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Unión Europea
"Hay que identificar cualquier eslabón débil de los avances neoliberales y atacarlo"
La victoria de Donald Trump, el Brexit, el poder financiero de la City o el anhelado “bloque del sur” como antídoto frente a la austeridad son algunos de los frentes abiertos en la coyuntura europea que Susan Watkins analiza en esta entrevista.
Desde el año 2003, Susan Watkins se encarga de la edición de la New Left Review, una publicación de referencia del pensamiento europeo que, desde el año 2000, se publica también en castellano. Watkins estuvo en Madrid en un acto con su compañero Perry Anderson y con Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, en el Congreso de los Diputados.
Un día después, la editora de la revista, autora también de varios artículos de análisis sobre la situación europea tras la crisis de 2008, se acerca a La Ingobernable, un espacio recuperado por parte del tejido social madrileño. Allí, se presta a una entrevista con varios participantes. Durante media hora habla de la crisis del continente, de los efectos del Brexit y de las posibilidades de transformación que debe explorar la izquierda en este ciclo político.
¿Cuáles son los retos a futuro para una izquierda transformadora en Europa?
Los objetivos a corto plazo tienen que ser identificar los agresivos avances neoliberales del orden dominante en Europa e identificar en ellos cualquier eslabón débil, subrayarlos y atacarlos tan fuerte como se pueda. Como debatíamos ayer, el Pacto Fiscal es uno de los aspectos más inseguros del avance del nuevo orden en Europa. Eso, y por ejemplo en España la modificación de la Constitución para insertar el pago de la deuda, es algo que sería posible organizar internacionalmente, en España, Portugal –donde el Bloco de Esquerda ha propuesto un referéndum en toda Europa contra el pacto fiscal, etc– Así que, ¿cuáles son los eslabones débiles? ¿Cómo podemos movilizarnos contra ellos? ¿Qué herramientas tenemos para movilizarnos contra ellos? Pienso que también es importante atacar allá donde podamos. Frentes múltiples, allí donde haya una oportunidad se debería usar. El nivel de corrupción, el hecho de que el PSOE está básicamente respaldando el Gobierno de Rajoy, esos son aspectos que deberían ser atacados.
¿Se está en este momento en condiciones de derrotar al neoliberalismo, que sirve de base a esta Unión Europea? ¿Ese desmontaje pasa por desmantelar el euro?
Está claro que incluso en Grecia el euro tiene un asombroso grado de legitimidad. Incluso cuando la gente entiende que son el Banco Central Europeo o la Comisión los que están imponiendo controles o recortes realmente dañinos a los gobiernos nacionales, la enorme mayoría de la población en España piensa que el euro funciona mejor que la peseta. En Grecia lo mismo, se debería criticar al Gobierno de Syriza por no haber planteado la pregunta: ¿Qué significa volver al dracma y dejar el euro? Concretamente, ¿cómo lo hacemos? ¿Qué podríamos ganar? ¿Qué ocurriría con la deuda? Cuestiones técnicas. La izquierda debería haber abordado intelectualmente algunas de estas cuestiones. El proyecto para contemplarlas se quedó en estado embrionario.
En Grecia Varoufakis hizo algunas cosas, Tsipras intentó explorar si podría conseguir créditos de China o Rusia, pero había verdadero miedo tanto arriba como abajo, así que ésos son temas que se tienen que abordar. Ciertamente, lo que la izquierda intelectual puede hacer es empezar a hacer esas preguntas técnicas y explorar estos temas. Los franceses han hecho la mayor parte del trabajo sobre este asunto, creo, y alguna de la gente de la tradición regulatoria ha mirado cuáles son las posibilidades para diferentes etapas dentro del euro. Pero la cuestión crucial es el poder de gestionar la moneda, que ahora es de Alemania debido a la crisis. Después viene la pregunta de si sería posible una Alianza de Italia, España, Portugal, Francia… para rechazar las políticas alemanas para el euro. En ese tema el impulso viene del nivel nacional, que no puedes ignorar en Europa.
