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Bestiario
Isabel Díaz Ayuso es de izquierdas
La candidata del PP a la Comunidad de Madrid pertenece al ala ultraliberal del partido, una fracción que no se doblega fácilmente, y mantiene que las declaraciones grandilocuentes se pueden monetizar en las urnas.
Isabel Díaz Ayuso es de izquierdas. No, no es ninguna locura ni un juego irracional como los que a ella le gustan. Lo es sin quererlo y sin saberlo. Así es como impulsará el cambio de rumbo en la Comunidad de Madrid. Esa que lleva más de 24 años gobernada por el PP y que hoy podría mudar de color. Esa que las encuestas reflejan como el gran bastión que perderán los populares. Esos que no parecen muy preocupados y que han puesto al frente a alguien que boicotea la campaña en la sombra.
A la candidata del PP le gustan las ciudades con atascos y los contratos basura. Quiere mujeres emprendedoras, que den a luz una empresa antes de que cicatrice la episiotomía. Pide también que no tarden en embarazarse de nuevo. Ofrece hasta plaza en colegios para sus fetos. Quiere mujeres como máquinas, sin tiempo para “colectivizar sus sentimientos”. Que trabajen más que su factoría de ocurrencias. No pide nada.
Tostado en la hoguera de esta crispación tenemos a David Pérez, número dos de la candidatura a la Comunidad de Madrid. El segundo de Ayuso, el sultán de Alcorcón, ese que señala y multa a los vecinos que le critican
En sus mítines y apariciones estelares ante los medios exhibe chulería y surrealismo a partes iguales. Es fácil imaginarla mascando chicle con las piernas subidas encima de la mesa en un colegio concertado de Chamberí, el barrio donde se crio. Cuentan sus compañeras de clase que era tal y como se la ve hoy en la tele, una mezcla de niña con posibles con toques pasotas y fan de Depeche Mode. Ese ‘pijimacarrismo’ de las que aparcan en doble fila en la Gran Vía para sacar dinero de un cajero y se dan a la fuga, no sin antes chocar con el coche de los policías. Un ‘flow’ que le permite afirmar que “Isa Serra quema cajeros”, mientras esconde que ella pedía “favorcitos” al jefe de la Púnica, tal y como se demuestra en los papeles de la UCO. Esa voz de chica de bien, que pasó su infancia y adolescencia de cole concertado en cole concertado buscando en cuál podía sacar mejor nota. Esas trampas jugando al póquer que tan bien saben hacer los que han nacido en el norte del norte (y, a veces, pierden el norte). Pero su as en la manga ya huele demasiado a sudor. El gobierno del PP se tambalea al ritmo de su discurso, que ya se hace ilegible.
Poco creíble a ojos de un partido, con un sector que pide a gritos una vuelta al centrismo. Que mira con ojos atónitos las excentricidades de la orquesta montada por Casado, y más aún tras los catastróficos resultados cosechados en las últimas elecciones. Pero el ala ultraliberal no se doblega fácilmente, y sigue pensando que declaraciones grandilocuentes se traducen en puñados de titulares que se pueden monetizar en las urnas.
Tostado en la hoguera de esta crispación tenemos a David Pérez, número dos de la candidatura a la Comunidad de Madrid. El segundo de Ayuso, el sultán de Alcorcón, ese que señala y multa a los vecinos que le critican, es especialista en vomitar titulares, tuits y discursos como flechas, y más si en la diana están las feministas. Imborrables son sus palabras sobre el aborto con las que aseguraba que “el cuerpo de la mujer se convierte en una sala de ejecución de niños”. O su dedicatoria a Ada Colau tras el atentado de las Ramblas. La acusaba de “allanar el camino a los asesinos”. Casi nada. Pero, la sombra de Ayuso es tan alargada que en esta campaña ni siquiera nos deja disfrutar de la catarsis del alcalde de Alcorcón. Ella y solo ella se está encargando de embarrar el rumbo.
Pero vayamos a lo que realmente les une: su conservadurismo que les sitúa al lado de Vox y no de frente. “El adversario está enfrente, se llama socialismo, se llama candidatos de Pedro Sánchez”, clamaba Ayuso tendiendo una mano a los de Abascal. Ambos, delfines de Aguirre, han crecido acunados por su puño ultraliberal. Feministas y Podemitas como principales enemigos. ‘Favorcitos’ en tramas turbias como modus operandi. Ayuso, periodista de carrera y becaria en el currículum, entró en política por la puerta del departamento de comunicación del PP madrileño. Allí llevó las redes de Cristina Cifuentes y también las de la lideresa. Según transcendió en diferentes medios, contactó con el conseguidor de la Púnica, Alejando de Pedro, para pedir “un favorcito”. Quería montar una web para Aguirre y necesitaba sus servicios. Y, de servicio en servicio, llegó a ser diputada en la asamblea de Madrid en 2011. En 2017 Cifuentes la aupó con el cargo de viceconsejera de Presidencia y Justicia. A principios de este año, Casado anunciaba que encabezaría la campaña a la Comunidad de Madrid mientras muchos rebuscaban en Google.
Y hoy, este buscador refleja solo sus ocurrencias. Entre tanta paja de declaraciones lo que está pasando desapercibido es su programa. Ella misma se lo salta y viene a decir un “no lo he pensado, no lo tengo claro, creo que no”, después de prometer que los “concebidos no nacidos” contarían como personas para solicitar plaza en la escuela o el carné de familia numerosa. No tuvo más remedio que soltar evasivas por la boca cuando alguien le preguntó qué pasaría si finalmente ese feto no llegara a nacer.
Pero vayamos al programa. Un listado de promesas en el que destaca una bajada indiscriminada de impuestos. Tanto el IRPF, como el impuesto de sucesiones y donaciones o el de transmisiones patrimoniales. Nada se habla de la redistribución de la riqueza. Nada nuevo bajo el sol. A cambio, para reducir gasto sanitario se propone desarrollar la ‘telemedicina’: lo que viene siendo una ‘teleconsulta’ para seguir al paciente en remoto. Para dilucidar la evolución de la dolencia sin pruebas, únicamente analizando el tono de voz. Una redistribución de las dolencias, no vayamos a enfermar por encima de nuestras posibilidades.
Y pese a que estas propuestas siguen la histórica línea marcada por el partido, Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en el revulsivo de la izquierda. Mientras pierde escaños en las encuestas, sus palabras ganan enteros como musa del voto útil, de la repoblación del socialismo, del cambio de cara en la moneda. Por eso, aunque ella no lo sepa, Isabel Díaz Ayuso es de izquierdas. Y pronto lo descubrirá. Si es que, tras las urnas, no esconden un as en la manga con olor a Tamayazo.
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