Opinión
Las elecciones 23J y la entrada de la extrema derecha en la gobernanza de la Unión Europea

@jaimebgl.bsky.social
Tal y como afirmaba Matteo Salvini hace unas semanas en una entrevista en El País, toda Europa, y especialmente la derecha europea, mira con atención las elecciones del próximo 23 de julio en España. No solo está en juego el rumbo que tome el país en los próximos años ni la entrada de la ultraderecha a otro ejecutivo europeo –algo que dejó de ser novedoso hace tiempo. Las próximas elecciones en España podrían ser la antesala de una profunda ola derechista en Europa que ya comenzó a formarse este otoño en Italia y se culminaría con las elecciones al Parlamento Europeo la primavera de 2024.
Desde hace tiempo cada vez son más las voces dentro del mundo conservador que abogan por un entendimiento entre el Partido Popular Europeo (PPE) y los ultraderechistas Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) en 2024. Un pacto que hace un par de años parecía muy lejano, pero que hoy podría convertirse en una realidad en la Eurocámara si a los conservadores les dan los números con sus socios de la ultraderecha. En este contexto, donde desde hace meses figuras importantes del PPE coquetean con la derecha radical, un gobierno del PP y Vox podría ser la estocada final para que este pacto se consume.
A finales de agosto de 2022 el presidente del PPE, Manfred Weber, dio su visto bueno al acuerdo de Forza Italia de concurrir en coalición con Salvini y Meloni en las circunscripciones mayoritarias
Si PP y Vox logran sumar la mayoría parlamentaria, a los gobiernos encabezados por la ultraderecha en Polonia y en Italia y al pacto en Finlandia entre los conservadores y el ultraderechista Partido de los Finlandeses, se le podría unir una experiencia más de cogobierno con la derecha radical en la cuarta economía europea. Un panorama que haría muy difícil imponer un veto a la ultraderecha en Bruselas cuando se gobierna con ella cada vez en más lugares. Por eso, estas elecciones no se juegan solamente en España y los ecos del 23 de julio reverberarán a lo largo y ancho del continente.
Italia y España: laboratorios del pacto con la ultraderecha.
El pasado mes de octubre, Giorgia Meloni anunciaba la composición de su gobierno, en el que al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores colocaba a un viejo conocido en la política europea, el diputado por Forza Italia Antonio Tajani. Tajani, a diferencia de otros de sus compañeros en el Consejo de Ministros como Matteo Salvini, no fue un mero figurante en su paso por Europa. Presidente de la Eurocámara entre 2014 y 2017 y vicepresidente de la Comisión Europea entre 2008 y 2010, el compañero de partido de Berlusconi es una persona con fuertes lazos en el PPE, y ha sido desde el primer momento el embajador del gobierno Meloni en Bruselas.
Antes incluso de que se celebraran las elecciones, Tajani comenzó a allanar el terreno para el futuro gobierno liderado por la ultraderecha. Sus labores fueron más que efectivas, y a finales de agosto el presidente del PPE, el alemán Manfred Weber, dio su visto bueno al acuerdo de Forza Italia de concurrir en coalición con Salvini y Meloni en las circunscripciones mayoritarias. El PPE aprobaba que uno de sus miembros compartiera listas con la derecha radical, ya que según su líder “desde el punto de vista europeo, el programa de la coalición era completamente asimilable al del PPE”.
Las consecuencias de esta bendición se han hecho sentir desde el primer momento, ya que, además de legitimar un pacto con la ultraderecha, el beneplácito de Weber enseñó a Meloni el camino por donde debía transitar. El mensaje fue claro: si respetas nuestras líneas rojas –apoyo a Ucrania y respeto a la OTAN y las instituciones europeas– podremos seguir entendiéndonos, algo que la actual primera ministra ha seguido al pie de la letra.
En su primer año de gobierno, Meloni no ha sacado los pies del tiesto en Europa, lo que le ha llevado a estrechar relaciones con los populares europeos. Durante este año la mandataria italiana se ha reunido en varias ocasiones con Weber, quien según numerosas fuentes estaría sembrando el terreno para un futuro acuerdo de gobierno con la derecha radical en la Eurocámara. El presidente popular, contrario al aborto y con posiciones duras en inmigración, ha elevado el tono contra los gobiernos de centroizquierda y muchas de las medidas de la Comisión Europea en los últimos meses, por lo que no extrañaría a nadie que apostara por romper con los socialdemócratas para emprender un marcado giro conservador. Para ejecutar este plan, la experiencia del gobierno de Meloni está siendo clave, al igual que lo podría ser un hipotético gobierno del PP con Vox en España.
