Actualidad africana
Los esfuerzos internacionales cortejan al continente africano

Durante décadas África ha sido menospreciado en los equilibrios de la comunidad internacional pero la dinámica de relaciones desiguales parece estar agotándose. El continente gana centralidad en las estrategias de las principales potencias, pero sigue sufriendo consecuencias desde el cambio climático al yugo de la deuda.
Cumbre EEUU Africa
Foto de familia de la cumbre de líderes de Estados Unidos y África.
23 dic 2022 06:00

Observar cómo los Estados Unidos intentan agasajar a los líderes africanos da una idea de los movimientos tectónicos en las relaciones internacionales. Cuando algunos de los países del continente buscan otras alianzas, las potencias del Norte global ven peligrar sus posiciones y reaccionan. Sin embargo, el sistema de desequilibrio continúa mostrando sistemáticamente sus consecuencias, desde la desolación que extienden los fenómenos climáticos extremos en el continente, hasta el lastre de la deuda externa, pasando por las desigualdades en el nuevo universo digital.

Los Estados Unidos también cortejan al continente africano

Los caminos de la diplomacia son, a menudo, insondables y, muchas veces, completamente incomprensibles. Cuando la realpolitik y los aspavientos públicos se superponen el resultado acostumbra a ser poco razonable. Tal vez por ello sorprende el abrumador éxito de convocatoria de la recién celebrada cumbre entre Estados Unidos y los países africanos en un momento en el que una sacudida de las alianzas tradiciones recorre el continente africano. Precisamente, cuando más fuertes suenan las voces que alertan del acercamiento de muchos países africanos con potencias que no representan la hegemonía del Norte global, Joe Biden extendió la invitación a esta cumbre a 49 países africanos y los 49 acudieron al evento celebrado entre el 13 y el 15 de diciembre en Washington. Además, 44 de ellos trasladaron como representaciones del más alto nivel a sus respectivos jefes de Estado o de Gobierno.

Burkina Faso, la República de Guinea, Mali y Sudán no fueron convidados porque su membresía de la Unión Africana está suspendida debido a los recientes golpes de estado que han colocado gobiernos militares en el poder. Eritrea fue excluida porque no mantiene relaciones diplomáticas estables con Estados Unidos. Y no hubo representación de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), porque Estados Unidos no reconoce este país, a pesar de ser miembro de pleno derecho de la Unión Áfricana.

Cuando más fuertes suenan las voces que alertan del acercamiento de muchos países africanos con potencias que no representan la hegemonía del Norte global, Joe Biden organiza una cumbre a la que han sido invitados 49 países del continente

No cabe duda de que precisamente las preocupaciones por las derivas en las amistades que frecuentan en los últimos tiempos algunos países africanos estaban en el centro del encuentro. En 2014 Barak Obama organizó la primera cumbre de estas características y han tenido que pasar casi ocho años (con el gobierno de Trump entre medias) para que Biden vuelva a demostrar su interés por África. Precisamente, cuando las votaciones en la Asamblea General de las Naciones Unidas de las resoluciones sobre el conflicto en Ucrania han demostrado la tibieza (e incluso la desaprobación) de una buena parte de los países africanos hacia las posiciones de Estados Unidos y Europa.

La liturgia de este pretendido acercamiento se ha reflejado claramente en las posiciones expresadas por los representantes estadunidenses y en los documentos emitidos por la administración de Biden. Una lapidaria frase del propio presidente estadounidense destaca en la web de la cumbre: “El éxito de África es el éxito del mundo”. Para continuar con las sentencias, John J. Blinken, el secretario de Estado, que no ha escatimado viajes, visitas y diplomacia en suelo africano aseguraba como rúbrica del encuentro: “África es una fuerza geopolítica de primer orden. Ha dado forma a nuestro pasado, está dando forma a nuestro presente y dará forma a nuestro futuro”.

A efectos más concretos y sin perder de vista que estas cumbres tienen mucho de promesas que después son radicalmente rediseñadas, la administración Biden ha comprometido medidas concretas para reflejar lo que se ha interpretado como “la centralidad de África para los intereses nacionales de Estados Unidos y el valor de la región como socio económico”. Sin duda los compromisos más llamativos son los económicos y destacan dos cifras. En primer lugar, los 55.000 millones de dólares que EE.UU. asegura que invertirá en África en los próximos tres años. En segundo lugar, los 2.500 millones de dólares para un fondo de emergencia para afianzar la seguridad alimentaria frente al contexto de desabastecimiento y encarecimiento de productos básicos provocado por la crisis en Ucrania, que se suman a los 11.000 millones que ya se han destinado durante este año.

