Feminismos
Legítima autodefensa feminista
Con la rabia en las entrañas, no nos invade la impotencia sino la necesidad de hacer justicia y de parar esta sangría. Ese fue el ánimo en las movilizaciones que invadieron las calles de todo el Estado el pasado jueves 26 tras conocerse la sentencia sobre el mal llamado caso de 'la manada'

Con la rabia en las entrañas, no nos invade la impotencia sino la necesidad de hacer justicia y de parar esta sangría. Ese fue el ánimo en las movilizaciones que invadieron las calles de todo el Estado el pasado jueves 26 tras conocerse la sentencia sobre el mal llamado caso de 'la manada'. Una sentencia que no reconocía la violación múltiple que tuvo lugar en los San Fermines de 2016 y quedaba en una condena de abuso.
La justicia está fallando sistemáticamente. No sólo nos deja de lado – un grueso considerable de feminicidios habían reclamado medidas de protección previamente – sino que durante los procesos se está juzgando a las propias mujeres agredidas generando nuevas violencias. Y es que las estructuras de Estado no sólo es que no colaboren, sino que reproducen y producen violencias contra las mujeres. No olvidamos que esos tres jueces, son funcionarios públicos; tampoco que entre los violadores había un militar y un guardia civil. Decía Laura Rita Segato en una entrevista en CTXT hace un tiempo: «El cuerpo de las mujeres es un lugar en el que se manifiesta el fracaso del Estado» y el nuestro, empieza a hacer aguas en lo que a violencias se refiere. Por ello, y conociendo el entramado judicial y carcelario, no debería persuadirnos que una condena más dura en lo punitivo solucionara o reparara la violación cometida o evitara nuevas violencias. La cuestión es que se reconozcan los hechos, que se nos crea y respalde cuando nos violan y nos agreden.
Seguramente, más que el famoso pacto de estado, lo que necesitamos es un pacto social contra las violencias machistas. Un pacto social que pivote más en las luchas que se están dando, que en los despachos de congreso. Y es que ese pacto social ya se está forjando en estos últimos años al margen de las estructuras de poder en un movimiento que abarca desde el 7N, hasta las experiencias de autodefensa en los barrios. No significa renunciar a avances legislativos, así como a prioridades políticas y recursos concretos, pero es desde el desborde social y las experiencias de resistencia y desobediencia que más avanzamos. Sin un derribo desde todos los flancos a la cultura de la violación y a todas las estructuras de poder que la hacen posible serán parches que ni repararán, ni erradicarán. Quizás es momento, en paralelo, de experimentar formas de autodefensa colectiva ante las incapacidades del Estado para hacer frente a las violencias machistas.
En esa línea, el movimiento feminista ha empezado a construir los últimos años experiencias de autodefensa en espacios de ocio. Una práctica de empoderamiento, donde las mujeres se agencian el derecho a gestionar ellas mismas situaciones de acoso, además de desarrollar toda una labor preventiva, en definitiva: legitimadas a hacerse cargo de la seguridad colectiva ante las deficiencias del entramado de Estado. Es clave multiplicar y profundizar este tipo de experiencias en las fiestas mayores, las ferias, conciertos, implicando a todo el tejido asociativo de los barrios y pueblos para que deje de ser cómplice de las violencias y empiece a serlo de la lucha contra las mismas.
Sin embargo, hay otras esferas que siguen inexploradas. En los años ochenta el movimiento feminista de la transición empezó a experimentar prácticas de autodefensa también en el ámbito de la pareja y en el doméstico. Una de esas vías inexploradas hoy que podríamos recuperar, como las experiencias de autodefensa en América Latina. Hoy el colchón para hacer frente a ese tipo de violencias sigue siendo 'privado' (familiares, amigas, vecinas) si es que tienes la suerte de tenerlo de tu lado. En ocasiones, trabajadoras sociales y/o técnicas que apenas tienen recursos públicos y se las ingenian como pueden. En otras, somos las activistas quienes recibimos casos y casos de amigas-de-amigas, vecinas o desconocidas que están hartas de que la policía no les haga caso o de sentirse juzgadas en la administración.
Heroísmos individuales de agredidas, amigas, familiares, vecinas, trabajadoras o compañeras que hay que empezar a colectivizar, a socializar experiencias y a armar estrategias colectivas. Alianzas con la PAH para la emergencia habitacional, concentraciones y acciones ante los juzgados durante los juicios, solidaridades a la desobediencia civil como con el caso Juana Rivas… Sin certezas, intuiciones a pie de calle, pero la necesidad aprieta.
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