Violencia machista
El 30% de los feminicidios íntimos se producen en verano pero no es el calor, es el patriarcado

Un 30% de los asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas, es decir, feminicidios íntimos, se producen en los meses de verano. Lo dijo la ministra de Igualdad, Ana Redondo, tras el Comité de Crisis —un mecanismo que se creó en 2022 y se puso en marcha por primera vez en diciembre de ese año— que tuvo lugar esta semana, el jueves, cuando el mes de junio sumaba ya nueve asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas. El comité se reunió para analizar los casos de abril a junio y convocó a todas las comunidades autónomas.
Los datos que recoge la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género en su portal estadístico cifran en siete las mujeres asesinadas en junio de 2024, cinco en 2023, cuatro en 2022 y diez en 2021. En total, entre 2003 y 2025, 126 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas en el mes de junio, según las estadísticas recogidas en el portal. Estadísticamente, los meses con mayor concentración son los de julio y agosto, como viene observando el Ministerio de Igualdad y las expertas desde hace tiempo.
Si tenemos en cuenta los años 2003, cuando comienza la estadística, al 2024, último año con las cifras completas, vemos que 375 mujeres de 1.286 fueron asesinadas en los meses de verano: de ahí ese casi 30% que cita la ministra.
En lo que va de año 2025, el número de mujeres asesinadas por violencia machista ha ascendido a 22, además de tres niños, siendo el último caso confirmado el de una mujer de 86 años asesinada presuntamente por su pareja de 90 años, el pasado 2 de julio, en Asturias. En el mes de junio se ha vivido además una semana en la que se ha tenido constancia de cinco crímenes en apenas 48 horas. El número de mujeres asesinadas por violencia de género asciende a 1.286 desde 2003, cuando se empezaron a recopilar estos datos. “Estamos destrizadas”, decía la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Carmen Martínez. Esta semana, Redondo decía que el Ministerio estaba en “alerta máxima”.
Hay factores estacionales, pero la causa es estructural
“Hay alguna teoría que plantea que puede estar basado en el calor, pero no es la temperatura lo que lleva al homicidio sino el machismo”, se apresura a aclarar Miguel Lorente, médico forense y experto en violencia de género. Lorente cita varios elementos que forman parte de la construcción del homicidio y, aunque enumera un total de cuatro, hay uno que se erige como determinante: el machismo estructural. “Está presente en todo momento y consiste en la construcción cultural androcéntrica por la que hay hombres que entienden que el uso de la violencia es un instrumento adecuado para resolver sus problemas y que en ese contexto la violencia, puede llegar hasta el homicidio”, explica.
Ahora bien, entiende que en intersección que este elemento, siempre presente, se pueden conjugar elementos estacionales. La estacionalidad impacta de lleno en verano pero lo hace también en invierno, un periodo donde la estadística indica con claridad también una concentración de feminicidios íntimos. Y no tiene que ver con la temperatura sino con la modificación de las rutinas que lleva a un cambio de las dinámicas en las relaciones. Esto ocurre, advierte, tanto en las relaciones en las que hay convivencia como en las que no. Cambios en los horarios, hijos e hijas sin colegio, decisiones sobre cuestiones familiares, negociación de los tiempos… Todo esto produce situaciones en las que hay cabida para la crítica a la autoridad del agresor. Y, al final, “el objetivo de la agresión es siempre el control, cuando percibe que lo pierde es cuando él utiliza la violencia”.
Lorente añade otros dos factores: a uno lo llama “factor imitación”: “La violencia surge de la nada, sino que son gente que ya está pensando en matar y que cuando ve que otro ha matado, pues entonces se refuerza en la idea de matar”. Como cuarto factor cita el negacionismo: “Si la mujer percibe que la violencia que está sufriendo no es reconocida como tal, incluso desde el Parlamento, desde las instituciones, desde partidos políticos. Tu confianza como agresor crece y la desconfianza de la mujer la institución es baja”.
