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unidas frente al odio
La extrema derecha en internet y la batalla cultural
Un estudio de 2016 sobre la presencia en internet de los partidos políticos de extrema derecha en el Estado español, titulado La estrategia de la nueva extrema derecha española en internet, de la investigadora Ana I. López, revelaba que, poco a poco, estos habían ido prescindiendo de la simbología nostálgica relacionada con el régimen franquista para utilizar una imagen de neutralidad ideológica y visual, con elementos comunes con sus homólogos europeos.
Esta tendencia precede a la rápida evolución que ha sufrido la ultraderecha en los últimos años, en consonancia con el cambio de paradigma que significa el ciberespacio en términos de comunicación. En la guía de estilo de Andrew Angle para el Daily Stormer (uno de los principales portales digitales de la ultraderecha en inglés), el autor alentaba a introducir conceptos racistas de modo que parecieran menos amenazadores, con el objetivo de marcar agenda y reorientar el foco del debate.
El interés de la ultraderecha actual en crear una jerga propia y definir el espacio político según sus marcos bebe del ideólogo de la Nouvelle Droite francesa Alain de Benoist, quien citaba el libro 1984 de George Orwell y decía que, «quien controla el poder de definir las palabras, controla también las mentes». La apropiación simbólica de Orwell a la hora de denunciar a sus enemigos políticos se produce constantemente por parte de la derecha radical; muchas veces, como crítica directa a las políticas gubernamentales.
El portavoz de Vox, Jorge Buxadé, leyó unos fragmentos del citado libro al presentar un recurso contra el estado de alarma durante la crisis de la covid-19, mientras que los carteles de Alvise Pérez contra el Gobierno hacen referencia al Gran Hermano.
Cambiar la opinión pública sobre determinadas ideas y convertirlas de inaceptables a posibles es uno de los motivos de la importancia de una nueva jerga
Según la teoría de la ventana de Overton, las posibilidades de acción política están limitadas no tanto por el poder o las instituciones, sino por la aceptación pública de determinados presupuestos. Esta idea, desarrollada por Joseph P. Overton para el think tank neoliberal Mackinac Center for Public Policy, ha tenido gran calado a la hora de trazar estrategias discursivas. Cambiar la opinión pública sobre determinadas ideas y convertirlas de inaceptables a posibles es uno de los motivos por los cuales es importante la creación de nueva jerga y eufemismos.
Tanto el líder del partido ultranacionalista belga Vlaams Blok, Filip Dewinter, como el propio Alain de Benoist, citaban el concepto de hegemonía de Gramsci a la hora de poder llevar a cabo políticas: «La mayoría ideológica es más importante que la mayoría parlamentaria». Cambiar la opinión pública sobre determinadas ideas y convertirlas de inaceptables a posibles es uno de los motivos de la importancia de una nueva jerga.
La construcción y uso de conceptos políticos funciona de modo identificativo, ahondando en el sentido de colectividad y en la creación de enemigos y aliados. Existen numerosas palabras que han ido abriéndose paso en el discurso político actual y que, sin necesidad de estar fraguadas en la agenda de la ultraderecha, su uso y abuso acaban por hacerle juego y dar espacio a la ideología ultraconservadora, racista o antifeminista. Mucha de la jerga acuñada nace a modo de dog whistle, que se traduce como «silbato para perros» o «mensaje en ultrasonidos». Se trata de eufemismos o claves dirigidas hacia una minoría que sabe su significado, cómo «1488» o «HH», que son combinaciones de símbolos alfanuméricos que encierran eslóganes nazis: el número catorce es por estas catorce palabras: We must secure the existence of our people and a future for white children (debemos asegurar la existencia de nuestro pueblo y un futuro para los niños blancos), del supremacista norteamericano David Lane. El número 88 es la repetición de la octava letra del abecedario, la H, en referencia al saludo Heil Hitler. Así, se evita nombrar abiertamente cuestiones racistas o totalitarias.
