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Los agentes 39663A y 41288B se conocieron en la Academia de la Policía Nacional de Ávila, mientras estudiaban allí. Se enamoraron, rompieron, volvieron a entenderse una segunda vez. Cuando se graduaron en la academia no sabían exactamente qué eran, aunque estaban seguros de que eran algo. De cualquiera de las maneras, les asignaron destinos distintos.
Ordenaron a 39663A infiltrarse en ciertos grupos alternativos de Madrid. Se puso a ello, con éxito, en algunas asociaciones antifascistas y centros ocupados de la capital. Representaba con convicción, o eso pensaba al menos, el papel de joven militante con poca o ninguna experiencia.
El destino de 41288B fue Valencia, con el encargo de seguir lo más de cerca posible las andanzas de un grupo neonazi de la ciudad. También consiguió integrarse sin ninguna dificultad en él, gracias a su participación en unos chats conspiracionistas.
La necesidad de actuar de incógnito no dejaba a 39663A y 41288B mucho margen para estar juntos. No podían desaparecer por largo tiempo de sus nuevos entornos sin más ni más, no al menos sin despertar alguna sospecha. Pero, de todas formas, siguieron citándose de cuando en cuando, siempre con mucho cuidado, en ciudades y ambientes en los que las posibilidades de que los reconocieran no eran grandes, y fue así como fueron afianzando su relación.
En un movimiento no demasiado prudente, 39663A se apuntó a los cursillos de boxeo que ofertaban allí, y los antifascistas se percataron de que sabía pelear mejor de lo que había admitido
No hablaban demasiado sobre sus respectivas misiones. Por razones de seguridad, principalmente. Pero también porque no estaban seguros de hasta qué punto podían confiar al otro según qué cuestiones. 41288B, por ejemplo, no sabía si debía contar a 39663A que había notado el interés que suscitaba en uno de los miembros del grupo neonazi, Carlos D., y que a punto habían estado de cruzar una línea, en un par de ocasiones: tenía miedo de cuál podía ser la reacción de 39663A.
39663A, por su parte, no dijo a 41288B ni una sola palabra sobre la relación, absolutamente táctica, que había entablado con la “compañera” del grupo antirrepresivo Elene F. Aunque contaba con la aprobación sin reservas de sus mandos en la Dirección General de la Policía, no sabía si 41288B iba a entender que aquello no era más que una estrategia —una más— para ganarse la confianza del grupo.
Así siguieron durante unos cuantos años. Al final, la operación de 41288B en Valencia se canceló, con el argumento de que no estaba conduciendo a ninguna parte y, de ahí a poco, también suspendieron de forma repentina el procedimiento de infiltración de Madrid, después de que 39663A informara de que las sospechas que suscitaba en el centro social se estaban haciendo mayores cada día que pasaba. En un movimiento no demasiado prudente, se apuntó a los cursillos de boxeo que ofertaban allí, y los antifascistas enseguida se percataron de que sabía pelear mejor de lo que había admitido en un principio. Desde entonces, tal y como declaró ante sus superiores, 39663A había notado que el ambiente se había enrarecido en su entorno y de un día para otro. Para cuando se canceló la operación, hacía varios meses que había roto su relación con Elene F.
Ambos consiguieron que los destinaran a la comandancia de Sevilla. En aquella ciudad, y después de las vicisitudes de cualquier pareja que haya decidido construirse una vida en común, empezaron a formar una familia después de traer de Georgia a una niña preciosa tras el pago de 38.000 euros a la empresa con la que habían contratado su gestación.
Unos años más tarde, un medio de comunicación progresista publicó un reportaje sobre la infiltración de 39663A. Ofrecía multitud de detalles y también unas declaraciones de Elene F. en las que hablaba sobre el desasosiego y la rabia que le producía saber que había mantenido una relación íntima durante tanto tiempo con un policía.
El medio de comunicación no recogió, como es lógico, la reacción de 41288B al enterarse de todo aquello. Sobre todo cuando recordó, después de leer la noticia por segunda vez, que fue 39663A quien insistió en llamar Elene a la hija subrogada de los dos, tal y como finalmente hicieron.
Aquella noche, en la reunión de aquel grupo neonazi de Sevilla, 41288B no supo si tenía que contar o no lo que le había pasado con 39663A. No acudía a menudo a aquellas reuniones a las que los camaradas de Valencia le habían encaminado cuando se despidió de ellos y les informó de que se iba a vivir a Sevilla. Pero a medida que la reunión siguió adelante, sintió que le vendría bien sincerarse con alguien, y quién mejor, pensó, que aquellos buenos compañeros.