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Explica Kristin Kobes Du Mez que no se reconocía como una persona de la comunidad evangélica, aunque su juventud en Iowa y Florida estuviese marcada por ese entorno. Ahora, esta profesora de Historia y Estudios de Género en la Calvin University de Michigan ofrece una dura crítica de la cultura evangélica contemporánea, que presenta como corroída por el machismo, el supremacismo blanco y el militarismo: Jesús y John Wayne. Cómo los evangélicos estadounidenses corrompieron una fe y fracturaron un país (Capitán Swing, 2023).
Kobes Du Mez analiza décadas de solidificación de una cultura crispada y complacida por su propia beligerancia. En ese contexto, el apoyo masivo a un matón de patio de colegio caro como Donald Trump no debería leerse como una anomalía histórica sino como una especie de culminación simbólica de un proceso. “Cuando se divulgaron las grabaciones de Trump en ‘Hollywood access’ vanagloriándose de abusar de mujeres, muchos pensaron que sería imposible que se le continuara apoyando desde el evangelicalismo. Pero sí, se continuó haciendo”, recuerda la autora.
Soldados de la fe en el pop de masas
Los lectores tendrán en mente la presidencia de Trump, quizá también aquello que George W. Bush y Dick Cheney denominaron “guerra contra el terror”, y esa era Reagan perpetuada en el imaginario a golpe de bucle nostálgico de la cultura pop. Kobes Du Mez se remonta más atrás: su ejercicio de memoria abarca un siglo y comienza en los alrededores de la I Guerra Mundial.
“El evangelismo ha sido tomado por discursos que son más políticos y culturales que religiosos”, afirma Kobes Du Mez
Cuando se le pregunta qué destacaría como especialmente perdurable, o especialmente influyente, de la derecha evangelical previa a los años 80 del siglo pasado, la autora apunta a Billy Graham, un fenómeno popular que influyó en las presidencias de Eisenhower, Johnson y Nixon. Y también señala a James Dobson: “Aquí hay que apuntar que Dobson es un psicólogo y no es un teólogo. De alguna manera, es una muestra de un fenómeno general. Que el evangelismo ha sido tomado por discursos que son más políticos y culturales que religiosos”. Cosa que conlleva que, según la autora, el autorretrato de muchos cristianos como creyentes de la Biblia (bible-believers, en inglés) deba ponerse en tela de juicio porque “algunas de las creencias que defienden se oponen seriamente a ella”.
Algunos fenómenos pop abrazados con entusiasmo por el evangelismo estadounidense, como La pasión de Cristo que dirigió el católico Mel Gibson, se han exportado a otras latitudes. Orientar películas a este público es seductor incluso para una gran corporación como Sony, que mantiene su propio sello especializado. Pero los costes elevados de las producciones audioviduales, y la existencia de grandes redes de librerías evangélicas, facilitó que el libro haya sido una herramienta más útil para la difusión y el refuerzo de idearios. Una larga saga de thrillers literarios-apocalípticos, Left behind, ha sido llevada varias veces al cine, por ahora sin demasiado éxito. En el ámbito editorial, en cambio, ha generado decenas de secuelas y spin offs.
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Las estanterías de las librerías religiosas se revelaron dispuestas a acoger todo tipo de propuestas, también una especie de autoayuda machirula con componentes de reacción antifeminista. Títulos como Wild at heart son declaraciones de intenciones de una masculinidad que se autorreivindica como guerrera y dominante. Kobes Du Mez ha llevado a John Wayne hasta el título de su ensayo, y no se trata solo de un gancho para llamar la atención. “A lo largo de mi investigación, me encontraba una y otra vez con su figura. Es un icono popular del hombre bueno que emplea la violencia para mantener el orden”, explica la autora.
Para la autora, Wayne es otro ejemplo de la prominencia de figuras populares entronizadas por la ciudadanía evangelical. También lo fue Theodore Roosevelt, quien “ayudó a fijar en el imaginario una cierta figura de cristiano viril, musculoso”. Roosevelt, de hecho, fue una de las figuras que inspiró un libro donde se utiliza a menudo la palabra “patriarcado”. No parece nada fuera de lugar, atendiendo a la férrea división sexista de roles y al liderazgo masculino indiscutido e incuestionable que defienden muchos de los escritores, comunicadores y políticos a los que se alude en el ensayo. Algunos de ellos han defendido más la castidad y otros pueden defender la abundancia sexual dentro del matrimonio, pero el liderazgo masculino raramente se discute.
Todo vale contra el mal
Kobes Du Mez cita encuestas que resultan dolorosas para quienes defienden un cristianismo del amor y el perdón. Los estadounidenses evangelicales dieron un apoyo a la tortura y a la doctrina de la guerra preventiva que era muy, muy, superior a la media del país. De alguna manera, su libro puede entenderse como un intento de explicar esa realidad. ¿Cómo se pasó del amor al prójimo y del poner la otra mejilla a la retórica belicosa de literatura de automachirulización como No more christian nice guy?
