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Alimentación
¿Cómo hacer más accesible la alimentación sostenible a población en vulnerabilidad?

En febrero de este año, la Sociedad Española de Nutrición presentó un estudio donde relacionaba el impacto climático con la suficiencia alimentaria, concluyendo entre otras, la necesidad de una agricultura más sostenible. Parece que la vía de alimentarse de forma sostenible es el futuro. Pero a día de hoy, ¿es posible una alimentación sostenible en entornos de vulnerabilidad?
Según el estudio Conductas sostenibles de la población española de Triodos Bank publicado en diciembre de 2024, el 79,3% de las personas encuestadas afirma que aumentaría la compra de productos ecológicos o de comercio justo si no fueran más caros que los que no lo son. Pero ya hicimos las cuentas en el articulo Eco, de temporada y proximidad ¿me llega el presupuesto? y los números no daban. Además, el estudio de Triodos demuestra que un 40% de la población no conoce ningún sello o certificación ecológica.
Hoy venimos a explicar algunos proyectos en España que están intentado informar, sensibilizar y mostrar buenas prácticas en alimentación sostenible a personas en situación de vulnerabilidad: ya sea en escuelas, institutos o través de agentes comunitarios de barrio, son muchas las asociaciones, ONGs y administraciones públicas que piensan que hay que incidir, justamente, en estos colectivos. ¿Cómo lo hacen?
Entreiguales, que me hable de alimentación sostenible mi vecina/o
La Coordinadora de Justicia Alimentaria en el País Valencià, Marta Herrero, es quien nos explica este proyecto: hace 4 años que se lleva a cabo Entreiguales, un programa realizado junto a la Asociación para la Cooperación Entre Comunidades (ACOEC). “Un proyecto donde formamos a agentes comunitarios por el derecho a la alimentación. Las personas que reciben la formación nos las derivan entidades que trabajan con colectivos vulnerables; los formamos cuatro meses; y estas diez personas después se encargan de replicar los contenidos de la formación a sus iguales, en sus colectivos y entornos, a otras personas en situación de vulnerabilidad“, explica Herrero. ”Son talleres para aprender sobre el etiquetado de los alimentos, reconocer el contenido de azúcares en muchos productos que se suelen consumir… intentando promocionar otro modelo alimentario entre este tipo de colectivos”, matiza.
El proyecto Entreiguales ha formado a 40 dinamizadores comunitarios y han llegado a impactar en unas 1.000 personas de entornos vulnerables
En estos 4 años ya han formado a 40 dinamizadores comunitarios y han llegado a impactar en unas 1.000 personas de entornos vulnerables. Además, es un proyecto inclusivo: “la formación ha tenido que adaptarse a las características de estas personas”. “Hemos desarrollado materiales educativos muy adaptados a personas que tienen dificultades con el idioma, gran parte, migrantes o personas con una educación muy básica. Y la formación siempre ha sido muy práctica, muy vivencial, para que ellos también pudieran reproducir todos los conocimientos. Por eso hablamos de metodología entre iguales. Sí es verdad que los acompañábamos a las formaciones y talleres para darles más seguridad. Pero ellos formaban a sus iguales con su lenguaje, esto ha sido importante: porque te habla una persona desde la horizontalidad”, explica Marta Herrero. Entre los materiales para difundir la alimentación sostenible se ha contado con el cuaderno Tenemos derecho a comer bien y el cómic Alimentar es Educar, materiales adaptados a personas con dificultades de lectoescritura o con el idioma.
El programa también ha contemplado una parte de trabajo con educadores sociales: se ha formado a personas que trabajan en servicios sociales del Ayuntamiento de Valencia. En total, 26 profesionales de Derechos Sociales e Inclusión del Ayuntamiento de Valencia, que están al pie del cañón en los servicios sociales de la ciudad. “Ha sido un trabajo a dos patas: con colectivos vulnerables y con profesionales que atienden a las personas de estos colectivos”, nos cuenta la coordinadora.
