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Salud
Plasticenta: parimos plástico
Hace no muchos años, el Doctor Nicolás Olea, referente mundial en materia de tóxicos, escandalizó a su público en una conferencia al decir abiertamente que todas, (él incluido) meamos plástico. Y se refería a moléculas de sustancias plastificantes, no a fragmentos.
Ahora, cada día surgen nuevos estudios que nos hablan de la presencia de plástico en la cadena alimentaria, en las aves y el pescado, en la fruta, en el hielo del Ártico… También en el intestino de animales marinos y de humanos. En realidad, hay plástico en tantos lugares que ya no nos escandalizamos. De alguna manera, nos hemos insensibilizado psicológicamente (que no físicamente). No somos capaces de entender la magnitud del problema, como no somos capaces de imaginar el tamaño de los continentes de plástico que flotan en los océanos. Nuestro cerebro no está preparado para las grandes cantidades.
En este contexto, un reciente estudio italiano, Plasticenta, publicado en Environment International ha conseguido impactar a muchas personas al mostrar imágenes de los trozos de plástico detectados en placentas humanas. Por alguna razón, el hecho de que estos fragmentos se encuentren en un lugar tan íntimo, que hasta hace poco se pensaba que era una barrera infranqueable, sacude la conciencia.
Los plásticos detectados son microplásticos, partículas pequeñas de entre 5 y 10 micras (un pelo humano tiene un diámetro de unas 70 micras o 0,07 milímetros). Las investigadoras admiten que no saben cómo entraron los fragmentos al torrente sanguíneo y a la placenta, si por la respiración de la madre o con sus alimentos. Sólo saben que estos pequeños objetos habían conseguido sortear todas las barreras del cuerpo.
El análisis con microespectroscopia detectó los microplásticos en 4 de las muestras de placentas de 6 voluntarias sanas con embarazos normales. En total, 12 fragmentos que se habían colado en todas las capas de la placenta: cinco en el lado fetal, cuatro en el materno y tres en las membranas corioamnióticas. Si alguien piensa que son pocos fragmentos, que tenga en cuenta que son los detectados sólo en las muestras tomadas, de unos 25 gramos cada una. En cuanto al material, tres eran polipropileno y el resto eran pigmentos utilizados en cremas y bases de maquillaje, para teñir materiales plásticos y textiles de algodón o poliéster en revestimientos, adhesivos, fragancias y ambientadores.
Según el grupo autor del estudio, “La presencia de pigmentos en todos los microplásticos analizados se explica por el amplio uso de estos compuestos para colorear, no solo productos plásticos, sino también pinturas y recubrimientos, tan ubicuos como los microplásticos”.
Otro “golpe” que da el estudio: no basta con eliminar el uso de los botellines de agua y otros objetos de plástico. ¿Deberíamos hacer una revisión de todo nuestro hábitat humano actual y empezar a eliminar las pinturas y los barnices que usamos? Si la tarea del plástico “obvio” es difícil, ésta lo sería más.
Volviendo al estudio, la siguiente pregunta que surge es ¿Puede afectar a la salud de madre y embrión o feto la presencia de fragmentos ajenos a la placenta?
Sí, afecta y mucho. Los microplásticos funcionan como diminutos caballos de Troya que acumulan y desprenden dentro del cuerpo otros tóxicos ambientales, como los disruptores endocrinos. También conocidos como “contaminantes hormonales”, estas sustancias son capaces de alterar el sistema hormonal de la madre y el bebé no sólo en el momento de exposición, sino también en los años venideros. Según las estimaciones más conservadoras, de 350 mil sustancias manufacturadas, más de mil son disruptores endocrinos.
El informe “Plásticos, EDC y salud”, de la Endocrine Society e IPEN (International Pollutants Elimination Network) describe una gran cantidad de evidencia científica que respalda los vínculos directos de causa y efecto entre los aditivos de los plásticos y los impactos específicos en la salud del sistema endocrino, al ser los plásticos fuentes generalizadas de estos tóxicos.
