Serbia
Miles de estudiantes serbios se reúnen en Novi Sad para conmemorar un año del accidente
En la plaza principal de Sremski Karlovci, a unos 12 kilómetros de Novi Sad, al norte de Serbia, los y las voluntarias terminan de preparar las cosas. Dulces caseros y bollería industrial, sopa caliente que remueven en unas grandes cacerolas, carne asada, café, té, miles de botellas de agua, refrescos, fruta, gominolas. No puede faltar de nada.
A tan solo unos metros, la escena se repite pero con medicamentos y otros utensilios médicos; en unos bancos del parque donde se tiene lugar lo que aquí se narra, decenas de médicas, enfermeros y fisioterapuetas apuran los últimos minutos: vendas, tiritas, gel antiinflamatorio, bebidas isotónicas… Todo está a punto para la llegada de los casi 10.000 estudiantes que partieron el jueves de Belgrado con la intención de alcanzar Novi Sad a pie. Algunos, los que partieron de Novi Pazar, al sur del país, hace 16 días que caminan. “Todo lo que ves aquí es fruto de las donaciones; estamos preparados para recibir a los estudiantes”, dice Jelena, una enfermera de 41 años, mientras prepara botellas con bebidas isotónicas para los caminantes.
La Gen Z, pero también los profesores, piden elecciones anticipadas, hacer caer a Alexander Vučić y meter mano en la corrupción
El 1 de noviembre de 2024, justo ahora hace un año, una marquesina se derrumbó en la estación de trenes de Novi Sad, la segunda ciudad en población de Serbia. Causó la muerte de 16 personas y fue el punto de inflexión para que la población, sobre todo la más joven, dijese basta.
Desde entonces se han organizado acampadas, cierres en las universidades, marchas y manifestaciones. La Gen Z, pero también los profesores, piden elecciones anticipadas, hacer caer a Aleksandar Vučić y meter mano en la corrupción, posible causa del derrumbamiento de la marquesina. Piden más inversión en sanidad y educación; y lo hacen desde la transversalidad, sin portavocías ni caras reconocibles; característica que comparten con movimientos recientes como los que se han dado en Nepal, Marruecos o el año pasado por estas mismas fechas en Georgia.
Entusiastas por las protestas, pesimistas ante la posibilidad de un cambio
En Sremski Karlovci esperan a los estudiantes como auténticos héroes, y no quieren fallarles: han preparado esterillas en el suelo para que los que lo necesiten puedan descansar, sillas y otras comodidades que, tras casi un centenar de kilómetros a pie —los que partieron desde Belgrado—, se agradecen.
Entre el grupo nutrido de voluntarios y voluntarias hay varias decenas de menores del instituto del pueblo; muchas de ellas, porque la gran mayoría son chicas, hablan un perfecto español y están entusiasmadas. Es su primera experiencia con el activismo, su primera aproximación a la política.
Este es el caso de T., de 20 años, y estudiante de filología francesa, originaria de Novi Sad. Ella no ha caminado desde Belgrado, sino desde Indija, a medio camino. Habla con el entusiasmo propio de quien empieza a relacionarse con el activismo, está conociendo a gente nueva y se está acercando a ideas que hace apenas unos meses le resultaban completamente desconocidas: “A lo largo de este año, he aprendido muchísimo sobre política, sobre mi país y sobre los valores que quiero tener para mi vida. Me he cruzado con gente muy interesante de todo el país. En marzo asistí a la protesta en Belgrado y fue lo que mejor que me ha pasado en la vida. No sé ni cómo explicar lo que sentí aquel día: la energía, el apoyo… Fue increíble”. T se emociona cuando habla de aquel día y no es para menos: casi un millón de personas, según la organización —100.000 según el Gobierno— se concentraron en la capital del país para reiterar su postura contraria a Vučić.