Muchos de los vocablos que hoy emplea la ultraderecha fueron naciendo con la colaboración de personas anónimas en foros como 4Chan u 8Chan
La expansión y el uso de estas nociones a través de las redes sirve a modo de autojustificación: cuanto más se usan, más lejos llegan y más validez tienen. La propia creación de muchas de estas palabras está relacionada con el lenguaje de internet y de la cultura digital. Muchos de los vocablos que hoy emplea la ultraderecha fueron naciendo con la colaboración de personas anónimas en foros como 4Chan u 8Chan, o sus análogos en español, Hispachan, Forocoches o Burbuja. Algunas de las palabras que veremos a continuación no son de uso exclusivo de la ultraderecha, pero sí que son empleadas activamente por la propaganda de esta ideología con el objetivo de marcar agenda, crear sensación de comunidad e intervenir en el debate público.
El término «feminazi» fue popularizado por el locutor radiofónico Rush Limbaugh en los 90, que lo usó para nombrar a las mujeres que se manifestaban por el derecho al aborto. Hoy en día su uso está normalizado más allá de los círculos de extrema derecha. La palabra junta los vocablos «feminista» y «nazi». Es un buen ejemplo de cómo el lenguaje puede contribuir a la aceptación de ideas en el subconsciente colectivo, ya sea que el feminismo tiene algo que ver con los regímenes totalitarios o que hay distintos tipos de feminismo, algunos aceptables y otros no.
En Forocoches también nació el concepto de «charo», que se emplea también para ridiculizar a mujeres de mediana edad de ideología progresista. Respecto al racismo, podemos observar cómo la ultraderecha del sur de Europa tiende a trabajar sus propios términos e imaginario, ya que la idiosincrasia de los territorios hace que sea imposible trasladar el discurso americano o anglosajón. En Estados Unidos, Richard Spencer centra el discurso «identity politics for whites» para evitar hablar de supremacismo blanco. En España, últimamente hemos visto como el odio racial se centra especialmente en los menores no acompañados, a los que se deshumaniza y criminaliza mediante el uso de la palabra «menas», acrónimo de amplio uso no solo entre los partidos racistas, sino también en los medios de comunicación generalistas. Con la inmigración y el islam sucede algo parecido.
En general, se considera a la «ideología de género» como trasunto de las teorías de género y queer desarrolladas a finales de los 80 y 90 por filósofas como Judith Butler
En estos casos, «Vox (y otros actores políticos) recurren mucho a la metonimia» y a «la hipérbole y a la exageración», vinculando términos como «emigración» al de «invasión» y «musulmán» al de «terrorista», utilizando «metáforas fuera de contexto que no aguantarían ningún criterio de verosimilitud», como señala la periodista Verónica Fumanal. Del mismo modo, apelativos como «ingeniería social», introducido por el miembro de la Escuela de Fráncfort Karl Popper, o «marxismo cultural» son empleados constantemente, aunque dentro de límites y acepciones que no son reconocidas por casi ningún otro interlocutor que no sea la derecha.
El artículo de Minnicino «New Dark Age: Frankfurt School and Political Correctness» se considera el pionero a la hora de señalar el «marxismo cultural» como una corriente que pretende «socavar los cimientos de los valores europeos». El propio término es recogido por la Wikipedia como una teoría de la conspiración. Anders Breivik, responsable de la matanza de Utoya, empleaba ambos términos en su manifiesto «2083, una declaración de independencia europea».
En el Estado español, han sido popularizados sobre todo por el escritor César Vidal, el blog ultraderechista Disidentia (que cuenta con casi 150 entradas con «marxismo cultural») y el neoliberal Instituto Mises. Siempre en estrecha relación a los mencionados, suele aparecer la expresión «ideología de género», considerada por Wikipedia en su versión en inglés como un concepto relacionado con la teología católica y el movimiento antifeminista.
En general, se considera a la «ideología de género» como trasunto de las teorías de género y queer desarrolladas a finales de los 80 y 90 por filósofas como Judith Butler. Es en el seno de la extrema derecha, especialmente desde las asociaciones católicas como HazteOir, donde se promueve el uso de este concepto, aunque su uso haya trascendido más allá. En el Disidentia, fundado por Javier Benegas y Fernando Díaz Villanueva, donde colaboran, entre otros, Hermann Tertsch (europarlamentario de Vox) o Luis del Pino (que cuenta con el espacio radiofónico Sin complejos en el medio online Libertad Digital), se define la ideología de género como «incompatible con la cordura y el estado de derecho».
