Opinión
Gaza: dos años de infierno en la tierra

UNRWA España.
La situación humanitaria en Gaza hace tiempo que dejó de poder describirse y entenderse a través de las palabras. Es el infierno en la Tierra. El impacto de la brutal ofensiva israelí sobre la Franja está marcando a una población de dos millones de personas que lleva dos años soportando bombardeos, desplazamientos forzosos, hambre y el dolor de perder a sus seres queridos, sus hogares y, prácticamente, cualquier tipo de esperanza.
La luz del Mediterráneo cae sobre un territorio asolado y donde, a pesar de los rayos de sol, solo se perciben sombras y oscuridad. La población está asolada por el pánico constante, por los sonidos de los bombardeos y los drones y la desesperación del hambre. En las calles de la Franja no queda atisbo de la vida anterior a octubre de 2023. Los edificios son solo lascas de lo que fueron y sin calor humano en su interior. Las escuelas han sido destruidas o convertidas en refugio. Los días en los que las risas y los juegos inundaban los patios y las aulas son un recuerdo lejano y doloroso. Las tierras de cultivo están completamente arrasadas, no hay posibilidad de cultivar en terrenos que han sido bombardeados y donde, con mucha probabilidad, hay explosivos sin detonar o están contaminados.

UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, así como otras agencias humanitarias, lleva meses reclamando que se permita la entrada sin obstáculos de alimentos y suministros básicos para poder responder a una población que sobrevive en condiciones extremas, mientras el personal de la Agencia sigue trabajando en Gaza para paliar la situación.
Desplazamientos forzosos
Durante las últimas semanas de septiembre, las imágenes de los desplazamientos masivos que nos llegan son, otra vez, abrumadoras. La desesperación y el agotamiento se pueden observar en cada rostro y en cada familia. La incertidumbre y los traumas se acumulan. Cada día resulta más complicado encontrar un lugar donde quedarse y totalmente imposible encontrar un lugar seguro. 1,9 millones de personas, es decir, casi toda la población de la Franja de Gaza, han sido desplazadas por la fuerza, muchas de ellas en múltiples ocasiones. Las consecuencias de esos desplazamientos son devastadoras.
Cuando se cumplen dos años de violencia, miles de personas deben tomar decisiones imposibles: huir por la fuerza hacia ningún lugar o quedarse a la espera de que suceda lo peor
La población lo ha perdido todo, han dejado atrás sus pertenencias, algunas esenciales como medicamentos o documentos de identidad. Muchas familias han sido separadas. En el caso de los niños y niñas, el trauma de esto puede marcarles toda su vida. Además, las personas mayores o las personas con movilidad reducida se han enfrentado a kilómetros de camino sin apenas dispositivos o herramientas de asistencia o de apoyo. “Bombardearon nuestros hogares y no encontramos seguridad. Salimos corriendo sin llevarnos nuestras cosas. Tampoco tenemos medios de transporte ni sabemos cómo recuperar nuestras pertenencias. No tenemos nada, ni siquiera comida o bebida. Todos estamos sufriendo”, se lamenta un hombre obligado a huir.
Marcharse hacia ningún sitio o morir
El 10 de septiembre, Naciones Unidas advirtió sobre la escalada en Gaza y las órdenes de desalojo emitidas por el Estado de Israel sin garantías de seguridad. Miles de personas se están desplazando hacia el sur, donde los servicios y suministros ya eran insuficientes para quienes vivían hacinados.
Cuando se cumplen dos años de violencia, las operaciones militares siguen obligando a cientos de miles de personas a tomar decisiones imposibles: huir por la fuerza hacia ningún lugar, porque no queda ningún sitio seguro, o quedarse a la espera de que suceda lo peor. “En Gaza no hay ningún lugar seguro, ni nada que sea seguro para los enfermos, ni estabilidad, ni ninguna zona en la que podamos descansar psicológicamente”, se lamenta un hombre desplazado.
La UNRWA lleva meses reclamando que se permita la entrada sin obstáculos de alimentos y suministros básicos para la población
Además del trauma de tener que abandonar sus hogares, muchas personas se enfrentan a un largo y complicado recorrido. “El camino es muy difícil. Hemos venido desde Gaza, pasando por el centro hacia el sur, hacia las zonas que llaman ‘seguras’. […] El camino está destrozado y los costes son difíciles de asumir. La situación es muy difícil”, cuenta otro desplazado. Alrededor del 77% de las carreteras de la Franja ha sido dañado. Las gobernaciones de Gaza y Khan Younis han sido las más afectadas. El coste del transporte hacia el sur ha aumentado y la mayoría no puede permitirse el lujo de pagar hasta 1.600 dólares para desplazarse.
Ante las dificultades para escapar, muchas han sido y siguen siendo las personas que deciden quedarse y esperar lo peor. “Nos fuimos bajo un intenso bombardeo, con aviones militares y tanques […] La gente escapó en busca de refugio para sus familias. Aunque muchos hubieran preferido quedarse y enfrentarse a la muerte, debido a la verdadera lucha que supone el desplazamiento y lo difícil que es ir de un lugar a otro”, explica un hombre que se ha desplazado ya 17 veces.

