Sidecar
Los fabuladores de la OTAN

La manipulación de las redes sociales no se ciñe a los bots rusos, institutos ligados a la OTAN han desarrollado, desde hace una década, cursos y artículos destinados a la manipulación del rebaño digital.
9 may 2023 05:13

Ese reptil –escribió una vez Brecht en su diario refiriéndose a Thomas Mann– no puede imaginar que alguien haga algo por Alemania (y contra Hitler) sin recibir órdenes de nadie». Los hermanos Mann habían estado difundiendo rumores por Los Ángeles de que Brecht era un peón de Moscú: «[…] calumnias […] saben muy bien que pueden hacer mucho daño». Desde los primeros pródromos de la «Nueva Guerra Fría», una forma similar de rumor armado ha estado circulando en Estados Unidos al hilo del cual Trump ha sido acusado de actuar como títere del Kremlin y de ganar la presidencia gracias a su patrocinio. Lo que antes parecía una mera estratagema electoral del Partido Demócrata de Clinton pronto se extendió a Europa, donde, sin inflexión partidista, encontró expresión en términos geopolíticos más crudos cuando en 2020 el Parlamento Europeo inició una investigación sobre la «Interferencia extranjera en todos los procesos democráticos de la Unión Europea».

Este informe del Special Committee for Foreign Interference in all Democratic Processes in the EU, Including Disinformation (INGE) describía una Unión Europea prístina amenazada por los designios rusos y chinos. La amplia actividad de Estados Unidos desplegada en el seno de la Unión Europea (UE) no contaba con mención alguna en el mismo: sus cuarteles generales en Europa y África, sus 70.000 soldados acantonados, el reciente historial de secuestros y torturas de ciudadanos de la UE, el uso de territorio europeo como sede de las mazmorras de la CIA durante de la Guerra contra el Terror, el espionaje industrial y las escuchas telefónicas de diversos jefes de Estado europeos, todo ello no fue de ninguna manera objeto de atención en el mencionado Informe. En cambio, el Comité Especial centró su interés exclusivamente en los adversarios orientales de la OTAN, denunciando sus intentos de «debilitar y dividir a la UE» mediante la desinformación.

Tales acusaciones están bien rodadas. Se trata de componentes de un modelo de guerra híbrida que Estados Unidos ha desarrollado desde la primera década de este siglo en parte a través de una red de think tanks de la OTAN estacionados a lo largo del territorio europeo, los cuales efectúan la panoplia integral de actividades de la Alianza dedicadas a las operaciones de gestión de la opinión pública, que constituyen en efecto, la Innenpolitik [política interna] global del imperio estadounidense.

A medida que los partidos políticos se han ido transformando en organizaciones administrativas y han dejado de ser organizaciones de masas, estos centros de pseudoconocimiento experto pretenden configurar paulatinamente de modo cada vez más intenso la política respetable. Proporcionan relatos preparados de los acontecimientos y distinguen a los amigos de los enemigos (por muy pobres que sean las pruebas acumuladas o fabricadas al respecto), promocionándose como actores dignos de confianza mediante la atribución de un marchamo académico.

Europa es, naturalmente, un área privilegiada de tales esfuerzos, dado su valor geoestratégico para influir sobre Eurasia, el «principal premio geopolítico» a juicio de Zbigniew Brzezinski, en cuyo extremo occidental se encuentran los «actores dinámicos cruciales» de Francia y Alemania. La integración del gran «Occidente dominado por Estados Unidos» y la ruptura efectiva de las relaciones entre Berlín y Moscú se están llevando a cabo como preparación para el cerco definitivo de la República Popular China por parte de Estados Unidos.

