Actualidad africana
La sed de democracia toma formas diversas mientras el silencio se cierne sobre el Tigray

Revueltas, manifestaciones, levantamientos contra un rey son caminos para reclamar democracia, un horizonte que parece lejano en uno de los conflictos más silenciados de las últimas décadas, el de la región del norte de Etiopía, el Tigray. Mientras las literaturas africanas se reivindican con fuerza
Protesta solidaridad Sudán
Dos años después de la revolución de 2019, la joven democracia sudanesa puja por sobrevivir
21 oct 2021 06:00

Tigray, la región del norte de Etiopía lleva prácticamente un año ahogándose en una guerra civil especialmente sangrienta y atroz, si es que alguna no lo es. Sin embargo, lo que más destaca de este conflicto es la capacidad que las autoridades etíopes han demostrado para silenciarla, para deformar la realidad. Durante las últimas semanas diferentes escenarios africanos han ofrecido un variado catálogo de caminos escogidos por las sociedades civiles para reclamar la ansiada democracia. Mientras, un motivo de satisfacción sin matices: se celebra en Nigeria el festival más importante de literaturas africanas con un cabeza de cartel que rubrica la calidad de la cita.

¿Qué está (sigue) pasando en el Tigray?

Abiy Ahmed Ali sigue siendo el premio Nobel de la Paz de 2019. Sigue siendo también el primer ministro de Etiopía. De hecho acaba de asumir el cargo por segunda vez después haber ganado una complicadas elecciones celebradas a plazos. Unas elecciones marcadas por la pandemia, los retrasos, los aplazamientos en varias regiones por motivos de seguridad y por irregularidades en el registro de votantes. Y, sobre todo, unas elecciones celebradas en medio de un intenso, sangriento y sombrío conflicto en la región del Tigray, en la que, evidentemente, no se han podido celebrar los comicios.

Abiy Ahmed Ali acaba de asumir el cargo por segunda vez después haber ganado una complicadas elecciones celebradas en medio de un intenso, sangriento y sombrío conflicto en la región del Tigray

Pronto hará un año que el propio Abiy Ahmed Ali anunció el inicio de una intervención en la región del norte del país, para acabar con una pretendida insurrección del Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés), la organización que durante casi tres décadas controló el poder en Etiopía. Después de haber sido apartado de la administración federal, el TPLF promovió unas elecciones en su región de origen que fueron el desencadenante definitivo del desencuentro con el gobierno central, unos choques que fueron la justificación expuesta por el primer ministro etíope para una intervención que estaba llamada a ser rápida por la superioridad militar de las tropas federales.

Aquella incursión quirúrgica no ha sido ni rápida, ni limpia, aunque es difícil decir en qué se ha convertido porque durante el último año la información sobre este conflicto ha sido eficientemente bloqueada por el gobierno etíope. A tenor de las informaciones de algunas organizaciones internacionales, de contadas investigaciones periodísticas y de algunas voces disidentes, la situación se parece más bien a la de una auténtica guerra civil. Aunque la realidad de los hechos trasciende siempre tamizada, deformada, maquillada, o simplemente no trasciende. Desde el primer momento, el apagón ha sido absoluto, las telecomunicaciones se intervinieron y se interrumpieron pronto y a los periodistas se les prohibió el acceso desde los compases iniciales. La marcha del avance del ejército etíope, fue la primera información contestada y desmentida. Después vino la confusa participación de las tropas eritreas como aliadas de sus vecinos y sin control. Han trascendido con cuentagotas matanzas y atrocidades en suelo trigriña.

Algunas organizaciones internacionales alertaron de la crisis humanitaria que rápidamente se gestaba en el interior de la región, mientras que los refugiados que conseguían huir a duras penas era los únicos testigos. Se han reclamado corredores humanitarios que han funcionado a trompicones, o más bien casi anecdóticamente. En junio el TPLF recuperó el control de Mekelle, la capital regional, y parecía que las tropas federales se habían retirado. A partir de ese momento, los soldados tigriñas también han sido acusados de ataques indiscriminados y de violencia contra los refugiados. El silencio sobre lo que ocurre en la región continúa. Los periodistas siguen sin poder entrar y las telecomunicaciones siguen interrumpidas u obstaculizadas mientras la situación se enquista. Esta semana se ha informado de un bombardeo en Mekelle por parte de la aviación federal. De nuevo, en un primer momento, el gobierno etíope lo negó. Pero, finalmente, no tuvo más remedio que reconocerlo. Las cosas siguen igual en Tigray, con una enorme escalada de la violencia, una ausencia total de transparencia y una población civil que sufre las consecuencias sin recibir asistencia.