El problema de basar el discurso en la denuncia
Bárbara Tardón, experta en violencia machista y exasesora del Ministerio de Igualdad, alerta contra las simplificaciones. Y entre las simplificaciones señala dos: la primera, la de relacionar el aumento de las temperaturas con el aumento de la violencia, en la línea de Lorente: “No hay ni una sola evidencia científica que asocie el aumento de las temperaturas al aumento de asesinatos”, dice.
Con la segunda señala directamente al actual equipo de Igualdad que, dice, sigue poniendo el foco en la denuncia. “Cuando se dice que hay un problema de infradenuncia se está dando un retroceso”, advierte, en relación a las declaraciones de Ana Redondo, que en sus declaraciones tras el comité de crisis se refería a que solo en dos de los 17 casos analizados —se analizaron los feminicidios íntimos cometidos entre abril y junio— se había interpuesto denuncia. “No existe un problema de infradenuncia, lo que tenemos es un problema institucional, con hasta un 70% de sobreseimientos en algunos territorios”, asegura Tardón aludiendo a la violencia institucional por la que pasan las mujeres que denuncian.
En esta idea ahonda también Elisa Covelo O’Neill, coordinadora de la Asociación Hèlia, de larga trayectoria en abordar las violencias machistas, que considera preocupante que el discurso social —ella vez culpa a los medios— insista en esa interpretación: “Hemos visto recurrentemente el titular de que las mujeres asesinadas no habían denunciado en su mayoría… lo que hay que preguntarse es si realmente ese proceso es protector y reparador o todo lo contrario”, alerta, al mismo tiempo en que insiste que que no se puede vincular la atención a la interposición de una denuncia.
Covelo insiste en la necesidad de desterrar la idea de que el calor puede ser causante de la violencia y cita algunos de los factores que han señalado Lorente y Tardón: cambio en las rutinas, sensación de pérdida de control y, también, añade, una estadística que apunta a que se dan en estos meses más separaciones y divorcios, lo que muchas veces puede ser un reflejo de autonomía para ellas, y por tanto un momento de sensación de pérdida de control para ellos.
Detección y refuerzo de servicios
Para Miguel Lorente, conocer la concentración de feminicidios íntimos que se produce en los meses de verano debería orientar las políticas públicas en varios sentidos. Y da algunas claves: “Tenemos que trabajar mucho la detección, y para eso un elemento clave son las consultas sanitarias”, dice, donde hay indicadores de salud que pueden dar pistas sobre un posible caso de violencia de género. Por otra parte, añade, a la hora de valorar el riesgo, estos datos deben llevar a definir unos parámetros específicos.
Preguntada por la necesidad o no de hacer campaña específicas, Tardón valora: las campañas se tienen que dar durante todo el año, y en verano lo que se debe de hacer es reforzar los servicios, teniendo en cuenta dos cosas. Una, que las mujeres se desplazan y es posible que hagan falta refuerzos en los lugares de destino. Y dos, que las plantillas de los recuerdos especializados pueden quedar mermadas en contextos de verano, justo cuando más se los necesita.
En ese sentido se pronuncian también Covelo: “En verano se trabaja con menos capacidad, cuando lo que se debería hacer es garantizar que los servicios estén plenamente operativos”. Covelo menciona además la necesidad que surge en estos meses de atender a cierto tipos de violencias sexuales.
Decir que es el calor desvirtúa la mirada
“Según el estudio, cada aumento de 1°C de la temperatura global se asocia a un incremento del 4,7% de la violencia de pareja. En un escenario de calentamiento de 2°C, es probable que 40 millones de mujeres y niñas más sufran violencia de pareja cada año de aquí a 2090. En un escenario de 3,5°C, esa cifra se duplicaría con creces”. Este párrafo forma parte de un artículo publicado en la web de ONU Mujeres y que hace alusión a un informe de la Iniciativa Spotlight de la ONU.
Pero Lorente repite: “El calor no genera la violencia, si fuera así la tendríamos que llamar violencia climática… pero lo que la construye es el género”. Se trata de poner en el centro que existe un sistema que “otorga a los hombres la posibilidad de usar la violencia para corregir a mujeres que no se comportan según lo que debe ser su conducta a partir de esos toles culturales”. “Si perdemos la esencia de lo que es la violencia de género facilitaremos que continúe”.
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