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La guerra cibernética de la OTAN, es decir, los ataques digitales y basados en internet que incluyen el espionaje, la propaganda y el sabotaje de infraestructuras, así como otras intervenciones militarizadas efectuadas en el seno de la sociedad civil, se presentan a menudo como iniciativas de carácter novedoso. Pero en realidad tienen mucho en común con la estrategia de Estados Unidos y la OTAN implementada a principios de la década de 2000, cuando se empleó la «inteligencia competitiva», esto es, el uso de agencias aliadas para blanquear acusaciones, incrementar la sensación de urgencia y acelerar el avance hacia la guerra. Antes de la invasión de Iraq, por ejemplo, el SISMI italiano desempeñó un papel clave en el suministro de pruebas falsas al Pentágono, como demostraron los periodistas de investigación Carlo Bonini y Giuseppe D'Avanzo. La guerra híbrida contemporánea también se hace eco de sus precursores en la atención privilegiada que muestra por las poblaciones nacionales o aliadas. Las revelaciones de Snowden de 2013 documentaron los intentos del Government Communications Headquarters (GCHQ, uno de los tres servicios de inteligencia del Reino Unido) –y hay que presuponer también la existencia de un programa paralelo de la National Security Agency estadounidense (NSA)– de manipular a la opinión pública mediante el disimulo y la simulación.

Sin embargo, a pesar de estas continuidades, los think tanks de la OTAN –conformados por veintiocho de los denominados «centros de excelencia», así como por entidades financiadas por el Departamento de Estado estadounidense como GLOBSEC, cuya sede se halla en Bratislava– han intensificado claramente los modos de propaganda desarrollados durante el último cuarto de siglo de guerra y actividades bélicas estadounidenses. Para ofrecer una instantánea de este cambio, merece la pena examinar algunas de estas organizaciones afiliadas a la OTAN y sus intentos de moldear la opinión pública de acuerdo con las prioridades de la Alianza en su flanco oriental.

Dos artículos característicos del número inaugural de Defence Strategic Communications, publicado en 2016 revelan la nueva estrategia publicitaria de la OTAN

El NATO Strategic Communications Centre of Excellence (StratCom), con sede en Riga y dirigido por Jānis Sārts, funcionario del Ministerio de Defensa letón, se fundó en 2014 para coordinar las relaciones diplomáticas y públicas, así como las operaciones de información y psicológicas de la Alianza. Se puso en marcha en parte para reparar la imagen de la OTAN tras la ocupación de Afganistán durante la década precedente. Un informe crítico del coronel canadiense retirado Brett Boudreau, «We Have Met the Enemy and He Is Us», concluyó que no existía «ningún manual de doctrina conjunta aliada sobre el StratCom», sino tan solo un conjunto de políticas «contradictorias o bien confusas». En consecuencia, el centro de Riga, dotado de un presupuesto anual de poco menos de 600.000 euros y patrocinado por los Estados de la OTAN según necesidades ad hoc, se dedicó a desarrollar la «doctrina» y el «concepto» de las comunicaciones de la OTAN, junto con la educación, la formación y el apoyo operativo. En 2014 organizó un seminario sobre la «militarización de las redes sociales» dirigido a los «representantes de los gobiernos de Ucrania y Georgia». El StratCom también publica una revista académica semestral, Defence Strategic Communications, editada desde el King's College de Londres.

La orientación básica del StratCom se articula en el ensayo fundacional de Boudreau, así como en varias contribuciones a su revista. «We Have Met the Enemy and He Is Us» abogaba por la eliminación de ciertos «cortafuegos» o divisiones existentes entre las disciplinas de las comunicaciones militares. Asuntos públicos y operaciones psicológicas, audiencias extranjeras y nacionales, ámbitos políticos y militares: estos subcampos de la propaganda, antes distintos y separados, deberían ahora reunirse bajo un control conjunto. Las distinciones existentes entre las operaciones psicológicas diseñadas para manipular a las opiniones públicas y la difusión de información «neutral en cuanto a los valores» en el ámbito de los asuntos públicos quedarían así formalmente abolidas. «La separación entre opiniones públicas extranjeras y nacionales –escribió Boudreau– es un fundamento erróneo sobre el que basar la estructura organizativa». El informe recomendaba además eliminar la división existente entre las oficinas de asuntos públicos políticos y militares para liberar así al personal militar de la OTAN de las restricciones que pesaban sobre las intervenciones directamente políticas.

