Brasil
¿Bolsonaro preso? Brasil a las puertas de un juicio histórico

El expresidente se podría enfrentar hasta a 40 años de cárcel.
Bolsonaro agosto 2021
El exmandatario brasileño Jair Bolsonaro. Foto: Alan Santos/PR

@Gera_Szalkowicz / IG gera.sz

13 abr 2025 06:00

Como un guiño del destino, después de que Brasil ganara su primer Oscar por la película Aún estoy aquí, que retrata el drama de una familia víctima de la dictadura, se juzgará por primera vez a un expresidente por crímenes contra la democracia. Y aunque los militares que gobernaron de 1964 a 1985 quedaron arropados en un manto de impunidad, el ex capitán del ejército, Jair Bolsonaro, admirador confeso de aquella tiranía, seguramente termine el 2025 en prisión por encabezar un intento de golpe de Estado en 2022 que incluyó, nada menos, el intento de asesinato de Lula.

Brasil se encamina hacia un hito histórico. Si bien desde José Sarney en los 80 hasta el propio Lula hace unos años, casi todos los presidentes brasileños han sido procesados, condenados e incluso algunos presos, ninguno ha sido juzgado por un delito tan grave.

“Una organización criminal”

La causa tuvo un avance importante a finales de marzo, cuando la Corte Suprema aceptó los cargos contra el exmandatario por haber conspirado para evitar que Lula asumiera la presidencia. Se le imputan los delitos de “abolición violenta del Estado democrático de Derecho, golpe de Estado y asociación ilícita”.

Por unanimidad, los cinco miembros del máximo tribunal dieron luz verde a la denuncia presentada por la Fiscalía General contra Bolsonaro y siete figuras de su entorno. Junto al líder de la ultraderecha brasileña, se sentará en el banquillo toda la cúpula militar de su Gobierno, entre otros el general Walter Braga Netto, exministro de Defensa y compañero de fórmula de Bolsonaro en 2022; el general Augusto Heleno (exministro de Seguridad); el general Paulo Sergio Nogueira (excomandante del Ejército); y el teniente coronel Mauro Cid, delator y excolaborador cercano de Bolsonaro.

Después de dos años de investigación, la Fiscalía los acusa de formar “una organización criminal que actuó de forma coordinada en la tentativa de mantener al entonces presidente Bolsonaro en el poder”, pese a haber perdido las elecciones en octubre de 2022.

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Son más de 800 páginas con detalles de reuniones, mensajes, llamadas, allanamientos y testimonios que prueban cómo el asalto a los tres poderes del 8 de enero de 2023 (que ya cuenta con 371 personas condenadas) fue precedido por varios meses de conspiración en oficinas y cuarteles.

El capítulo más siniestro del plan, autodenominado “Puñal verde y amarillo”, es el que contemplaba envenenar a Lula. También preveía asesinar al entonces vicepresidente electo Geraldo Alckmin y al juez de la Corte Suprema Alexandre de Moraes. Los testimonios de arrepentidos y un sinfín de pruebas concluyen que Bolsonaro lideró esa trama golpista junto a otros 33 autores intelectuales.

Lo que sigue

En los próximos meses habrá una serie de audiencias en las que tanto la querella como la defensa deberán presentar pruebas, documentos y testigos. La intención de la Corte es que el juicio culmine antes de que termine 2025 y evitar que se prolongue hasta 2026, año en que se elegirá al próximo presidente o presidenta del país. Como contrapartida, la defensa de Bolsonaro seguramente intente ensuciar la causa y dilatar los tiempos.

Aún así, las evidencias que presentó la Fiscalía son tan abrumadoras que pocos dudan en Brasil que Bolsonaro terminará preso. La gran incógnita es cuántos años recibirá, ya que los cargos que se le imputan prevén penas de hasta 40 años de cárcel.

El expresidente cuenta con dos posibles salvavidas: que en las elecciones de 2026 gane un candidato de su espacio y lo indulte, o que avance una ley de amnistía que distintas fuerzas de derecha están agitando en el Congreso. Otra hipótesis es que huya del país o se refugie en alguna embajada.

