Consuelo Catalá: “La administración no garantiza que el personal que quiere hacer abortos pueda hacerlos”

Abortó, realizó abortos en la clandestinidad y participó en la redacción de la ley de plazos de 2010. La historia de España por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo no se puede escribir sin el nombre de Consuelo Catalá Pérez.
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Consuelo Catalá Pérez, enfermera y activista histórica por el derecho al aborto.

Consuelo Catalá Pérez (Alicante, 1954) recuerda que, después de pasar por un periplo con el que acabó fuera de España para poder abortar, decidió aprender a hacer abortos a otras mujeres en la clandestinidad. Eran finales de los 70, quedaban aún unos años para la primera ley que despenalizaba este derecho bajo algunos supuestos, la de 1985, y había vivido en sus carnes la dureza de someterse a esta práctica en soledad y en tierra lejana. Catalá empezó Medicina pero acabó siendo enfermera, y como profesional se unió al equipo del ginecólogo Pedro Enguix, pionero en el arte de procurar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en el colectivo Acuario de Salud.

Tras pasar por los movimientos feministas autónomos de Valencia, y militar de la mano de futuras políticas como la exministra de Cultura Carmen Alborch, ya entrada la democracia, dio el salto a la política institucional y llegó a ocupar un escaño en las cortes valencianas como diputada del PSPV-PSOE, entre 1999 y 2011. Participó como experta en la redacción de la ley 2/2010 de salud sexual y reproductiva, que sustituyó los supuestos para abortar por plazos. Ley que sigue siendo el esqueleto de la normativa actual, recientemente reformada en 2023.

Desde su domicilio en Beniarbeig (Alicante) Catalá atiende a El Salto una semana antes de intervenir en el acto que prepara el Ministerio de Igualdad por los 40 años de la legalización del aborto que se celebrará este lunes 29 de septiembre. Durante la charla, Catalá hace un recorrido histórico por la lucha por los derechos sexuales y reproductivos en España para acabar con un mensaje claro: aún quedan cosas por hacer.

Consuelo, tú comienzas tu militancia en la Universidad de Valencia, cuando empezaste Medicina. Cuando muere Franco participas en los primeros grupos de mujeres de la universidad. ¿Qué hacían estos grupos?
En aquella época la prioridad era luchar contra la dictadura. La propia clandestinidad te hacía entablar relaciones de amistad con las mujeres y empezamos ahí a montar grupos de autoconocimiento. Nos juntábamos mujeres del Movimiento Comunista (MC), del PCE, de la Liga Comunista Revolucionaria… de muchos grupos políticos y éramos muchas. En mi promoción, de 1971, éramos 1.500 personas en clase de primero de Medicina, porque entonces no había selectividad. Eso sí, tenías que aprobar todo el curso para pasar a segundo.

En los grupos de mujeres empezamos ya a hablar de anticoncepción. En cuanto a las reivindicaciones de las mujeres había una parte claramente jurídica como el reconocimiento del derecho al divorcio o eliminar el adulterio del código penal. Y así empezamos y nuestra amistad continúa.

Tú comenzaste militando en la Liga Comunista Revolucionaria, ¿Cuándo fue tu primer contacto con el feminismo?
Mi primer contacto con la lucha antifranquista fue en el preuniversitario que lo hice en Barcelona. Por aquellas, fue el Proceso de Burgos y ahí fue la primera vez que yo salté a la calle. Cuando me fui a Valencia, en la facultad entré en contacto con la Liga y me puse a militar. Los troskistas éramos disidentes, yo lo llevo en la cara. Te puedo asegurar que teníamos un nivel de formación que flipas. Y eso también sirvió para que las mujeres que estábamos alrededor de la Liga rápidamente empezáramos ya a decantarnos por el feminismo.

Llega un momento que dejas la Liga y te centras en la lucha feminista. ¿Cómo es dejar de militar con hombres y empezar a militar solo con mujeres?
Bueno, en primer lugar, la militancia con hombres era en la clandestinidad. Era una militancia muy concreta de grupos muy reducidos de gente por razones básicamente de seguridad, para que si caías tú, no cayera un montón de gente detrás. Yo era la responsable en la facultad, pero había mayoría de hombres en los mandos. Los hombres tenían más tiempo, por decirlo de alguna manera. Yo entré en la facultad a los 17 años, no tenía hijos. En el momento en que empezabas a tener hijos, empezaban una serie de cargas.