Pero, las medidas anunciadas abarcan otros enfoques, por ejemplo, el hecho simbólico de que el embajador Johnnie Carson, ex Subsecretario de Estado para Asuntos Africanos, se convertirá en el nuevo Representante Presidencial Especial para la implementación de la Cumbre de Estados Unidos y Líderes africanos. Como viene ocurriendo en los últimos años, el cambio de la forma de acercarse al continente lleva a poner en valor a las sociedades civiles y a reforzar el papel de las diásporas como puente y este encuentro no ha sido una excepción. Así, las ocho líneas fuertes de colaboración incluyen la creación de consejo de la diáspora; el apoyo a la entrada de países africanos en el Consejo de Seguridad de la ONU y de la Unión Africana en el G20; el apoyo a la recuperación de las consecuencias de la pandemia, con préstamos especiales; la cobertura a los procesos de integración regional; el soporte para la transformación digital; colaboración en los programas espaciales; intensificación del apoyo a la extensión de la atención sanitaria; y un soporte especial al refuerzo de las competencias locales en materia de seguridad.

La RD del Congo atrapada entre el clima y la violencia

La coincidencia en el tiempo de dos grandes crisis en la República Democrática del Congo ha vuelto a poner el foco sobre el país, pero también sobre el hecho de la influencia de la mano humana detrás de los episodios más graves de inseguridad. En este caso, las lluvias torrenciales de la semana pasada en Kinshasa han coincidido con el agravamiento de la espiral de violencia que continúa afectando, fundamentalmente, al este del país, que tiene como protagonista al grupo M23 y que ha provocado una grave crisis diplomática.

Solo las precipitaciones caídas en la noche del lunes al martes de la semana pasada han provocado 169 muertos en la capital del país, según ha informado la agencia humanitaria de la ONU, OCHA. Las lluvias han provocado desperfectos en infraestructuras, incluido el derrumbe completo de la N1, la carretera que une Kinshasa con el puerto de Matadi. Estos desperfectos han dificultado seriamente las comunicaciones y ponen en riesgo la cadena de aprovisionamiento de la ciudad. 38.000 personas en toda la ciudad ha resultado afectadas a tenor de los informes de la misma fuente, entre las víctimas y las personas que han perdido sus casas, por ejemplo. Otras cinco provincias del país han sufrido las inundaciones durante el otoño.

Las lluvias torrenciales de la semana pasada en Kinshasa han coincidido con el agravamiento de la espiral de violencia que continúa afectando, fundamentalmente, al este de la RD del Congo

En paralelo, la crisis de seguridad que sacude el este del país no ha hecho sino empeorar en las últimas semanas. Desde que se denunció la intensificaciones de las acciones del grupo M23 y que desde la RD del Congo se advirtiese de la implicación de la autoridades ruandesas en esta escalada, el escenario no ha dejado de empeorar. Durante los dos últimos meses se han ido produciendo operaciones militares que han llevado a los miembros del grupo rebelde a las puertas de Goma, la principal ciudad de la región, capital de la provincia del Kivu Norte; al anuncio de la retirada de los militares; las conversaciones; las nuevas escaladas; y así periódicamente, manteniendo como rehén a los más de dos millones de habitantes de la localidad. En el último episodio, tanto Francia como Alemania han denunciado el apoyo de Ruanda al grupo rebelde, sin que esa advertencia haya provocado ninguna consecuencia concreta.

La promesa ghanesa se tambalea

Hace solo cinco años la economía ghanesa era un referente de éxito, la envidia de otros países del continente y el modelo esgrimido por algunas organizaciones internacionales. A principios de esta misma semana el gobierno ha anunciado que no puede seguir pagando el servicio de la deuda, es decir, ha anunciado la suspensión selectiva de algunos de esos pagos.

El caso del país del golfo de Guinea ofrece una interesante muestra de cómo la situación de las finanzas ghanesas ha podido ir deteriorándose progresivamente a pesar de que la economía productiva estuviese funcionando razonablemente bien. Y, al mismo tiempo, refleja hasta qué punto el servicio de la deuda es un obstáculo infranqueable que acaba lastrando todo el sistema. En febrero de este año, el economista ghanés Adu Owusu Sarkodie firmaba un interesante análisis con un título suficientemente esclarecedor: “La deuda de Ghana imposibilita el desarrollo: aquí hay algunas soluciones”. En el texto Sarkodie explicaba cuál había sido la progresión de la deuda del país, sobre todo después de 2006, cuando finalizó una operación de cancelación de las instituciones internacionales que permitieron a las finanzas del país tomar aire momentáneamente. Desde ese año hasta la actualidad la deuda se ha disparado un 7.000%. El economista atribuye este aumento a tres factores la acumulación de déficits presupuestarios, la devaluación de la moneda y los préstamos extrapresupuestarios.

