We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
El anuncio por parte del Gobierno de la entrada en el accionariado de Telefónica ha producido un terremoto de reacciones e interpretaciones. La compra de hasta un 10% de una empresa de dicha magnitud sería impensable hasta hace bien poco, por lo que la noticia ha agitado los propios cimientos del libre comercio y los dogmas neoliberales en las que llevamos inmersos varias décadas. Los defensores de la libre empresa sienten un escalofrío que les recorre la espalda y los que ven con buenos ojos el control estatal de sectores estratégicos sueñan con que este sea el principio de una vuelta al papel fuerte del Estado en la economía. Pero, de momento, el movimiento deja más preguntas que respuestas.
Telefónica
Teléfonica El Gobierno comprará hasta el 10% de Telefónica
Desde esos sectores liberales, exagerados como siempre y evocando a viejos regímenes comunistas, se han apresurado a criticar la medida como la injerencia de un Estado en el sacrosanto libre mercado y en la libertad de empresa, señalando que las consecuencias solo pueden ser nefastas para la marcha de la empresa y que su uso político pone en jaque a todo el sistema empresarial. En el otro lado, desde algunos sectores de izquierda, embriagados por un enorme optimismo, han llegado a utilizar expresiones como “renacionalización” y pintar este movimiento como un primer paso para acabar con el neoliberalismo y todos los procesos de privatizaciones de las eras González y Azanar. Bueno... vayamos por partes y no vendamos la piel del oso antes de cazarlo, que este oso se las sabe todas.
Aparecen unas nuevas élites. Unas que no son occidentales ni tienen el mismo color de piel que nosotros, sino que tienen ojos rasgados o pieles oscuras, pero con chequeras muy grandes
Lo que está claro es que la entrada del Gobierno en el accionariado es un movimiento de reacción ante la de hace tan solo tres meses del fondo soberano saudí mediante su empresa de telecomunicaciones. El fondo se ha hecho con un 4,9% de las acciones y otro 5% de forma indirecta haciendo saltar todas las alarmas. ¡Oh, dios mío, cómo vamos a dejar que esos monarcas con turbante se hagan con nuestras empresas! Los procesos de privatizaciones de todas las joyas de la corona española acabaron en manos de las élites españolas, tanto de las antiguas y acomodadas élites franquistas como de la nueva beautiful people del PSOE. Pero esas élites están perdiendo poder en casa, porque su casa se ha abierto demasiado a las élites globales y estas tienen unas chequeras muy grandes capaces de comprar empresas como el que se compra una camisa. Además, ahora aparecen unas nuevas élites. Unas que no son occidentales ni tienen el mismo color de piel que nosotros, sino que tienen ojos rasgados o pieles oscuras, pero con chequeras muy grandes con olor a petroleo.
La compra anunciada estos días le otorga al Gobierno español, junto a sus aliados BBVA y Caixabank, las dos con un 4,8% del accionariado y esta última participada también por el Estado, un poder de decisión sobre el rumbo de la empresa. También, en cierto modo, preserva el poder y nacionalidad de una de las joyas de la corona y protege los intereses de las élites locales. Dejan entrar a los del turbante, porque lo contrario ya sería poner demasiadas limitaciones al libre movimiento de capitales, pero se meten ellos para que no se les vaya mucho de madre la cosa, no sea que además de comprar acciones quieran mandar en la empresa.
Parece que hay un cambio de tendencia y que, por fin, España parece que se podría subir a ese carro
La otra excusa o justificación para hacerse con dicha cantidad de acciones viene por comparación con nuestros vecinos europeos. Francia tiene un 23% de Orange, Alemania un 30% de Deutsche Telekom, el Estado italiano posee casi un 10% de Italia Telecom y existen otros casos en los que se tiene un control total, como el de Suiza con un 51% de Swisscom. Pero si esas participaciones y otras en empresas y sectores también estratégicas ya venían de tiempo atrás, ¿por qué ahora España decide dar un paso adelante en estas políticas de intervención? Parece que hay un cambio de tendencia y que, por fin, España parece que se podría subir a ese carro.
Desglobalización y vientos de cambios
La entrada del Gobierno en la empresa de telecomunicaciones responde, en mi opinión, a un cambio de tendencia global. Un proceso de desglobalización donde las normas del libre mercado cada vez convencen a menos gobiernos y donde las estructuras empresariales y cadenas logísticas globales se han visto golpeadas por pandemias que cierran puertos y fábricas, guerras que cortan suministros o, incluso, por barcos que se atascan en canales poniendo patas arriba el comercio global.