Otra de las personas que más ha hecho por su expansión ha sido la militante de Vox Alicia V. Rubio, con su libro autoeditado Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres. Para entender cómo nos afecta la ideología de género. Otro de los espacios donde más se ha esgrimido este discurso antifeminista ha sido en YouTube, con los vídeos de canales como el de Un Tío Blanco Hetero, personaje que niega su afiliación a la extrema derecha y se ha mostrado contrario a Vox y más cercano a las tesis neoliberales de Jordan Peterson.
La reapropiación del insulto «facha» entronca con toda esta cosmovisión, y sus usos paródicos en la red son numerosos, desde los canales y hashtags del #teamfacha o los vídeos humorísticos como el de Ser Facha de Rubén García o Facha Heroes
Todos estos conceptos se engloban dentro de otro cuyo uso ha ido en aumento: «dictadura progre». Un artículo de El País de 2007 ya indicaba el creciente uso del término «progre» como «la palabra más usada en los blogs y foros de nuestra derecha extrema, «con 216.000 entradas en Google». Una búsqueda hoy de «dictadura progre» arroja en el buscador más usado entre 700 y 800 mil resultados. La editorial de inspiración católica Sekotia publicó en 2006 un libro con ese mismo título, La dictadura progre, escrito por uno de los más veteranos columnistas de Libertad Digital, Pablo Molina.
Uno de los mantras de Vox es el de la lucha contra esa supuesta dictadura, que repiten en eslóganes, mítines y vídeos en redes. En su web podemos leer «queremos defender la libertad frente a la dictadura progre». Un ejemplo es el 13 de agosto de 2020, en el que Rocío de Meer, diputada de Vox, llegó a twittear hasta tres veces acerca de no arrodillarse ante esa supuesta dictadura, y enlaza un tuit a vídeos e imágenes de la formación neonazi y negacionista del holocausto Amanece Europa. La polémica que suscitó fue suficiente para que borrara esa referencia, pero ante el hashtag que se promovió, #VoxEsNazismo, su respuesta fue la de «colocarse los insultos como medallas».
La reapropiación del insulto «facha» entronca con toda esta cosmovisión, y sus usos paródicos en la red son numerosos, desde los canales y hashtags del #teamfacha o los vídeos humorísticos como el de Ser Facha de Rubén García o Facha Heroes. La desmitificación y las quejas hacia ese insulto son esgrimidas por todo tipo de personajes, como Quique San Francisco en su visita al programa Estado de Alarma, presentado por Javier Negre, que se emite en YouTube. Desde Vox, aunque Santiago Abascal ha esquivado el término en ocasiones, negando «ser fascista ni facha» en su visita al programa de televisión El hormiguero, sí mostró cierta reivindicación del término en el mitin de Vistalegre del 7 de octubre de 2018, que estableció una frase que corre por las redes de ultraderecha aún hoy: «Si amar a España es ser facha, lo soy».
Estos términos suelen inscribirse en una lógica victimista que el sociólogo Michael Kimmel definía como la «sensación de derecho agraviado» (Kimmel, M. Hombres (blancos) cabreados, Barlin Libros, 2019), que define el conflicto generado por la pérdida de privilegios por parte de los hombres blancos. Esta sensación, según el autor, tuvo un papel clave para los esquemas mentales de grupos antifeministas que se vieron seducidos por Donald Trump y otros colectivos de ultraderecha en Estados Unidos. Esta retórica da pie a crear la figura de la víctima que se rebela y se torna resistente. Presentarse como «la resistencia» o la «disidencia» ayuda a crear un imaginario colectivo de autojustificación.
En España tenemos agrupaciones como Resistencia Democrática de España, capitaneada por María Luisa Fernández. Esta plataforma digital es responsable de iniciar las manifestaciones contra las medidas por el coronavirus y ha sido asociada a varios grupos neonazis como ADÑ (coalición de Democracia Nacional y Falange) u Hogar Social Madrid.
También destaca la cantidad de perfiles en redes y canales que emplean estas palabras. Tenemos el blog ya mencionado, Disidentia, y otro blog y canal de Telegram llamados Disidencia, que es de perfil mucho más duro y filofascista.
Por su parte, el investigador Marcelino Madrigal publicó un documento titulado Plataformas digitales disidentes donde aparecía en qué redes y webs se alojaba contenido ultraconservador, xenófobo o tercerposicionista en castellano. En Telegram, también existen canales como Disidencia y Resistencia, donde la apología del fascismo se difunde abiertamente.
