Derecho a la vivienda
Un fondo buitre hace la vida imposible a 220 familias de Vallecas: desperfectos, goteras e inseguridad

Organizados en el Sindicato de Inquilinas de Madrid, los afectados se niegan a pagar las cláusulas abusivas de los contratos de alquiler y demandan que la gestora repare los numerosos e importantes desperfectos en la comunidad.
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Eliana posa en la puerta de su casa, totalmente dañada por las goteras de aguas sucias. Guillermo Martínez
@Guille8Martinez
7 mar 2024 14:35

Unas 220 familias de Vallecas viven entre andamios y escombros, con puertas que no cierran por haberse podrido la madera del agua residual que cae y ensucia constantemente algunos pisos, con goteras que permean por completo las viviendas y en zonas cercanas a los cuadros de luz, con cortes de agua constantes y cláusulas abusivas en los contratos de alquiler. Así viven en el número 7 de la calle Martín Muñoz de las Posadas, en Villa de Vallecas, una comunidad administrada por la gestora Nestar Homes, propiedad de Azora, el tercer fondo más grande de España.

Hartos y cansados de su situación, decenas de afectados han dejado a un lado la resignación y se han organizado en el Sindicato de Inquilinas de la capital para hacer valer sus derechos. O la cosa cambia, o irán a una huelga de alquileres. Sea lo que sea, lo harán juntos y juntas.

Eliana, dentro de su desesperación, ha encontrado un pequeño refugio en esta lucha organizada que tan solo acaba de comenzar. Ella es una de las vecinas más afectadas. A las vistas con un andamiaje abierto que solo provoca incertidumbre, el suelo levantado de las zonas comunes y los problemas de inseguridad, se suma que su vivienda está debajo de la caldera de la urbanización. “El agua negra cae por la cocina, en los baños, en el salón… Ha llegado a permear la madera y la puerta de la calle no cierra bien. Huele mal todo el rato, y no me lo quieren arreglar”, comenta esta vecina.

Nestar le alquiló esa vivienda en perfectas condiciones, al menos a simple vista. Poco después, con las lluvias, llegó la realidad. Tras un año de reclamaciones a la compañía, Eliana decidió dejar de abonar el alquiler: “No querían arreglar nada y la casa estaba hecha un desastre”, explica. El fondo buitre reaccionó. Le dijeron que pronto le solventarían los problemas, incluso que le podrían reubicar en otra vivienda vacía de la misma urbanización. Todo se desvaneció este enero, cuando un abogado le dijo que la empresa había comenzado un proceso judicial contra ella por impago cuyo fin último era el desahucio.

"Todo el agua que regresa de las calderas de las más de 200 viviendas, cae por mi techo, incluso al cuadro de luces”, denuncia Joao, un vecino

“Eran los pisos piloto, los últimos en alquilarse. Ahora, de tres bombas de agua solo funciona una, y estamos en peligro de quedarnos también sin agua porque no aguanta más. Todo el agua que regresa de las calderas de las más de 200 viviendas, cae por mi techo, incluso al cuadro de luces”, denuncia Joao, quien vive en la puerta de enfrente de Eliana.

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Eliana y Joao, los vecinos más afectados al tener la caldera encima de sus viviendas. Guillermo Martínez

Pagar como si fueran propietarios

Rodrigo es otro de los afectados. Es él quien relata el origen de todos estos problemas: “Estos pisos deberían ser viviendas de protección oficial, pero la Comunidad de Madrid decidió vendérselas a un fondo buitre. Nosotros no pagamos un alquiler social, sino de 800 euros al mes para arriba, y ahora nos lo quieren subir”, introduce. Según relata, los contratos tienen una duración de siete años, y “utilizan estrategias para largarnos de aquí lo antes posible mediante cláusulas abusivas”, añade.

Los desperfectos son palpables. Mientras habla Rodrigo, la maquinaria repiquetea con un ruido constante a sus espaldas, pero no siempre ha sido así. “Quieren construir unas piscinas y tuvieron las obras paradas dos meses. Ahora que nos hemos organizado cansados de tener toda la comunidad en obras y repleta de desperfectos, parece que han vuelto a arrancarlas”, apunta. Las dudas, de nuevo, apuntalan la inseguridad de las familias: “El garaje tiene muchísimas filtraciones de agua cuando llueve. No sé yo si construir una piscina encima no será un peligro”, se queja este vecino.

“También nos quieren hacer pagar los impuestos de IBI, la comunidad y la recogida de basura, como si nosotras fuéramos las propietarias”

En cuanto a las cláusulas abusivas, Isabel denuncia que Nestar les obliga a pagar un seguro por impago que ronda los 400 euros anuales. No solo eso: “También nos quieren hacer pagar los impuestos de IBI, la comunidad y la recogida de basura, como si nosotras fuéramos las propietarias”. Tanto ella como las demás familias no se niegan a abonar su alquiler, aunque también lucharán para que no aumente y se reduzcan sus precios desorbitados. “Nos hemos movilizado, hemos puesto quejas en Medio Ambiente, en el Ayuntamiento, en la Comunidad de Madrid, pero nada. Estamos hablado de un bloque en el que peligra la vida de sus inquilinos”, destaca.

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Estado de uno de los portales de la comunidad. Guillermo Martínez

Todos los bloques de Madrid a una

Rosa es otra de las afectadas por parte de Nestar, aunque ella vive en el edificio que tienen en Valdebernardo. “En la Comunidad de Madrid, este fondo buitre administra 42 bloques. Intentamos organizarnos y vamos a ir a más, porque somos miles de personas que sufrimos este acoso y estas barbaridades”, señala. Por eso, cada vez son más los afectados que se suman al Sindicato de Inquilinas de Madrid.

