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Las elecciones presidenciales de Estados Unidos no son más que una pugna interna dentro del sistema capitalista financiero que domina el mundo. Tanto Kamala Harris como Donald Trump representan dos caras de una misma moneda, donde la verdadera lucha no es entre izquierdas y derechas, sino entre diferentes facciones de una élite económica que drena recursos de la sociedad para concentrarlos en pocas manos.
Este proceso de extracción de riqueza ha sido facilitado por la financiarización, un fenómeno en el que las finanzas ya no son solo un medio para facilitar la producción, sino que se convierten en un fin en sí mismas. La financiarización empobrece a la mayoría al desviar el capital hacia actividades especulativas y rentistas, dejando a un lado la inversión en la economía real y productiva. De este modo, las finanzas se apropian de los derechos humanos básicos, como la salud, la educación y la vivienda, convirtiéndolos en mercancías sometidas a las leyes del mercado y los intereses de los grandes fondos de inversión.
La financiarización es un proceso que se ha acelerado en las últimas décadas, donde el capital financiero, a través de gigantescos fondos como BlackRock, Vanguard y State Street, domina prácticamente todos los sectores de la economía global. Este control se ejerce mediante la compra de acciones, bonos y otros instrumentos financieros, lo que les otorga poder sobre decisiones económicas que afectan a millones de personas. Así, en lugar de fomentar el crecimiento económico o la creación de empleos, los grandes inversores se concentran en inflar activos y generar rentabilidad para una minoría de rentistas. Esta es la verdadera base sobre la que se juega la contienda electoral estadounidense, un escenario donde, independientemente de quién gane, la élite financiera siempre se asegura de que sus intereses sean los que prevalezcan.
Quiénes están detrás de Kamala Harris y Donald Trump
En cuanto a los apoyos que reciben los candidatos presidenciales, observamos cómo ambos están profundamente vinculados a distintos sectores de esta élite financiera, lo que pone de manifiesto el carácter limitado de cualquier cambio real que pudieran promover. Kamala Harris cuenta con el respaldo de los “Tres Grandes” del sector financiero: BlackRock, Vanguard y State Street, quienes controlan una vasta porción de la economía mundial. Entre sus principales donantes se encuentran figuras clave de la tecnología y las finanzas, como Reid Hoffman, creador de LinkedIn y parte del consejo de Microsoft, o Roger Altman, exfuncionario de Lehman Brothers y actual director del banco Evercore, en el cual los mismos fondos tienen una participación significativa. Harris también tiene el apoyo de empresarios como Reed Hastings, presidente de Netflix, o Ray McGuire, presidente de Lazard Inc., todos ellos vinculados a los superfondos que buscan consolidar un monopolio financiero que proteja sus inversiones a largo plazo.
Trump cuenta con el apoyo de multimillonarios como John Paulson, famoso por su fondo de alto riesgo, así como de magnates del petróleo como Timothy Dunn y Harold Hamm
Por otro lado, Donald Trump, a pesar de su imagen populista, no es ajeno al poder financiero, sino que representa una facción de capitalistas que buscan limitar el poder de estos grandes conglomerados. Trump cuenta con el apoyo de multimillonarios como John Paulson, famoso por su fondo de alto riesgo, así como de magnates del petróleo como Timothy Dunn y Harold Hamm, quienes no están directamente asociados con los gigantes energéticos controlados por los “Tres Grandes”.
Además, en el círculo de apoyo a Trump destaca la figura de Elon Musk, quien, tras distanciarse del Partido Demócrata y de las políticas regulatorias, ha encontrado en el caos que promueve Trump un entorno fértil para sus ambiciones tecnológicas y financieras. Musk, líder de Tesla y SpaceX, ha abogado por desregular aún más el mercado, apoyando una visión de Silicon Valley que busca la “destrucción creativa” del Estado para permitir el desarrollo de tecnologías disruptivas como las criptomonedas y la inteligencia artificial, áreas en las que espera seguir siendo un actor central. Esta coalición que apoya a Trump busca un capitalismo más desregulado y menos concentrado en las manos de unos pocos fondos, pero no deja de ser otro tipo de rentismo, uno que se apoya en la especulación con criptomonedas y la creación de nuevos instrumentos financieros que también favorecen a los más ricos.
Ambas facciones promueven un modelo que se basa en la extracción de rentas y el empobrecimiento sistemático de la mayoría
Lo que observamos, en definitiva, es una lucha interna dentro del capitalismo financiero, donde la clase trabajadora y la ciudadanía en general son meros peones de un juego entre élites. Ambas facciones promueven un modelo que se basa en la extracción de rentas y el empobrecimiento sistemático de la mayoría. Este proceso es lo que Sheldon Wolin describió como “totalitarismo invertido”, una forma de dominación donde las instituciones democráticas se mantienen en apariencia, pero están vacías de contenido real, controladas en su totalidad por una élite económica parasitaria. En lugar de una dictadura abierta, este tipo de régimen se sostiene sobre la ilusión de que los ciudadanos tienen voz y voto, mientras los verdaderos hilos del poder son movidos por los intereses financieros que manipulan el sistema desde dentro.
Isabel Ayuso: el reflejo extremo español de un neoliberalismo servil a las élites rentistas
Este modelo de captura de la democracia por parte de una élite financiera no es exclusivo de Estados Unidos. En España, el ejemplo más claro de este proceso lo encarna Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, quien ha demostrado ser una fiel servidora de los intereses rentistas, tanto españoles como internacionales. Ayuso ha impulsado políticas que favorecen la privatización de servicios públicos y la liberalización del mercado inmobiliario, permitiendo que los fondos de inversión globales conviertan la vivienda en un bien de lujo, inaccesible para la mayoría de la población. Sin embargo, a pesar de esta clara alineación con los intereses de las élites financieras, Ayuso sigue recibiendo el apoyo de una parte significativa del electorado, en lo que parece ser un triste reflejo del “¡Vivan las caenas!” de los españoles que aclamaban el regreso de Fernando VII tras la Guerra de la Independencia.
El secuestro de la democracia por una élite rentista y parasitaria es, en última instancia, un fenómeno global
El apoyo inexplicable a políticas que claramente perjudican a la mayoría de la población es un síntoma del poder que tiene la narrativa neoliberal en nuestra sociedad, donde se ha conseguido que una parte de la ciudadanía vote en contra de sus propios intereses, convencidos de que este sistema, por injusto que sea, es la única opción posible. El secuestro de la democracia por una élite rentista y parasitaria es, en última instancia, un fenómeno global, y hasta que no se rompa con este ciclo de financiarización y saqueo de los recursos públicos, cualquier promesa de cambio será una ilusión.