Los cargos que se le imputan prevén penas de hasta 40 años de cárcel

El futuro de Bolsonaro se definirá en varios frentes: el judicial, el legislativo, pero también será clave el pulso en las calles. Así lo entiende Rud Rafael, dirigente del Movimiento Sin Techo (MTST) quien, en diálogo con El Salto, asegura que “la denuncia de la Fiscalía presenta elementos consistentes y suficientes para la detención de Bolsonaro. Creemos que la prisión es posible y necesaria, pero no podemos esperar a que esto venga sólo de las instituciones, por eso recientemente realizamos manifestaciones en todo el país y esperamos seguir fortaleciendo esta agenda”.

La ultraderecha también muestra su músculo. El domingo pasado, Bolsonaro encabezó una concentración en la tradicional Avenida Paulista acompañado por ocho gobernadores. Los manifestantes ondearon banderas estadounidenses e israelíes y portaron pancartas en las que se podía leer: “¡Amnistía ya!”, mientras el expresidente ensayaba parte de su discurso en un inglés rudimentario.

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Días antes, al salir del juzgado, Bolsonaro reaccionó fiel a su estilo: a puro show. Desconcertado y con su tono desafiante, se volvió a victimizar, atacó al Gobierno, al sistema electoral y a los jueces de la Corte. La conferencia de prensa se interrumpió con el sonido de una trompeta de fondo y una interpretación sarcástica de la Marcha Fúnebre de Chopin.

Por esos días, Lula estaba en una gira por Asia. Consultado sobre el tema, dijo: “Es evidente que intentó dar un golpe de Estado. Es evidente que planeó asesinarme. Quiero que tenga derecho a la presunción de inocencia que yo no tuve y, en caso de que sea hallado culpable, tendrá que cumplir su condena”.

Amanda Harumy, analista brasileña y doctora en Integración Latinoamericana, afirma: “Creo que va a ir preso. Eso significará un gran paso en la reconstrucción de la democracia, de las fuerzas institucionales. Es importante recordar lo que pasó en Estados Unidos, donde el intento de golpe en el Capitolio no culminó en derrota política y hoy tenemos de vuelta a Trump”.

¿Bolsonarismo sin Bolsonaro?

La gran incógnita es el impacto que tendría en la ultraderecha brasileña la detención de su líder. Si el bolsonarismo sin Bolsonaro podrá mantener la fuerza suficiente para seguir siendo, con otro candidato, la principal oposición a Lula en las elecciones de 2026.

Rafael señala que “la extrema derecha es aún muy fuerte en la sociedad brasileña. Es un fenómeno popular que moviliza muchos símbolos y valores. No olvidemos que el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro fue el más votado en las elecciones municipales del año pasado. Además, forma parte de la articulación de la extrema derecha global y tiene una estrecha relación con el trumpismo. Es inevitable que continúe fuerte aun sin la presencia de Bolsonaro”.

La incógnita es el impacto que tendría en la ultraderecha brasileña la detención de su líder. Si podrá mantener la fuerza suficiente para seguir siendo la principal oposición a Lula en las elecciones de 2026

El exmandatario enfrenta también otras dos causas judiciales, una por la apropiación de joyas millonarias regaladas por Arabia Saudí y otra por fraude en los certificados de vacunación del Covid-19. Además, está inhabilitado por la justicia electoral hasta 2030 por difundir información falsa sobre el sistema de votación.

Con Bolsonaro fuera de escena, varios nombres asoman como posibles candidatos de su espacio: pican en punta su hijo Eduardo, quien recientemente renunció a su banca y se refugió en EEUU, el gobernador de San Pablo Tarcísio de Freitas y el coach ontológico Pablo Marçal.

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“La extrema derecha no tiene la misma fuerza que tuvo hasta 2022, pero mantiene una presencia fuerte en la población —señala Harumy—. Tiene muchísimas bancas en el Congreso, está en los territorios, sobre todo con las iglesias evangélicas, y hasta en las universidades. Bolsonaro preso no representará el fin del bolsonarismo. Si bien no será tan fácil de sustituir, su fuerza política está garantizada”.

Sea como sea, la imagen de Bolsonaro tras las rejas supondría un hito histórico y simbólico notable para una democracia brasileña repleta de heridas abiertas. Tendría también un gran impacto global, en tiempos donde la internacional reaccionaria se fortalece de la mano de Donald Trump, su entorno y otros líderes globales.

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