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Urbanismo
El gris es el nuevo verde: plazas cimentadas, aparcamientos y rotondas elevadas a nivel de parque
El concepto “zona verde” no significa lo mismo en todas las ordenanzas locales, lo que hace que muchas ciudades presuman de muchas más hectáreas de este tipo de áreas de las que realmente tienen.
Donde tú ves una rotonda hay quien ve una forma de aumentar el porcentaje de áreas verdes por habitante. La ley no siempre es clara, lo que lleva a que espacios completamente cimentados sean considerados de la misma manera que un parque o un jardín público. Es el caso de algunas ciudades en las que la legislación establece lo que significa “zona verde” de una manera un tanto equívoca, permitiendo casi sin querer que esa plaza asfaltada con dos árboles que hay delante de tu casa compute como espacio verde.
Concepto zona verde
La ciudad de Madrid es uno de los mejores ejemplos de esta “confusión”, cuyo Ayuntamiento deja clara una cosa: los espacios considerados como zonas verdes tendrán, al menos, “el 50% de su superficie ocupada por vegetación, evitándose las superficies duras de gran extensión”. Sin embargo, es fácil encontrar lugares que no cumplen esta característica. La definición de estas zonas suele dejarse a libre interpretación del Ayuntamiento de turno, siendo muchas veces amplia y vaga y, en algunos casos, un auténtico cajón de sastre.
Aparte del criterio anterior, en el que se indica que estos espacios deben tener vegetación, el Ayuntamiento de Madrid incluye en esta definición aquellos “terrenos destinados a plantaciones de arbolado y jardinería con objeto de garantizar la salubridad, reposo y esparcimiento de la población”, es decir, espacios que permitan el disfrute e incluso el descanso y que amplíen las posibilidades más allá de calles y plazas asfaltadas que componen la ciudad. También se comenta en dicha ley, que estos espacios corresponden a lugares destinados a “mejorar las condiciones ambientales de los espacios urbanos; aislar las vías de tránsito rápido; posibilitar el desarrollo de juegos infantiles y deportivos no programados; y, en general, mejorar las condiciones estéticas de la ciudad”.
Comparando el planeamiento de la Comunidad de Madrid con imágenes de satélite y con la realidad, no es difícil observar zonas que se consideran espacios verdes, pero que no cumplen el primer requisito (tener un 50% de su superficie cubierta por vegetación) aunque, por otro lado, podrían entrar en los pequeños resquicios de una ley ambigua que considera un espacio verde aquel que sirve para “mejorar las condiciones estéticas de la ciudad” o “posibilitar el desarrollo de juegos infantiles y deportivos no programados”, como pueden ser los árboles en hilera de las aceras o las plazas asfaltadas con poca vegetación destinadas al paseo o al juego infantil.
Aunque no parezcan zonas verdes y no lo sean en todas sus acepciones, no se encuentran fuera de la normativa. Antonio Giraldo, urbanista, explica que de hecho es completamente legal debido a “lo grande que es el paraguas de las zonas verdes, lo que hace que pueda caber cualquier espacio que no sea otra cosa, si esa es la voluntad del Ayuntamiento”, incluso aunque, pasando por allí, haya poco de verde salvo algunos árboles o arbustos “en el mejor de los casos”, señala.
Zonas accesibles no demasiado verdes
Este amplio paraguas comprende algunos espacios en Madrid con estas características, como aquellos que son completamente accesibles y peatonales, pero que apenas tienen vegetación y cuyo suelo es pavimentado:
Estas ubicaciones, conocidas por muchos madrileños, cuentan como zonas verdes. Es cierto que tienen utilidad ciudadana: son peatonales, tienen alguna sombra, quizá alguna terraza y permiten que los niños y niñas del barrio disfruten de un espacio sin coches en el que poder jugar. Eso sí, tal y como señala el urbanista Antonio Giraldo “no son zonas verdes al uso” y considera que habría que establecer una diferenciación en la legislación entre lo que significa zona verde y un espacio libre.
