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Actualidad árabe (y más)
La lucha por el preso Alaa impide a al-Sisi blanquear su imagen con la cumbre climática
El dictador egipcio Abdelfattah al-Sisi pretendía que la mayor cumbre climática del mundo, que este año se celebra en la localidad egipcia de Sharm el Sheikh, le sirviera para mejorar su imagen internacional. Sin embargo, la huelga de hambre de Alaa Abdel Fattah, el preso político de mayor perfil en el país, y la presión de sus familiares para lograr que lo liberen, han atraído la atención de las cámaras mucho más que las declaraciones vacías sobre supuestos compromisos climáticos proferidos por políticos de alrededor de mundo.
En los Territorios Palestinos lamentan que Israel concluya su viaje hacia la extrema derecha, pero reconocen que los anteriores gobiernos de Netanyahu y de Lapid ya suponían la violación absoluta de sus derechos humanos. En Siria y en Líbano sufren un brote de cólera mortal que ya se ha llevado la vida de 100 personas y en Arabia Saudí continúan desaparecidos ciudadanos que colgaban publicaciones disidentes en las redes sociales.
La lucha por la vida del activista Alaa atrae los focos en la Cop27 de Egipto
La cumbre climática más importante del mundo no está siendo el as en la manga que el régimen egipcio podía desear. El Egipto liderado por Abdel Fattah al-Sisi, uno de los países más represores de planeta y con la mayor población presa del mundo, ve como su preso político de mayor perfil le está robando el foco desde la cama en la que lleva empotrado sin comer más de siete meses.
La presencia de más de 100 líderes de estado en Sharm el Sheikh, el antiguo pueblo pesquero convertido en destino turístico que acoje la Cop27, no ha podido evitar que la atención mediática vaya hacia Sanaa Seif, la hermana del activista pro-democracia Alaa Abdel Fattah. La joven egipcia se desplazó el martes a la cumbre en un último intento de hacer presión para que el mundo salve la vida de su hermano: “Lo reconozco, tenía miedo de venir, pero esta es nuestra última esperanza”, decía Seif en relación al riesgo de que la detuvieran a ella también. Mientras Abdel Fattah ya ha perdido más de la mitad de su peso, su hermana le defendía delante de la prensa de todo el planeta: “Alaa no está en la cárcel por unos cuantos tuits, sino por hacer creer a los demás que una vida mejor es posible”.
Mientras Abdel Fattah ya ha perdido más de la mitad de su peso, su hermana le defendía delante de la prensa de todo el planeta: “Alaa no está en la cárcel por unos cuantos tuits, sino por hacer creer a los demás que una vida mejor es posible”
Ravina Shamdasani, portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Völker Turk, reconoció que el mismo Turk había pedido personalmente a las autoridades egipcias que liberaran a Abdel Fattah, que el domingo intensificó su huelga de hambre y anunció que dejaba de beber agua. Cuando la prensa preguntó a la portavoz si había alguna posibilidad de que el activista estubiera ya muerto, la respuesta de Shamdasani dejó entrever el hermetismo con el que Alaa está apartado del mundo: “estamos preocupados por su salud y hay una ausencia absoluta de transparencia, también en lo que refiere a su estado actual”.
Mona Seif, otra hermana del preso, anunció ayer lo que podría dar respuesta a las dudas acerca de la situación de Abdel Fattah, aunque no haya pruebas de ello: “Acaban de contarle a nuestra madre que no tiene permiso para permanecer en la entrada de la cárcel [donde la mujer llevaba cuatro días esperando alguna prueba de que su hijo siguiera con vida], y le han confirmado que han ‘intervenido médicamente’ a Alaa”. ¿Podrían haber alimentado a Abdel Fattah de forma forzosa para evitar su muerte mientras todo el planeta está pendiente de él? Nadie conoce su situación con certeza, pero las voces que piden su liberación llegan desde todo el mundo árabe.
Egipto
“Estamos viviendo en la República del miedo”
A pesar de su tenebroso curriculum en materia de derechos humanos, el presidente egipcio Abdel Fatah El-Sisi goza de una buena relación con los países europeos. Diez años después de la primavera árabe, miles de presos políticos soportan la represión del Estado. Hablamos con uno de ellos.