"Ahora nos hemos centrado mucho en la reducción de procesado, la temporalidad para abaratar la cesta de la compra y centrarnos en las compras a granel”, Marta Herrero de Justicia Alimentaria
Después de los itinerarios se hacen evaluaciones participativas y cuestionarios que confirman a Justicia Alimentaria que se han producido bastantes cambios en los patrones de consumo: aumentan las compras más saludables y responsables. “Se fijan en los etiquetados, eligen productos más sanos, reducen el consumo de procesados, de carne… Pero estamos hablando de reducir procesados, no de cambiar hacia el producto ecológico. Éste genera mucho rechazo. Hay la percepción que es solo para unas clases privilegiadas de las que ellas no se sienten parte. Es un comer de pijos, de persona rica y existe un abismo para que puedan acceder a ese tipo de alimentación. A nosotros también nos ha generado controversia: difundimos un modelo al que estas poblaciones no pueden acceder”, sentencia Herrero, y prosigue: “Al final decidimos que no era una prioridad: ahora nos hemos centrado mucho en la reducción de procesado, la temporalidad para abaratar la cesta de la compra y centrarnos en las compras a granel”.
De la alimentación saludable, a la sostenible
Otro proyecto de divulgación sostenible con base comunitaria es Albarrio, un proyecto impulsado por la Fundación Daniel y Nina Carasso, del cual nos habla Viviana Urani, coordinadora del proyecto. “Justamente el proyecto surgió de la pregunta que nos hacemos hoy en este artículo: ¿cómo hacer más accesible la alimentación sostenible a población en vulnerabilidad?”, cuenta Urani, “esta pregunta era el arranque del encuentro La Mesa, un laboratorio social impulsado por la Fundación también entre 20219 y 2020. Allí se movilizaron más de 100 personas del Estado, entre entidades de alimentación y otros colectivos. Vimos que había un espacio de conexión entre alimentación y salud, y un reto: a veces las personas están perdidas en saber referentes de confianza cuando hablamos de alimentación saludable y sostenible. Y de las mismas técnicas de salud viene la demanda de saber qué es sostenible”. Así que Albarrio se centró ahí: en crear referentes de confianza en barrios, empezando por los agentes de salud. “Hacemos que cuando te diriges al centro de salud, al centro cívico, a la biblio, o al mercado recibas la misma información de lo que es saludable y sostenible”, desgrana la coordinadora.
Albarrio empezó su implementación en Barcelona y se ha secuenciado en dos vueltas en un solo territorio: en los barrios de Baró de Viver y Bon Pastor. Ahora, ya se replica en el barrio del Oliver de Zaragoza. El programa consta de 3 fases clave que nos define Urani: “La primera es codiseñar con la comunidad, ajustar todas las piezas de la participación comunitaria, donde es necesaria mucha escucha; el segundo paso es movilizar la comunidad. ¿Quiénes quieren ser referentes en el barrio? En el caso de Barcelona primero formamos a médicos y enfermeras, y éstas lo hacían a técnicos de centros cívicos y bibliotecas, por ejemplo. La tercera tarea ha sido crear una campaña dirigida a la ciudadanía, de difusión y actividades: los niños lo trabajan en la escuela, se hace un taller en el centro cívico, se crea un punto de información en el mercado y también hemos creado un grupo de difusión bastante activo a través de WhatsApp”.
En este proyecto se han dedicado a desglosar los conceptos saludable y sostenible de manera muy práctica: “Por ejemplo, es muy saludable comer aguacate, pero nada sostenible”, cuenta Viviana; y a su vez, han tratado la sostenibilidad más allá del precio: “Hay muchas cosas que las personas podemos hace, por ejemplo, beber agua del grifo. Es más sostenible, pero también más saludable (para no ingerir microplásticos) y te puede conducir al ahorro. ¿Qué sabe mal? Mejórala con filtros o agua perfumada”, concluye Urani. Ella es consciente del “mito del precio”. “Parece que la única manera de ser sostenibles es comprar en un súper exclusivamente ecológico. Pero si entendemos que los procesados no nos aportan, que es mucho más barato comprar manzanas que bollería industrial, que podemos dejar el agua embotellada, o que incorporar los frutos secos es sanísimo, sostenible y barato”, cae el mito, según Urani.