Cuando llegué al feminismo, nosotras en Valencia hicimos una cosa súper bonita. Primero estaba la Coordinadora de Mujeres que eran básicamente mujeres ligadas a partidos. Nosotras en la Liga nos negamos, dijimos que no íbamos a entrar. Yo me acuerdo que para las jornadas feministas que se celebraron en Granada en 1979, salimos dos autobuses de Valencia, uno de las de los partidos y otro de las independientes. Por supuesto, las independientes lo pasamos bomba.

Luego nació la Asamblea de Valencia, que ahí estábamos todas, independientemente de si estabas en un partido o no. Fue un hito. Nos reuníamos todos los viernes en la Librería Dona, que la llevaban tres mujeres. Hacíamos talleres de autoconocimiento, se daban charlas... y no había ni subvenciones ni nada, ibas a escote.

De ahí luego salió la sección de Mujeres por la Salud. Cuando se acabó la Asamblea nos convertimos en compañeras de vida. Ya luego la vida nos ha llevado a cada una por un sitio pero tú ves a alguien de la asamblea y te tiras a sus brazos.

Consuelo Catalá Pérez
Consuelo Catalá Pérez con Carmen Alborch en las jornadas feministas de 1979. Foto: Cedida por Consuelo Catalá Pérez

Trabajasteis también mucho con los primeros centros de planificación familiar ¿Cuándo surgen?
Algunas de nosotras éramos gente de medicina. Yo pertenezco a la primera promoción en la que se empezó a hablar de salud pública. Los ginecólogos y los médicos pasaban consulta y nosotras lo que hacíamos era divulgación de la anticoncepción. En aquella época las asociaciones de vecinos eran muy potentes y tenían vocalías de mujeres que eran dinamizadoras del movimiento vecinal. Gracias a ellas, íbamos a los barrios, dábamos charlas. Lo bueno que teníamos es que dabas la charla y luego podías remitir a un listado de ginecólogos que teníamos.

Y luego estaba Pedro Enguix y el grupo de médicos que estaban alrededor de él, el colectivo de Salud Acuario, que en 1976 montaron el centro de planificación familiar en la Plaza Xúquer en Valencia, el primero.

¿Quién es Pedro Enguix?
Pues acaba de fallecer, falleció en junio. Pedro entendía una cosa básica: que las mujeres teníamos derecho a decidir. Pedro se formó en Francia. Íbamos a congresos a París, porque lo que nosotros hacíamos se estaba haciendo en algunos países. Si te interesaba, pues te tenías que pringar, claro.

Nosotros empezamos a hacer abortos en 1976. Era una persona que tenía muy claro el tema de la libre decisión de la mujer y tenía claro que había elementos para que eso fuera posible y él estaba formado para ello. Él se vino a vivir a Beniarbeig y la primera maternidad con parto respectado se hizo aquí, en este pueblo. Pedro vivía en una especie de comuna que hicieron gente de Valencia y con una visión no solamente centrada en la mujer, el parto, el aborto, sino también en los bebés. Si las recomendaciones la OMS sobre los Derechos de Nacimiento de madres y bebés, fueron aprobadas en 1985, el Colectivo de Salud Acuario ya hacía partos respetados desde el año 1978.

Hasta ese momento la sanidad era exclusivamente una cuestión médica. Con la irrupción de la salud pública la sanidad tenía que ser además consensuada y participada por la ciudadanía. Eso Pedro lo hacía posible y se la jugaba. Estuvo dos veces en la cárcel y tuvo un juicio brutal. Su actividad tuvo un gran coste personal y profesional. Entonces Pedro para mí fue muy importante.

También fue muy importante para mí Leonor Taboada, que nos enseñó el autoconocimiento y la importancia de no meternos píldoras anticonceptivas sin más. Y luego Enrique Lebrero, que es mi marido y que era del grupo de Pedro.

A finales de los 70, Valencia era pionera en cuanto a la lucha por el derecho al aborto.
Sí, y también en Cataluña, porque en Barcelona estaba el equipo Titània, que también fue muy pionero en el tema de los partos respetados.

En Andalucía también había gente, por ejemplo estaba Germán Sáenz de Santamaría, o Rafael González. Pero estaban atomizados entre Sevilla, Málaga… En Valencia había mucha gente que se fue juntando, que montó sus equipos diferentes.

En 1978 empezasteis una campaña muy importante en contra de la Constitución. ¿Por qué fuisteis en contra de la Constitución?
La Liga tenía claro que en la Constitución la ciudadanía participaba poco. En la Asamblea de Mujeres se hizo un manifiesto en el que empezamos diciendo que la Constitución no es un cheque en blanco. En las Jornadas de Granada del 79, que reunieron a 3.000 mujeres, el movimiento se rompió. Estaba el sector de mujeres de partidos, que decían que sí a la Constitución, y el otro sector que éramos críticas. Pedíamos que se tuvieran en cuenta las reivindicaciones de las mujeres sobre el divorcio o la penalización del adulterio para continuar. Y eso marcó la diferencia.