La economía ghanesa era un referente de éxito, el modelo esgrimido por algunas organizaciones internacionales. Pero a principios de esta misma semana el gobierno ha anunciado que no puede seguir pagando el servicio de la deuda

Pero es que este incremento de las obligaciones del país se ha acelerado desenfrenadamente a partir de 2017, por algunas acciones que pueden resultar familiares. En primer lugar, la deuda contraída por empresas estatales con productores y proveedores de energía del país. En segundo lugar, un plan de saneamiento del sector financiero que costó al gobierno, en dos años, 3.000 millones de dólares en compensaciones a los clientes de las instituciones que se habían clausurado por falta de solvencia y malas prácticas. Y, por último, el impacto de la epidemia de Covid-19 que supuso un golpe de 4.000 millones de dólares entre las perdidas en recaudación y el aumento de los gastos de contingencia. A partir de estas condiciones la espiral está servida. Sarkodie explica que “en 2020, solo el servicio de la deuda (el pago de intereses más amortización) consumió el 70% de los ingresos” del país; esto lleva a la explicación definitiva: “Para que el Gobierno pueda hacer frente al resto de los gastos legales y a todos los demás gastos discrecionales, tendrá que pedir prestado”.

Las explicaciones del economista ghanés continúan mostrando cómo el propio sistema cierra las puertas para salir de esta situación. Estas condiciones empeoran las calificaciones internacionales con lo que para conseguir dinero fuera, el país tiene que aceptar cada vez más intereses. Eso ata las manos del gobierno para tomar medidas internas, dificulta las estrategias para reforzar la economía productiva, reduce los ingresos estatales y agrava el problema del paro al incapacitarle para crear empleo. Así es como la economía aparentemente próspera de uno de los principales productores del mundo de oro y cacao se ve obligada a suspender el pago de la deuda y hacer frente a toda la cascada de consecuencias que supone.

Perdón por la esclavitud

El primer ministro holandés, Mark Rutte, pronunció el pasado lunes un histórico discurso en el que pedía perdón sin ningún matiz por el papel que el estado holandés jugó históricamente en la trata de seres humanos. En medio de un proceso de concienciación social por estos episodios del pasado largamente silenciados, las declaraciones del máximo responsable del gobierno marcan un punto de inflexión. Según las explicaciones del Gobierno, “las disculpas del primer ministro y los diálogos en otros lugares son una parte importante de la respuesta del gobierno al informe titulado ‘Cadenas del pasado’, presentado por el Grupo de Diálogo sobre la Historia de la Esclavitud en julio de 2021”. En ese informe se interpelaba al gobierno a comprometerse con un proceso de “reconocimiento, disculpa y recuperación en relación con la esclavitud en el Reino”.

“Hoy me disculpo”, dijo Rutte y continuó: “Hoy, en nombre del gobierno holandés, pido perdón por las acciones pasadas del Estado holandés: a las personas esclavizadas en el pasado, en cualquier parte del mundo, que sufrieron como consecuencia de esas acciones, así como a sus hijas e hijos, y a todos sus descendientes, hasta el día de hoy”. El discurso, pronunciado simbólicamente en la sede de los Archivos Nacionales, fue retransmitido en directo por la televisión. Y esa declaración categórica venía precedida de un ejercicio de reconocimiento. En la propia alocución, el primer ministro holandés reconocía que “en 1814, más de 600.000 mujeres, hombres y niños africanos esclavizados habían sido enviados al continente americano, en condiciones deplorables, por negreros holandeses” y que “en Asia, entre 660.000 y más de un millón de personas —ni siquiera sabemos exactamente cuántas— fueron objeto de comercio en las zonas bajo la autoridad de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales”. Eso después de afirmar que “aquí no se pueden eludir los hechos históricos”.

El primer ministro holandés ha reconocido en un histórico discurso que “en 1814, más de 600.000 mujeres, hombres y niños africanos esclavizados habían sido enviados al continente americano, en condiciones deplorables, por negreros holandeses”

En sus palabras, Rutte, calificó de “vergonzoso” el “papel de los Países Bajos en la historia de la esclavitud” y no obvió que el hilo de sufrimiento se extiende hasta la actualidad. “Quienes vivimos en el mundo actual debemos reconocer los males de la esclavitud en los términos más claros posibles, y condenarla como un crimen contra la humanidad. Como un sistema criminal que causó sufrimientos indecibles a un número incalculable de personas. Sufrimiento que continúa en la vida de las personas hoy en día. Y nosotros, en los Países Bajos, debemos afrontar nuestra parte en esa historia”, aseguraba el jefe de gobierno neerlandés.