“En la Comunidad de Madrid, este fondo buitre administra 42 bloques. Intentamos organizarnos y vamos a ir a más, porque somos miles de personas que sufrimos este acoso"

“Juntas haremos más fuerza para conseguir la negociación colectiva que demandamos. Si no ceden, seguramente interpongamos una demanda, también colectiva, ante los tribunales. En nuestra mano contamos con los mejores abogados y, si tenemos que llegar a la huelga de alquileres para no hacer frente a las cláusulas abusivas, la haremos”, se explaya esta activista por la vivienda.

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Maquinaria pesada trabajando constantemente en la urbanización. Guillermo Martínez

La esperanza de estas más de 200 familias afectadas de Villa de Vallecas se engrandece al pensar que el Sindicat de Llogateres de Barcelona ya ganó al fondo buitre ante los tribunales. “Ya les hemos ganado una vez y vamos a por ellos. Si ahora somos cien, pronto seremos miles”, dice con una mirada llena de rabia en la que ya no hay cabida para la impotencia.

La lucha del agua: ni para beber

Patricia vive en el edificio junto con dos hijos pequeños. Llegó hace cuatro años y, según comenta, las cosas eran diferentes. “Hace dos años, de repente, empezaron con los cambios. No nos comunicaban nada, pero ellos cambiaron las compañías de gas y agua caliente, que con comunes a todas las viviendas, y empezaron a llegar recibos de hasta 800 euros”, explica a El Salto.

Sin embargo, todo fue a peor cuando a la situación se añadieron constantes cortes de agua. “A veces solo teníamos agua fría, otras veces solo agua caliente, y otras nada de nada. Imagínate tener que vivir sin agua fría”, denuncia Patricia. Así pues, cada uno se buscaba una estratagema: se duchaban en el gimnasio aquellos que podían o en casa de amistades y familiares.

De hecho, no era inusual que los vecinos aprovecharan los pocos segundos que tardaba el agua del grifo en calentarse para poder llenar botellas de agua y, al menos, poder dar dos tragos. “Ducharse era una odisea, solo salían agua caliente”, se escuchaba por detrás mientras Patricia hablaba.

Inseguridad y abandono constante

Los desperfectos en la comunidad son tangibles. Tanto, que desde el principio supusieron un problema agravado para algunas personas. Óscar Vargas camina con muletas. Él es una de las tres personas que viven en su casa también con movilidad reducida. “Pones las incidencias en su aplicación y las borran constantemente. Tenemos que grabar con el móvil cómo lo hacemos para que haya alguna prueba de ello”, refleja con indignación.

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Óscar Vargas posa en las obras con sus dos muletas. Guillermo Martínez

Justo en ese momento, un anciano que sostenía la pancarta en la que se podía leer “Comunidad ruinosa. Peligro” ha levantado la voz: “Después de lo que han comentado los compañeros, queda retratada la catadura moral de estos personajes. Pero no se preocupen, que el sindicato no va a consentir tanto abuso”, ha dicho con un tono que exudaba experiencia y ganas de luchar.

A todo ello se suma una pequeña furgoneta que lleva años abandonada en el garaje a la que le han robado las ruedas y el motor. Debajo de un capó inexistente, se amontonan tres ruedas, y detrás de ella hay diferentes restos. “Tengo miedo por las ratas que pueda atraer. Esto es insostenible. Los propietarios del edificio no quieren hacerse cargo de nada. A los vecinos que les correspondía esta plaza, que además están sin numerar, les dieron otra antes que retirar el vehículo”, destaca Abel, el propietario del coche de la plaza de al lado. Justo enfrente, a escasos dos metros, otro coche abandonado con telarañas entre su rueda y la columna del garaje.

El miedo a las ratas no es el único temor de estas familias. Durante semanas, la cerradura de uno de los portales ha estado sin que la gestora del edificio lo arreglara. “Hemos visto cómo la gente entraba y dormía dentro”, ha señalado una de las vecinas presentes. Todo, como siempre, puede ir a peor: “Incluso a otra le han entrado en casa a robar, y es un cuarto piso, porque los ladrones no tuvieron ninguna dificultad en subir por los andamios”, ha remarcado.

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Varios vecinos organizados en el Sindicato de Inquilinas. Guillermo Martínez

El Sindicato como arma

Desde el Sindicato de Inquilinas han aclarado que “el estado flagrante de desatención como la imposición de cláusulas abusivas muestran una vez más cómo los fondos de inversión, gracias al beneplácito de las instituciones, defienden y normalizan un uso totalmente antisocial de la vivienda, incluso aquella que antes fue vivienda pública”. Así lo han reflejado en un comunicado en el que también han explicitado que “ante la especulación del mercado y la desatención del Estado, la organización inquilina es la clave para defender el derecho a la vivienda y acabar con estas prácticas especulativas que están haciendo de nuestra ciudad, vivienda y vida, una mercancía”.

“Ante la especulación del mercado y la desatención del Estado, la organización inquilina es la clave para defender el derecho a la vivienda y acabar con estas prácticas especulativas”

Rodrigo, Patricia, Isabel, Eliana, Joao, Rosa, Abel y Óscar apenas son ocho nombres propios a quienes la especulación inmobiliaria ha golpeado con dureza. En cambio, la lucha que ahora emprenden supera personalismos e individualidades. En el Sindicato de Inquilinas han encontrado un refugio en el que coger fuerzas, aprender de experiencias similares y empoderarse para enfrentar esta lucha que, aunque contra gigantes, se gana con cada gesto, cada abrazo, cada hermanamiento que se produce entre los afectados. Y eso, aunque los fondos buitre nunca puedan llegar a sentirlo, es algo que permanecerá incluso una vez conseguida la victoria o digerida la derrota. En realidad, como ellos mismos dicen, esto solo acaba de empezar.

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