We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Sidecar
Un alivio temporal para Assange
La decisión del Tribunal Supremo británico de permitir que Julian Assange recurra su inminente extradición es una victoria importante, aunque parcial. Los jueces son conscientes de que, en realidad, no tiene ningún caso que responder. La acusación estadounidense de «espionaje» es un disparate flagrante. El hecho de que aún no haya sido desestimada y Julian puesto en libertad es un signo de la subordinación generalizada del Reino Unido a los intereses estadounidenses.
Hay que reconocer todo el mérito a la campaña internacional para liberar a Julian, en particular a la férrea determinación de su esposa Stella Assange, y a la deconstrucción jurídica e incontestable de Nils Melzer de todo este sórdido asunto. The New York Times y The Guardian, ambos barómetros de la opinión servil, han reconocido lo absurdo de las acusaciones. Incluso la clase política australiana, por lo demás lacayuna cuanto cabe, ha votado a favor de exigir su liberación. («La historia –escribió Engels– se hace de tal manera que el resultado final siempre surge de conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, se ha convertido en lo que es por una serie de condiciones particulares de la vida»).
El entrenamiento de Starmer para convertirse en el próximo primer ministro británico aceptado por este establishment comenzó con la inculpación de Assange
El único «crimen» de Assange fue exponer un crimen, esto es, poner a disposición las pruebas de las brutalidades cometidas por Estados Unidos en Iraq. Sólo pudo hacerlo porque Chelsea Manning le proporcionó el explosivo vídeo «Asesinato colateral», además de otra información vital. Ella ha recuperado su libertad, mientras que Assange sigue pudriéndose en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh. Una Fiscalía de la Corona imparcial no le habría perseguido simplemente. En 2013 los suecos estaban dispuestos a abandonar el caso. Pero la Fiscalía de la Corona, dirigida por Keir Starmer, actual líder del Partido Laborista británico, les suplicó que lo mantuvieran abierto. Él y sus colaboradores volaron a Estados Unidos, donde conspiraron con el gobierno de Obama, aunque los documentos relacionados con estos viajes han sido ocultados o destruidos.
Como criminales empedernidos que son, Starmer y sus compinches no querían que se filtrara ningún detalle a la opinión pública. Que este tipo sea ahora el denominado «Líder de la Oposición» del sistema parlamentario británico y que reciba los aplausos calurosos del establishment por haberse deshecho de la cohorte de Corbyn, por haber reinstaurado a la vieja guardia blairita y por haber apoyado el genocidio israelí, no es de extrañar. Su entrenamiento para convertirse en el próximo primer ministro británico aceptado por este establishment comenzó con la inculpación de Assange.
Otra decisión atroz y vengativa fue mantener a Assange encerrado en un centro de máxima seguridad, sometiéndole a períodos prolongados de confinamiento solitario, lo cual equivale a la aplicación sin paliativos de tortura. La explicación oficial fue que había eludido el pago de su fianza, lo que podría explicar la negativa a ponerlo en libertad; pero en realidad la concesión de una prisión abierta, como las que se utilizan para gestionar las penas impuestas a los delincuentes financieros, sin duda habría bastado. La verdadera razón de su régimen de internamiento es que las agencias de inteligencia querían castigarlo y humillarlo. Como resultado, el periodista de WikiLeaks está tan enfermo que no ha podido asistir a sus dos últimas vistas judiciales. ¿Esperan que muera antes de la última apelación?
Hace cinco años, Assange escribió a un amigo desde su celda:
Estoy intacto, aunque literalmente rodeado de asesinos, pero los días en los que podía leer, hablar y organizarme para defenderme a mí mismo y defender mis ideales y a mi gente se han acabado. Todos los demás debéis ocupar mi lugar. Estoy indefenso y cuento contigo y con otras personas buenas para salvar mi vida […]. La verdad, en última instancia, es todo lo que tenemos.
La verdad por sí sola nunca es suficiente, especialmente en este miserable mundo del doble rasero occidental. El sistema judicial británico tiene un historial repugnante en lo que atañe a los «enemigos del Estado». He aquí la razón por la que fue creado para ser enemigo del pueblo.