Las discretas elecciones caboverdianas

Desde el domingo Cabo Verde tiene nuevo presidente; al menos, nuevo presidente electo. Las elecciones se han celebrado sin escándalos ni aspavientos y con escasa atención mediática, precisamente por la absoluta normalidad de los comicios. El estado insular vive su quinta alternancia pacífica y seguramente por eso, no despierta ningún interés (por parte de las miradas internacionales).

Cabo Verde pasa por ser uno de los países africanos en los que las instituciones democráticas están más consolidadas y funcionan con mayor fluidez

José Maria Neves, ex primer ministro del país y candidato opositor, consiguió el 51,7% de los votos, precisamente en las elecciones en las que habían comparecido más aspirantes desde la instauración de las votaciones multipartidistas en 1991. A pesar de esta situación, las elecciones estuvieron marcadas por una baja participación, ya que la abstención alcanzó el 52% de los votantes potenciales. En todo caso, Cabo Verde pasa por ser uno de los países africanos en los que las instituciones democráticas están más consolidadas y funcionan con mayor fluidez. La clasificación del Índice de Percepción de la Corrupción de 2020 que elabora la organización Transparency International, sitúa a Cabo Verde en el puesto número 41 mundial, con la consideración de poco corrupto. Mientras que Freedom House considera que el país es uno de los poco que consiguen la etiqueta “libre” en el continente africano y se sitúa en el puesto 32 de la clasificación mundial.

Estos comicios han venido a confirmar la fama que se atribuye a la democracia caboverdiana, de manera que el propio presidente saliente José Carlos Fonseca se apresuró a felicitar a su contrincante ganador en la misma noche electoral, mientras que organizaciones regionales, como la CEDEAO, que agrupa a los países de África Occidental; e internacionales como la diplomacia estadounidense verificaron la transparencia de las elecciones y aplaudieron la lección de democracia.

Se mantiene la tensión en Esuatini

La crisis que abrieron en junio las protestas prodemocracia en Esuatini parece lejos de cerrarse. De hecho, da la impresión de que la brecha es cada vez más profunda. A un lado, se sitúa la monarquía, que fue gravemente desafiada por la ciudadanía, y todo el sistema de control de poder que ha construido. Al otro lado, aparecen los sectores sociales que en junio se lanzaron a las calles del pequeño país de África austral y que llegaron incluso a atacar y saquear los negocios en los que el monarca tiene intereses económicos, algunos de los más lucrativos, que hasta ese momento aparecían como intocables. Una combinación de indignación por la muerte de un joven a manos de la policía y el trabajo de promoción de la conciencia ciudadana por parte de organizaciones sociales que llevan años reclamando una apertura democrática generaron la tormenta perfecta. En medio del caos, los medios locales llegaron a asegurar que el rey Mswati III había dejado el país ante la amenaza de la revuelta.

El pasado junio, en Eusatini, parte de la población se lanzó a las calles llegando incluso a atacar y saquear los negocios en los que el rey tiene intereses económicos, algunos de los más lucrativos, que hasta ese momento aparecían como intocables

Desde entonces se han producido momentos de menos tensión y estallidos puntuales, pero en todo caso, parece difícil que se recupere la situación de calma previa. En las últimas semanas, se han extendido las imágenes de las fuerzas de seguridad irrumpiendo en centros escolares e incluso, la orden de suspender las clases debido al aumento de las protestas estudiantiles. En el último episodio de esta crisis, ha trascendido la orden por parte de la ministra de Información, Comunicación y Tecnología, que por otro lado es una de las hijas del rey, a todas las operadoras telefónicas del país de suspender el tráfico de internet en todas las plataformas de redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea, en el contexto del aumento de las protestas. Una medida de este tipo acostumbra a interpretarse como una reacción desesperada ante el incremento de la conflictividad social y un intento por controlar la información que viola el acceso a derechos y libertades fundamentales.