Las páginas de Defence Strategic Communications no son menos audaces. Dos artículos característicos del número inaugural publicado en 2016 revelan de modo conspicuo la nueva estrategia publicitaria de la OTAN: «The Narrative and Social Media», redactado por la especialista en operaciones psicológicas del ejército estadounidense Miranda Holmstrom, y «It’s Time to Embrace Memetic Warfare», escrito por el financiero Jeff Giesea, respaldado por conglomerado bancario japonés Softbank y ligado a Peter Thiel. El primero ofrece un marco especialmente rudo del entorno mediático contemporáneo y de la actividad de la OTAN en él; el segundo demuestra hasta qué punto el StratCom ha considerado abiertamente el uso de la desinformación. Holmstrom, por su parte, pretende «ganar corazones y mentes» a través de las redes sociales empleando «narrativas simples pero completas susceptibles de ser reproducidas fácilmente». Afirma que la «narrativa», como «marco para la trama y el escenario de una historia», es fundamental para la «propaganda», porque es una forma de crear sentido a través de la cual puede conformarse la información y ser recordada e incluso puede fomentarse una respuesta irracional a los acontecimientos. De forma muy parecida a la estructura de la fábula presente en una obra de ficción, la propaganda utiliza «el planteamiento, el nudo y el desenlace» para guiar el pensamiento y la acción de un objetivo. Este principio puede aplicarse a la «propaganda horizontal» desplegada a través de contactos entre individuos, como sucede en Twitter o Facebook. La forma exige actividad y participación y «crea la ilusión de la elección, del libre albedrío y de la toma de decisiones personales». Giesea, por su parte, aconseja utilizar seudónimos para engañar a los usuarios de las redes sociales. Recomienda «tácticas de comunicación más agresivas» e insta a la OTAN a aumentar su capacidad para librar una «guerra memética», esto es, operaciones adaptadas al universo en línea en las que lo que está en juego es «el control social en el campo de batalla de las redes sociales».

StratCom también ha mostrado su interés por el software de las empresas privadas en las que se recomiendan «interfaces de programación de aplicaciones» para rastrear a los usuarios mediante las herramientas desarrolladas en el Digital Forensic Research Lab del Atlantic Council. En otro informe sobre la «manipulación de las redes sociales, el think tank se jacta de haberse «asociado con los senadores estadounidenses Chuck Grassley y Chris Murphy» para comprar interacciones en cada una de sus cuentas con el fin de comprobar las respuestas del público. Una contribución de 2020 publicada en Defence Strategic Communications, «Deepfakes – Primer and Forecast», de Tim Hwang, se centraba en las innovaciones técnicas de la desinformación visual y en el uso de la inteligencia artificial para crear imágenes y vídeos falsos convincentes. Hwang, que en la actualidad trabaja en el Center for Security and Emerging Technology de la Georgetown University de Washington y que ha trabajado para Google, el MIT Media Lab y la RAND Corporation, participó en 2016 en un experimento sobre redes sociales financiado por la Defense Advanced Research Projects Agency estadounidense (DARPA). Su artículo recomienda establecer «conexiones con la comunidad técnica legal de los medios de comunicación» en apoyo de la «investigación sobre las dimensiones psicológicas de las deepfakes».

El Cooperative Cyber Defence Centre (CCD), por otro lado, fundado en Tallin en 2008, es uno de los centros de excelencia más antiguos acreditados por la OTAN, financiado y dotado de personal suministrado por una lista de países de la UE-OTAN y por países no pertenecientes a la primera de estas organizaciones. Se ocupa de los aspectos técnicos de los ciberconflictos, de la estrategia y del derecho. Desde 2009 organiza conferencias internacionales anuales sobre estos temas, que atraen a Estonia a cientos de participantes militares, académicos y miembros de los diversos gobiernos, y cuenta con el patrocinio de empresas estadounidenses de software, aplicaciones y servicios, entre ellas Microsoft.