Para abortar en Francia en aquella época tenías que ser residente. Yo no sabía ni de cuÁnto estaba. Mentí como una bellaca. El médico francés cuando me vio me dijo: “Las españolas siempre mienten”

¿Con respecto al aborto que pedíais?
Pedíamos la legalización del aborto y no se recogió en la Constitución y luego nos costó mucho.

Cuando se inauguraron las Cortes, yo fui con un grupo desde Valencia, que nos desplazamos en cuatro o cinco coches, para hablar con las diputadas, las primeras mujeres que entraban en el hemiciclo en Madrid. Les dimos en mano a las compañeras que entraban como diputadas un listado para que se comprometieran a que iban a defender nuestros derechos. Fue una lucha muy bonita.

Pasando a tu historia personal, tú llegaste a abortar. ¿Cómo fue tu experiencia?
En 1977 estaba embarazada y me fui a ver a Pedro. Entonces no hacían abortos aún. Yo ya estaba en el movimiento de mujeres y contacté con la gente del movimiento feminista de Barcelona. Allí bajaban desde Francia gente del Movimiento por la Libertad del Aborto y la Anticoncepción (MLAC) que practicaba abortos. A mí me dieron una cita en Plaza Catalunya en una cafetería histórica y yo tenía que estar en una mesa con un ejemplar del periódico Tele/eXprés hasta que se acercara alguien que te preguntaba si te gustaba el periódico. Me pasé tres días yendo a la Plaza Catalunya y no aparecía nadie. Al tercer día apareció. Cogimos el metro y nos fuimos a las afueras. En la puerta de la iglesia había una persona que era francesa y me preguntaron de cuánto tiempo estaba y si había tenido alguna enfermedad de tipo infeccioso en la sangre. Y yo justamente había tenido una hepatitis hacía seis meses y lo dije. Me dijeron que no me lo podían hacer porque el material no lo esterilizaban de una manera muy fiable. Con las mismas me fui.

Yo me había quedado en Barcelona en casa de Jaume Roures, camarada en la Liga. Me dijo que tenía que ir a París a una reunión en coche y nos fuimos. Cuando llegamos a París, a casa de unos compañeros, Roures se dio cuenta de que se había equivocado, que tenía que ir a Bruselas. Yo me quedé sola en París, no sabía ni cómo se llamaba por teléfono fijo a España. Era terrible. Las camaradas se portaron muy bien conmigo. Para abortar en Francia en aquella época tenías que ser residente y me apañaron los papeles. Me fui a la clínica de la CGT y allí me hicieron la intervención. Yo no sabía ni de cuánto estaba, había pasado mucho tiempo. Mentí como una bellaca. El médico francés cuando me vio me dijo: “Las españolas siempre mienten”.

Después de eso me volví en avión, los compañeros hicieron una colecta para recoger dinero para mi vuelta. Pero vamos, que lo pasé mal.

Ahí fue cuando decidiste aprender a hacer abortos, ¿no?
En el grupo de Pedro ya se estaba mascando esta posibilidad. Cuando volví les expliqué a todos lo que me había pasado. Entonces ahí ya dijimos que esto lo teníamos que hacer porque además éramos sanitarios. El más valiente, sin lugar a dudas, fue Pedro porque los demás acabábamos de sacarnos el título. La gente no se da cuenta hasta qué punto un profesional pone en peligro su vida, la de su familia y su futuro profesional. Y Pedro lo hizo y lo hizo muy bien, a mi modo de ver. Porque luego, en un juicio, cuando le acusaron de tres abortos, Pedro dijo que no había hecho tres, que había hecho 3.000. Y se montó el pollo.

Tú participaste en esto durante algunos años.
Al principio, nada más. Lo que pasa es que mi ligazón con el movimiento feminista era muy grande y mi apoyo al grupo de Pedro también. Entonces, yo era el canal de comunicación. Pero yo nunca cobré los abortos y lo dejé cuando se empezaron a cobrar, pero seguí apoyando.

Pero a ver, cobrar tenían que hacerlo, lo montamos de tal manera que separamos el piso donde dábamos la información con el centro de planificación, para que si caía el piso no cayera el centro, que estaba legalizado. Entonces eso era dinero, era dinero también el material.

