We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Hace más de un siglo, el científico belga Leo Hendrik Baekeland sintetizó un material de propiedades únicas hasta el momento: se podía moldear con facilidad hasta convertirse en sólido rígido, no conducía la electricidad, era insoluble al agua y otros solventes, y además era ligero. Se trataba del primer plástico sintético, la baquelita, y uno de los precursores de la revolución tecnológica moderna. Desde entonces se han producido aproximadamente 8.300 millones de toneladas de diferentes polímeros.
Pero los plásticos, tal y como los conocemos, tienen los días contados: el recurso fósil con el que se fabrica la mayoría, el petróleo, es limitado, y a corto o medio plazo, dependiendo del experto al que se consulte, su extracción será inviable. Al mismo tiempo, cada vez generan un mayor impacto ambiental: son materiales difíciles de biodegradar y reciclar que se están acumulando en el entorno y convirtiendo en el alimento de todo tipo de seres vivos. Según un reciente estudio en 30 años habrá más plásticos que peces en el mar. Además, su fabricación y eliminación liberan cantidades ingentes de gases de efecto invernadero que aumentan la contaminación y la temperatura del planeta.
Para lidiar con esta problemática, la industria del plástico ya ha encontrado un sustituto: los bioplásticos. Una diversa familia de materiales, en principio menos contaminantes que los plásticos convencionales, y la mayoría renovables, que pretenden satisfacer la demanda de aquellos consumidores cada vez más comprometidos con el medioambiente.
Sin embargo, la Agencia Alemana de Recursos Renovables asegura que los usuarios no entienden qué son los bioplásticos y tienden a idealizar sus propiedades. Y no es de extrañar, ya que el prefijo “bio” agrupa a una gran variedad de polímeros.
La mayoría de personas creen que todos son biodegradables y que, en caso de acabar el medioambiente, la ‘naturaleza’ los descompondrá. Pero no es así: sólo se degradan de forma biológica el 23,2%, como el poliácido láctico (PLA) o el polihidroxialcanoato (PHA), que se emplean en aplicaciones de vida útil corta. Además, prácticamente ninguno se descompone en condicionales naturales, sino industriales, mediante la acción de microorganismos y en condiciones ambientales específicas.
En 2016, los biopolímeros ya representaban el 1% de las 320 millones de toneladas de plástico fabricadas cada año en el mundo
También se tiende a pensar que proceden exclusivamente de plantas o de la actividad de microorganismos, y tampoco es correcto: los fabricados a partir de recursos fósiles que se pueden biodegradar a nivel industrial, aunque son una minoría, también son considerados bioplásticos.
¿Son la solución a la crisis del plástico?
Más allá de los malentendidos y las falsas expectativas, la cuestión fundamental es si los biopolímeros son una alternativa sostenible al impacto medioambiental que generan los plásticos convencionales. Desde European Bioplastics, una asociación que representa los intereses de más de 70 compañías vinculadas a la industria bioplástico, creen que sí.“Al sintetizarse a partir de biomasa reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, sustituir la demanda global de polietileno (PE) por bioPE evitaría expulsar a la atmósfera más de 42 millones de toneladas de CO2 cada año. También aumentan la eficiencia del reciclaje —se les puede dar un nuevo uso, incinerar para producir energía renovable y, en algunos casos, integrar al compost industrial—. Además, reducen el desvío de desechos orgánicos a los vertederos”, explica Constance Ibrücker, jefa del departamento de medioambiente de European Bioplastics.
Para Carlos Arribas, responsable del Área de Residuos de Ecologistas en Acción, las medidas medioambientales deberían ir en otra dirección: “Los biopolímeros existentes siguen sin asegurar una rápida degradación en el medio natural. Por ello tenemos que apostar por reducir el consumo de plásticos, sobre todo aquellos de un solo uso, en vez de promover únicamente la sustitución de materiales”.
El ecologista también critica que la mayoría de bioplásticos se sintetizan a partir de cultivos alimentarios, como el maíz o la caña de azúcar, que entran en competencia directa con los que se venden para consumo humano. “Lo ideal sería que procediesen de plantas no comestibles”, apunta.