Sudán no encuentra la fórmula para la vuelta a la democracia

Las últimas semanas en Sudán están siendo especialmente turbulentas y parece que el país se asoma peligrosamente a un abismo en su camino hacia la recuperación de la democracia. Ayer, jueves 21 de octubre, se conmemoraba la primera rebelión popular que destituyó al primer presidente del país desde su independencia, Ibrahim Abbud, quien lideraría un autoritario régimen militar. El aniversario de esta primera revolución en 1964, fue el contexto ideal para las multitudinarias manifestaciones que recorrieron las principales ciudades del país exigiendo que los militares se plieguen a los delicados planes de transición democrática y cedan el liderazgo al componente civil del gobierno como estaba previsto.

En realidad la convivencia entre las diferentes sensibilidades y los distintos intereses no ha sido fácil en ningún momento desde la caída del dictador Omar Al Bashir en abril de 2019. Los militares se hicieron primero con el control del poder cuando materialmente se encargaron de apartar de las instituciones al autócrata. Una revuelta popular había generado las condiciones y el ejército sólo dio el último paso. Tras las protestas se intentó encontrar una fórmula en la que las diferentes facciones civiles y militares se encontrasen representadas y así se formó el gobierno liderado Abdallah Hamdok que ha llegado hasta la actualidad haciendo malabarismos.

Hace un mes se produjo un tímido intento de golpe de Estado en Sudán, presuntamente por parte de fieles a Al Bashir, que no alcanzó su finalidad, pero sí que evidenció la fractura que hay en el seno del gobierno entre civiles y militares

Hace poco más de un año se firmaron unos acuerdos en la capital del vecino Sudán del Sur, que pretendían equilibrar los poderes regionales del país. Sin embargo, hace algo más de un mes se evidenció que el objetivo no se había alcanzado del todo. Estallaron protestas en el este del país que han impactado especialmente en algunos sectores clave. Los manifestantes bloquearon primero el abastecimiento de carburante y en las últimas semanas se han hecho con los puertos del Mar Rojo, lo que ha llevado al gobierno a advertir de la escasez de medicamentos, combustible y alimentos básicos. Hace un mes también se produjo un tímido intento de golpe de Estado, presuntamente por parte de fieles a Al Bashir, que no alcanzó su finalidad, pero sí que evidenció la fractura que hay en el seno del gobierno entre civiles y militares. Un pulso se desarrolla en las calles con un país dividido. Antes de las marchas masivas en apoyo al componente civil del gobierno, la semana estuvo marcada por movilizaciones que reclamaban justo lo contrario: que los militares disuelvan el gobierno y asuman todo el poder, en lo que es un giro que complica más todavía la transición a la democracia.

La fiesta de las literaturas africanas (más allá del lugar común)

Con el eco del premio Nobel de Literatura otorgado a Abdulrazak Gurnah, es probable que las literaturas africanas reciban un poco más de interés del habitual. De hecho esta semana concluye una de las citas más importantes de las letras africanas en Europa: El Africa Writes, un largo programa de actividades impulsado por The Royal African Society. Sin embargo, lo mejor está por venir, entre el 28 y el 30 de octubre se celebra en Nigeria el Aké Arts & Book Festival, que en los últimos años se ha convertido en la cita definitiva. La pandemia obligó a este certamen a encaminarse hacia la virtualidad y con ese giro se hizo más accesible y también pudo organizar un programa más sólido. Este año ha demostrado claramente porque se situado en la vanguardia de las actividades sobre literaturas africanas.

Durante los tres días de duración se podrá asistir de manera remota y gratuitamente a casi una treintena de actividades, entre las que están las presentaciones de algunos de los libros más prometedores del año como His Only Wife de Peace Medie o The Sex Lives of African Women de Nana Darkoa Sekyiamah, que ha despertado el interés de los colectivos feministas del continente. Las mesas redondas incluirán discusiones intergeneracionales entre escritoras y escritores africanos sobre temas como el activismo político, las masculinidades, la diversidad sexual y afectiva o la restitución de las obras de arte expoliadas en África, entre muchos otros. Aunque la actividad más esperada es, precisamente, la que ha puesto de manifiesto la clarividencia de la organización, impulsada por la escritora nigeriana Lola Shoneyin. En agosto, hace más de dos meses, el festival nigeriano anunciaba su cabeza de cartel. Maaza Mengiste, una de las escritoras africanas más reconocidas de los últimos años, se encargaría de conducir la presentación de Afterlives, la décima novela y la más reciente de… nada más y nada menos que Abdulrazak Gurnah. Hace más de dos meses el Aké Arts & Books Festival confirmó como cabeza de cartel al que acaba de ser galardonado con el premio Nobel de Literatura.

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