Los nuevos desplazamientos se producen en un momento crítico, debido al asedio impuesto desde el mes de febrero en Gaza. La escasez de alimentos está costando la vida a cientos de personas. Con la entrada de suministros bloqueada, la hambruna se ha declarado en la Ciudad de Gaza y es cuestión de tiempo que se extienda al resto del territorio. Además, los medicamentos y suministros médicos son muy escasos. Los pacientes con enfermedades crónicas, como diabetes, hipertensión o cardiopatías, cada vez corren mayor riesgo de morir.
En Gaza todo está arrasado, el 78% de la infraestructura está destruida o dañada. Los refugios están gravemente masificados, las familias en ellos sobreviven sin intimidad y sin apenas espacio
En estas condiciones, los desplazamientos son mucho más arriesgados. Sin energía por la falta de alimentos, bajo el sol y sin apenas agua y sin medicamentos, caminar y cargar pertenencias es una amenaza real. Al llegar a las zonas designadas tampoco hay apenas suministros ni casi posibilidades de acceder a servicios esenciales. “Cuando llegamos, no encontramos ninguna ayuda. Ni siquiera tenemos tiendas de campaña, solo el cielo despejado. No hay nada, ni colchones, dormimos directamente en el suelo. No hay agua ni comida. Nuestros hijos tienen que arriesgar sus vidas para conseguir una jarra de agua”, asegura una madre desplazada con su familia.
Refugios desbordados
Para quienes huyen, al final de ese camino no espera ningún lugar seguro ni acogedor donde instalarse. En Gaza todo está arrasado, el 78% de la infraestructura está destruida o dañada. Los refugios están gravemente masificados, las familias en ellos sobreviven sin intimidad y sin apenas espacio. Cada vez es más complicado acoger a nuevas personas desplazadas que buscan un lugar. “Salí de mi casa y llevo cinco días en la calle, sin encontrar nada. No encontramos ningún lugar, ni tiendas de campaña, ni siquiera agua para que los niños beban. Estoy cansada, cansada de no saber adónde ir ni dónde quedarnos. […] Nos dicen que salgamos del campamento en el que estamos, que van a bombardearlo. ¿Qué hacemos?”, explica una mujer que se ha visto obligada a desplazarse.
UNRWA cuenta con 60 escuelas-refugio en Gaza que albergan a 94.000 personas desplazadas. Aunque la infraestructura y el sistema de operaciones están desbordados, los equipos de la agencia siguen brindando servicios esenciales, como atención primaria o apoyo psicológico, repartiendo agua, gestionando residuos sólidos y reparando los imperfectos tras tantos meses albergando a miles de personas.
Lo que estamos viendo día tras día, en directo, durante dos años amenaza valores globales que creíamos asentados y respetados, como el derecho internacional humanitario
Los 12.000 profesionales de la agencia dentro de Gaza que siguen trabajando en la Franja se enfrentan a las mismas condiciones que el resto de la población. Han sido obligados a desplazarse, han perdido a seres queridos y sus hogares y apenas pueden comer. Su sufrimiento es incalculable, pero se juegan la vida para seguir apoyando a su comunidad.
Desde octubre de 2023, los profesionales de salud mental de UNRWA han brindado apoyo psicológico a 730.000 personas y siguen aprovechando espacios en los refugios para organizar actividades recreativas para los niños y niñas, con el fin de aliviar sus traumas tras los desplazamientos.

La población de Gaza no puede más. Se siente atrapada, abandonada, mientras el mundo mira. Ya no tienen que sufrir solo los bombardeos, ahora también ven morir a sus seres queridos lentamente por el hambre, mientras los alimentos y otros suministros esenciales esperan a un par de horas de la Franja.
¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Hasta cuándo se va a permitir ahondar en el sufrimiento de dos millones de personas? Lo que estamos viendo día tras día, en directo, durante dos años amenaza valores globales que creíamos asentados y respetados, como el derecho internacional humanitario. Si estos valores compartidos mueren en Gaza, ¿qué podemos esperar en el futuro?
Cada día es un nuevo infierno para los civiles en la Franja, pero también es una nueva oportunidad para que la comunidad internacional actúe, antes de que sea demasiado tarde para más personas. Hay que levantar el asedio e inundar Gaza con asistencia humanitaria a través de UNRWA, que es quien tiene la capacidad y la experiencia para hacer frente a las enormes necesidades. El alto el fuego debe llegar inmediatamente, porque la vida y la dignidad de Gaza importan. Su población tiene derecho a vivir con seguridad y esperanza.
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