La escritora de Jesús y John Wayne afirma que el evangelismo moderado había quedado desterrado de la escena a principios de siglo mediante estrategias deliberadas en el seno de las comunidades y también mediante el poder de un mercado que premiaba la estridencia llamativa. Las redes sociales no ayudaron precisamente a revertir esta situación: “En los años 40, los evangélicos se unieron porque se dieron cuenta que si trabajaban separados se estaban marginando. Abrazaron la radio, abrazaron la televisión, crearon redes de librerías. Y también han trabajado en las redes sociales. El problema es que se acaba generando una cámara de ecos. Te dicen que no consultes medios de comunicación laicos seculares, porque no son de fiar, porque tienen intereses opuestos a los tuyos, etcétera”, explica.
“Se configuran comunidades que están vertebradas por esa fe, y que van mucho más allá de ir a misa una vez por semana. En paralelo, se consultan unos ciertos medios de comunicación, se consume un cierto tipo de entretenimiento…”, explica la autora
“Se configuran comunidades que están vertebradas por esa fe, y que van mucho más allá de ir a misa una vez por semana. En paralelo, se consultan unos ciertos medios de comunicación, se consume un cierto tipo de entretenimiento…”, afirma la autora. Eso contribuye a generar un efecto envolvente que debilita los puentes y los puntos de encuentro con otras personas y otras maneras de ver el mundo: “Cuestionar algo puede convertirse en traumático, porque implica cambiar tu manera de relacionarte con toda la realidad que te rodea. Además, hay círculos muy proclives a apartar al que desentona”, añade Kobes Du Mez. Se experimenta la sensación de formar parte de una comunidad-fortín, asediada por amenazas exteriores variopintas como la Unión Soviética, el fundamentalismo islamista o el tique electoral formado por Barack Obama y Hillary Clinton.
‘Jesús y John Wayne’ es una lectura perturbadora. Aunque algunas citas de declaraciones pintorescas pueden robar una sonrisa estupefacta, muchos tramos del libro son nítidamente terroríficos
La de Jesús y John Wayne es una lectura perturbadora. Aunque algunas citas de declaraciones pintorescas pueden robar una sonrisa estupefacta, muchos tramos del libro son nítidamente terroríficos. Hacia el final del volumen, la autora desgrana una serie escalofriante de denuncias de abusos sexuales que se leen como una consecuencia directa de décadas de estimulación de los liderazgos violentos, de las loanzas a la virilidad ruda y dura: “Dejé aparcado el proyecto de este libro durante más de diez años, pero durante todo ese tiempo estaba atenta a la evolución de todas esas voces que propugnaban una masculinidad agresiva. Fueron destapándose casos de abusos. Inicialmente me sorprendía la reacción de las comunidades, de los otros líderes, que protegían a los agresores o que solicitaban que se les perdonase. Al final, me quedó claro que había un patrón en todo ello”, afirma la académica estadounidense.
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Llegadas desde los EE UU en los años 70 del siglo pasado, el avance de las iglesias neopentecostales —también llamadas evangélicas— en América Latina en las últimas décadas parece imparable.
Jesús y John Wayne aborda muchos problemas, desde la frustración derivada de la pérdida de estatus de los trabajadores hasta el racismo, un nacionalismo acrítico y militarista… Para su autora, la masculinidad patriarcal está en el centro del problema: “La masculinidad blanca, concretamente. La virilidad de los hombres afroamericanos o hispanos se ha tratado de otra manera, porque resultaba amenazante, etcétera. Y el poder, el ejercicio del poder”.
A la pregunta de qué enseñanza podría transmitir a Europa desde esos Estados Unidos seducidos por los liderazgos hipertestosterónicos y el nacionalismo beligerante, la ensayista comienza pidiendo “disculpas por la influencia que alcanza en el resto del mundo lo que sucede en mi país”. Y elabora un cierto elogio de la autocrítica: “Creo que lo que es muy importante es alzar la voz desde dentro de las comunidades. En el ámbito evangélico, por ejemplo las voces que provienen de fuera difícilmente son aceptadas. Por eso es importante hablar desde dentro, aunque corras el riesgo de ser arrinconado. Es lo que yo he hecho con mi libro”.
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También podría decirse lo mismo aquí respecto al catolicismo: “Cuestionar algo puede convertirse en traumático, porque implica cambiar tu manera de relacionarte con toda la realidad que te rodea. Además, hay círculos muy proclives a apartar al que desentona”.
Por eso es tan importante lo que comenta la autora, criticar desde dentro. Los cristianos seguidores del Jesús del amor, no podemos permitir que estos radicales intransigentes, secuestren su mensaje de justicia, paz y amor