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Andrew Anglin también habla de hijacking culture (secuestro de la cultura) en su guía digital. En un apartado en el que incita a «robar memes» y otros elementos culturales «aunque su origen sea judío», explica que «adjuntar conceptos nazis a la cultura del entretenimiento tiene el objetivo psicológico de separar el aura de rechazo que existe hacia nosotros por cómo se nos ha tratado hasta ahora. A través de este método podemos emplear elementos ya existentes para transmitir nuestras ideas y agenda». Ejemplos de esto los hemos podido ver en las campañas más virales de Vox, que empleaban referencias a El señor de los anillos o 300, o cómo se ha intentado resignificar la máscara de Guy Fawkes del cómic y film V de Vendetta, que en principio se situaba hacia la extrema izquierda, el anarquismo o el activismo digital (Anonymous).
El ejemplo paradigmático es, sin duda, la rana Pepe, extraída del cómic Boy’s Club, que medró como meme en el foro 4Chan para, poco a poco, convertirse en un avatar de la extrema derecha y movimientos neonazis. La Anti-Defamation League la ha añadido recientemente a su recopilación de símbolos de odio, junto a la esvástica o las SS. Aunque en EE. UU. su uso ya estaba extendido en 2017, en el Estado español se ha popularizado hace poco. Tuvo bastante éxito como avatar en redes sociales su versión clown world (mundo payaso), que se relaciona con la iconografía de Joker, película alrededor de la cual se construyó una polémica instrumentalizada por la ultraderecha para extender su mensaje.
Otro ejemplo de hijacking culture en internet ha sido el fashwave, es decir, la reelaboración en clave neonazi de vídeos y estética retro que venía haciéndose colaborativamente en fotos, montajes y música bajo el término vaporwave. Su popularidad aún es marginal, pero en ciertos nichos de la web ha conseguido calar mensajes; los más célebres son Remember what they took from you (recuerda lo que te arrebataron) o Reject modernity, embrace tradition (rechaza la modernidad, abraza la tradición), entre imágenes glitch y postales que incitan a la guerra racial.
El uso de elementos de la cultura pop para transmitir mensajes de odio tiene diversas ventajas para sus promotores
La última vuelta de tuerca en esta dirección ha sido el «boogaloo», un meme/ eufemismo para reivindicar la necesidad de un Gobierno ultraconservador al que se debe acceder mediante una guerra civil. En EE UU ha tenido un impacto mediano durante las últimas protestas del Black Lives Matter en el verano de 2020, tras un atentado promocionado y planeado en redes bajo este nombre. Pero en España su influencia es menor y se reduce a ciertos avatares online que reproducen la imaginería tropical y las camisas hawaianas características de este movimiento. Algunos perfiles en redes sociales se hicieron eco de esta tendencia a partir de los homicidios cometidos por Kyle Rittenhouse, especialmente cuentas de corte liberal o paleoliberal que intentaron crear la tendencia #FreeKyleRittenhouse. En la misma línea, gran cantidad de las referencias y ambientes por los que se mueve la nueva ultraderecha en internet están influenciadas por la cultura game, que hace referencia a los videojuegos. Por ejemplo, NPC es la sigla de non playable character (personaje no jugable). Este es un insulto que se empleó para despreciar a la gente progresista en EE. UU. durante la primera campaña electoral de Donald Trump con el objetivo de deshumanizarla y reducirla a un estereotipo risible.
La alt-right pipeline consiste en una «lenta colonización del yo, una infiltración pasiva del corazón y la mente», según Luke Munn, hacia ideas ultraconservadoras a partir de tres fases
En España el término ganó popularidad a partir del vídeo Vox malo, posteado hacia abril de 2019, en el que se mostraba a diversas periodistas cuya cara había sido sustituida por la del meme Wojak y repetían la frase «Vox malo», como modo de mostrar un supuesto acriticismo a la hora de tratar la formación de Abascal. El uso de elementos de la cultura pop para transmitir mensajes de odio tiene diversas ventajas para sus promotores. El aura de inocencia y ambigüedad permite, más allá de sortear la ley y la política de contenidos de las plataformas, que mucha gente comparta las publicaciones sin tener consciencia de que pueden estar relacionadas con grupos fascistas. El algoritmo de las redes sociales, como ha sido criticado en varias ocasiones, sugerirá fácilmente a estos usuarios contenido extremista.
