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Masculinidades
El veneno de la masculinidad
Miembro de la Asociación de Hombres Por la Igualdad de Género (AHIGE) de Andalucía.
Creo que seguimos sin darnos cuenta de la realidad y el origen de casi todos los males que nos afectan. Ahora que estamos casi comenzando a ver el final de esta crisis que en un abrir y cerra de ojos convirtió la ficción en realidad, y nos sumió a todos y todas en una pesadilla de la que muchos y muchas no lograron escapar y el resto otros y otras saldremos con unas secuelas que nos acompañarán toda la vida, continuamos empecinados desde lo local a lo más internacional en tropezar en las mismas piedras y cometer semejantes errores, buscando y eligiendo culpables en sitios y razones donde no existen ni están, dando soluciones puntuales e insuficientes para evitar que las tragedias diarias vuelvan a sucederse.
Porque es seguro que pararemos la expansión del virus, y lo controlaremos como ya sucedió con otras grandes pandemias. El ser humano en eso es poderoso y su capacidad de razonamiento le hace capaz de afrontar metas increíbles.
Pero si nos paramos a pensar en la situación de la humanidad, los conflictos, las crisis sanitarias, políticas, la violencia, la opresión, la discriminación, las manera de entender y relacionarse, la forma de pensar, la riqueza y la pobreza, las desigualdades, y en definitiva la vida, y para ello solo nos hace falta ver un día alguno de los informativos de la televisión con su dosis controlada de inoculación de cabreo e indignación en la población, comprobaremos que todo lo que pasa tiene un elemento común que destaca sobremanera, al que nunca prestamos atención, en una visión partidista e interesada realizada por la parte opresora que impone su criterio de forma que la responsabilidad nunca recaiga sobre ella y si en otras cuestiones sobre las que concentrar nuestras energías y frustraciones. Desviando el foco de atención y la responsabilidad de esta crisis de la humanidad donde tres cuartas partes de la población vive en la pobreza, la violencia, las injusticas y la inseguridad, y donde una niña nacida en Suecia vivirá seguramente cuarenta años más que una nacida el mismo día en Sudán, India o Afganistán.
No sé si son factibles otros modelos de masculinidad para su solución, pero sí estoy convencido de que es este paradigma el que nos ha llevado a esta crisis de presente y futuro.
Ese elemento común responsable de la forma de hacer política, entender el mundo, la economía, los negocios, la salud, la educación, las desigualdades, la paz y la violencia, que no son solo la consecuencia de crisis migratorias mundiales, catástrofes naturales, depresiones económicas, guerras, u otras razones, se sitúa en una visión homogénea y hegemónica basada en unos principios y valores que generación tras generación se han transmitido penetrándolo nuestras conciencias de forma que pensemos que no existe otra manera de hacer que esta concreta, definida y toxica.
Son los valores de la masculinidad, que los hombres desde casi el principio de la humanidad aprovechándonos de nuestra mayor fuerza física hemos impuesto. La fuerza, la agresividad, las jerarquías, la violencia, el desprecio por los afectos y cuidados, la ridiculización de lo emocional, el empoderamiento del valor, la dureza y la virilidad, la poca importancia de los medios y si del objetivo, la ausencia de empatía, la competitividad sobre la cooperación, el egoísmo antes que la solidaridad. No sé si los hombres somos los auténticos y únicos responsables, como tampoco si son factibles otros modelos de masculinidad para su solución, pero sí estoy convencido de que es este paradigma el que nos ha llevado a esta crisis de presente y de futuro donde la vida pierde su sentido y el futuro es un mal sueño que optamos por eludir.
Por eso urge cambiar el modelo y sustituirlo por otro en el que los afectos y los cuidados sean el referente y eje central que ordene la vida, y eso solo es posible hacerlo desde la igualdad y el feminismo. Y hasta que esto no suceda continuaremos retrocediendo dando palos de ciego, luchando y derrotando a enemigos inexistentes, cual heroicos Quijotes a lomos de escuálidos y hermosos Rocinantes, vestidos con nuestro bello e invisible traje de emperador.
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Enhorabuena al autor por su artículo, realmente es necesario cambiar el modelo sobre el que está construida nuestras sociedad. Un modelo patriarcal y machista que solo genera desigualdad y violencias
El tecno-optimismo que destila este autor le hace sospechoso de complicidad intelectual con el Capitalismo y su tecno-fascismo. Nunca jamás vencimos a una pandemia, mucho menos con la ideología de la guerra contra el virus, que eso sí que es "masculinidad tóxica". Se llegó a un equilibrio por el desarrollo de la inmunidad de rebaño, así ocurrió en la Peste Negra y así ocurrió en 1918. No fuimos los humanos armados de tecnología los que hicimos nada, fuimos los cuerpos animales en los que estamos ineludiblemente insertos, que también somos a un nivel básico que el pensamiento postmodernista y transhumanista que plaga a la izquierda de gominola, preferiría ignorar. Eso es porque estas "almas" (mentes) están atrapadas en el paradigma ideológico cristiano y por lo tanto patriarcal. Para derrotar al patriarcado no hay que ser postmo-transhumanista-vegano, hay que ser paleolítico radical. Menos desear lo imposible y más solucionar lo concreto, empezando por abolir la ley mordaza, expropiar las tierras y las viviendas. Eso sí que solucionará muchas cosas y nos ayudará en la extinción del patriarcado: comunismo y libertad ya!
Si eres paliolítico-radical, como no tengas una genética privilegiada, me parece que no sobrevivirías, vendría alguién con una fuerza física superior que te quitaría del medio en un periquete.