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Billy el Niño
Adolfo Rodríguez: “Mantenía la mente en blanco para aguantar los 200 puñetazos que recibí”
Adolfo Rodríguez y Julio Gomáriz Acuña presentan dos querellas por torturas contra Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño. Con ellas, son nueve las querellas a las que se enfrenta en antiguo policía del régimen.
La primera vez que Adolfo Rodríguez fue detenido y torturado por Billy El Niño tenía 18 años. Era 1972, en Madrid, y en esa época ya había comenzado su militancia en el PCE, organización desde la que luchó contra el franquismo durante tres años. Dos años más tarde, en 1974, volvió a caer en manos de Billy El Niño, entonces ya militaba en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR).
Profesor de economía ya jubilado y actualmente responsable del Área Autonómica de Municipalismo de Podemos Comunidad de Madrid, Rodríguez, que actualmente tiene 61 años, ha presentado hoy, junto a Julio Gomáriz Acuña —detenido y torturado por su militancia en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP)— y con el apoyo de la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina por los crímenes del franquismo (Ceaqua) dos querellas contra Antonio González Pacheco, ‘Billy El Niño’, y José María Escrihuela, policía del régimen ya fallecido.
“La primera vez me detuvieron en mi casa, allí me estaban esperando Billy El Niño y otro al que conocíamos como ‘El gitano’”, explica Rodríguez. Antes señala que ya le tenían fichado, desde que tenía 17 años, pero esa fue la primera vez que sufrió torturas. “Estaba a unos cien metros de casa y me esposaron, me amenazaron con pegarle un tiro a mi padre y después comenzaron los golpes y las amenazas en la Comisaría de Tetuán”, continúa.
Aunque no está seguro de cuántas horas duró la paliza que le dieron el primer día de detención en la Dirección General de Seguridad porque le quitaron el reloj, calcula que fue hasta las 1:30 de la madrugada. “Yo mantenía la mente en blanco para aguantar los puñetazos y codazos”, recuerda Rodríguez, quien rememora cómo en esa época hablaban entre los compañeros del “segundo grado” en los interrogatorios. “A mí no llegaron a ponerme corriente eléctrica ni esas cosas, fueron básicamente palizas”. También intentaron obligarle a “hacer el pato”, una práctica que consiste en hacer que la víctima se agachara, poniéndole las esposas por detrás de las curvas y obligarla a andar. “Es una tortura muy eficaz porque la gente suele hacerlo por miedo y consiguen su humillación. Conmigo lo intentaron, pero no lo hice”.
Cuando llegué al Tribunal de Orden Público declaré únicamente las torturas que sufrí, los 200 golpes que conté que recibí en esas tres horas de tortura
Tras ser detenido y torturado, Rodríguez se negó a firmar ninguna declaración. Le acusaban de terrorismo —por acudir a una manifestación—, atentado —porque durante la detención, Billy El Niño se pilló la mano con una puerta— y lesiones —por las supuestas lesiones sufridas por los agentes de policía—. “Cuando llegué al Tribunal de Orden Público declaré únicamente las torturas que sufrí, los 200 golpes que conté que recibí en esas tres horas de tortura, pero negué todos los hechos que me imputaban”. El activista recuerda que años después, cuando fue al archivo de Salamanca en búsqueda de documentación sobre los procesos judiciales en los que estuvo implicado, encontró una declaración también sin su firma a pesar de que era exculpatoria.
La segunda vez
La segunda vez que fue detenido y torturado fue en enero de 1974. Entonces militaba en la LCR y estudiaba en la Facultad de Económicas. “Me detuvieron con otros seis compañeros en la facultad, cuando íbamos a tener una reunión para organizar actividades en contra de la condena de muerte a Puig Antich, que fue ejecutado en marzo”, señala.
Rodríguez afirma, que, sin embargo, fueron varias las veces que Billy El Niño y otros policías acudieron a su casa. “Creo que tenía una obsesión conmigo porque yo no era un activista de peso, era conocido en la universidad pero ya está”, afirma.
Cuando le detuvo por segunda vez, Rodríguez afirma que a Billy El Niño le dio “cierto ataque de histeria” y se tiró sobre él, intentando ahogarle. El resto de agentes se lo tuvieron que quitar de encima, pero entre los gritos que le lanzó se encontraba una frase que le permitió identificar a un policía infiltrado en el Partido del Trabajo de España (PTE) y que se encontraba entre las seis personas que habían sido detenidas junto a él.
En esta segunda detención también hubo palizas en las que Billy El Niño participó en al menos dos ocasiones, pero fueron menos los golpes recibidos. “También los conté, fueron 60 o 70”, señala Rodríguez. Ahora le acusaban de agitador político y de actuar en reuniones en protesta contra el Consejo de Guerra que condenó a Puig Antich. Como en la anterior ocasión, se negó a declarar otra cosa que no fueran las torturas que había sufrido durante su detención. Fue absuelto tras pasar dos meses en una prisión para menores de 21 años.
Nueve querellas contra Billy El Niño
Con las querellas de Adolfo Rodríguez y Julio Gomáriz Acuña son ya nueve las presentadas contra Billy El Niño y otros policías del régimen por torturas, aunque en febrero, el Juzgado de Instrucción número 37 de Madrid decidió archivar una de ellas, interpuesta por Felisa Echegoyen, por “no apreciar crímenes de lesa humanidad”.“Muchos jueces no se atreven a aplicar la justicia universal, porque los delitos de tortura no prescriben, y fueron aplicados contra decenas de miles de personas de manera sistemática”, señala Rodríguez. “Si hay algún juez o jueza que tenga un sentido alto de la justicia podría ser que le dé trámite a la querella, que es lo que esperamos, y que se consiga abrir un camino para revertir la Ley de Amnistía [de 1977], que perdonó tanto a las violadores como a las personas violadas”, continúa.
Billy El Niño tiene actualmente cuatro condecoraciones por “mérito policial” que incrementan en un 50% su pensión. El pasado mes, el nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez anunció que estudiaría revocar estas condecoraciones. “Es una muestra de lo que fue en este país la transición”, afirma Rodríguez sobre las condecoraciones. “Durante 30 años los partidos oficiales lo han tratado como algo modélico, y ahora se ven las enormes injusticias que hubo, que un torturador destacado y posiblemente un asesino —ya que hay indicios de que pudo estar implicado en los asesinatos de la calle Atocha— no solo esté libre sino que haya tenido negocios, una vida acomodada y que haya podido mantener casi con toda seguridad esa vocación que le llevaba a torturar, que parecía más una cuestión personal que ideológica, y que encima tenga cuatro medallas muestra que este país es un país profundamente enfermo”, continúa. “Sobre la mentira no se construye nada, solo podredumbre”, concluye.
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