Albert Lloreta cuenta cómo se da este fenómeno en el Estado español en su vídeo De Forocoches al Rubius: venir a por mí: el meme racista, en el que muestra como un meme usado en un vídeo de El Rubius (exitoso youtuber cuyo público es mayoritariamente adolescente) forma parte en realidad de un vídeo de contenido racista. Los fans del youtuber, queriendo usar el meme o investigar su origen, acceden fácilmente a contenido que promueve mensajes de odio y el algoritmo les va a seguir sugiriendo vídeos de este tipo. En ocasiones, la extrema derecha, consciente de este hecho, ha trazado estrategias que lo aprovechan. Es el caso relativo a PewdiePie, el youtuber de mayor éxito mundial, que, pese a no estar relacionado directamente con la política, sus chistes racistas han provocado que parte de la ultraderecha lo señale como una puerta de entrada.
La alt-right pipeline consiste en una «lenta colonización del yo, una infiltración pasiva del corazón y la mente», según Luke Munn, hacia ideas ultraconservadoras a partir de tres fases distintivas que pasan de la normalización, la aclimatación y la deshumanización, a base de verse expuesto a propaganda en sus diversas formas. Internacionalmente a este fenómeno se le llama take the red pill (tomar la pastilla roja), en referencia a la película Matrix. En español, es de común uso la traducción «rojopastillado» para definir el individuo que ha entrado en marcos mentales de este tipo.
Estar expuesto a este tipo de material no significa recorrer el camino completo hacia la radicalización total. Sin embargo, se ha demostrado que casi todos los terroristas de extrema derecha han llevado a cabo su extremización online
No se trata de un viaje uniforme, sino que se puede acceder desde distintos lugares y no se tiene por qué recorrer entero. A quienes emiten sus opiniones huyendo de lo que llaman «corrección política» también se les suele definir como «basados» (otra palabra extraída de la jerga de la alt-right). La radicalización en internet se da, pues, de forma gradual. En una primera fase, el humor y los memes desempeñan un papel esencial, ya que son vistos como ridículos e inofensivos. Gracias, además, a que la ironía provee el beneficio de la duda, son vehículos de provocación y extensión viral de un mensaje que no podría llegar de otro modo. Poco a poco, la persona se va aclimatando a un tipo de discurso y volviéndose más sensible a ciertos marcos mentales. Todo ello, sumado a la velocidad a la que se consume material en internet y cómo las compañías promueven «la explotación del deseo humano de mirar más profundamente en algo que nos llama la atención», tal y como apunta la investigadora Zeynep Tufekci en The New York Times, que describe este fenómeno como «la excitante sensación de descubrir más secretos y verdades ocultas. YouTube lleva a los espectadores a un agujero de extremismo, mientras Google acumula ganancias de anuncios».
YouTube es uno de los lugares donde más se produce este fenómeno, pero no el único. Marcelino Madrigal expuso cómo en ciertos canales de contenido no político de Telegram se coordina el envío de propaganda ultra. Muchas veces se sirven del apoyo de redes informales, que pasan por perfiles de redes sociales que actúan como amplificadores de propaganda reaccionaria. Los más activos en España son Juanfran Escudero, con más de 300.000 seguidores en Twitter, y Alvise Pérez, con 200.000. El propio Alvise tiene un canal muy exitoso en Telegram (18.000 suscriptores), y ha sido uno de los agitadores más activos durante los últimos años, además de ser fuente de noticias falsas.
Sin salirnos de Telegram, existen canales de propaganda de ultraderecha que no tienen problema a la hora de extender memes, bulos y discurso de odio. Algunos funcionan con barniz de comedia, como Azote del Progre, El Fascismo es Alegría o el del Team Facha, desde donde también se coordinan acciones en otras redes. Otros hacen apología del nazismo y el fascismo abiertamente, como Con dos cojones, Disidencia y media decena de canales de Nacional Socialismo. Ninguno de estos llega a los dos mil suscriptores, pero algunos de sus mensajes se cuelan en canales de memes destinados al humor sin ninguna afiliación política.
