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Hace unos días mi amiga Silvia me contaba que se marchaba a vivir a Canillejas. Al final se ha visto obligada a cambiar de barrio y marcharse de Lavapiés, doblegada por la dictadura de los ruidos, la falta de inspecciones en los bares, el cierre de comercios de proximidad y el colegio donde antes llevaba a su hijo Iker. Se siente abatida por un Ayuntamiento que le ha dado la espalda. Qué duro es escuchar esto, un Ayuntamiento que te abandona es un fracaso sin paliativos de nuestro sistema.
Nuestra gente se marcha de nuestros barrios porque no pueden pagar sus viviendas o recibir el servicio que necesitan sus familias de las distintas dotaciones públicas (ambulatorios, escuelas infantiles, bibliotecas…) escasas en relación a la población y, por tanto, frecuentemente saturadas. Son expulsados literalmente por un sistema capitalista atroz, fagocitado, patrocinado e impulsado por una clase política que se ha convertido en cooperadora y colaboradora de uno de los mayores desastres para Madrid. Leslie Kern, autora de una obra maestra que narra este fenómeno, explica a la perfección la situación que afecta siempre a las comunidades más vulnerables, replicándose en muchas de las grandes ciudades del mundo, como Toronto, Nueva York, o Londres. El capitalismo salvaje y desmedido ha colonizado los centros urbanos desplazando de allí a sus habitantes con el visto bueno de los gobernantes.
Ayuntamiento de Madrid
Madrid Almeida gasta casi 30 millones de fondos europeos en barrios del centro y 86.000 euros en Vallecas
La llegada de los fondos buitres extranjeros, el turismo desregulado, las miles de viviendas turísticas ilegales que han invadido el centro de Madrid mientras el alcalde Almeida y su séquito de concejales sacan pecho de esta salvajada señalando las bonanzas de este turismo cerril; el abandono de los barrios con cientos de locales comerciales cerrados han convertido el centro de nuestra ciudad en la selva. Un lugar apático y desolador solo apto para turistas que celebran fiestas nocturnas, terrazas ilegales con horarios infames que generan ruidos para los vecinos que resisten de manera numantina en sus hogares, o calles que se han convertido en auténticos lugares sombríos con centenares de locales de apuestas, o viviendas sin licencia que operan en AirBnB, el 95% de ellas, por cierto, completamente fuera de la ley.
La radiografía del centro de nuestra ciudad no puede ser más desoladora. El poder que antaño tenían las asociaciones vecinales han ido progresivamente perdiendo peso debido a que muchos vecinos han tenido que huir de su barrio, y los que van quedando van envejeciendo y no existe relevo. Si a eso le sumamos la impresentable actitud de un alcalde que jamás se ha reunido con ellos para escuchar sus problemas, el resultado es de un absoluto desprecio por sus propios ciudadanos que tienen todo el derecho a reclamar unos servicios públicos de calidad.
El Partido Popular ha vendido a trozos nuestra ciudad con total impunidad. Se asume con total normalidad este éxodo de vecinos a zonas periféricas mientras el centro de Madrid se convierte en el vertedero de la mal llamada “libertad para hacer lo que te da la gana”.
Duele ver cómo el centro de mi ciudad se convierte progresivamente en el estercolero de las despreciables políticas de propaganda del Partido Popular cuando hablan de que “Madrid está de moda” mientras se olvidan por completo de los propios vecinos que allí viven.
Pero existe una alternativa. Una forma de detener esta malvada forma de gestionar nuestra ciudad y tiene que ver con la recuperación por parte de los desplazados el derecho a la ciudad. La regulación de los alquileres, aplicando la Ley de Vivienda que el gobierno de coalición logró sacar adelante, la revisión de los padrones municipales con minuciosidad para evitar que muchos caseros que viven fuera del distrito centro sigan empadronándose allí para beneficiarse de los permisos de entrada y estacionamiento dentro de Madrid Central, políticas activas y ayudas directas a jóvenes emprendedores que quieran abrir sus negocios particulares en el centro, la regulación y la inspección sin medias tintas de las viviendas turísticas ilegales, de los locales de apuestas que han proliferado sin ningún tipo de control y que solo han provocado problemas en los barrios. Las multas y las sanciones a las terrazas que incumplen la normativa sobre ruidos y horarios, la recuperación de los espacios públicos para los vecinos, el cuidado de nuestras calles con zonas verdes, la recuperación de los lugares de encuentro vecinales protegiendo el derecho al asociacionismo con una nueva visión de interlocución directa entre administración y vecinos, son medidas esenciales que un gobierno municipal decente debe poner en marcha.
Madrid no está perdida. Las elecciones del pasado 28M demostraron una cosa, pese a la debacle electoral de la izquierda. Demostraron que juntos podemos sacar al causante de la gentrificación en nuestra ciudad. El enemigo tiene nombre y apellidos, se llama Partido Popular y están deteriorando gran parte de nuestra ciudad bajo la falsa premisa del turismo. El turismo no puede ser sinónimo de expulsión de la gente de sus barrios. Existe otra forma de hacer las cosas. Existe una alternativa y esa alternativa pasa, primero, por expulsar de las instituciones a quien genera el problema. Y para eso hay que aunar fuerzas. Es inexplicable para la ciudadanía que las fuerzas progresistas en Madrid no se pongan de acuerdo para acabar de una vez por todas con el daño que sigue generando la derecha en nuestra ciudad. La responsabilidad que los progresistas tenemos en Madrid pasa por una reconciliación sin vetos y sin exigencias para recuperar Madrid y ponerla de verdad al servicio de la gente con políticas públicas y valientes.
Soy de los que piensan que no hay batallas definitivas y que, en Madrid, si de verdad queremos, podemos hacer de nuestra ciudad el epicentro de la resistencia para combatir una de las mayores crisis urbanas de nuestro tiempo.
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