Las palabras de Rutte fueron realmente duras: “Durante siglos, el Estado neerlandés y sus representantes facilitaron, estimularon, preservaron y se beneficiaron de la esclavitud. Durante siglos, en nombre del Estado neerlandés, los seres humanos fueron convertidos en mercancías, explotados y maltratados. Durante siglos, bajo la autoridad del Estado neerlandés, se violó la dignidad humana de la forma más horrible posible. Y los sucesivos gobiernos neerlandeses posteriores a 1863 no vieron ni reconocieron adecuadamente que nuestro pasado esclavista seguía teniendo efectos negativos y sigue teniéndolos”. Y hubo momentos también para reconocer el valor y la dignidad de quienes se enfrentaron a esta situación en su momento, representados a través de “los valerosos cimarrones de Surinam”.

“No lo hacemos”, aseguró el mandatario holandés, “para hacer borrón y cuenta nueva. No para cerrar el libro del pasado y dejarlo atrás. Lo hacemos -y lo hacemos ahora- para que, en la cúspide de un importante año conmemorativo, podamos encontrar juntos el camino a seguir. No sólo compartimos un pasado, sino también un futuro. Así pues, con esta disculpa no escribimos un punto final, sino una coma”. El gobierno del país se ha comprometido a invertir 200 millones de euros en un fondo para generar conciencia y “abordar los efectos actuales de la esclavitud” y a propiciar e impulsar “una conmemoración digna y a gran escala de la historia de la esclavitud el 1 de julio de 2023”. Todo ello contando con los descendientes y con los territorios a los que se trasladaron esos esclavos, además de introducir este episodio de la historia en un lugar central de los programas educativos

Meta acusada de difundir el odio en Etiopía

“Si Facebook hubiera detenido la propagación del odio y moderado las publicaciones correctamente, mi padre aún estaría vivo”. Es la base de una denuncia contra Meta, la empresa matriz de Facebook en los tribunales kenianos ante la posibilidad de que la compañía haya tenido responsabilidad en los crímenes en Etiopía. Quien pronunciaba esas palabras era Abrham Meareg, uno de los denunciantes, hijo del intelectual tigriña Meareg Amare Abrha, fue asesinado después de que en octubre de 2021 se desatase una campaña de odio contra él en Facebook. En las publicaciones compartidas se alimentaba la discriminación étnica, se pedía su ejecución y se ofrecían datos personales como su dirección. Según la denuncia, a pesar de que esas publicaciones fueron denunciadas, la red social no las eliminó inmediatamente y, en algunos casos, ni siquiera lo hizo.

El intelectual tigriña Meareg Amare Abrha, fue asesinado después de que en octubre de 2021 se desatase una campaña de odio contra él en Facebook. En las publicaciones compartidas  se pedía su ejecución y se ofrecían datos personales como su dirección

Este asesinato es la muestra, desde la perspectiva de los denunciantes, de la responsabilidad de Facebook al vehicular y amplificar el discurso de odio en el marco del conflicto interno que asola Etiopía. La acción judicial ha sido impulsada, además de por Abrham Meareg, por investigadores etíopes y el instituto Katiba, una organización keniana de defensa de derechos, y tiene el apoyo de otras organizaciones internacionales como Amnistía Internacional. La demanda reclama 1.600 millones de dólares a la empresa de la red social para las víctimas de la violencia, además de pedir que el tribunal obligue a Meta a tomar medidas urgentes para atajar los contenidos violentos y aumentar el personal de moderación de contenidos que está centralizad en Nairobi”.

Repetidamente se ha advertido de la falta de responsabilidad de la empresa que gestiona la red social a la hora de moderar los contenidos en situaciones de crisis, fundamentalmente en el Sur global, y de su escaso destino de recursos para controlar los mensajes en las lenguas locales. La empresa insiste en que está tomando las medidas oportunas y que también contemplan estas circunstancias en su estrategia de moderación de contenidos. Sin embargo, no es la primera vez que se lanzan advertencias similares. Amnistía Internacional ya había denunciado que “Meta sabía o debería haber sabido que los sistemas algorítmicos de Facebook estaban potenciando la difusión de contenido dañino contra los rohingya en Myanmar, pero la empresa aún no actuó”. Y en el mismo caso, los investigadores de la ONU ya señalaron que “Facebook jugó un papel en la difusión del discurso de odio” que desembocó en una violencia atroz contra los rohingya.

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