Vox ha reconocido haber invertido 150.000 euros en la propaganda en internet durante la campaña electoral autonómica de Andalucía, aunque durante la campaña de las elecciones estatales del 24 de abril fue el único partido del que no se registraron publicaciones promocionadas en Facebook
En canales más grandes como The Avatares Spanish Army (15.000 subscriptores) o Resistencia Española (2.000 subscriptores) proliferan teorías negacionistas sobre la COVID y arengas antiglobalización y anticomunistas. Todos difunden sin tregua el mensaje ideológico de Vox (que tiene su propio canal con 53.000 seguidores), aunque no se relacionen directamente con ellos. Estar expuesto a este tipo de material no significa recorrer el camino completo hacia la radicalización total. Sin embargo, se ha demostrado que casi todos los terroristas de extrema derecha han llevado a cabo su extremización online, y desde Anders Breivik a Brenton Tarrant, pasando por la mayoría de los autoproclamados incels (célibes involuntarios), publicaron manifiestos en la web.
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Aunque en España todavía no se ha producido ningún ataque de extrema derecha reconocido por parte de gente radicalizada en línea, sí que existen en la web manifiestos que entroncan con este tipo de terrorismo, como «Un nuevo amanecer: primer manifiesto de la Reconquista».
El material de tinte racista, antifeminista o conservador en la red puede actuar, según la investigadora Julia Ebner, como «catalizador»:
Las dinámicas que he observado online no se diferencian mucho de los procesos de radicalización usuales en las redes fuera de internet. Sin embargo, lo nuevo es la forma en que los grupos se conectan en red y se movilizan internacionalmente. Hoy en día, los grupos marginales pueden hacerse oír mucho más y reclutar miembros más allá de los grupos destinatarios tradicionales. Dado que hay diferentes subculturas en cada país, pueden adaptar específicamente su comunicación y su propaganda. Además, los algoritmos y la infraestructura de la mayoría de las plataformas tecnológicas juegan a su favor. Especialmente en los algoritmos de recomendación, suelen tener preeminencia los contenidos radicales, por lo que uno va a parar rápidamente a cámaras de eco extremistas sin tener necesariamente una tendencia política o ideológica previa.
Existen testimonios personales sobre el proceso de radicalización en YouTube y el funcionamiento de la alt-right pipeline, pero de momento no se encuentra nada semejante en castellano. Posiblemente porque todavía es pronto para ver los resultados del entramado de la, llamémosle, «fachaesfera». Ninguno de los canales más exitosos como Libertad y lo que Surja (180.000 seguidores), InfoVlogger (170.000) o Un Tío Blanco Hetero (310.000) llevan más de tres años en la red.
Los constantes paralelismos entre la ultraderecha europea y la norteamericana no son casualidad; de hecho, Vox ha contado entre sus filas, en calidad de asesor, con Steve Bannon, que dirigió la campaña electoral que llevó a Donald Trump al poder. La receta de Bannon se basa en huir de los medios tradicionales, un manejo intensivo de las redes sociales y la difusión de datos falsos con el fin de crear polémica y conseguir el voto motivado por el miedo. Vox ha reconocido haber invertido 150.000 euros en la propaganda en internet durante la campaña electoral autonómica de Andalucía, aunque durante la campaña de las elecciones estatales del 24 de abril fue el único partido del que no se registraron publicaciones promocionadas en Facebook.
La inversión en promoción de publicaciones en las distintas redes sociales es hoy parte imprescindible de las campañas electorales de todos los partidos, por lo que llama la atención que Vox no destine una generosa partida de su presupuesto a este fin. Una posible respuesta a la cuestión es que no le ha hecho falta invertir en la promoción de sus publicaciones porque su tarea comunicativa en redes sociales ya estaba hecha antes. Se trata de una formación que ha crecido al calor de la comunidad virtual y, en gran parte, su auge se debe a la técnica de provocación que ha implementado durante meses: no ha intentado apelar al sujeto abiertamente nostálgico del franquismo, sino que ha promocionado contenidos propios segmentadamente, dirigiéndose a población de izquierdas.
El objetivo de la táctica: conseguir la indignación del adversario y con ello la interacción. Gracias a esta interacción de usuarios de izquierdas, los ultraderechistas han conseguido un amplio alcance, que les ha permitido llegar a contactos indecisos o de tendencia derechista que no obtendrían a través de la publicidad segmentada. Antes de que WhatsApp limitara la posibilidad de compartir contenidos masivamente para evitar la propagación de bulos, Vox utilizó con éxito los canales que la aplicación ponía a disposición.