Palestina observa resignada el viaje de Israel a la extrema derecha
Israel terminó en las elecciones del pasado martes su viaje hacia la extrema derecha pero, desde la perspectiva palestina, eso no cambia mucho las cosas. El gobierno declaradamente supremacista que Benyamin Netanyahu pilotará en breves, que tendrá como segunda fuerza al partido Sionismo Religioso, no asusta más de lo que lo hacían los ejecutivos anteriores.“El pueblo palestino no tiene ninguna esperanza en ningún futuro gobierno israelí”. Es la respuesta sincera de Akram Ziadeh, ciudadano de la franja de Gaza, a las preguntas de la cadena de televisión israelí i24News. “Nuestra experiencia nos dice que las autoridades israelíes no tienen nada que ofrecer al pueblo palestino; al contrario, estos gobiernos suelen practicar las peores injusticias contra nosotros, tanto en Jerusalén, como en Cisjordania y en Gaza”.
En Israel, cuando a la cuestión palestina se refiere, no hay matices entre la actuación del bloque de derechas y del bloque de centro. Mostrar fortaleza ante la amenaza palestina y demostrar que se puede proteger Israel da puntos.
El gobierno israelí que ha controlado el poder durante el último año, que tenía como mayor fuerza el partido del supuestamente centrista Yair Lapid, no ha dudado en bombardear la franja de Gaza tanto este verano como durante el mes de mayo de 2021, cuando provocó en pocos días la muerte de más de 250 personas. Cuando a la cuestión palestina se refiere, no hay matices entre la actuación del bloque de derechas y del bloque de centro. Mostrar fortaleza ante la amenaza palestina y demostrar que se puede proteger Israel da puntos.
“Ninguno de los gobiernos que Netanyahu formó durante los años anteriores respetaron los derechos humanos de los palestinos”, añade a i24News el también residente gazatí Youssef Khattab. “Este próximo gobierno no ofrecerá nada que no sea guerra, destrucción, asesinatos y sangre”, augura Khattab.
Mientras, hoy se cumple medio año desde el asesinato de la periodista de Al Jazeera, la palestina y estadounidense Shireen Abu Akleh. La comunicadora, quien informó sobre la situación en los Territorios Palestinos durante décadas, se encontraba cubriendo una intervención militar en Jenín, ciudad de norte de Cisjordania. Fue entonces cuando un soldado israelí apuntó milimétricamente contra el cuello de Abu Akleh, único hueco que dejaban libre su casco y su armilla antibalas, debidamente referenciada con el mensaje PRESS.
Palestina
Ocupación israelí Otra generación de jóvenes palestinos toma las armas, y no tiene nada que perder
Israel lanzó una fuerte campaña mediática desmintiendo que un soldado israelí hubiera matado a la periodista, y asegurando que habían sido combatientes palestinos los que habían disparado contra ella por error. El comportamiento de sus soldados, que el día del funeral golpearon el ataud durante la procesión, no invitaba a pensar que el ejército israelí estuviera conmocionado por la muerte de Abu Akleh.
Varias organizaciones defensoras de los derechos humanos con sede en Israel y en los Territorios Palestinos lanzaron sus propias investigaciones, concluyendo que el disparo que mató a Abu Akleh venía desde la posición donde se encontraban soldados israelíes. Luego llegó la investigación de la ONU, que tuvo la misma conclusión: “Toda la informaicón que hemos recolectado —incluyendo la información del ejército israelí y la del fiscal palestino— encaja con la conclusión de que los disparos que mataron a Abu Akleh e hirieron a su compañero Ali Sammoudi vinieron de las Fuerzas de Seguridad Israelíes, y no de fuego indiscriminado por parte de palestinos armados, como reivindicaron inicialmente las autoridades israelíes”, declaró Ravina Shamdasani, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Cuando la muerte de Abu Akleh dejó de estar en el foco internacional, al ejército israelí no le importó anunciar que sí, que la muerte de la periodista había sido “muy probablemente” causada por disparos israelíes: “Resulta que no es posible determinar de forma inequívoca cuál fue el origen del disparo que mató a la señora Abu Akleh”, decía el comunicado del ejército: “De todos modos, hay una alta probabilidad de que Abu Akleh haya sido accidentalmente disparada por soldados de las Fuerzas de Seguridad Israelíes, que apuntaban contra palestinos armados”. La alta precisión del armamento que maneja el ejército israelí hace difícil pensar que se tratara de un error. Sea como fuere, el autor de la muerte de Abu Akleh no tiene de qué preocuparse: el ejército ya ha anunciado que no piensa sancionar a los responsables.
