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Valencià
Parque Alcosa tras la dana: tus vecinas llegan a donde no lo hace el Estado
Un mes después de la tragedia decenas de personas van y vienen alrededor del Parque Alcosa, en Alfafar, donde la dana dejó al menos 15 muertos. Hay mucha gente trabajando para el poco ruido que se escucha. Unos llevan cajas con productos de limpieza, otros preparan un puesto para repartir comida caliente, dos voluntarios arreglan bicicletas a un ritmo frenético, un grupo de jóvenes avisa que se está repartiendo café recién hecho, todo el mundo parece estar ocupado en alguna tarea.
La actividad sucede alrededor de un edificio de dos alturas que solía albergar algunos negocios en su planta baja y salas ocupadas por diferentes organizaciones y colectivos locales en la parte superior. Tras el desastre el lugar se ha convertido en un centro comunitario operativo para la emergencia. En la fachada, dos grandes pancartas cuelgan a modo de banderas. “Supermercado popular” y “Davant del rebuig de la institució, la solidaritat és la tendresa dels pobles”, rezan.
Vecinas y vecinos del barrio afectados por la dana discuten la organización de comisiones de trabajo, las herramientas de coordinación o cómo atender las necesidades básicas
En una sala de la segunda planta se escucha bullicio, hay un grupo de casi cuarenta personas en círculo, con un moderador en el centro, organizando la conversación. Es la asamblea del proyecto “Nosotrxs mismxs”. Vecinas y vecinos del barrio afectados por la dana discuten la organización de comisiones de trabajo, las herramientas de coordinación o cómo atender las necesidades básicas que la comunidad tiene tras el desastre. Una de las asistentes recalca la importancia de crear una comisión de educación: “Los niños llevan en casa casi tres semanas, ¿qué hacemos mientras los colegios no puedan abrir?”, se pregunta, mientras muchas de las personas presentes asienten. Otras insisten en repartir entre todas las responsabilidades, y reducir las horas de trabajo que cada una asume “nos tenemos que cuidar”, incide una de ellas, lo que queda por delante hasta recuperar algo parecido a la normalidad es mucho y la salud mental de todas se resiente tanto o más que la fuerza física.
Varios testimonios aseguran que los servicios de emergencia tardaron más de 48 horas en llegar a esta zona. Sin luz, sin agua o víveres y rodeados de lodo, durante esos momentos el apoyo de los que tenías más cerca fue clave hasta que llegaron los primeros voluntarios. Todos los vecinos y vecinas entrevistados coinciden en que enfrentar las consecuencias de la dana habría sido mucho más complicado de no ser por el tejido social que existía en esta comunidad diversa. Los más veteranos del lugar explican que el barrio está marcado por la identidad migrante y obrera: antes fueron los andaluces y extremeños, ahora son los colombianos o marroquíes, todos bajo el mismo denominador común: la solidaridad ante el abandono histórico que dicen sufre el barrio por parte de las autoridades.
Dana
Dana Arrimando el hombro contra la inundación de racismo
Un mural de fotografías en la sala de la asamblea testimonia las luchas y afectos del barrio. El proyecto “Nosotrxs mismxs” comenzó su andadura en los años 70 y, desde este proyecto, nació la Koordinadora de Kolectivos del Parke en 1985, una “herramienta colectiva en defensa de los derechos de las y los más vulnerables”, como asegura su manifiesto. Josep Campos es educador social en el Kolectivo, vecino de Algemesí, su casa se vio afectada por la dana. Los primeros días estuvo en su entorno más cercano atendiendo las necesidades más inmediatas pero en cuanto pudo, “me desplacé al Parque, porque creía que era un buen lugar para desarrollar iniciativas bonitas y necesarias en un momento así, con la cabeza en mil sitios pero intentando activar todo lo posible desde aquí”, explica.
“La importancia de que exista una comunidad, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero que exista un espacio en el que reconocerse es clave” según Campos, para llevar a cabo las acciones que el Kolectivo puso en marcha tras el desastre. Desde la cercanía y la escucha activa de las necesidades que la comunidad tiene, se están articulando iniciativas de todo tipo. Un supermercado popular que centraliza, organiza y reparte víveres, y que además es uno de los pocos de este tipo que sigue activo; un comedor social, que ofrece comida en el espacio, pero también la reparte a personas dependientes que no pueden salir de sus casas. Han realizado un mapeo de todos los bajos afectados para repartir colchones, electrodomésticos o hasta cunas para bebés. “De todo, intentamos que la ayuda llegue directamente a las familias afectadas”, recalca Campos.
El Kolectivo también cuenta con un espacio de salud y salud mental, con profesionales al frente que en un inicio daban atención primaria atendiendo la cura de heridas o lesiones físicas pero que ahora se centran en el ámbito psicológico. El grupo está activando sesiones de terapia colectivas, “hace unas semanas organizaron un duelo comunitario, algo que era muy necesario para todas”, cuenta Campos. La lista de actividades es inmensa e incluye también una oficina de gestión de trámites en relación a la emergencia, conciertos en el parque, actividades para niños u otras para los adultos mayores que no han podido apenas salir de la zona afectada en estas semanas.
