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Senegal
Una ‘Escuela de rehenes’ o cómo Francia usó la educación en África para transformar las mentes
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El primer colegio creado por Francia en África occidental para cimentar las bases de la colonización mental sobrevive al paso del tiempo entre el desconocimiento y el deterioro de su estructura. En 1855 la administración colonial francesa abrió en Saint Louis, Senegal, L’ École des otages ('Escuela de rehenes', en español) con el fin de formar a los hijos de los reyes y notables locales para que se convirtieran en agentes al servicio de la metrópoli y pudieran desempeñar los trabajos menos importantes de la Administración. “Su objetivo era formar a una élite africana que aceptara que la cultura occidental es superior a la cultura africana”, subraya el escritor de esa misma ciudad, Louis Camara.
Ese año, el gobernador de la colonia, el general Louis Faidherbe, decidió, en la primera capital francesa de África occidental, iniciar un experimento educativo que culminó con la apertura oficial en 1861 de L’ École des otages. En el libro Senegal: Francia en África occidental, el propio gobernador exponía los motivos que lo impulsaron a su creación: “El gobernador de Senegal, convencido de la necesidad de entrenar a algunos nativos de élite para ayudarnos en nuestra labor de civilización y garantizar, al mismo tiempo, el reclutamiento de intérpretes para las diversas lenguas del país, fundó una escuela que fue llamada inicialmente `Escuela de los rehenes´”. Este modelo se replicó más tarde en la colonia del Sudán francés, la actual Mali, con la apertura de otro centro de las mismas características en la ciudad de Kayes.
Mentiras, coacciones y control político
El profesor de Patrimonio de la Universidad Gaston Berger de Saint Louis y director del Centro de Investigación y Documentación de Senegal, Abdoul Sow, revela que su denominación se debe a que los estudiantes, solo chicos de entre 10 y 15 años, entraban en la institución de manera forzosa. Sus padres, todos líderes locales, mentían o coaccionaban a los chicos. “Algunos eran engañados con que iban a hacer otra cosa, otros eran forzados, a otros los manipulaban y algunos entraron de manera voluntaria”, detalla Sow.
En todos los casos, los menores funcionaban, según el profesor, como moneda de cambio. Los padres de los estudiantes no tenían capacidad de maniobra para rebelarse contra Francia ya que sus hijos se encontraban bajo la tutela de la Administración colonial: “Mantuvieron a los padres en una posición de respeto. Si tú te alzas contra mi autoridad, como Administración francesa podré, en contrapartida, quizá, ejecutar a tu hijo”, matiza el especialista en patrimonio.
“También debían conocer la superioridad blanca y que su civilización los había salvado de la crueldad sanguinaria”
“Fue un vector de la expansión de la colonización”, subraya Camara. El escritor apunta que en la institución se impartían lengua francesa, gramática, ciencias sociales, matemáticas y todo lo que guardara relación con la cultura occidental desde el modelo de enseñanza francés. “También debían conocer la superioridad blanca y que su civilización los había salvado de la crueldad sanguinaria. Y que, por lo tanto, se les debía respeto, reconocimiento y, sobre todo, obediencia. Al final era aceptar la colonización como una necesidad”, subraya Sow. Para lograr sus objetivos, a los jóvenes se les prohibía hablar en sus lenguas maternas. El centro contaba con un reglamento por el que se impedía el uso del wolof y de los otros idiomas de la zona y establecía como única lengua para la comunicación, el francés. “Era como un internado con prohibiciones y con un control político”, añade Sow.

Los jóvenes pasaban en el centro una parte de su adolescencia con el objetivo de que, una vez fuera, pudieran servir de intermediarios entre el aparato burocrático y la población local. Según Sow, el decreto de creación del colegio estableció que se escogerían a aquellos alumnos que parecieran lo “suficientemente inteligentes” para ser intérpretes. El profesor añade que había una clara intención de formarlos para que pudieran desempeñar las profesiones menos importantes de la Administración, como la de traductor o la de escribano. En el mismo libro sobre el papel de Francia en Senegal, Faidherbe señalaba a aquellos jóvenes que el sistema educativo no había conseguido domar: “Seis tomaron un mal camino, convirtiéndose en malos elementos o incluso traicionando nuestra causa”. Al mismo tiempo, especificaba que contaron con personas locales para facilitar el proceso y valoraba a aquellos chicos que no se oponían al sistema: “El supervisor Ousman también se mostró perfecto en sus funciones, dedicado a nuestra causa, serio, con sentido del deber, vigilaba afectuosamente a esos niños, quienes lo respetaban y se mostraban muy sumisos”, se detalla en el mismo documento.
De 'Escuela de rehenes' a Escuela secundaria para hijos de jefes e intérpretes
Unos años después de su apertura el colegio cambió de designación, pero no de objetivo y pasó a llamarse Escuela secundaria para hijos de jefes e intérpretes. A principios del siglo XX se instaló en un edificio de arquitectura colonial con azulejos importados de Francia y que es el que ha sobrevivido hasta la actualidad. En 1909 se convirtió en una escuela coránica y más tarde, hasta 1965, en un instituto femenino.
El patio, donde antaño quizá charlaron a escondidas en sus lenguas maternas los hijos de los reyes locales, es ahora un lugar de rezo para las personas de la zona
Hoy en día es el colegio público de educación elemental (para menores de 7 a 14 años) Khayar Mbengue. Entremezclado entre los puestos del mercado y detrás de varias palmeras de gran altura, puede incluso pasar desapercibido. Su estado ruinoso ha provocado que sus casi 500 alumnos y alumnas hayan tenido que ser trasladados a un edificio cercano para que puedan recibir sus clases. Su director, Moussa Sarr, reclama que el colegio sea rehabilitado para que el alumnado pueda regresar y estudiar en condiciones: “Donde están ahora tienen que compartir las aulas. Cada grupo solo puede usar la clase la mitad del día para que después pueda venir el otro grupo. De esta manera no podemos hacer nuestro programa completo, lo que impacta negativamente sobre la educación de los niños y también en los profesores”, denuncia.
Su patio, donde antaño quizá charlaron a escondidas en sus lenguas maternas los hijos de los reyes locales, es ahora un lugar de rezo para las personas de la zona. De la época en la que fue un colegio público tras el fin de la colonización, aún pueden verse colgadas en sus paredes las pizarras con números y letras hechas con tiza, mientras que las sillas y los pupitres se amontonan en las aulas abandonadas. Sin embargo, la educación como herramienta de control que se ejerció en este centro durante decenios se va borrando de la memoria. “Es necesario hablar de su existencia. Es una huella de la historia importante que hace comprender cómo se puede transformar la mentalidad de un pueblo utilizando a sus élites”, sentencia Camara.
Pero no siempre el plan resultó un éxito para la administración colonial. El hijo de una reina de Walo, un reino precolonial al norte de Senegal, emprendió una rebelión contra los franceses al regresar a su pueblo. Sow cuenta que Sidya Diop, después de haber estudiado en la 'Escuela de rehenes', retornó a su casa, donde comprobó que el griot del reino —un trovador propio de África occidental— se negaba a cantarle porque no lo consideraba una persona africana. En ese momento, el joven se movilizó contra la Administración colonial porque entendía que le habían extirpado su cultura y quería recuperar su identidad.