El cólera se extiende por Oriente Medio a causa de la guerra en Siria
“Una crisis de salud pública es lo último que estos dos países necesitan”. Son las palabras de Fabrizzio Carboni, el director regional del Comité Internacional de la Cruz Roja en Oriente Medio. La advertencia de este y otros grupos sobre el terreno llega después de que el cólera sea una realidad que golpea a ciudadanos en Siria desde hace meses, y que lo haga desde hace semanas en el caso de el Líbano.
Los casos de cólera y de diarrea aguda que afectan a estos dos países añaden una capa más al sufrimiento de estos pueblos vecinos, que ven como el brote de esta enfermedad, cuyo primer caso se detectó en septiembre de este año, ya se ha llevado la vida de más de 81 personas en Siria y de 16 en Líbano. “Aunque sea una enfermedad fácil de evitar y tratar, el cólera continua esparciéndose por Siria y Líbano y puede ser una enfermedad fatal si no se actúa enseguida”, aseguran desde Relief International, una organización humanitaria estadounidense presente en Siria y Líbano.
“Aunque sea una enfermedad fácil de evitar y tratar, el cólera continua esparciéndose por Siria y Líbano y puede ser una enfermedad fatal si no se actúa enseguida”
La guerra de Siria estaría detrás del brote de una enfermedad mayormente erradicada. Ya van 11 años de guerra, que han llevado a millones de personas a desplazarse internamente y a asentarse en campos de refugiados, donde viven en condiciones infrahumanas: “En la mayoría de estos campos la gente vive en condiciones precarias, con acceso a agua y a servicios médicos muy limitados”, cuentan desde Relief International: “Además, la mayor parte de la infraestructura de saneamiento de agua del país está destrozada o descuidada”, también como consecuencia de la guerra.
En Beirut, la Organización Mundial de la Salud anunció a finales de octubre que ya había encontrado restos de cólera en el agua que corre por los grifos de la capital de Líbano, algo que hace que millones de personas estén expuestas a infectarse. Tal y como ocurría en marzo de 2020, los grupos de whatsapp en Líbano empiezan a llenarse con consejos sobre como evitar contagiarse ante una nueva amenaza sanitaria.
Arabia Saudí encarcela y desaparece a tuiteros
El mundo ha permitido pasar página con el asesinato del periodista crítico saudí Jamal Kashogi. Mohamad bin Salman, príncipe heredero de la corona saudí y líder de facto del reino, llegó a reconocer que él mismo “supervisó” la operación que llevó a la muerte de Kashogi. Ahora, la familia de los Saud comete otros crímenes que tampoco parece que vayan a captar la atención de los líderes occidentales, interesados en el petróleo saudí.
En la primavera de 2021, las autoridades del reino del golfo detuvieron al menos a 14 personas. Eran ciudadanos que habían recurrido a las redes sociales para manifestar sus ideas disidentes a través de cuentas anónimas. Un año y medio después, algunas de ellas todavía siguen desaparecidas.
En Arabia Saudí, durante la pandemia, el debate público entre cuentas anónimas en redes ganó algo de fuerza. Fue entonces cuando tuvo lugar la oleada de detenciones incluso contra personas que escribían en cuentas desconocidas
Algunas de las personas detenidas durante aquella primavera (conocidas en el país como “Los detenidos de mayo”) relatan a Middle East Eye cómo el asesinato de Kashogi en octubre de 2018 tuvo un efecto disuasorio en el ya tímido activismo que existía en el país. “Perdí la esperanza y lo mismo pasó con muchos saudíes. Me hizo sentir como que nuestras vidas no valían nada”, dice Anoud, quien hoy en día vive exiliada en Estados Unidos. Más tarde, durante la pandemia, el debate público entre cuentas anónimas ganó algo de fuerza: “Hablábamos de derechos civiles y de por qué las cosas no estaban funcionando en nuestra sociedad”, relata Anoud. Fue entonces cuando tuvo lugar la oleada de detenciones, incluso contra personas que escribían en cuentas desconocidas y con pocos seguidores.
El régimen saudí parece convencido de que puede apretar las tuercas todavía más. Este mes de agosto, el Tribunal Criminal Especial de Arabia Saudí ha sentenciado a 34 años de cárcel a Salma al-Sehab, mujer saudí que se encontraba de vacaciones en Arabia Saudí. Al-Shehab, madre de dos niños, reside en Leeds, donde estudiaba un doctorado sobre salud. Su caso, tal y como muchos temen en el país, podría establecer un peligroso precedente que haga que ya nadie se atreva a decir nada. Ni tan siquiera desde cuentas anónimas.