Segovia
Maribel y sus amigas: las últimas habitantes del rural en España

Maribel lleva trabajando en el campo desde que era pequeña pero no ha podido cotizar nunca. Junto a sus amigas resiste en un medio rural que envejece sin sanidad, educación o transporte y ante la desigualdad que ha lastrado las pensiones de estas supervivientes.

Según el Diccionario Estadístico de todos los Ayuntamientos de España, elaborado en 1910, en el pueblo de Aldeasoña (Segovia) vivían 375 personas. Hoy, según el INE hay registradas 67 personas y tal y como explican vecinos y vecinas, en invierno apenas superan la treintena.

Maribel de la Fuente tiene 72 años, tres hijos y dos nietas. Vive en Aldeasoña desde que tenía 20 años, cuando conoció a su marido, quien falleció mientras faenaba en el campo hace ocho años. Y pese a que toda su familia ha emigrado hacia la gran ciudad, ha decidido permanecer en el pueblo porque asegura que fuera de él le cambian la cara y el ánimo. 

En el medio rural residen un total de 7.574.977 personas, lo que supone el 16,11% de la población española. De estas más de 7,5 millones, el 49,2% son mujeres y el 50,8% son hombres. Maribel es una de las últimas habitantes del rural y explica que la ausencia de servicios públicos, como sanidad, transportes o educación, así como la falta de empleo y los bajos precios de los productos agrícolas, están creando unas condiciones irreversibles para que estos pueblos vuelvan a la vida.

Y las habitantes que permanecen, se enfrentan además a los lastres del pasado: como Maribel, muchas mujeres han trabajado desde muy pequeñas en explotaciones agrícolas y ganaderas y compaginando esto con las labores de casa. Históricamente, estas mujeres no han podido cotizar, por tanto tienen que vivir de la pensión que les queda a sus maridos. Hasta 2003, el Estado no eliminó las restricciones legales que impedían que hombre y mujer, en una misma explotación, pudieran cotizar al Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social.

“Para las mujeres, el hecho de trabajar en familia ha tenido tradicionalmente consecuencias sumamente negativas: realizan un trabajo fundamental para la buena marcha del negocio familiar, pero los beneficios obtenidos se diluyen en una bolsa común de la que es titular el cabeza de familia; no cuentan con identidad profesional, no son agricultoras o ganaderas sino “ayuda”; y, además, como no cotizan a la Seguridad Social, a pesar de trabajar no se les reconocen más derechos que los derivados de ser “esposa de””, expresan desde la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales Fademur.

Sobre estos y otros temas hablamos con Maribel en este reportaje y también con sus seis amigas, mujeres habitantes del rural que ejercen como red de apoyo, en un medio en el que el envejecimiento está condicionado a un sistema de dependencia que hasta allí apenas llega.

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