¿Qué sería una zona verde? Para este urbanista, aquella que funcione como “un espacio de suelo permeable al agua (es decir, tierra o césped) con un tamaño suficiente como para permitir el recreo y el desarrollo de actividades lúdicas o deportivas que en otro lugar no se podrían practicar. Tiene que ser un lugar en el que los ciudadanos puedan permanecer y sientan atracción a hacerlo, disfrutable. Además, debe poseer una cobertura vegetal; pueden ser árboles, aunque no necesariamente si se cumplen el resto de características”.
“Ya partiendo de esto, nos habríamos cargado de un plumazo todos los alcorques, rotondas y pequeñas zonas donde apenas caben ocho personas”, comenta, espacios que también se consideran zonas verdes y de los que hablaremos posteriormente.
¿Y qué sería un espacio libre? Se trataría de “una extensión del suelo público con unas características ambientales mejores que un suelo puramente duro y urbano. Un lugar de encuentro, de punto de reunión, de zona de parada, quizá un buen espacio para una terraza de un bar, o un buen lugar donde organizar determinados eventos o actividades, pero igual no un lugar donde te sentarías en el suelo”, seña. Ejemplos de ello serían la plaza de Santa Ana vista anteriormente o la plaza Mayor, las cuales actualmente aparecen como zonas verdes).
Zonas verdes no demasiado accesibles
También podemos encontrar zonas verdes no especialmente accesibles, como puede ser la fuente que forma la rotonda de la conocida Plaza de Cibeles, rodeada de algunos setos y con agua, pero a la que difícilmente se puede acceder si no es poniendo en peligro la vida de uno o en eventos deportivos y manifestaciones. También se pueden contar como nada accesibles otras rotondas, zonas que dividen las vías de tránsito de automóviles o incluso espacios introducidos en cruces entre autovías, como es el caso de la circunvalación entre la M-40 y la M-31.
“El problema de meterlo todo en el mismo saco es que da como resultado lo que tenemos, una enorme red de espacios verdes muy mal conectados entre sí”, señala Giraldo. “Tenemos magníficos espacios que no tienen la presencia en la ciudad que deberían porque no se ha singularizado su importancia, más allá de los metros cuadrados que tienen”, como es el caso de esas plazas asfaltadas.
“¿Qué ciudadano quiere tener una rotonda verde si no puede cruzar a ella? ¿Qué conductor quiere una rotonda en lugar de un semáforo si le van a poner un paso de cebra para que la gente pase al medio de la rotonda? No tiene sentido, eso no es una zona verde, es otra cosa”, sentencia el experto.
Zonas verdes poco verdes y nada accesibles
Por otro lado, encontramos zonas consideradas verdes según urbanismo y que no se adaptan de ninguna forma a las descripciones dadas por la ley, como el aparcamiento del Ministerio de Sanidad, entre otros ejemplos.
Mientras estos espacios, tan diferentes entre sí, son todos zonas verdes en ciudades como Madrid, no ocurre lo mismo en otras como Vitoria, donde se tiene un criterio más estricto a la hora de definir ese concepto y donde no entrarían, por ejemplo, los espacios asfaltados. El saco en el que se meten todas estas zonas, (arboladas o no, accesibles o no), da como resultado una cifra absurdamente sobredimensionada de metros cuadrados.
El significado económico, social y político de las zonas verdes
Las áreas verdes son fundamentales para el bienestar integral de las personas. La Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de entre 10 y 15 m2 por habitante, pero no son solo eso. Además, son importantes urbanísticamente y por ello social, política y económicamente.
Las zonas verdes son resultado de las “cesiones obligatorias”. Cuando una empresa urbaniza un lugar está obligada a ceder parte de los terrenos a los ciudadanos, con el fin de que estos alojen edificios públicos, viario o zonas verdes en un porcentaje fijado por la ley. En concreto, 15m2 por cada 100m2 construidos deben ser destinados a este tipo de áreas. Sin las cesiones obligatorias o “estándares mínimos” el Estado no podría dedicar esos lugares a espacios verdes, por lo tanto, no existirían. Dichos espacios no son un regalo de las empresas urbanizadoras a los ciudadanos sino un deber ligado a su derecho de explotar económicamente el suelo urbanizable.
