La vida y ya
Contra qué enfadarse

Por la ventana que da a la calle entran ruidos. Son ruidos de barrio periférico. Coches. Voces de personas. Algún pájaro si te esfuerzas en escuchar.
Coches
Foto: Jorge Franganillo
8 dic 2024 13:10

Por la ventana que da a la calle entran ruidos. Son ruidos de barrio periférico. Coches. Voces de personas. Algún pájaro si te esfuerzas en escuchar. 

Cierra las puertas del mueble poniendo un papel pequeño en medio de las dos maderas. Antes lo ha doblado tres veces. A saber cuánto tiempo lleva haciendo eso. Le parece que desde siempre. Que siempre tuvo que poner un papel para que las puertas de ese armario de la cocina permanecieran cerradas. Un papel que ejerce la presión justa para que queden encajadas en su sitio. Dentro hay platos y vasos. Las sartenes están en otro lugar.

Por la ventana que da a la calle entran ruidos. Son ruidos de barrio periférico. Coches. Voces de personas. Algún pájaro si te esfuerzas en escuchar. 

Piensa en la frase que dijo una compañera de la asociación en la última reunión y que se le quedó tintineando en la cabeza. “La clave está en contra quién te enfadas”. 

Piensa que últimamente se siente enfadada casi siempre. Se enfada con el tren de cercanías, con el contestador de petición de citas, con el precio del alquiler

Piensa que últimamente se siente enfadada casi siempre. Se enfada con el tren de cercanías que tiene retrasos todo el rato y le ha hecho llegar varios días tarde y con la lengua fuera al trabajo. Se enfada con el contestador de petición de citas que le da consulta con la dermatóloga para dentro de nueve meses. Se enfada con el precio del alquiler que sube y sube y sube mientras su sueldo, con suerte, sigue igual.

Se enfada.

Piensa que hay más personas enfadadas. Muchas personas. Piensa que su enfado no tiene que ir contra las que también están enfadadas con los trenes que se retrasan y llevan vagones llenos de gente que se empuja para entrar. Ni con quienes consiguen citas médicas a través de un contestador. Ni con las que miran con preocupación que su cuenta del banco tiene números cada vez más pequeños, tan pequeños que alcanzan apenas para pagar el alquiler. Ni contra las personas que habitan casas en las que, a veces, hay que poner pequeños papeles para conseguir que las puertas de los muebles encajen.

Quizás, tenga más sentido enfadarse con los que lo tienen todo resuelto y por eso nunca se enfadan ni con los trenes que se retrasan ni con los contestadores que te tienen en espera al teléfono

Piensa qué sucedería si todas las personas que viven en su barrio juntasen todos sus enfados. Contra qué los tirarían. Qué serían capaces de romper. Contra qué se enfadarían. Contra quién lanzarían su enfado.

Piensa que, quizás, tenga más sentido enfadarse con los que lo tienen todo resuelto y por eso nunca se enfadan ni con los trenes que se retrasan ni con los contestadores que te tienen en espera al teléfono. Con quienes tienen el poder de decidir que haya otras personas enfadadas. Muchas personas.

Porque, quizás, elegir contra quién enfadarse sea una forma para cambiar algunas cosas.

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