De todo este año de movimiento estudiantil, en el que muchas universidades e institutos de secundaria han estado días y días cerrados, T. destaca el apoyo de la gente y su hospitalidad para con los estudiantes, pero advierte de que mucha gente no se ha mostrado al lado de los estudiantes por miedo. En un país donde aproximadamente el 30% tiene un puesto de trabajo relacionado con la administración, mucha gente se ha visto en la encrucijada. “No los juzgo y entiendo su postura”, dice convencida. “La gente viene a las protestas, y nos muestra su apoyo en la calle, pero no irá a una huelga general”.
Ella, oriunda de Novi Sad, ha visto cómo en su ciudad, si bien en lo formal no ha habido cambios, sí ha cambiado la sociedad. “Pedimos que se asuman las responsabilidades por lo que sucedió”, exige en referencia al derrumbe de la marquesina. Nadie aquí considera esto un accidente al azar, sino un incidente mortal fruto de la corrupción y el clientelismo que asola el país desde hace años.
En el último año, el Gobierno ha llevado a cabo purgas en la administración, sobre todo en relación al profesorado, con la gente que ha mostrado apoyo por las protestas
A T. la acompaña Z., también de 20 años. A pesar de su entusiasmo, ganas y fuerza, ninguna de las dos quiere ser identificada por su nombre de pila. Y tienen motivos: en el último año, el Gobierno ha llevado a cabo purgas en la administración, sobre todo en relación al profesorado, con la gente que ha mostrado apoyo por las protestas. Ellas son estudiantes y Vučić no las puede purgar laboralmente de ningún lado, pero prefieren no exponerse. A pesar de no querer ser identificada, Z. habla abiertamente sobre política: “Las elecciones son inevitables, y nuestro presidente solo está ignorándolo; pero no lo podrá hacer por mucho tiempo más. La gente se está dando cuenta de sus mentiras. Espero que se convoquen pronto, pero soy pesimista, porque no voy a saber ni por quién votar”, explica.
A pesar del entusiasmo por las protestas en sí, el pesimismo es compartido entre los estudiantes. Saben que Vučić es un hueso duro de roer: desde 2017 es el presidente de Serbia; pero desde 2014 y hasta esa fecha ejerció como primer ministro. Antes que eso, entre 1998 y hasta el año 2000 fue ministro de Información. “Hay partidos políticos en la oposición, pero no confío en ellos; ¿harían algo mejor que lo que tenemos? Lo dudo”, asegura la estudiante. También esto es algo compartido: la corrupción y el clientelismo tiene unas raíces tan profundas en este país y abarca tantos ámbitos, que a los más jóvenes les resulta difícil dilucidar un futuro distinto al de padres.
A diferencia de las protestas de hace justo un año en Georgia, también lideradas por los estudiantes, aquí no hay banderas de la Unión Europea ni de Estados Unidos. Lo que sí comparten estas protestas con aquellas es la oposición a un Gobierno que no les representa y la demanda del cambio; sin embargo, en Serbia, se mira a la UE de reojo. “Somos un país soberano, no esperamos nada de ellos”, dice Relja Skrbic, de 26 años. Bojan Bogdanovic e Ivana Misic, ambos de 46 años y ya pertenecientes a otra generación, consideran que desde la UE no se está prestando la suficiente atención a lo que sucede en su país. “No lo hacen porque [la UE] tiene sus propios intereses”, dice tajante Bojan.
La llegada de los estudiantes a Novi Sad se produce de manera triunfal. Al otro lado del Most Slobode, el Puente de la Libertad, miles de personas les esperan con bengalas, pancartas, comida y bebidas. A lo largo del camino, los vecinos salían a saludarles; también con dulces y café para que no perdieran la energía. Varios veteranos de guerra se ponen al frente, vestidos con sus uniformes militares y sus condecoraciones. Choca ver a los estudiantes precedidos por los militares, mezclados con familias con niños y niñas que agitan banderas serbias. Porque sí, también hay decenas de niños que han salido, juntos a sus padres, a dar la bienvenida a los caminantes.
