La vida y ya
Dos zapatos diferentes

Me creo, sobre todo, el salir a la calle y caminar teniendo una sensación extraña en el cuerpo. Una sensación que no sabes bien de dónde viene. Que te descoloca porque no entiendes bien qué pasa.
Palestinarekin Elkatasuna Bilbao 4
Una manifestante en la la manifestación contra el genocidio en Gaza del 10 de octubre de 2024 en Bilbao. Eider Iturriaga
9 feb 2025 05:30

Laura, una amiga, me manda un audio de esos que son casi un podcast. Yo los disfruto cuando son para contar cosas de la vida, en los suyos siempre hay lugar para la frase “Contáme cómo estás”.

Me habla de algo que le pasó la semana pasada. Dice que tenía unas zapatillas muy viejas con las que caminaba casi tocando el suelo (vive precaria desde que la conozco) y que, por eso, una amiga le regaló otras. El caso es que el miércoles por la mañana (llovía), salió a la calle con una de cada tipo, salió con dos zapatos distintos y me cuenta: “A las seis calles, amiga querida, me da un dolor de cuerpo que ni te imaginás, iba andando medio renga y no entendía muy bien qué pasaba, y eso que yo le pongo atención al cuerpo, pero ando como muy distraída con todas estas cosas que están pasando, que hacen huella. Y ya no podía volver, no me daba tiempo, así que estuve todo el día con dos zapatos diferentes ¿te lo podés creer?”.

Piensas en Gaza. En las personas. En que sabes que no hace falta imaginar distopías cuando puedes verlas

Y sí, me lo creo, me creo esa sensación de no pararte a mirar que los dos zapatos que te calzas son diferentes. Me creo no tener tiempo para volver a casa para colocarte en los pies dos iguales. Me creo, sobre todo, el salir a la calle y caminar teniendo una sensación extraña en el cuerpo. Una sensación que no sabes bien de dónde viene. Que te descoloca porque no entiendes bien qué pasa. Que te desarma un poco el cuerpo. No del todo. Solo un poco. Lo suficiente como para sentir que cojeas ligeramente, que una pierna y la otra no se coordinan como antes.

Y piensas en esa sensación, en que una pierna y la otra no caminan igual. En esa sensación que te incomoda como te incomodan las cosas que ya deberían haber sido insoportables hace demasiado tiempo. Piensas en Gaza. En las personas. En que sabes que no hace falta imaginar distopías cuando puedes verlas.

Piensas que, entre otras muchas cosas, con sus 15 y 16 años, organizaron un festival para concienciar a su comunidad educativa y sacar fondos para enviar allí

Pero piensas también en lo que hicieron el viernes pasado un grupo de adolescentes con esa incomodidad que se instala en el cuerpo para que no les resultara insoportable. Piensas que crearon un grupo de apoyo a Gaza desde que comenzó el genocidio y que, entre otras muchas cosas, con sus 15 y 16 años, organizaron un festival para concienciar a su comunidad educativa y sacar fondos para enviar allí. 

Piensas en la canción que había compuesto una de las alumnas del grupo, Paula, y que interpretaron entre varias para cerrar el evento. Piensas en la letra que, entre otras frases, decía: 

Coge la oportunidad, marca aquí la diferencia, un granito que aportar, apoya la resistencia.

Y tal vez sí somos pocos, o no están aquí los focos, pero no pienso por eso dejar de movilizarme.

Algo simple e instintivo, como ayudar a lo vivo, como ver en sus zapatos mi fuerza para avanzar. 

Y piensas en eso, en los zapatos, en que, para ella, es instintivo ayudar a lo vivo.
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