborales que puede tener haberse significado públicamente a favor de los derechos de las personas trans, de las trabajadoras sexuales o de la no criminalización del porno.
No todo el mundo es Julio Anguita para regresar a una plaza de profesor en un instituto público, y en lugar de moralizar, la izquierda debería pensar políticamente cómo preparar pistas de aterrizaje a quienes, después de haberse mojado, deciden reinsertarse en un mundo laboral del que muchas veces han quedado descolgados.
Tal y como está esta la cosa”, señala la exdiputada, “sólo se pueden dedicar a la política los ricos, los funcionarios o los sinvergüenzas”
La edad también cuenta, y quienes abandonaron su profesión o su carrera académica saben las consecuencias que esto tiene. “No es lo mismo montar un despacho profesional a los 30 que a los 50”, apunta una exdiputada que prefiere no dar su nombre y que señala las dificultades de una trabajadora por cuenta propia para regresar a la vida profesional pasada cierta edad, sobre todo después de haber ganado a pulso a muchos enemigos con poder. Considera que la izquierda ha alimentado discursos muy infantiles y antipolíticos sobre las indemnizaciones a cargos públicos, y en cambio aboga porque el Estado financie la transición al mundo laboral de los ex cargos públicos si de verdad se quiere ir a un régimen de incompatibilidades exigente y una estricta prohibición de las puertas giratorias. “Tal y como está esta la cosa”, señala, “sólo se pueden dedicar a la política los ricos, los funcionarios o los sinvergüenzas”.
No por casualidad una gran parte de los ex cargos públicos y ex asesores optan por la vía de las oposiciones para volver al mundo laboral con cierto nivel de seguridad. Las condiciones actuales disuaden a muchas personas de entrar en política, pues saben las consecuencias que esto tendrá para su futuro laboral, pero también de abandonarla, ya que los cargos con más difícil reinserción temen un salto al vacío que suponga una bajada drástica de su nivel de vida.
La polémica de Alberto Garzón
De la política se puede salir, pues, con una abultada agenda de contactos para alquilar a consultoras, bufetes y empresas del Ibex 35, o con una mano adelante y otras atrás, y lo que es peor, una abultada lista de enemigos con influencia y capacidad para cerrar puertas en lo laboral y profesional. De esto último sabe mucho Pablo Iglesias, que ha experimentado en carne propia las dificultades para reciclarse laboralmente después de haber sido vicepresidente de España y secretario general de Podemos. “Me ha costado Dios y ayuda ser profesor asociado, que es algo de lo que no se puede vivir”, apunta, que compagina pequeñas colaboraciones en medios de comunicación con la dirección de Canal Red.
Aunque Iglesias desdramatiza, recordando que muchas personas elevaron su nivel económico gracias a la entrada en la política institucional, es consciente de las dificultades para reintegrarse en la vida laboral de algunos ex cargos públicos y ex asesores: “Tengo amigos que cuando han dejado la política han contratado a empresas de informática para borrar su rastro en Google”. El presentador de La Base señala que, “aunque lo tiene más jodido quien no es funcionario”, no es imposible reinventarse laboralmente, y apunta que también merece la pena “correr riesgos”, como ha hecho él lanzándose a construir un medio de comunicación.
Laura Pérez: “Mientras la derecha lo perdona todo, la izquierda pone un listón moral tan alto que termina acojonando a la gente que está pensando en dejarlo”
Para Iglesias no habría habido ningún problema en que Alberto Garzón se hubiera dedicado a trabajar en la consultoría de gobiernos progresistas, pero lo que rechina es de dónde procede la oferta de empleo al ex ministro de Consumo: una empresa privada con olor, sabor y tacto al establishment político económico español.
Laura Pérez Castaño, ex concejala de Feminismos en el Ayuntamiento de Barcelona, considera muy legítimo que, después de pasar por un cargo público, “la gente no quiera volver a ser precaria”, pero considera que lo ideal sería que ese concimiento y agenda adquiridos revirtieran a lo colectivo, y no a una marca personal. Para la exedil, el error de Garzón no justifica “sacar la catana y trocear a una persona”, y opina que la “visceralidad” de los ataques es un derivado del momento de enfado que vive la izquierda: “Mientras la derecha lo perdona todo, la izquierda pone un listón moral tan alto que termina acojonando a la gente que está pensando en dejarlo y eso dificulta todavía más los relevos en los partidos, que nunca son fáciles porque producen mucho miedo en las direcciones”.