Lo que vemos son la vuelta de medidas protectoras de toda la vida, la intervención de mercados y sectores estratégicos, la inversión pública en sectores que habían sido guardados a la inversión privada
Durante la pandemia le vimos las costuras a la globalización. Industrias enteras paradas por la falta de microchips que solo se producen en ciertos países asiáticos. Representantes de gobiernos asistiendo a descabelladas subastas para comprar mascarillas o respiradores porque no tenían ni una sola fábrica en su territorio que pudiera producir. Países ricos que creían que su dinero lo podía comprar todo viéndose en dificultad para abastecer a su población de productos básicos que habían dejado de producir localmente por gracia y beneficio de la globalización y de la deslocalización de la producción en los baratos y pobres países del sur. Países del sur que decidían autoabastecerse y cerrar sus exportaciones a esos países ricos, por mucho dinero que les ofrecieran.
Crisis económica
Crisis de suministros Las cadenas rotas de la globalización
Al proceso se le está dando muchos nombres. Desglobalización, recomposición de las cadenas globales, asegurar la soberanía (pon aquí el nombre de un sector estratégico), pasar del “just in time” al “just in case” y muchos más. Pero, en el fondo, lo que vemos son la vuelta de medidas protectoras de toda la vida, la intervención de mercados y sectores estratégicos, la inversión pública en sectores que habían sido guardados a la inversión privada.
Vemos como Estados Unidos prohíbe la entrada de empresas tecnológicas en China y aumenta aranceles para proteger a sus industrias o a sus productos agrícolas, como la India bloqueó la exportación de cereales y fertilizantes tras el estallido de la guerra en Ucrania, China ha limitado las exportaciones de tierras raras necesarias para la producción de baterías como el galio y el germanio. De hecho, vemos a China pidiendo que se eliminen aranceles al mismo tiempo que reclama su lugar en el comercio mundial, mientras es Estados Unidos quien aumenta sus aranceles, exactamente al contrario de lo que había ocurrido décadas antes.
Presenciamos como las instituciones europeas y los gobiernos de los Estados miembro sacan la chequera para proyectos de fábricas de microchips o de energías renovables en búsqueda de “la independencia y la soberanía” del continente frente a Rusia, Taiwan, China u otros proveedores. Vimos como Francia se hacia con el control de la mayor empresa energética del país, vemos a un gobierno entrando en el accionariado de una antigua empresa pública y estratégica ante el miedo de que los nuevos jugadores globales se hagan con sus joyas y un sin fin más de ejemplos de cambios en la tendencia globalizadora y de apertura mundial al comercio de las últimas décadas.
Libre comercio sí, si mandamos los de siempre
Para Estados Unidos y las grandes potencias europeas era muy sencillo defender el libre comercio. Hasta ahora. Por explicarlo de alguna forma, la globalización y la eliminación de las barreras comerciales para ellos es como si tú te pones hasta el culo de esteroides y anabolizantes y te pones cachas como una bestia. Entonces prohíbes y no permites que otros los tomen, no dejas que el resto se ponga fuerte de la misma forma que tú lo hiciste. Luego te paseas por las casas de los otros, les pegas dos bofetones y les quitas todo lo que tienen. Eso es básicamente lo que han hecho estas grandes potencias. Fueron siempre las más proteccionistas, desarrollaron industrias y empresas gigantes concediéndoles monopolios y protegiéndolas durante décadas. Después, de la mano de instituciones como el FMI o la la OMC, obligaron al resto de países, sobre todo del sur, a que abrieran sus puertas al libre comercio eliminando barreras y aranceles. Entonces, sus empresas, una vez privatizadas para que los beneficios fueran a bolsillos privados, arrasaron y extrajeron todo el dinero posible de los países que no habían tenido la oportunidad de desarrollarse y protegerse. Y no hablamos solo de empresas anglosajonas. Sólo hay que ver cómo entraron antiguas empresas públicas como Repsol o la propia Telefónica en los mercados latinoamericanos y la de dinero que sacaron a base de comprar empresas en mercados recién liberalizados.
Se han dado cuenta de que no se puede dejar todo en manos del libre mercado. Sobre todo cuando la mano invisible deja de ser blanca y occidental
Pero claro, el mundo cambia. Ahora hay algunos que se han puesto cachas también y a las potencias clásicas les ha entrado el miedo a ser ellos los abofeteados. Y han comenzado a cambiar las reglas. Volver a protegerse. Tanto la gran potencia China como los Estados petroleros de Oriente Medio han crecido hasta el punto de poner en peligro la hegemonía occidental con Estados Unidos a la cabeza. Por eso, las viajes normas trucadas ya no sirven y Estados Unidos y Europa quien volver a proteger a sus empresas, sectores y economía en general. Se han dado cuenta de que no se puede dejar todo en manos del libre mercado. Sobre todo cuando la mano invisible deja de ser blanca y occidental.