El gobierno de Meloni ha sido el primer gran experimento para el futuro pacto con la derecha radical en Europa, y ahora España podría confirmar la ruptura del tabú de gobernar con la ultraderecha. Salvini y Meloni miran a España buscando exportar su “modelo a la Meloni”, y el PPE lo hace esperando que se consolide un modelo que le permita prescindir del centroizquierda en Europa.
El 23J: más allá de España
En este contexto, España se ha convertido por muchos motivos en una pieza fundamental en el tablero político europeo. El primero de ellos es el golpe que se le asestaría a la socialdemocracia europea con una hipotética derrota de Sánchez. El presidente español es una figura muy valorada en círculos internacionales, líder de la internacional socialista e impulsor de numerosos acuerdos a nivel europeo en esta legislatura, por lo que su derrota a manos de una coalición entre un partido del PPE y otro de ECR tendría una carga simbólica tremenda a nivel comunitario. El PPE presentaría este resultado como el principio del fin del actual estado de las cosas en Europa con la caída de uno de sus principales representantes, y consolidaría una fórmula que podría ser replicada en otras instancias como el Parlamento Europeo.
El segundo punto es el aumento de poder institucional que supondría para ECR que Vox cogobernara con Alberto Núñez Feijoo. Si el partido español consigue una vicepresidencia y varios ministerios, ECR gobernaría como primera fuerza en el tercer y el quinto país de la UE por población –Italia y Polonia– y cogobernaría en el cuarto además de participar o sostener gobiernos en otros países de menor tamaño como Finlandia o Suecia.
Esta fortaleza seguramente impulsaría sus resultados en las elecciones a la Eurocámara en 2024, aumentando así el poder negociador de las derechas radicales frente al PPE. El grupo liderado por Giorgia Meloni no aspiraría a ser una mera muleta, y seguramente trataría de cobrarse su peaje en materias como la inmigración, los derechos civiles o la transición ecológica. Temas que tienen una notable relevancia y que podrían suponer un enorme cortocircuito a los avances emprendidos por la UE en los últimos años.
Por último, la onda expansiva de un acuerdo de gobierno de las derechas en España se haría sentir en Europa, ya que llegaría en un momento donde el PPE se encuentra inmerso en un agudo conflicto interno de estrategia e identidad. Existen dos almas dentro del PPE, una más reformista y proclive a buscar consensos amplios con socialdemócratas y liberales, representada por la Presidenta de la Comisión Ursula Von der Leyen, y otra más conservadora liderada por el actual presidente del PPE el alemán Manfred Weber.
Las diferencias entre ambas corrientes se han agudizado en los últimos tiempos debido a sus posiciones en temas como la agenda verde y la transición ecológica, y sobre todo, en qué hacer ante el avance de la derecha radical. El sector liderado por Weber considera que el éxito de la derecha radical se debe al acercamiento de los conservadores a socialdemócratas y liberales en algunas de las políticas principales en la UE, lo que ha dejado huérfano a votantes que están apostando por la ultraderecha. Por tanto, plantea que la hoja de ruta a seguir por los populares debe ser una agenda alternativa que se oponga al giro verde y ligeramente socialdemócrata que se ha emprendido en la UE en esta legislatura. Esta tesis es la que está llevando en los últimos meses al PPE a oponerse fervientemente a toda la legislación verde europea enfrentándose a sus socios tradicionales y situándose en muchos casos del lado de la ultraderecha. Un ejemplo de ello es el de Doñana, donde Weber apoyó al PP andaluz cargando contra la Comisión Europea, presidida por su compañera de partido Ursula Von der Leyen.
El cómo se salde esta disputa marcará el futuro de Europa, y lo que ocurra el 23 de julio podría comenzar a inclinar la balanza notablemente del lado de los de Weber. Si los más conservadores finalmente vencen la partida dentro del PPE, el resultado en 2024 podría ser el de una alianza con la derecha radical que trate de imponer una agenda ultraconservadora que revierta muchos de los avances de esta legislatura. No son pocas las cosas que están en juego en Europa, y si se consuma esta alianza, además de endurecer la política migratoria y retroceder en derechos civiles, algunas piezas claves de la agenda para los próximos años como el Pacto Verde Europeo podrían verse en serio peligro.
El 23J va a ser también un campo de batalla a nivel europeo. Y es que la entrada de Vox en un hipotético gobierno de Feijoo puede ser la antesala de una ola derechista que abarque toda Europa empezando por el Parlamento Europeo. Un pacto que, si finalmente se replica en Europa, tendría consecuencias incalculables en las políticas comunitarias y en el resto de estados miembro. ¿Mantendría la CDU su veto a la AfD en Alemania si ya gobierna con la ultraderecha en Europa? ¿Perderían los franceses el miedo a Le Pen en una segunda vuelta si las políticas europeas ya son dictadas por la derecha radical? De las respuestas a estas preguntas y de lo que salga los próximos meses en las urnas dependerá el futuro del continente en las próximas décadas.
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