Las diferentes convocatorias confluirán hacia la estación de tren; donde hace un año, empezó todo. Una desgracia que ha ocasionado las mayores protestas de los últimos años en suelo europeo
La ilusión es tremenda y los estudiantes son recibidos como auténticos héroes. Al otro lado del puente, uno de los que espera es Vladimir, de 49 años. Se queja de la corrupción y de los negocios que tiene el Gobierno con China. “Se lo estamos vendiendo todo”, dice tajante. Es de un pueblo al norte de Novi Sad, pero hace más de 15 años que vive en esta ciudad. “Nos prometió de todo y no nos ha llegado nada”, se queja. Al grito de Pumpaj “Pompear”, los allí presentes piden la cabeza de Vučić, a pesar de que la mayoría sabe que tendrán que esperar hasta las elecciones de 2027 para verlo fuera.
A medida que avanza la noche, los miles de personas, los estudiantes y los que les esperaban, se van dispersando. Es ya más de medianoche y por las calles también se ve alguna persona disfrazada; es 31 de octubre, pero no parece que la celebración de Halloween sea demasiado popular en esta región. La mayoría se recoge y se va hacia casa; porque las protestas no terminan aquí. Hoy, 1 de noviembre hay 16 convocatorias a partir de las 10 de la mañana; 16 por las personas muertas en el derrumbe de la marquesina. Las diferentes convocatorias confluirán hacia la estación de tren; donde hace un año, empezó todo. Una desgracia que ha ocasionado las mayores protestas de los últimos años en suelo europeo.
1 de noviembre: sin consignas, sin pancartas y en silencio
Amanece en Novi Sad; y por el calor que hace no parece que sea 1 de noviembre. La ciudad se despereza sin agua corriente y con problemas con las redes de internet. Las principales avenidas de la segunda ciudad más importante del país están cortadas; y la gente aparece por todos los rincones. Además de los oriundos, hasta aquí se han desplazado serbios y serbias de diferentes pueblos y regiones. Lo han hecho en bus y en coches particulares; el tren no funciona.
A día de hoy, la investigación continúa abierta; pero nadie se ha erigido como el responsable de lo que ocurrió
En los 16 puntos habilitados; las personas de las cabeceras sostienen unas lonas con 16 velas, 16 figuritas de ángel que recuerdan a quienes justo hace un año perdieron las vidas bajo la marquesina de hormigón, renovada por un consorcio empresarial de China Railway International. Los días posteriores al derrumbe, 13 personas fueron investigadas por un delito contra la seguridad pública y por irregularidades en las obras. También el exministro de Construcción, Goran Vesic, fue interrogado. A día de hoy, la investigación continúa abierta; pero nadie se ha erigido como el responsable de lo que ocurrió.
En las calles de Novi Sad hoy reina el silencio; no hay consignas, ni apenas banderas. Sí hay, y se pueden contar por centenares, veteranos de guerra, encargados de mantener el “orden” en la conmemoración. Van vestidos de uniforme y llevan las medallas colgando. El legado de las guerras aún es controversial en este rincón del mundo; pero a primera vista, a nadie parece molestarle la presencia de los militares.
A pesar de las múltiples protestas a lo largo de este año, poco ha cambiado en el país; o sí; decenas de profesores han sido purgados y los estudiantes han perdido trimestres enteros de clases
Tras 16 minutos de silencio; la gente se arranca con un aplauso tímido; y de nuevo, el silencio. Poco a poco, se acercan a la estación de tren. Llevan claveles y rosas que depositan en el lugar cero del incidente. Algunos lloran; otros se santiguan. Pasan los minutos y las multitudes se empiezan a dispersar; hacia los bares.
A pesar de las múltiples protestas a lo largo de este año, poco ha cambiado en el país; o sí; decenas de profesores han sido purgados y los estudiantes han perdido trimestres enteros de clases; en el ámbito político; sin embargo, todo se ha mantenido prácticamente inamovible; la sociedad, no obstante, sí parece distinta a la de hace un año.
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