“Nos hemos criado aquí, ver el barrio así nos lastima mucho. Pero hemos vivido súper bien gracias a los voluntarios y los jóvenes”
También dentro del Kolectivo se articula un grupo de jóvenes en el que Campos es educador, “Kolectivo jóvenes parke”. “Es un proyecto comunitario que a veces es contradictorio frente a la lógica de consejería o servicios sociales individualistas. Tratamos de incluir a todxs los jóvenes posibles, estamos presentes en muchas más dimensiones”, explica Campos. El grupo lo conforman en torno a cuarenta jóvenes de diferentes edades, nacionalidades y contextos, desde chavales nacidos en Valencia a jóvenes migrantes no acompañados. El grupo ha crecido gracias al boca a boca, son los propios chicos y chicas las que animan a otros amigos a unirse. El objetivo es poder atender las necesidades que estos jóvenes tienen y que la autoridades no atienden, desde el ámbito educativo al social.
Durante la dana el grupo de jóvenes se movilizó para trabajar en las tareas de emergencia. Se reparten las tareas: “Coger cajas, hacer cadenas, repartir comida, transportar cosas”, explica Iman, de 18 años. “Nos hemos criado aquí, ver el barrio así nos lastima mucho. Pero hemos vivido súper bien gracias a los voluntarios y los jóvenes”, dice Adam, de 17 años. “Ayer hicimos una cosa para los niños para divertirse, con juegos y chuches para que se pierdan un poco y olviden”, añade Ghissam, de 16 años. “Si estamos juntos, si somos más, todo va a ser mejor”, añade convencida.
Alfafar cuenta con una población migrante que supera el 13% según datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), uno de los índices más elevados de la región. Jhonny Valles es educador en el centro de jóvenes y miembro del Kolectivo, a través del cual realizaba labores de acompañamiento para personas en situación irregular, pero tras la dana, “el escenario cambió completamente. La población migrante, muchos en situación irregular, se volcaron en ayudar: limpiando bajos, repartiendo comidas… Y nos encontramos con la policía identificando a estas personas. Al principio en horario nocturno, después también por la tarde. Fuimos a hablar con la policía y nos dijeron que querían saber quiénes estaban ahí y que estaban investigando por perfil”. En la calle, Gastón Ariel se afana en el arreglo de bicicletas junto a su compañero Alessandro, hablan sin parar de trabajar. Gastón relata que los primeros días cuando venía a ayudar desde València la Guardia Civil lo paraba como sospechoso de hurto, y por su experiencia cree que los y las migrantes son más cuestionadas por las autoridades.
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El Kolectivo ha constituido una Unidad móvil junto a otras organizaciones como Regularización Ya o Resistencia Migrante Disidente. Están recorriendo las zonas afectadas para acompañar a personas migrantes durante sus procesos, ayudando en la renovación de documentos o asistiendo jurídica o psicológicamente. Una iniciativa reciente del Kolectivo consiste en empadronar a personas en situación irregular utilizando las direcciones de los y las integrantes de la asamblea, superando así la obligación de presentar un contrato de alquiler que no es posible firmar sin documentación. Gastos como el pago de tasas son financiados a través de la caja de resistencia de la Unidad móvil, que recibe aportes de las diferentes organizaciones sociales.
Momentos de crisis como los vividos a consecuencia de la dana pueden convertirse en el caldo de cultivo perfecto para los discursos de odio y algunos grupos han reconocido este contexto como una oportunidad para que mensajes reaccionarios calen en algunos sectores de la sociedad afectada. “Ha habido un blanqueamiento brutal de ciertas organizaciones y se ha instrumentalizado el discurso de «solidaridad»,” denuncia Campos. “Hemos notado más racismo tras la dana. Mucha gente estaba enfadada y se desahogaba con nosotros”, comparte Matías, de 14 años y miembro del Kolectivo de Jóvenes. “Pero nosotros nos ofrecimos a ayudar. Y hay más gente agradecida”, termina. Campos considera que en Alfafar la existencia de un tejido social previo y la organización comunitaria han sido fundamentales para que estos discursos no tuvieran más recorrido. “Hay gente que ha cambiado de visión”, agrega Iman. “Al final, todos somos personas y estamos afrontando lo mismo”. En la misma línea, Valles explica que “se ha generado esa red, ese tejido comunitario. Gente que nunca se había visto y ahora se reconoce. Es la mejor forma de lucha contra los bulos”.
Más allá de los discursos de odio y la desatención de las instituciones gubernamentales, la realidad sobre el lodo muestra una comunidad unida que lucha por salir adelante. La normalidad todavía queda lejos pero, como asevera Guissam, “somos buenos y estoy segura que estos pueblos volverán a brillar cómo lo han hecho antes”.
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Estoy de acuerdo, la acción vecinal cohesiona el barrio o la ciudadanía, pero no olvidemos la obligación que tienen los sectores públicos (ayuntamiento y comunidad) de cumplir con eso precisamente, sus obligaciones. Y nosotros, los ciudadanos, no olvidemos administrar justicia con nuestros votos cada cuatro años. Recordando los méritos, o los deméritos, de cada uno.