Vuelve el proteccionismo, vuelve la entrada del capital público en grandes empresas estratégicas y vuelven las grandes inversiones con tintes geoestratégicos y en busca de independencia. La palabra “soberanía” se vuelve a poner de moda para referirse a aquellos proyectos financiados con dinero público para dejar de depender de esos países emergentes que empiezan a dar miedo. “Puede que el neoliberalismo no esté muriendo, pero el olor que desprende su cuerpo no es muy reconfortante”, dijo Xan López en Twitter (sí, le voy a seguir llamando así) a raíz de la noticia de Telefónica. Y tiene razón, huele a muerto desde lejos pero, como he dicho al comienzo, el neoliberalismo se las sabe todas y no está muerto… todavía.
Abrir los debates para que no se cierren en vano
Se abren nuevos debates que parecían haber quedado enterrados bajo la maquinaria neoliberal. El caso de Telefónica abre un debate en el Estado español que el dueto plegado al Thatcerhismo de González y Aznar habían borrado del mapa. Y ahí, en esa puerta que se abre, es donde hay que meter el pié. Si Telefónica es estratégica y justifica la inversión de 2.000 millones de euros, ¿no es igual de estratégico el energético o el financiero? Si Calviño y Sánchez justifican la entrada en la empresa de telecomunicaciones porque nuestros vecinos europeos tienen participaciones en sus respectivas empresas, ¿qué opinan de que Macrón se haya hecho con el 100% de EDF o que el Gobierno italiano controle la energética ENEL? Esta última es dueña de la española Endesa. Si al Gobierno español le importan los sectores estratégicos y que haya otros gobiernos que controlen empresas españolas, ¿no debería recuperar Endesa de las manos de Meloni?
Es el momento de empujar y aprovechar este cambio de tendencia mundial y este proceso de desglobalización para reclamar una intervención pública de la economía
Es el momento de empujar y aprovechar este cambio de tendencia mundial y este proceso de desglobalización para reclamar una intervención pública de la economía, pero una intervención que sirva para poner a esas empresas estratégicas al servicio de la ciudadanía y no una que tan solo sea para asegurar los beneficios privados y socializar las pérdidas. ¿De qué sirve, por ejemplo, un banco con mayoría accionarial pública si ese banco no deja de desahuciar familias o de cerrar sucursales en la España vaciada como ocurrió con Bankia? En el caso de Telefónica, la entrada de capital público debería servir para asegurar teléfono e internet a precios asequibles para colectivos vulnerables, para que la fibra llegue a aquellos lugares donde otras compañías no quieren llegar porque no les resulta rentable y para paralizar el vergonzoso ERE que está en marcha en la empresa en la que pretende despedir a unas 3.600 personas tras dar unos beneficios superior a los 2.000 millones de euros el año pasado.
El debate que se debe abrir desde los sectores de izquierda no debe ser si globalización sí o glablización no, sino que tipo de reconfiguración de la globalización queremos y cómo queremos que se den esos pasos atrás. No debe ser el de si el Gobierno debe entrar a controlar empresas estratégicas, sino para qué debe entrar y qué debemos hacer con esas empresas para mejorar la calidad de vida de la mayoría de las personas. Porque lo de Telefónica es un síntoma de los tiempos que corren, pero también una oportunidad para los tiempos que pueden venir.
Opinión
La puerta abierta de Von der Leyen
Relacionadas
Capitalismo
TELEFÓNICA Telefónica y el nuevo régimen del neoliberalismo militar
Telefónica
Teléfonica El Gobierno comprará hasta el 10% de Telefónica
Opinión
Opinión El ERE de Telefónica-Movistar es injustificado y vergonzoso
Gracias: es necesario que el periodismo analice estos movimientos económicos desde una interpretación social y política. Su visión tiene altura, y, efectivamente, como mínimo se abre la posibilidad de un debate (importante).
Pero no puedo evitar señalar una interpretación ácida y cínica, que pienso es necesario tener en cuenta (y creo que vd la sugiere a lo largo del artículo): quizá la clave sea el carácter estratégico de Telefónica. Pero otros sectores estratégicos como la vivienda se han dejado controlar por actores económicos extranjeros y privados, sin reparos, aun causando efectos notables en la ciudadanía...
Tal vez sea el sentido de "estratégico"; pues si uno entiende al gremio político como una empresa y poder económico en sintonía con determinadas empresas, estas resultan ser estratégicas para mantener una ya tradicional carrera profesional que transita desde la Administración hasta los consejos de altos directivos. Así, se mantiene la ruta de los elefantes (o "puertas giratorias"), y estos destinos finales nos dicen qué empresas se protegerán, por "estratégicas". (La vivienda no era "destino habitual").
...¡Y ya quisiera yo que muchos pensásemos como usted, y que a pocos les asaltasen sospechas como la que refiero!... (Hasta ahora, mucho de la política se mueve por intereses bien pedestres, banales y sencillos... Me temo yo).