¿Cuánto costaba un aborto?
8.000 pesetas. 3.000 eran para la persona que lo hacía y las otras 5.000 era para el fondo, para el piso, para el teléfono, para el material...

¿Y qué método se utilizaba?
Se utilizaba el método ambulatorio por excelencia, que es el método por dilatación, el método Karman. No se usaba legrado, ni bisturí. Consistía en dilatar el cuello del útero. Es un método que se hace hasta las 14 semanas, en función del tiempo el útero necesita dilatarse más o menos. Se utilizaba una cánula flexible y un aspirador que lo hacíamos nosotras y era un bote de Nescafé de un kilo donde poníamos un tapón de goma. El tapón de goma tenía tres agujeros. Por uno metías la cánula. Esta iba unida a una goma vacía. Luego había un manómetro que medía la presión que tú hacías y un hinchador de bicicleta con la válvula al revés, que en vez de hinchar la rueda lo que hacía era vaciarla. Llevábamos todo en una bolsa de deporte. Así se funcionó hasta que se legalizó el aborto.

Hacíamos grupos de ocho mujeres. Les explicábamos el mecanismo y la importancia de tomar la anticoncepción. Una de ellas tenía que poner el piso y en función del piso hacíamos un aborto en la mesa del comedor, que la limpiábamos y poníamos unos almohadones, o en otra mesa que sirviera de potro. Y lo hacíamos muy bien. Teníamos un protocolo, y si alguna era diabética o tenía algún problema, le decíamos que no y eso nos costó muchísimo. Cuando las mujeres venían de fuera, teníamos unos colaboradores que nos dejaban pisos en Valencia.

¿Tú has sufrido alguna consecuencia legal por estas prácticas?
No, ninguna. Rosa Solbes, que es una periodista bastante importante en esta comunidad, hizo un reportaje en aquella época que se titulaba Se aborta en Valencia y no pasó nada. Había mujeres que venían desde Albacete en el tren que llegaba a las 06:00 horas. Venían con la dirección apuntada o iban al kiosco de prensa y les indicaban. Lo conocían hasta los taxistas. Había una permisividad, pero yo creo que por el ambiente que había en Valencia. Porque luego surgió una clínica en Sevilla, los Naranjos, y duró nueve meses.

Luego más tarde das el salto al al feminismo institucional, ¿Por qué?
Cuando vimos que iba a ganar la derecha en este país, a las clínicas de planificación, que había ya bastantes en la Comunidad Valenciana, en Andalucía, Asturias, Madrid y tal, les planteé la importancia de hacer una asociación porque se aventuraba una tormenta. Las clínicas aceptaron y montamos aquí la primera Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI). Sería en 1996 o por ahí y yo fui la presidenta. Yo que era enfermera y no acabé Medicina. ¿Pero por qué yo? Por que para un ginecólogo decir que hacía abortos en un país que estaba en contra era muy jodido.

Y entonces, Concha Colomer, que fue la primera directora del Observatorio de Salud de la Mujer del ministerio habló de mí en una entrevista. En 1999, El Partido Socialista tenía problemas con sus listas y las quería abrir a independientes. Y entonces el secretario general de la Comarca de la Marina Alta del PSPV-PSOE me llamó para las listas al Parlament. Y yo no había sido ni concejala. Pasé del sofá de mi casa a un escaño. Y a partir de ahí empecé mi trayectoria política como diputada cuando ganó Zaplana y fui la responsable de Igualdad del Parlament en el Grupo Socialista. Me pasé 12 años de mi vida con el PP encima de la cabeza.

Antes de la Ley del aborto de 2010 tú te podías poner tetas con 16 años sin consentimiento paterno pero no podías abortar. Era una barbaridad

En tus primeros años cuentas que encontraste reticencias con el tema del aborto también dentro del Partido Socialista.
Claro, es que vamos a ver el Partido Socialista nada y guarda la ropa. Lo primero que hice cuando fui diputada fue renunciar a la presidencia de ACAI porque consideraba que era estigmatizar a ACAI. Y el PSOE, bueno, miraba para otro lado y ya está.

Tú fuiste una de las integrantes de la Comisión de Expertos de la Ley de Derechos Sexuales y Reproductivos que modificó la Ley del aborto. Era la llamada ley de plazos ¿Qué quedó pendiente en esta ley?
El plan de la reforma de la ley me pareció impecable, porque teníamos un comité de personas expertas en el que me dejaron entrar, aunque era diputada. Había ginecólogos de Valencia, de Sevilla… luego gente del movimiento de mujeres y representantes de los gabinetes jurídicos de los ministerios de Presidencia, Educación, Sanidad e Igualdad. La despenalización del 85 lo que hizo fue cambiar el chip de la sociedad. Todo el mundo fue integrando que el aborto era legal.