Divergencias en los estándares mínimos
Las normativas de cada comunidad autónoma exigen un ratio diferente de zonas verdes por habitante, pero también contabilizan estas zonas verdes de forma distinta. Aunque las exigencias de espacios libres por habitante oscilan entre los 10m2 y los 12m2 en España, también hay algunas en las que este ratio es de 6m2. Es así en Catalunya o Castilla La-Mancha. Cuentan, además, con unas con definiciones mucho más estrictas que otras. Esto impide la comparación de las regiones españolas en lo que a espacios verdes se refiere, a pesar de que no es difícil encontrar ránkings en medios que establecen una lista de ciudades según sus zonas verdes por habitante.
Además de en los estándares mínimos existen divergencias en otros criterios. Existiendo unas exigencias mínimas fijas en cada localidad, todos los barrios o distritos de dicho municipio deberían tener el mismo porcentaje de zonas verdes, pero no es así. En la Comunidad de Madrid o en Málaga, por ejemplo, cuando se urbaniza un terreno, la zona verde se puede colocar en cualquier sitio de la ciudad, presumiblemente donde exista suelo libre. Esto se puede usar para favorecer que en todos los barrios exista el mismo porcentaje de zonas verdes o para todo lo contrario. Por ejemplo, si se urbaniza una nueva zona destinada a viviendas en un barrio concurrido sin espacios libres [que irían destinados a espacios públicos], dichas zonas se pueden colocar en cualquier otro barrio o zona de la ciudad, incluidos aquellos barrios donde el suelo es mucho más barato, con el consecuente detrimento de las zonas verdes en lugares más concurridos y más caros.
Un buen ejemplo se puede ver en esta imágen de satélite de Madrid, donde fuera de la zona centro es fácil encontrar parques, jardines y zonas verdes disfrutables. En los barrios de Tetuán, Salamanca, Retiro, Atocha y Centro, sin embargo, encontramos solo el Parque del Retiro como un espacio destacable, siendo el resto de zonas verdes pequeñas plazas arboladas pero cimentadas y algún que otro jardín, como el de la plaza de Oriente o el que había en plaza España, ambos en el mismo distrito Centro.
Por si esto fuese poco, en la Comunidad de Madrid también se puede intercambiar la cesión de espacios por su equivalente en dinero, lo que evita la construcción de más espacios verdes. También es completamente legal colocar la zona verde en el interior de la parcela, de manera que se convierta en disfrutable solo por una comunidad de vecinos: una forma de privatizar las zonas públicas. Se puede ver claramente en estos edificios situados en la calle Ribera de Curtidores, en el barrio de La Latina.
Sin embargo, este tema ha sido utilizado como argumento político a pesar de que no existe un criterio unificado y que es tan fácil hacer una interpretación favorecedora de las normativas, como así ha ocurrido en varias ocasiones. Incluso el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, siendo una de las regiones de España con más zonas verdes por habitante, sobredimensiona estos datos.
Un aspecto del que presume Madrid es de los árboles que hay en sus calles, no solo de la cantidad, sino de la diversidad. La Administración local señala que más del 55% del viario madrileño está arbolado, con casi 300.000 ejemplares de 210 especies distintas. "Hace unos años, el Ayuntamiento pasó a contar cada alcorque de cada árbol como una zona verde del municipio”, explica Giraldo. “Parece poco, pero si sumamos, quizá, 15.000 alcorques, 15.000 metros cuadrados de incremento no es nada desdeñable”. ¿En algún caso sería esto una trampa? Giraldo opina que no: “Es sencillamente una interpretación más o menos abierta de un concepto arreglado de forma legal con la legislación vigente. Quizá tenga mucho más que ver la intencionalidad, política o no, de un ayuntamiento de establecerlo de una forma u otra diferente”.
Podemos encontrar también ejemplos de esta ambigüedad en otras ciudades. En 2009, el Tribunal Supremo anuló el Plan General de Ordenación Urbana de Castelló aprobado en el año 2000 por considerar este a las rotondas como zonas verdes, por lo que la única forma de acceder a ellas era atravesando vías de tránsito de automóviles. Aunque el Plan fue anulado, durante años 50 rotondas fueron consideradas zonas verdes como una forma de cubrir las exigencias mínimas de estos espacios que se requerían según la ley. Así, se ganaba espacio para el hormigón en detrimento de los espacios libres y accesibles a los ciudadanos.
