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Agricultura
Mar de plástico, la huerta de Europa
A costa de obtener mano de obra barata, de no respetar el convenio laboral en muchos de los casos y de sepultar el suroeste de la provincia bajo más de 40.000 hectáreas de plástico, Almería se ha convertido en uno de los principales exportadores de productos hortícolas en toda Europa.
Caminar entre las despobladas calles que separan los invernaderos de El Ejido o de Béjar es como caminar por otro planeta. Contemplar el siniestro blanco mate que recubre las miles de hectáreas que ocupan las construcciones de plástico instaladas sobre la costa y parte de la montaña del suroeste de Almería es una visión verdaderamente estremecedora. El Poniente Almeriense es un paisaje lunar, desolador.
De hecho, el Mar de Plástico es la construcción humana que más se aprecia desde el espacio, más visible que la propia Muralla China. Para las productoras como Eurosol, Biosabor o Primaflor, las ingentes cantidades de residuos plásticos que allí se generan y que más tarde no se conseguirán reutilizar, las miles de toneladas de pesticidas que se filtran a las aguas subterráneas o las condiciones inhumanas que sufren muchos de sus trabajadores son solo daños colaterales.
El macrocultivo en Almería permite a España competir a la baja con el resto de países exportadores de Europa. La provincia ha pasado de no estar en la lista a ser una de las principales productoras del país apoyándose especialmente en la sobreexplotación de las diferentes variedades de tomate, de pimiento, melón, judía, pepino, calabacín y sandía, además de otras variedades exóticas como la chirimoya. En poco tiempo se ha expandido de una forma exponencial y cada año aumentan aún más las plantaciones de las diferentes variedades.
La gran mayoría de estas hortalizas serán exportadas a países europeos y a cadenas de supermercados de renombre que comercializarán el producto a un precio muy reducido sin llegar a saber, o sin preocuparles demasiado, las condiciones en las que se produce el mismo. En muchos de los casos se hará con la etiqueta de producto ecológico, ya que la normativa limita pero no prohíbe el uso de fertilizantes y pesticidas de origen orgánico llegando a permitir en caso de ser necesario el uso de productos sintéticos.
Por la zona, a muy temprana hora de la mañana, es habitual ver a los jornaleros amontonados alrededor de las rotondas intentando obtener un trabajo para ese mismo día. Esperan a que el capataz de turno pase a recogerlos con su furgoneta. Los que tengan suerte podrán aspirar a un sueldo de 5,50 euros la hora, lo estipulado según el convenio laboral. 44,40 euros tras una dura jornada de 8 horas bajo el aplastante sol y entre la humedad característica de la artificial atmósfera de plástico. A pesar de lo escaso del convenio, muchas de las veces no se cumplirá.
Al llegar la media mañana, los candidatos con menos suerte se volverán a sus barracones, donde tendrán que esperar hasta el día siguiente. Aguardarán a una nueva oportunidad hacinados en unos diez metros cuadrados que en algunas ocasiones incluso pueden llegar a estar habitados por hasta ocho personas.
La gran mayoría de ellos, cerca de un 95% de los trabajadores del Mar de Plástico, son inmigrantes. Proceden generalmente de países africanos como Marruecos, de regiones subsaharianas y del este de Europa. En muchos de los casos se encuentran en una situación de desamparo, sin papeles y conviviendo con el miedo a tener que aceptar lo que sea para mantenerse o negarse y ser devueltos al país del que escaparon en busca de un futuro. Muchas de las veces, los trabajadores apenas pueden hablar ni leer español por lo que no tienen oportunidad de desenvolverse ni llegan a conocer sus propios derechos.
Las Interbrigadas, organización creada en Alemania y conformada por jóvenes llegados de diferentes países, trata de mejorar las condiciones laborales y humanas que se dan en estos campos actuando en coordinación con el SOC-SAT Almería. Sus labores abarcan desde realizar campañas internacionales, en las que se trata de sensibilizar a los supermercados que se abastecen de estos productos, hasta repartir folletos informativos en los que se informa de sus derechos laborales a los trabajadores que se desplazan, en vehículos precarios, o más frecuentemente a pie o en bicicleta, por las barriadas improvisadas.
Los brigadistas se dan cita dos veces al año en Almería y durante su estancia procuran crear oportunidades para la gente que se ha encontrado a sí misma náufraga entre jornal y jornal, todo esto teniendo que lidiar con las grandes empresas que tratan de dificultar al máximo su labor para mantener sus intereses en la región. Grandes empresas que invierten millones en ofrecer una imagen idílica del Mar de Plástico, la de un paraíso ecológico, una única solución a la aridez de la comarca y una oportunidad de integración y de empleo para sus trabajadores.
Sin olvidar el eje de su funcionamiento, la acción sindical, las Interbrigadas visibilizan e intentan concienciar sobre el problema que podría suponer para la provincia y para toda Andalucía convertirse en la huerta a bajo coste de toda Europa.
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Y esto es lo que se llama escribir un artículo sin tb de ni puta idea
Primaflor cultiva en el norte de Almería y no lo hace bajo plástico.
Biosabor, en el campo de Níjar.
Regular artículo lleno de imprecisiones y lugares comunes.
La mayoría de las explotaciones son familiares y las empresas más grandes son cooperativas.
Sobre los jornaleros nada que objetar. Nunca han faltado los braceros en Andalucía.
Aunque la competencia de Marruecos y otros productores africanos y el agotamiento de los acuíferos es probable que acabe con el "milagro" almeriense.
Buen artículo, pero breve. La chirimoya se cultiva en la costa de la provincia de Granada, no en Almería.