En su carta explicando la renuncia a fichar por Acento, Alberto Garzón manda un recado a quienes han criticado en las redes su decisión: “La izquierda tiene que reflexionar sobre cómo trata a los hombres y mujeres que dedican su tiempo, su energía, y su vida, a los proyectos colectivos”. Recientemente el periodista Enric Juliana señalaba que la ausencia de “zonas de descanso” hace muy dura la política de izquierdas a quienes dejan sus cargos o pierden una batalla interna, y apuntaba que la existencia de estas “zonas de descanso” amortigua los conflictos internos en el PSOE.
Es la izquierda abertzale la que más ha desarrollado esta imbricación entre movimiento político y movimiento social
A pesar de sus críticas a Garzón, Pablo Iglesias reconoce que las organizaciones “deberían tener decoro con sus dirigentes” y preocuparse por su situación personal una vez dejan la primera línea, por ejemplo facilitándole su reinserción a través de fundaciones u otro tipo de instituciones políticas más dedicadas al análisis y la reflexión, en las que puedan seguir aportando al partido. Pérez Castaño cree, no obstante, que los ex cargos públicos también tienen derecho a salirse de las dinámicas de partido, que de un modo u otro siguen presente en las fundaciones, y explorar otras vías laborales relacionadas con aquello que han aprendido en su desempeño: “La alternativa para que el conocimiento adquirido revierta en lo colectivo no puede pasar por un único destino vinculado a un contrato laboral en la fundación del partido”. Casos como el de David Fernández, trabajador de la cooperativa Coop57; la abogada Lorena Ruiz Huerta, ex portavoz de Podemos en la Comunidad de Madrid, y en la actualidad integrante del equipo jurídico de Greenpeace; o el de Pablo Carmona, ex concejal de Ahora Madrid, empleado en Traficantes de Sueños; muestran que existen alternativas para ex cargos públicos que han querido seguir vinculados laboralmente al sector social.
¿La izquierda abertzale como modelo?
El editor Simón Vázquez, una de las personas que está detrás de proyectos culturales como Verso Libros, piensa que si las organizaciones políticas quieren facilitar el relevo, y que además lo aprendido por sus cargos siga revirtiendo en lo colectivo, deben preocuparse por “construir instituciones económicas y culturales que puedan reabsorber a las personas con más capacidad”. Para Vázquez, el movimiento obrero europeo del siglo XX desarrolló un tejido de sindicatos, ateneos, periódicos, cooperativas y otras organizaciones que permitía sostener a muchísimos cuadros para hacer trabajo político fuera de los partidos. En opinión del editor y cooperativista, el ciclo 2014-2019 ha sido tan acelerado y autodestructivo que apenas ha dado tiempo a construir esa sociedad civil en la que recolocar a quienes quieran dar un paso atrás pero seguir de algún modo vinculados al activismo a tiempo completo, y no sólo en su tiempo libre. Por eso el responsable de Verso Libros apuesta por generar más espacios y pasarelas de la política institucional a estas organizaciones y proyectos de economía social.
En IU e ICV, CC OO y, en menor medida, otras fundaciones y organizaciones han cumplido esa función. También entre las CUP y un cierto área del cooperativismo y la sociedad civil catalana existe esa porosidad. No obstante, es la izquierda abertzale la que más ha desarrollado esta imbricación entre movimiento político y movimiento social. Un movimiento que además dispone en el País Vasco y Navarra de potentes estructuras organizativas, así como de abundantes recursos económicos para sostener sindicatos, medios de comunicación y organizaciones sociales de todo tipo.
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Floren Aoiz, director de la fundación de Sortu, considera que aunque no se puede idealizar la experiencia vasca, es cierto que en la izquierda abertzale lo común es una doble militancia social y política, así como pasar de una a otra con relativa facilidad: “Todos nuestros cargos participan o vienen de movimientos sociales”. Para el responsable de la Fundación Iratzar, la cultura política de la izquierda abertzale, muy comunitaria, ha estado mucho menos marcada por los personalismos que la de otras izquierdas, en las que echa en falta “más lealtad colectiva” y menos competición individual. Aoiz lamenta que en las izquierdas surgidas del 15M no hayan arraigado “estructuras colectivas más sólidas”, quizá “por lo rápido que fue todo”, y estima como una de las características de la izquierda abertzale el hecho de preservar “una cultura militante muy vinculada al territorio, a lo local”, que permite que los liderazgos “crezcan de abajo a arriba”.