Cuando llegamos a esa comisión de personas expertas, cuando yo empecé a contar lo que estaba pasando, que se abrían alrededor de 500 diligencias anuales en las clínicas, los juristas flipaban. ¿Por qué? Porque el aborto estaba despenalizado en tres supuestos y teníamos casos en los que se investigaba a las mujeres. Normalmente no llegaba a ningún lado, pero se llamaba a la señora a declarar. Se había despenalizado, pero se estaba obligando a investigar a los jueces que los casos cumplían con los supuestos.

A la vez que trabajamos en esa comisión, el Gobierno de Zapatero decidió que se abría una comisión parlamentaria en el Congreso de los Diputados que abría la horquilla para que fuera a hablar todo el mundo sobre el aborto. ¿Qué hizo eso? Por un lado, el debate público tiene que ser dónde está la representación pública, que es el Parlamento. Y, por otro, desviaba la atención de la comisión de personas expertas. Tuvimos muchos enganchones, hubo un buen debate en el parlamento, que es donde se debe dar y fue fantástico.

Así fue como conseguimos que las mujeres de 16 y 17 años vieran reconocida su libertad para decidir sin necesidad de consentimiento paterno, en la ley de 2010. Se decidió allí, se votó y se ganó. Lo de los 16 años no lo inventamos nosotros, es lo que refleja nuestra ley de autonomía del paciente. Tú te podías poner tetas con 16 años pero no podías abortar. Era una barbaridad.

¿Qué pasó? Luego ganó el PP y Gallardón intentó que las mujeres de 16 y 17 años tuvieran que tener el consentimiento paterno para abortar. Y luego vino el Tren de la libertad, la mayor manifestación de este país encabezada por el movimiento feminista hasta aquella fecha, que hizo caer a Gallardón y su reforma. Pero al final el PP logró cambiar esto.

La reforma del 2023 lo que hizo fue volver a lo establecido en la de 2010 y eliminar el periodo de reflexión, además de ampliar el articulado sobre la formación de los profesionales. Que ahí no se ha avanzado ni de coña, es una asignatura pendiente.

 Es muy sencillo recetar una pastilla y para casa, pero hay que tener cuidado. En la legislación se recoge que solo se puede usar el método farmacológico hasta la semana nueve y hay que cumplir ese protocolo

Hoy se supone que es un proceso ya legal, pero bueno, se da la paradoja de que sigue dentro del Código Penal. ¿Qué nos queda aún pendiente?
No solamente es que sea legal, es que está está dentro de la cartera de servicios y eso significa que la administración tiene que garantizarte que a ti si vas a solicitarlo que se te resuelva. La gran asignatura pendiente es lograr que esto sea una realidad. Una realidad que pasa por cumplir la ley, que no se cumple en lo relacionado a la objeción de conciencia. La administración sanitaria no garantiza que el personal que quiere hacer abortos pueda hacerlos. Se les estigmatiza y eso hay que ponerlo encima del debate sobre el tema del aborto.

Después, hay que incidir en la importancia de la mujer en la toma de decisión y en su acompañamiento. La mujer no es una enferma, la mujer es una usuaria que está defendiendo sus derechos. Cuando nosotros hicimos la primera ley en el 85, incluso en el 2010, el aborto solamente se podía hacer mediante el método quirúrgico: aspiración o legrado. Pero ahora no, ahora hay método farmacológico. ¿Y que está pasando? que a ti te dan una píldora y tú te vas a tu casa y tú abortas en tu casa sola. Y abortar sola es una putada, porque además tienes unos dolores de tripa impresionantes. El método lo tienen que elegir las mujeres, igual que eligen el método anticonceptivo.

¿Para ti el aborto farmacológico es una penalización?
Tal y como está planteado ahora puede ser una penalización porque no te dan a elegir, no te explican los dos métodos. Es muy sencillo recetar una pastilla y para casa, pero hay que tener cuidado. En la legislación se recoge que solo se puede usar el método farmacológico hasta la semana nueve y hay que cumplir ese protocolo.

Y otra cuestión importantísima es los grandes abortos que son de mujeres que tienen embarazos con fetos con malformaciones que tardan mucho en diagnosticarse. Eso significa que son hijos deseadísimos. Hay que tener un protocolo específico de acompañamientos a esas mujeres, porque si no esas mujeres se deshacen.

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