La ciudad de Madrid, es una de las ciudades más verdes de Europa. No existe déficit de este tipo de áreas para cumplir los metros mínimos que exige la normativa, ni en la capital ni en otras ciudades como Zaragoza o Vitoria, esta última nombrada Green Capital Europea y alabada por su urbanismo en numerosas ocasiones. El problema es que no existe un criterio claro y se tiende a sobredimensionar el número de metros cuadrados de zonas verdes por habitante. Sí hay carencia de estos espacios en otras ciudades españolas, como Málaga, que no llega a los estándares mínimos ni siquiera contabilizando los espacios protegidos de alrededor de la ciudad.
Posibles soluciones
Parece que decir que una ciudad es más verde o tiene más metros cuadrados de de este tipo de áreas por habitante que otra no da realmente demasiada información. Parte del problema se encuentra en las diferencias que existen en cuanto a nomenclatura y exigencias mínimas entre ciudades, no existe una vara de medir común. Quizá, como sostiene Antonio GiraldoM “lo bueno sería establecer unas indicaciones más específicas sobre cómo se ha de abordar este tema y luego dejar una cierta ambigüedad a placer de cada Ayuntamiento, porque no es lo mismo una zona verde en Donostia que otra en Torremolinos. Para esto tenemos muchas guías a nivel europeo que son de gran ayuda”, añade.
Establecer una jerarquía en los espacios de disfrute quizá podría ayudarnos a saber de qué hablamos en cada caso. “Por un lado las zonas verdes con todo lo que ello conlleva; por otro, los espacios libres y, por otro, ejes ambientales, entre los que podríamos incluir a todas esas calles arboladas que sin funcionar como zona verde ni espacio libre sí contribuyen al bienestar ambiental de la ciudad”, explica. Rotondas o separaciones entre vías, así como los espacios verdes privados se encuentran perfectamente integrados en la legislación vigente. Cabe la pregunta entonces de si la legislación está siendo demasiado permisiva: Giraldo invita a imaginar otras maneras de medir los espacios jerarquizándolos: “Yo comenzaría por calcular metros cuadrados de zona verde por habitante con lo que estrictamente son zonas verdes, pero también podríamos idear nuevos cálculos, como cuántos metros de ejes ambientales tenemos en nuestro entorno o a cuánto espacio libre correspondemos. Lo que hace falta es voluntad y creatividad, más allá del interés político de establecer unos metros verdes u otros”.
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Hace muchos años en Barcelona, cuando empezaron a poner los tranvias, por la Diagonal y otras calles, por donde estaban las vías se plantó césped. El ayuntamiento de turno decidió contabilizar ese espacio como zona verde y así aumentar de golpe una cantidad grande de metros cuadrados. El resultado fue que en su propaganda ponían como un hecho importante el aumento sustancial en metros cuadrados de zona verde. Suerte que a la oposición no le pasó desapercibido el detalle e hizo pública esa artimaña. Al final no sé cómo quedó el tema pero supongo que sigue contabilizándose y aún así es una de las ciudades con menos zona verde.
Aunque el artículo lo comenta de pasada, también hay que prestarle mucha atención a dónde se computan (o establecen) esas supuestas "Zonas Verdes" porque en muchos lugares se presume de zonas verdes que realmente están en una periferia en contacto con el terreno rústico, mientras en la zona urbana y el centro no es fácil encontrar cuatro metros donde crezca la hierba. De manera que esas zonas verdes se convierten en espacios que no se disfrutan cotidianamente sino que obligan a desplazarse a ellas, no son lugares por los que la gente pase a diario sino que son sitios a donde la gente tiene que desplazarse para hacer algo.
Quizá debería pensarse también en regular una cantidad de metros de zona verde en relación a la distancia y/o población; de manera que uno siempre tuviese un parque o un jardín a menos de 500m de su casa.