El CCD elabora las directrices de la OTAN para la ciberguerra, que se hallan recopiladas en el Tallinn Manual on the International Law Applicable to Cyber Warfare. En su primera edición, el Tallinn Manual presentaba noventa y cinco «reglas» a las que deben atenerse los Estados en caso de conflicto cibernético. Aparte de la retórica habitual sobre el derecho a la legítima defensa, el documento destaca por su glosa de los ciberataques capaces de causar «lesiones o muerte a personas o daños o destrucción de bienes», recordando armas como el gusano informático israelí Stuxnet, utilizado para atacar y dañar las infraestructuras físicas iraníes, y las exenciones que establece para la guerra contra civiles. «Ciertas operaciones dirigidas contra la población civil son lícitas», reza la regla 31, incluidas «operaciones psicológicas como [...] la difusión de propaganda» u operaciones análogas «en el contexto de la guerra cibernética». En otras partes, el Tallinn Manual considera permisible el uso de «artimañas» y de «información falsa».

Un elemento central de la actividad del CCD es la organización de ejercicios militares regulares. «Crossed Swords» se puso en marcha en 2016 como un simulacro de los denominados ejercicios «red-teaming» en el que los participantes simulan ciberataques por parte de determinados adversarios y ponen a prueba la seguridad de su organización y la capacidad de las fuerzas especiales para llevar a cabo una «operación cibernética ofensiva a gran escala». Desde 2018 este modelo se ha ampliado considerablemente y ahora incluye el uso «cibernético» de las fuerzas militares, un dominio de la guerra cibernética que puede infligir daños reales a las infraestructuras o a las personas. Estos ejercicios exceden claramente la misión supuestamente defensiva del CCD. «Locked Shields», inaugurado en 2010 por el StratCom, es ahora uno de los mayores ejercicios de simulacro cibermilitar del mundo en el que participan los denominados Computer Emergency Response Teams para simular «toda la complejidad de un incidente cibernético masivo». Además de académicos, en este juego de guerra participan delegados de diversos ejércitos, Ministerios de Defensa y agencias policiales, incluido el FBI. Se invita a los periodistas a que se hagan pasar por ellos mismos para dar autenticidad al juego de rol. Los intereses comerciales privados también están presentes: el CCD, por ejemplo, ha firmado contratos formales con Siemens, que le permiten utilizar su hardware y su software, mientras que la empresa alemana utiliza a su vez las simulaciones para estudiar sus propios puntos débiles.

Durante los últimos años, el CCD ha simulado ataques contra un aeropuerto militar, contra sistemas de suministro de energía y contras redes informáticas centrales, además de operaciones de vandalización de sitios web, de circulación de informes falsos, de robo de datos, de requisición de drones militares y de secuestro de sistemas de repostaje de aviones. En 2019, su simulacro simuló el uso de desinformación destinada a «sembrar la duda» entre una determinada población nacional y el envío de equipos defensivos para contrarrestar la incursión a través de los canales de las redes sociales y de los medios de comunicación tradicionales. Al igual que StratCom, el CCD disfruta de los beneficios de sus conexiones con los think tanks y las agencias de espionaje estadounidenses: entre sus embajadores destaca Kenneth Geers, miembro del Atlantic Council, que ha trabajado durante años con la NSA y la Marina estadounidenses y ha sido «analista de amenazas globales» en FireEye, una empresa californiana de seguridad privada.

La OTAN, según Globsec, debería aparecer en «películas populares de Hollywood o en las plataformas de streaming» y reclutar un mayor número de «sustitutos creativos y no convencionales».

Por último, el Globsec, creado en 2005 y con sede en Bratislava, es el sucesor de la Slovak Atlantic Commission, fundada en 1993 para apoyar la adhesión de Eslovaquia a la OTAN. A diferencia de los centros de excelencia, este organismo no está abiertamente orientado a la formación de los aparatos militares y de seguridad nacional de los Estados de la OTAN, sino que su actividad se halla dirigida específicamente a los países de Europa Central y Oriental, a quienes presta ayuda para la consolidación y expansión de la Alianza mediante la integración de los compradores en los circuitos del capital y las autoridades transatlánticos. Este es el propósito de su «foro» regular, que Globsec describe como «la conferencia estratégica internacional preeminente situada en la primera línea de un mundo de nuevo dividido. (En la reunión de 2021 se produjo un debate entre Victoria Nuland y el corresponsal en Moscú de The New York Times, así como una sesión con el jefe de gabinete de Alexei Navalny, titulada «Democratic Change in Russia: How to increase the Odds» [Cambio democrático en Rusia: ¿Cómo aumentar las probabilidades?]).