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Al tratarse de un canal de comunicación privado, no hay datos verificables del alcance de estos mensajes, pero la idea es que sean distribuidos por los mismos receptores iniciales. Por su trascendencia en redes sociales y medios de comunicación digital, además de la posterior aplicación del mismo método por parte del resto de partidos, podemos deducir que la estrategia ha resultado efectiva. Otro hecho relevante es que se trata de un partido apoyado por fans del proyecto, es decir, entusiastas que colaboran activamente a su difusión e incluso elaboran materiales, como vídeos y memes, que luego se distribuyen desde las cuentas oficiales. Esta interacción, insólita en el resto de las formaciones parlamentarias, contribuye a crear una sensación de comunidad, y con ello una burbuja informativa propia.
En una burbuja paralela encontramos al #TeamFacha, la marca digital de la ultraderecha estilo alt-right en el Estado español. La idea deriva en gran parte de las campañas de la artista Sofía Rincón, quien hablaba, más desde la provocación que desde la militancia, de «la derecha como performance». Su manifiesto «FachFetish» tuvo decenas de adhesiones, principalmente de personajes de la cultura digital (gamers, youtubers…) y columnistas. No todos ellos participaban directamente de la militancia de ultraderecha, pero sí que formaban parte del juego de espíritu trol que impera entre la derecha reaccionaria en la red.
Los rastreos del equipo de heurística y de investigadores como Mari Luz Congosto, Bari Díaz (en el canal de Telegram Hilos y Grafos) y Marcelino Madrigal han mostrado cómo se propagan las campañas de intoxicación informativa, conspiraciones, bulos y propaganda de extrema derecha
Por otra parte, autodenominarse fachas de forma irónica o reivindicativa parte de la estrategia de reapropiarse de un insulto que, consideran, está sobreutilizado. Lo podemos ver en el vídeo musical titulado Superfacha, de Sofía Rincón y el militante de Vox Bernand Ndongo, que llega a casi el medio millón de visitas en YouTube. Más exitoso aún fue el posterior Fachas Heroes, publicado también en 2019, en el que colaboraban gran parte de los youtubers de inspiración conservadora de esa red, y que ayudó a extender el uso de los términos «facha» y «team facha».
Otra reapropiación del insulto se vehiculó a través del videojuego Minecraft, uno de los más exitosos de la historia. Gamers y youtubers de ultraderecha montaron un servidor para el juego que fue conocido como Fachaland y que contó con su propia versión del Cara al Sol por parte de los Meconios (canal de YouTube de versiones fascistas de canciones en tono supuestamente irónico). A este servidor, que se presentaba a sí mismo como «paródico y satírico» y que «no pretendía hacer ningún tipo de enaltecimiento a ninguna ideología totalitaria» se incorporaron figuras como el youtuber Dalas Review, que no milita activamente, pero es conocido por sus comentarios misóginos y antifeministas.
En Fachaland se podía ver una recreación del Valle de los Caídos y gozó de relativa popularidad hasta que varios de sus participantes se pelearon entre ellos y poco a poco lo fueron abandonando. Otro episodio de este tipo fue el que el Team Facha denominó «la noche de los bots caídos» o «de los baneos largos», el 8 de abril de 2020. El contexto fue el de la instrumentalización del estado de alarma durante la pandemia, momento en el que la ultraderecha empleó bots y una férrea disciplina para intoxicar el debate en redes y obtener trending topics. «La noche de los baneos largos» consistió en la repetición de un mensaje en Twitter que simulaba ser emitido por un bot, el cual contenía referencias criptonazis, y que se reprodujo por cientos de perfiles afines. Muchos de ellos fueron eliminados por ser considerados spam.
Un par de días después se produjo un suceso parecido cuando seguidores de @españabola, quizás el perfil más exitoso de la alt-right de Twitter en español, repetían el mensaje «Felipe Sexo», a modo de comedia y apoyo al rey Borbón, intentando alcanzar otro trending topic, pero fueron expulsados de la red social, de nuevo, por ser considerados spam. Al mismo tiempo, aparecía en la plataforma de blogging Medium un artículo que analizaba estos movimientos del #TeamFacha, publicado por un perfil que pretendía suplantar la identidad de una supuesta periodista que investigaba la ultraderecha en redes.
