Opinión
‘Fariña’: ficción, realidad y calidad

Ni Sito Miñanco, ni Laureano Oubiña, ni el resto de personajes retratados aquí son leyendas a honrar, sino una serie de individuos que colaboraron estrechamente con la desarticulación del movimiento obrero gallego durante el siglo pasado.

Fotograma de la serie 'Fariña'
Fotograma de la serie 'Fariña'.
BALEACULTURAL.NET
27 mar 2018 12:19

Existen formas casi ilimitadas de iniciar una reseña sobre Fariña. De hecho, hay mil cuestiones que hoy, aquí y ahora, podríamos comentar sobre la serie de Bambú Producciones que tanto está a dar que hablar. Y no es para menos: la coincidencia con el secuestro del libro original le ha dado un tremendo empujón y ha permitido que una serie —que ya prometía mucho por su temática— se haga un lugar en la franja de mayor audiencia con unos niveles de atención sobre sus espaldas nunca antes imaginables.

Los resultados son palpables: ya son cuatro semanas seguidas en las que la serie de Antena 3 lidera en número de espectadores en el horario de máxima audiencia. La sorpresa viene cuando, al analizar el producto, vemos que ofrece algo a lo que no se nos ha acostumbrado: unas grandes actuaciones, un cuidado diseño de producción, fotografía, vestuario y sonido, y una temática en la que, si bien se intentan limitar muchas veces y no “hablan claro” —cuenta la leyenda que el disparo de Terito en el primer episodio no fue por una discusión sobre drogas, sino por cuestiones políticas en las que estaba implicada Alianza Popular—, sí que intentan reproducir con el máximo realismo que les está permitido la realidad de muchas familias gallegas en el último cuarto del siglo pasado.

En Galicia, no hablar de la 'Generación Perdida' es de pena capital. Aquí, los nuestros también tuvieron que luchar con las drogas y con la dependencia que estas creaban

La vida en Galicia no era fácil. Los datos mandan, los datos hablan: el Estado español empezaba a salir de la recesión petrolera de los setenta, aún sin estar dentro de la Comunidad Europea, y Galicia aparecía en el mapa como una comunidad autónoma muy dependiente de la economía estatal, notando los efectos de esta crisis con mayor gravedad que el resto. La región presentaba un PIB por habitante de alrededor de un 25% más bajo que los datos de la media estatal y un 30% menor que la europea.

Fariña
Fotograma da serie. Imaxe: Bambú Producciones.

El sector pesquero, por su parte, estaba sufriendo cambios verdaderamente significativos. Tras un auge provocado por la salida de la autarquía franquista, en aquellos momentos ya presentaba fallos: debido a las zonas económicas exclusivas (ZEE), las aguas territoriales aumentaban para todos los países, reduciéndose y limitándose la zona de pesca de Galicia, al mismo tiempo que, consecuente y paralelamente, se llevaban a cabo reconversiones industriales que provocaban el cierre de muchas empresas del sector pesquero y que destruían a su paso muchos trabajos y salarios de los que comían muchas familias gallegas.

En esta situación tan negativa podemos imaginar de otra manera la primera escena de la serie, en la que nos presentan a Sito Miñanco junto a su padre en su embarcación, pescando ilegalmente para después venderlo en el puerto. ¿Cuántas familias gallegas tuvieron que acudir a este mercado negro para poder alimentarse? Es aquí donde se abre camino el siguiente lugar en el que Sito Miñanco se va a mover a partir de ese momento: la necesidad de una clase obrera en decadencia de mejorar, sea como sea, la situación de pobreza a la que la coyuntura la está llevando.

¿Cuántas familias gallegas tuvieron que acudir a este mercado negro para poder alimentarse?

Si la pesca ilegal era el primer paso, la introducción del Winston “de batea" (de contrabando) era el siguiente. Estamos hablando de un Sito Miñanco todavía muy pobre, en una situación en la que se encontraban muchas familias gallegas de la época, y donde las ganancias del tráfico de tabaco eran auténticos tesoros al lado de lo que ofrecía el acudir a la ilegalidad en el sector pesquero.

Desde aquí, empieza a cambiar ese perfil de Sito Miñanco, obrero, hasta convertirlo en uno de los capos de la droga en Galicia. Y es aquí cuando debemos empezar a tener cuidado con ensalzar de más a quien fue y es Sito Miñanco. Las drogas, en general, suponen un problema para nuestra clase: si bien se cae con normalidad en la defensa de éstas, debemos de tener clara una cosa, son formas de alienación que provocan dependencia y son utilizadas como herramienta de control sobre la población y la juventud. Se nos vienen a la cabeza la introducción del crack en Estados Unidos para desarticular a los Panteras Negras, o la introducción de la heroína en Euskal Herria, como casos claros de esta cuestión ¿Pero es necesario irse tan lejos?