Cuando el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg anunció la campaña publicitaria «NATO 2030», Globsec aportó una serie de informes sobre «la competición geopolítica en el panorama de la información». En ella se exigía una mayor colaboración entre los sectores público y privado para combatir a Rusia y China y se afirmaba que la OTAN debía acelerar la concesión de subvenciones a pequeñas y medianas empresas y a ONG. Para efectuar esta tarea se propuso al StratCom de Riga como responsable de la misma, el cual podría «comprometerse en la activación de una mayor interacción con la ciudadanía, incluida la lucha contra la desinformación y la promoción de la alfabetización mediática, entre otras cosas». El think tank también llegó a la conclusión de que «la narrativa de la OTAN» debe afinarse. Como complemento a su producción habitual de recursos mediáticos de no ficción, debería considerar la posibilidad de introducirse en el campo de la ficción, contratando a estudios y editoriales para la producción de películas, libros y videojuegos. La OTAN debería aparecer en «películas populares de Hollywood o en las plataformas de streaming» y reclutar un mayor número de «sustitutos creativos y no convencionales». No puede descartarse ningún activo de la industria cultural.

A pesar de las múltiples referencias a la existencia de una Nueva Guerra Fría, las coordenadas políticas, económicas y diplomáticas del militarismo contemporáneo son distintas de las vigentes durante el siglo XX

El mundo académico es otro ámbito en el que Globsec se muestra activo. Su Slovak Aid Fellowship Programme for Change Leaders integra a especialistas bielorrusos en las filas de la gestión capitalista asignándoles mentores eslovacos, es decir, los economistas e industriales que supervisaron la liberalización de las economías del Este mediante las consabidas terapias de choque implementadas durante la década de 1990. Las cabezas de playa del Globsec en los Balcanes Occidentales actúan como el brazo publicitario de la ampliación de la OTAN hacia el este, habiendo prestado su ayuda recientemente para facilitar la absorción de Macedonia del Norte en 2020.

A pesar de las múltiples referencias a la existencia de una Nueva Guerra Fría, las coordenadas políticas, económicas y diplomáticas del militarismo contemporáneo son distintas de las vigentes durante el siglo XX. El neoliberalismo sigue siendo el pensamiento único global por muy maltrecha que se halle su reputación por las sucesivas crisis económicas que ha traído aparejadas. Y las mayores potencias involucradas en el enfrentamiento actual –Estados Unidos, Rusia y China– o bien se han emparejado de forma más desigual en los asuntos militares (Estados Unidos-Rusia), o bien se han vuelto esencialmente interdependientes, dada su implicación en un régimen mucho más frágil de acumulación de capital global (Estados Unidos-China).

Los Estados también deben hacer frente a una serie de tensiones internas. Una de ellas es la creciente incapacidad de casi todas las sociedades para reproducir modalidades de empleo y niveles de vida adecuados para amplios segmentos de su población, como puede constatarse en las zonas intensamente desindustrializadas de China y Estados Unidos, en las zonas no urbanas o no ligadas directamente a grandes centros urbanos de los países europeos y en la movilidad descendente de las poblaciones urbanas con estudios. Las consecuencias políticas de ello son que los Estados se enfrentan a la erosión de su legitimidad y al estallido de descontentos «populistas» o de otro tipo. Los malos resultados económicos han hecho que la dependencia del capital respecto al Estado sea cada vez más directa: allí donde resulta difícil invertir de forma rentable en la producción, se ha impuesto la redistribución hacia arriba de la renta y la riqueza mediante la corrupción al hilo de un proceso bien analizado por Robert Brenner en un artículo publicado en la New Left Review. Los sectores del capital más próximos al Estado –el sector financiero, además de los sectores ligados a las fuerzas armadas, la policía y los servicios de inteligencia– pueden beneficiarse económicamente, pero también pueden prever que la sociedad será cada vez más ingobernable sin mayores niveles de represión. En la actualidad, los esfuerzos efectuados para garantizar el gobierno mediante el consentimiento se enfrentan a la oposición nacional e internacional, ya que los sectores rivales de las economías nacionales constatan que sus intereses entran en conflicto tanto entre sí como con los competidores internacionales. El resultado es la concentración de empresas bien conectadas políticamente y una tendencia a la confrontación en el exterior.