Desde Up Social, que implementó Albarrio, creen que el modelo de trabajo del proyecto funcionó y así lo constata la coordinadora: “El grupo de entidades de participantes en Barcelona organizaron 21 actividades, con agosto de por medio: el Aula Ambiental del Distrito organizó un taller del ciclo del agua para ganar confianza en el agua del grifo; el centro de salud dio las formaciones a los agentes comunitarios; el mercado municipal ofreció un 15% de descuento para los ingredientes Albarrio…”.

Aprender de alimentación sostenibles desde la infancia
En Barcelona hace años que se trabaja el programa Menjadors més sans i sostenibles (MEMSS) -Comedores más sanos y sostenibles-, que promueve cambios en el modelo de comedor para que este sea más saludable, sostenible, seguro y justo. Propone menús escolares con menos carne roja o procesada y más proteína de origen vegetal (basada en legumbres), y promueve productos de proximidad y de temporada. Incorpora más ensalada en la guarnición y fruta fresca en los postres, a la vez que insiste en utilizar aceite de oliva para aliñar y cocinar, así com ofrecer productos integrales.
MEMSS se desarrolla en centros educativos de la ciudad de Barcelona que disponen de servicio de comedor y se trabaja con diferentes agentes: el equipo directivo y profesorado del centro escolar, empresas gestoras de restauración, empresas de personal monitor y familias. Los cambios en los centros se suceden, especialmente en centros de primaria y en la mayoría de los casos, con aceptación. Aunque los cursos superiores son siempre más reticentes a cambiar sus tradicionales macarrones y carne rebozada por opciones más saludables y sostenibles.
El proyecto que presentamos a continuación se sitúa en los institutos. Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP) está llevando a cabo en el Instituto Barrio Besòs de Barcelona, en uno de los barrios populares de la ciudad -el Besòs-, el “Menja Proximitat, Menja Just, Menja Drets: Grups de Consum Conscient per la Justícia Global” -Come Proximidad, Come Justo, Come Derechos: Grupos de Consumo Consciente para la Justicia Global-. Este proyecto es cogestinado junto con la cooperativa Tarpuna y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona que pretende, a través de diversas acciones, concienciar a las y los adolescentes del impacto de lo que comen.
En una primera avaluación que han realizado “el alumnado participante ha expresado preocupación, miedo y tristeza al aprender y debatir sobre la temática, y aún así, también manifiestan ganas de luchar para cambiar la situación, pues creen que es posible con acciones como comer todo lo que se compra, utilizar alimentos que no contaminen tanto y de proximidad”, explica Sònia Pacheco, tècnica de ACPP. “También es cierto que piensan que la emergencia climática es un problema muy importante pero no todos creen que les afecte directamente a sus vidas”, matiza.
En el primer año de este proyecto se realizaron sesiones formativas con el alumnado y profesorado del centro, con un grupo en concreto de 1º y 2º de la ESO
Este proyecto se ha llevado a cabo por fases: el primer año realizaron sesiones formativas con el alumnado y profesorado del centro, con un grupo en concreto de 1º y 2º de la ESO. En las formaciones se trataron temas como el comercio justo o la Justicia Global. Y se adaptó también un banco de recursos de fichas pedagógicas y prácticas para que el profesorado lo pueda implementar a lo largo de su trayectoria.
El segundo año ha consistido en crear un grupo de consumo consciente, donde está involucrado el alumnado, el profesorado y las familias. Este grupo están recibiendo formación y acompañamiento para intentar que una vez se acabe el proyecto, pueda ser un grupo autogestionado, y continúen con sus cestas de productos sostenibles y de temporada. Lo interesante del grupo es su poder de decisión: deciden qué productos quieren en la cesta, qué quieren cocinar y qué no, y evalúan el impacto que generan. “El sentido del proyecto es la interrelación, que ya está estudiadísima, entre la vulnerabilidad socioeconómica y la vulnerabilidad climática”, apunta Pacheco. A Sònia le cuestionamos si realmente cree que continuará el grupo de manera autogestionada, dado que ahora las cestas son 100% subvencionadas. Sonia responde: “Están empezando a entender qué supone colaborar en un grupo de este tipo e incorporando nuevos hábitos en su vida. Veremos si se apropian del proceso y seguramente ni todas las familias continuarán, ni puedo asegurarte que continúen las cestas”.