Previamente has hablado de los tres planos de tensión de la UE, el de las relaciones cívico-democráticas entre los gobernantes y los gobernados y el de las relaciones interestatales entre los países miembro. Me interesa que ahora explique cómo se ha transformado el tercer plano, el de las relaciones geopolíticas, con la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Parecía que las mejores cartas del programa de Trump eran su política exterior y lo que decía antes de ser elegido. Pero ¿cómo se le puede dar importancia a lo que dice? Sería bueno que diera marcha atrás en esta agresión loca contra Rusia. Sería histórico que diera marcha atrás en el rol imperial de Estados Unidos. Estaría bien que rompiera el NAFTA, excelente que rompiera el TTIP. Por supuesto todo eso era una ilusión, pero era lo que parecía el aspecto positivo de Trump. Eso se combinaba con mudar la Embajada en Israel a Jerusalén, respaldar a Arabia Saudí y una loca ensalada de declaraciones. Lo que importa es lo que realmente hace. Es muy impredecible. Parece que ha sido acogido por la élite imperial republicana y la cosa sigue igual, así que no es un gran cambio.
¿Y en el caso del Brexit? El aspecto que más nos preocupa es la percepción de que hay un aumento de la xenofobia a raíz del ‘sí’ a abandonar la Unión Europea.
Definitivamente, la peor parte del Brexit son los problemas para la libertad de movimiento, que es la mejor parte de la Unión Europea. Por supuesto, sólo se aplica para gente de dentro de la Unión, y la otra cara de la libertad de movimiento en la UE son los cuerpos ahogados que yacen en nuestras costas. No se puede ser complaciente con la libertad de movimiento en la UE, pienso que debe ser cuestionada. Pero es un aspecto negativo del Brexit. El aumento de la xenofobia no es nada semejante al grado de racismo estatal que ya existía en Gran Bretaña.
Quiero decir que quienes realmente han matado a gente de piel oscura son Blair, Brown, Cameron, bombardeándoles. Ahí es donde está la verdadera crítica del racismo. Las políticas de inmigración siempre han sido gestionadas por un Estado frío y perverso, que ve a cualquier no británico o incluso a los británicos pobres como gente que necesita ser atemorizada. La xenofobia está siempre presente, con Brexit o sin Brexit.
¿Cómo ha afectado a la clase obrera británica ese referéndum?
Por lo que se refiere a la clase obrera, el discurso ha cambiado completamente desde el Gobierno de David Cameron al Gobierno de Theresa May. El Gobierno de Cameron llevaba a cabo una política dura y arrogante contra la clase trabajadora, recortando prestaciones. [George] Osborne, el ministro de Hacienda de Cameron, se marcó eso como objetivo con la arrogante perversidad de la clase dominante. Bien, entonces llegó el Brexit. Las primeras palabras de May fueron “La austeridad ha terminado. La gente trabajadora y sencilla necesita saber que se la está cuidando”. Así que ha habido un enorme cambio de discurso. Dudo que el Gobierno conservador vaya a cuidar a las clases trabajadoras, nunca ha sido así durante muchos años. Veremos, pero los discursos han cambiado. Ha habido un diminuto efecto de control sobre la austeridad dentro de la Eurozona y la Unión Europea, pero (de nuevo) veremos. Además, el otro efecto positivo es eliminar este poder conservador enorme que ha estado apoyando y conduciendo la penetración del capital financiero desde los 80 en la UE, así que hay un equilibrio dentro de la UE mejor que el que había, y quizás abra más posibilidades para Grecia, España, Portugal…
¿Qué papel tiene la City de Londres en estos momentos?