No obstante, señala, la militancia está cambiando en todas partes, y también en la izquierda abertzale, inmersa en un giro estratégico que la ha llevado de la ilegalidad a la gobernabilidad: “Ser dirigente antes era como una maldición, algo que te daba muchas posibilidades de acabar en la cárcel, y ahora de acabar gobernando”. Esto puede suponer la entrada de nuevos perfiles, quizá mejores para la gestión, pero sin esa carga de militancia y sacrificio colectivo que fue siempre marca de la casa. “Veremos qué cambios nos supone eso”, se pregunta el ex dirigente de la izquierda abertzale, hoy dedicado a tareas de pensamiento y reflexión política.
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...¡Y después de llamar "dirigente" a un servidor público o administrador, hay que leer que tiene el problema de "reinsertarse en el mundo laboral"! ¡Que dicen que no todo político tiene una profesión, aunque sea de humilde profesor! ¡Que hay que prepararles "una pista de aterrizaje"! ...Qué problemón, qué asuntazo... y qué malvados y desconsiderados somos, después de que este pobre hombre -que no tiene eso tan especial que tenía Julio Anguita (un puesto de profesor de instituto)- ha sido sometido a ser nuestro dirigente. (Es todo una astracanada, un despropósito).
Yo solo he leído el titular; me niego a leer el cuerpo de la noticia, pues la primera ocurrencia es llamar "dirigente" (führer, en alemán) a una persona que en su trabajo precisamente tenía a cuarenta y pico millones de españoles como jefes (el poder reside en el Pueblo, dicen) ante los que responder, y que pagaron sus sueldos y ahora su pensión correspondiente. "Dirigente", ¡ahí es nada!... Será que la línea editorial entiende que todos somos borregos... Digo yo.
A mí me ha parecido una torpeza tremenda por una razón: las prisas.
Tengo entendido que los ministros reciben una pensión cuando dejan el cargo, ¿no?
No creo que se le haya terminado en 3 o 4 meses.
Creo que debería haberse esperado un poco.
Tampoco creo que pase mucho hasta que todo el mundo se olvide de eĺ.
Sé que no queda bien ponerse como ejemplo, pero arrostraré las consecuencias. Tengo 74 años y a los 20 ingresé en el PCE donde transcurrió la mayor parte de mi vida militante, con altibajos, pero ininterrumpida. Jamás contemplé la posibilidad de ser un liberado, de vivir de la política, aunque sé que son necesarios, porque nunca quise comprometer mi independencia de criterio y decisión. Milité en la universidad y seguí militando en mis diferentes trabajos y en la sociedad hasta hoy y siempre distinguí la forma de ganarme la vida de mi actividad política y sindical. Nunca conté con que nadie me buscase una salida o un trabajo, nunca quise quise comprometer mi independencia y por eso nunca opté por una posición que me exigiera ser un profesional de la política sin otro oficio o beneficio. ¿Purista? Puede ser.
Llamadme loco, pero tal vez si desde su puesto de ministro hubiera fortalecido y defendido las reivindicaciones de las asociaciones de consumidores, o de las cooperativas de consumo, o trabajado en pos de aquello que decía defender, tal vez tendría más opciones que acabar en una consultoría como premio por no haber hecho ninguna de las cosas antes mencionadas.
Me resulta difícil opinar de este tema, primeramente porque no entiendo muy bien para qué sirve una consultora de esas. Sin embargo, eso de con "una mano adelante y otra atrás" me parece un poco exagerado, ya que los sueldos más que generosos que reciben estos cargos de alto nivel permiten un ahorro considerable para vivir con comodidad durante un tiempo al dejar el puesto. Eso dependerá de la economía personal y familiar de cada cual, por supuesto, pero 80.000€ al año me darían para mucho ahorro, a mí personalmente.
De difícil reinserción nada. Básicamente hará lo que ha hecho en el gobierno, esto es NADA.
Pues para mi ha sido un ministro, no ha sido mi dirigente. Pero me viene a la cabeza un texto de Eduardo Galeano.
"Para nuestros representantes hay que elegir a los más honrados y vigilarlos como si fueran ladrones"