En Estados Unidos, en la cúspide de este conjunto de relaciones y actores se asienta un estrato de estrategas imperiales comprometidos con la restricción y la gestión de China, además de con la integración de Rusia en la esfera de influencia estadounidense. Hasta 2018 la guerra entre Estados Unidos y sus diseñados rivales euroasiáticos no se preveía tan abiertamente. Hoy sus sendas de desarrollo independientes y poco cooperativas, forzadas por las realidades económicas que ejercen presión sobre la totalidad de las sociedades del planeta, se han convertido en una fuente ineluctable de fricción. Una revalorización coordinada del yuan o un aumento de los salarios chinos podrían aumentar la competitividad de las manufacturas estadounidenses, pero socavarían el modelo de crecimiento basado en las exportaciones de la República Popular China, cuyo modelo exportador depende de la combinación de unos costes laborales mínimos con una infraestructura de ensamblaje de alta tecnología. Al mismo tiempo, el estrechamiento del cerco estadounidense en torno a Rusia dificulta el funcionamiento de la rentable economía exportadora alemana hacia China, fundamentalmente de máquina-herramienta y de sus servicios anejos, dado que priva al sector industrial alemán del acceso a las fuentes de energía barata rusas, lo cual ha constituido un salvavidas crucial durante la crisis del euro de la última década.

Los ejercicios de sabotaje digital emprendidos por el CCD y sus afiliados indican que la propaganda de la OTAN está diseñada para condicionar a las poblaciones de los Estados clientes a aceptar su destino

A medida que la relación existente entre las principales áreas del capitalismo mundial ha zozobrado en un antagonismo abierto y sostenido, la formación de la opinión pública europea ha adquirido mayor importancia. Ante una situación sobredeterminada por las presiones nacionales e internacionales, derivadas de un enfrentamiento de suma cero entre los fabricantes nacionales, que se verifica también entre los diferentes sectores de las correspondientes economías, a Washington le preocupa sobre todo la consolidación de Europa como un bastión atlantista. En este sentido, Ucrania actúa como «un pivote geopolítico, dicho con las palabras de Brzezinski, sin el cual «Rusia deja de ser un imperio euroasiático».

Para un reducido número de grandes empresas europeas, este programa de seguridad tiene claros beneficios económicos, pero para la mayoría de la población europea, a la que se ordena «que se congele por la paz», los costes serán significativos. La destrucción de industrias nacionales vitales y la inflación de los presupuestos militares seguirán a las décadas de austeridad infligidas al Estado social. Las órdenes de intensificar la guerra «memética», psicológica y de información deben entenderse en este contexto. Los ejercicios de sabotaje digital emprendidos por el CCD y sus afiliados indican que la propaganda de la OTAN está diseñada en última instancia para condicionar a las poblaciones de los Estados clientes a aceptar su destino según lo decretado por Washington. Desde la Guerra contra el Terror, la Alianza ha demostrado ser capaz de una impresionante adaptación, aprendiendo de sus errores autodiagnosticados en un modo de astucia de perfil bajo. Las fuerzas antibelicistas deberían tomar nota lúcidamente de esta coyuntura y de esta situación y optar por un pensamiento más duro y agresivo para intervenir sobre las mismas.

Sidecar
Artículo original: NATO’s Fabulators publicado por Sidecar, el blog de la New Left Review y traducido con permiso por El Salto. Este artículo se basa en las conclusiones de un informe de 2021 encargado por La Izquierda en el Parlamento Europeo. Véase Ed McNally, «Humble Grand Strategy», NLR 140/141.

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