La City de Londres ha sido descrita como el Guantánamo de Wall Street porque pueden hacer allí lo que no se les permite en Manhattan. La mayoría de los grandes escándalos financieros han salido de Londres porque es el salvaje oeste. Ésa es su virtud para el sistema financiero global. Una de las razones por las que Gran Bretaña no se unió al euro fue porque los mercados londinenses más poderosos pensaron que serían más libres, tendrían menos regulación, estando fuera, y podrían hacer más dinero si tuvieran otra moneda para apostar contra el euro, el dólar, etc. La política de no unirse al euro fue en general dictada por la City de Londres. Por supuesto, Frankfurt, París… quieren capturar algo de ese negocio, y quizá consigan algo del negocio europeo. Me imagino que la situación de “Guantánamo” funciona para los grandes bancos de inversión estadounidenses así que ellos quizá abran oficinas más pequeñas en Frankfurt, París o Luxemburgo para esquivar las leyes. Pero lo que ha sido impresionante es que el sector financiero está sólidamente organizado para presionar para obtener todo lo que puedan del Brexit, dando mucho dinero a abogados para descubrir cuál es la situación. Nadie se les puede comparar en términos de determinación.
Antes has hablado de un posible bloque de países del sur de Europa. ¿Tenemos que esperar a la próxima arremetida de la crisis económica para que se vuelva a hablar de esta posibilidad? ¿Va a venir ésta de una crisis bancaria que no se ha cerrado en Italia –ni tampoco en España–?
Un bloque del Sur depende más de la política que de la economía. La elección de Macron es una mala noticia porque Francia tiene que formar parte. Si vuelve Renzi, más Rajoy, Macron… entonces las perspectivas para un bloque del Sur son malas, tanto con una crisis económica como sin ella. Me suelo preguntar si la próxima crisis tomará una forma diferente a la última, porque hay muchos dispositivos de seguridad alrededor de los bancos. Creo que la Reserva Federal haría lo mismo que hizo la última vez. Si algún banco que sea sistémico para Wall Street tiene problemas, los pararían. Es un problema, pero pueden decir que es un éxito parcial que en 2008 detuvieran un colapso a gran escala. Tienen mecanismos tecnocráticos que posibilitarían que el Banco Central Europeo destrozara sus reglas, como de costumbre, y protegiera a los bancos italianos. Yo más bien esperaría que el próximo shock venga de los gigantescos problemas de deuda en China. Otra fuente de desestabilización sería que el dólar subiera, y que todos aquellos que tengan deudas en dólares no puedan pagarlas. Tendríamos otra versión de la crisis de los 90, la crisis asiática. Parece que puede ser una posibilidad con el programa de infraestructuras de Trump, que absorbería dólares hacia allí y crearía otro anillo de fuego de crisis alrededor de esta situación. Pero como todo lo demás, el programa parece ser sólo un tweet (risas).
El concepto de clase en Reino Unido sigue muy vigente, más que en otros países –otra vez con España como ejemplo–. ¿A qué cree que se debe que exista esta diferencia entre un contexto y otro?
La clase es todavía un concepto vital, y tiene sentido analizar en términos de relación con los medios de producción. Pero creo que en Gran Bretaña, culturalmente, la clase ha permanecido como un indicador increíble: la gente habla diferente dependiendo de la clase de la que provengan. La ideología de que no existen las clases viene del liberalismo, éste es el oponente de ese concepto. Según esa visión del mundo, no hay clases. En realidad, el sistema de clases ha cambiado enormemente, así que las viejas etiquetas no necesariamente funcionan pero está todavía muy presente en las desigualdades en aumento y las desigualdades regionales en Gran Bretaña, creo que mucho más grandes que en España. Así que es imposible ignorarlo.
La clase dominante inglesa está concentrada geográficamente en el sur del país, la burguesía industrial ha sido siempre mucho más débil, y la aristocracia terrateniente y el capital financiero han sido mucho más fuertes. La clase obrera organizada ha sido siempre una clase más marginal que estos dos componentes de la clase dominante. La clase trabajadora de jóvenes precarios y las regiones excluidas de cualquier riqueza o crecimiento existen todavía, sin ninguna duda. El empeoramiento de las condiciones de vida ha hecho que los trabajadores de cuello blanco, la clase media-baja, gente pequeño-burguesa, piensen más en términos de clase porque cada vez les cuesta más pagar sus facturas. Por último, debería decir que las categorías que se usan para describir oficialmente la clase (A1, A2, B1…) en Gran Bretaña son muy mala sociología, fueron categorías creadas por empresas de publicidad para decidir a quién iban a vender el coche o la lavadora.