De los disruptores endocrinos presentes en plásticos, los más estudiados son los bisfenoles y los ftalatos, por interferir en los procesos regulados por los estrógenos y andrógenos, principalmente la reproducción. Es decir, pueden generar disfunciones reproductivas, como la reducción de la fertilidad, el aborto y la infertilidad.
Los disruptores endocrinos influyen especialmente en la vida de las mujeres, porque imitan a la perfección a los estrógenos (algunos autores los denominan “Xenoestrógenos” o estrógenos externos, por eso). En nuestros cuerpos pueden adelantar la pubertad, influir en la endometriosis, en la aparición de cáncer de mama y hasta producir un mayor sangrado menstrual y por lo tanto una mayor pérdida de hierro, como bien indica la Doctora Carme Valls Llobet, en su último libro “Mujeres invisibles para la medicina” (Capitán Swing, 2020).
En cuanto al bebé, que el plástico se encuentre en la placenta quiere decir que los disruptores endocrinos atravesarán esta barrera fácilmente. Los embriones y fetos deben poder diferenciar lo propio de lo ajeno para adaptarse al entorno materno e, indirectamente, al externo, algo que puede verse perturbado por la presencia de objetos externos. Pueden alterar vías de regulación celular en la placenta, mecanismos de inmunidad y la comunicación materno-fetal. Todos estos efectos pueden conducir a resultados adversos del embarazo, incluida la preeclampsia y la restricción del crecimiento fetal. Según declaraciones de Antonio Ragusa, director de la unidad de Ginecología y obstetricia del Fatebenefratelli y autor principal del estudio Plasticenta, “Es como tener un bebé cyborg: ya no está compuesto sólo de células humanas, sino de una mezcla de entidades biológicas e inorgánicas.”
Hace décadas que se sabe que esto es así y se detectan niveles alarmantes de parabenos, ftalatos y retardantes de llama en los tejidos de los recién nacidos. Estos tóxicos hackean la comunicación hormonal imprescindible en el desarrollo intrauterino y se relacionan con problemas en el desarrollo neuronal o con malformaciones que pueden verse en el momento del parto. Pero más insidioso aún es que la exposición intrauterina puede desarrollar enfermedades 50 años después e incluso en la siguiente generación (son los llamados efectos transgeneracionales). Así, las mujeres que sufrieron exposición intrauterina al insecticida DDT (un potente disruptor endocrino) son cuatro veces más propensas a ser diagnosticadas con cáncer de mama en la edad adulta.
De ahí la gravedad de que esos microplásticos se encuentren en la propia placenta. Porque 144 grupos de productos químicos que se sabe que son peligrosos para la salud humana se emplean activamente en la fabricación del plástico, antimicrobianos, colorantes, retardadores de llama, disolventes, estabilizadores UV o plastificantes.
Y la exposición no se produce solo a partir de los residuos de plástico… la exposición se extiende a la fabricación y la vida útil del material.
Bueno, entonces ¿qué podemos hacer? Aquí no hay soluciones tecno-optimistas: los bioplásticos y plásticos biodegradables, promocionados como más ecológicos, también contienen aditivos químicos similares a los plásticos convencionales y también tienen efectos de alteración endocrina. Según, Jodi Flaws, Ph.D., de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, autora principal del informe “Plásticos, EDC y salud” “Se necesita una acción definitiva a nivel mundial para proteger la salud humana y nuestro medio ambiente de estas amenazas”.
No vale con cargar a las personas individuales con tareas que al final sólo llegan a la punta del iceberg. Es necesario que exijamos políticas públicas que reduzcan la fabricación de plástico y eliminen la presencia de disruptores endocrinos en el mismo.
Y estas políticas públicas deben ser urgentes dadas las dramáticas proyecciones de crecimiento de la industria, que se prevé que aumente entre un 30% y un 36% en los próximos seis años.
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Interesante y preocupante sin duda. Pero la revista del artículo es Enviriment International. No Direct science como se menciona. Science Direct es el portal de Elsevier donde se consultan cientos de revistas diferentes.