Los rastreos del equipo de heurística y de investigadores como Mari Luz Congosto, Bari Díaz (en el canal de Telegram Hilos y Grafos) y Marcelino Madrigal han mostrado cómo se propagan las campañas de intoxicación informativa, conspiraciones, bulos y propaganda de extrema derecha, ya sea mediante perfiles influyentes, amplificadores o granjas de bots pagadas. Pero es importante entender que también existen lazos informales creados en redes que ayudan a extender y hacer más visible esa ideología.
Recientemente, Facebook se ha enfrentado a denuncias de ONG que le han llevado a tener que eliminar hasta diecisiete páginas vinculadas de algún modo con la extrema derecha, que sumaban más de un millón de seguidores. Sabemos que «no surgen desde abajo, desde la ciudadanía, sino que están coordinadas desde muy arriba», como señala Carlos del Castillo en un artículo en elDiario.es. Para muchos de sus participantes, este tipo de campañas significan poco más que diversión. Se trata de una estrategia inspirada por el espíritu trol de internet promovido durante años por los usuarios de webs como 4Chan o Forocoches. De estos espacios, entre otros, han surgido acciones que, si bien no podemos atribuir directamente a la extrema derecha, emplean códigos similares a los reivindicados por la alt-right en redes.
La ultraderecha tiene muy presente este espíritu lúdico a la hora de sumar adeptos, y debajo del sentido del humor y las ganas de transgredir es difícil separar qué acciones expresan genuinamente unas ideas políticas de cuáles se llevan a cabo meramente «for the lulz» (por las risas).
Un ejemplo reciente lo tenemos en la polémica suscitada por la petición de cambiar la mascota y el nombre de la marca de productos de chocolate Conguitos. Ante las acusaciones de racismo por parte del colectivo Afroféminas, afines al Team Facha cambiaron la foto de su perfil por la imagen criticada y se crearon memes que se burlaban del movimiento Black Lives Matter, que en aquel momento se encontraba protestando tras el asesinato de George Floyd. Al mismo tiempo, Alvise Pérez, junto con figuras visibles de Vox como Espinosa de los Monteros, Mariscal Zabala y Monasterio subieron fotos a sus redes posando con paquetes de Conguitos. Este tipo de guiños demuestran cierta simbiosis entre militantes de Vox y otras formaciones, troles de internet y simpatizantes de ultraderecha. Se ha de tener en cuenta esta tendencia a la hora de analizar el crecimiento de ideas y organizaciones de este signo en la red.
En conclusión, en los últimos años hemos podido observar una clara evolución en la propaganda de la extrema derecha en internet. La transformación ha consistido en reformular o deshacerse de la simbología fácilmente identificable como totalitaria para apostar por un novedoso estilo más ambiguo. La nueva estrategia se basa en una lógica victimista que intenta situar la ideología del odio hacia las minorías en una posición de resistencia o disidencia contrapoder, que emplea eufemismos que pongan en el debate público agendas reaccionarias.
La accesibilidad del contenido a través de la red permite que se creen comunidades que consuman contenidos propios y adapten otros, siendo influenciadas por lo que sucede en todo el mundo. Así, la «fachaesfera» de España incorpora ideas y formas de actuación de la alt-right estadounidense y puede retroalimentarse de todo el contenido ultraconservador que se pueda encontrar en castellano por internet. La ultraderecha está sabiendo aprovechar las cámaras de eco que crean las redes sociales, utilizando todos los medios a su alcance para lograr posicionar su contenido. Esto incluye el uso de noticias falsas, bots, humor, viralización de contenido y todas las plataformas disponibles. Los algoritmos de las grandes compañías facilitan la rápida difusión del contenido extremista y que la radicalización suceda de manera gradual. Esto permite que la captación hacia posturas en la órbita del neofascismo se produzca a través de diversos ejes, como el antifeminismo, las teorías de la conspiración o la islamofobia.
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Unidas frente al odio Difusión y batalla cultural: cabeceras de la extrema derecha
"El informe completo, que será publicado por capítulos en esta página web ( https://www.rosalux.eu/es/article/1927.de-los-neoc%C3%B3n-a-los-neonazis.html ) puede solicitarse por correo electrónico, en": info.madrid@rosalux.org
https://www.rosalux.eu/es/article/1927.de-los-neoc%C3%B3n-a-los-neonazis.html
Siendo soci@ de "El Salto", quisiera saber qué he de hacer para que no se me penalice económicamente obligándome a una doble suscripción para obtener el libro "De los neocón a los neonazis"... ¿Obtendré respuesta?