Fariña 6
Ya son cuatro semanas seguidas en las que la serie de Antena 3 lidera en número de espectadores en el horario de máxima audiencia.

En Galicia, no hablar de la 'Generación Perdida' es de pena capital. Aquí, los nuestros también tuvieron que luchar con las drogas y con la dependencia que estas creaban. Si bien la historia de Sito Miñanco está llena de riqueza literaria, donde se puede contar como un nadie fue de menos a más hasta convertirse en una de las personas más buscadas en el Estado español; también hay muchas historias de una generación completa que fue de más a menos por las acciones del narcotráfico gallego.

Historias de una juventud criada bajo la depresión petrolera de los setenta, donde el trabajo era escaso y donde, si bien muchos acudieron al narcotráfico, son demasiados los que no se lanzaron a la ilegalidad y acabaron aplastados por unas condiciones materiales adversas donde las posibilidades de futuro eran inimaginables. A la hora de contar una historia, por lo tanto, se está actuando en la práctica con una enorme parcialidad, donde todas las cuestiones más feas y oscuras de la llegada al poder de Sito Miñanco y demás narcotraficantes se dejan de lado a propósito. Se propicia así la creación de un personaje grandilocuente y se favorece la empatía con una de las personas que, en el largo plazo, más daño hizo a la sociedad gallega del siglo pasado.

Ni Sito Miñanco, ni Laureano Oubiña, ni el resto de personajes retratados aquí son leyendas a honrar, sino una serie de individuos que colaboraron estrechamente con la desarticulación del movimiento obrero gallego

Es conveniente destacar un pequeño acierto que sorprende viniendo de un canal estatal: a la hora de elegir a los actores y actrices se llevo a cabo una selección casi total de gallegos para dar vida a los personajes de la historia. Además de esto, hay una utilización de un castrapo bien situado, entrelazando frases hechas y cotidianas en galego con el castellano que, lamentablemente, se debe llevar en la programación estatal. Los insultos y la jerga gallega comparten escenario con el castellano. Se nos viene a la cabeza el destrozo que habitualmente lleva a cabo la Televisión de Galicia a la hora de plasmar el galego en sus series, donde hasta en las más sonadas y prometedoras, como son Matalobos o Serramoura, muchas veces presentan a personajes con una educación baja como verdaderos académicos de la lengua, que alguna vez utilizan alguna palabra coloquial, aunque muy mal añadida a los diálogos.

Fariña 3
'Fariña' llegó para convertirse en una de las series más destacadas del año.

Obviamente, la intención y necesidad de un canal como la TVG debería ser la de cuidar, fomentar y sustentar el idioma galego, pero el error es claro: el distanciamiento del lenguaje coloquial y material hace que nos desvinculemos también de nuestra clase. Si bien el gallego es una lengua cuyas normas son relativamente nuevas, el uso de estas de una manera tan concreta y perfeccionista resulta negativo para ella al no conseguir una conexión necesaria con las masas. O muy bueno es el argumento de la serie, o es un error demasiado grave para dejarlo de lado. No es defendible, tampoco, el uso que se le da al idioma en programas de la TVG como Luar o Land Rober, donde no existe la misma corrección lingüística y el idioma se presenta como una caricatura de si mismo. El quid de la cuestión sería, simplemente, ser consecuentes con la realidad.

Esta corrección política juega una muy mala pasada a la calidad de las producciones gallegas, lo que muchas veces se suma a la baja calidad de fotografía y mezcla de sonido que sufren nuestras creaciones. En general, por esto, da la sensación de un trabajo poco cuidado y que está muy lejos de la calidad que se premia en el resto de producciones que se hacen en otros países ¿Qué provoca todo esto? Que la mayoría de consumidores jóvenes, más acostumbrados a un lenguaje más real y a una calidad más rotunda, se alejen de las producciones gallegas y, como no, del idioma galego.

Fariña llegó para convertirse en una de las series más destacadas del año, y posiblemente de la historia del Estado español. La calidad de las actuaciones, de los diálogos, de la fotografía, de la dirección y del sonido hacen que esta frase no suene escandalosa. Se puso mucho dinero sobre la mesa, claramente, para que todo saliese bien, y es sorprendente que en un canal como Antena 3 haya toques tan duros como los que estamos viendo semanalmente en las pantallas de nuestros salones.

Con todo, no debemos olvidarnos de la realidad en la creación de un mito. Ni Sito Miñanco, ni Laureano Oubiña, ni el resto de personajes retratados aquí son leyendas a honrar, sino una serie de individuos que colaboraron estrechamente con la desarticulación del movimiento obrero gallego durante el siglo pasado. Si bien Fariña es una forma de acercarnos a sus historias, se hacen necesarias dos cosas: ver hacia donde irá la serie a partir de ahora y si los estragos del narcotráfico se verán en pantalla, o si debemos continuar analizándola con mucha cautela para que la realidad que causaron no se pierda bajo la ficción.

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