Ibrücker no comparte este parecer, y argumenta que “el terreno que ocupan los cultivos alimentarios para producir biopolímeros es muy pequeño (0,0056% en 2015) comparado con el que se utiliza para alimentar a las personas y al ganado”. Además, asegura que la industria del bioplástico está invirtiendo en la investigación de otras materias primas renovables.
Convertir residuos orgánicos en biopolímeros
Algunas de estas líneas de estudio trabajan en fabricar bioplásticos a partir de desechos orgánicos industriales. Por ejemplo, el centro tecnológico Ainia, uno de los pioneros europeos en este ámbito, ha conseguido sintetizar envases de PHB compostables —el homólogo de origen biológico del polipropileno— a partir de la fermentación microbiana de excedentes alimentarios, como el suero de leche (un subproducto de la producción del queso), o los azúcares que contienen las aguas residuales de la industria del zumo. Del mismo modo, otros equipos de investigación también están desarrollando bioplásticos con cascaras de fruta o restos de poda.Aun así, para Arribas seguimos estando lejos del biopolímero ideal: aquel que provenga de recursos renovables, sea duradero y se integre rápidamente en el medioambiente. “Conseguir este material es una ecuación difícil de resolver, y esperemos que algún día los avances tecnológicos lo logren. Mientras tanto hay que asumir las limitaciones de los que disponemos”.
En cambio, European Bioplastics destaca que gracias a estos avances, hoy, existen bioplásticos alternativos para la mayoría de polímeros convencionales que favorecen el constante crecimiento del sector.
En 2016, los biopolímeros ya representaban el 1% de las 320 millones de toneladas de plástico fabricadas cada año en el mundo, y en 2021 se espera que la producción aumente un 50%. Pero para que entren de lleno en el mercado todavía deben superar algunos inconvenientes.
“El principal desafío es reducir su coste económico, que suele ser tres o cuatro veces superior al de los polímeros usuales”, señala Luis Gil, técnico del Departamento de Tecnologías del Envase de AINIA. Aunque también hay otros retos pendientes como “encontrar más materias primas que no compitan directamente con los cultivos alimentarios o la necesidad de desarrollar nuevos sistemas de gestión de residuos que identifiquen claramente los materiales biodegradables”.
Desde la Asociación Española de Plásticos Biodegradables y Compostables (Asobiocom) añaden que también hace falta un marco legislativo que fomente y regule su producción. Por ejemplo, en Europa no existe ningún acuerdo respecto a qué porcentaje mínimo de material ‘bio’ debe tener un biopolímero para ser clasificado como tal.
Finalmente, a todos estos retos se suma otro fundamental: comprender la naturaleza de los bioplásticos. De tal manera que no se repitan los errores cometidos con los polímeros convencionales y se tome conciencia de la necesidad de producir y usar estos nuevos materiales de forma sostenible.
Relacionadas
Galicia
Medio ambiente La planta de reciclaje más eficiente de Galicia se desmorona en silencio
Residuos
RESIDUOS PLÁSTICOS Envases, una pieza más en la sostenibilidad del producto
Ecoembes
Reciclaje La CNMC se harta del monopolio de Ecoembes y Ecovidrio
Es raro encontrar artículos esclarecedores como este, porque en realidad los bioplásticos son un avance pero no una solución.
El consumidor cree que por ser un plástico de PLA de origen vegetal puede desecharlo incorrectamente que la tierra lo chupará y transformará , y no es así pues mal desechado es perjudicial como el PE o el PP con la desventaja que NO puede ser reciclado. Se lo presenta como BIO y con un logo bonito de una flor, arbolito,etc. intentando dar imagen de asociación a la naturaleza NO siendo 100% correcto. Algo similar ocurre con los Biobased e incluso con el plástico hidrosoluble. ¡Cuidado! no es que sean productos malos, son una evolución pero el error es no comunicar como deben ser desechados los plásticos correctamente. Hacemos incapié en culpar a los plásticos, cuando en realidad es un problema de como desechar los residuos de forma correcta, que hacerlo de forma colectiva es muy complejo. Por supuesto que los bioplásticos ayudan a disminuir el impacto de los residuos mal dispuestos, pero para esto creo que son mas propios los plásticos oxo tan mal desprestigiados con el argumento de la microplástica.
Muy buen reportaje. La clave está en reducir drásticamente el uso de plásticos, y no sólo en fabricarlos bio