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Campo de cuidados
En la biblioteca
Tal vez esta noche no es noche
Debe ser un sol horrendo, o
Lo otro, o cualquier cosa…
¡Qué se yo! Faltan palabras,
Falta candor, falta poesía
Cuando la sangre llora y llora!
(Alejandra Pizarnik. La extracción de la piedra de la locura)
Llegué a la biblioteca buscando un libro de poemas de Alejandra Pizarnik.
En estos días de guerra, en los que veo y escucho imágenes de dolor, engullo y guardo en un rincón del adentro al que se llega casi sin sentir. Pero con tanto dolor engullido, el rincón se desborda; no vale buscar lo contrario ni escapar, hay veces que el dolor sólo se achica sintiéndolo. Y para sentirlo sin que te rompa, hace falta acompañarlo. Eso pasa cuando leo. Leyendo, siento en compañía. Con la narrativa sucede más poco a poco. Con la poesía es algo rápido. Es como una mano que viene y te coge la tuya con fuerza, desde el principio. Y va acomodándose a tu mano, así según respiras.
Campo de cuidados
Poesía
Aquella noche de tanto dolor engullido encontré un poema de Alejandra Pizarnik que me puso una mano en la mía, y otra en la tripa. Y sentí el dolor, y que el dolor podía moverse y salir. Ojalá ella supiese que todo su dolor, vivido y expresado, acompaña ahora a otros dolores a crear y no matar.
A la mañana siguiente llegué a la biblioteca buscando cualquiera de sus libros de poemas. Más que buscando, como necesitando encontrar. La bibliotecaria me escuchó y lo buscó. Después de decirme que no había se quedó en silencio, mirándome, y yo mirándole a ella. En mí quise que hubiera agradecimiento, pero ella debió captar ese ápice de decepción, y sin retirarme la mirada, cuando fui a darme la vuelta para irme, me dijo que esperase.
“Nosotras no lo tenemos, pero somos una red. Voy a pedirlo a otra biblioteca”.
Además, me dio una hoja en la que había títulos de libros escritos a mano.
Las bibliotecas son hogares de acompañamiento; para cualquier estado mental, emocional o espiritual. Las bibliotecarias y los bibliotecarios pueden ser audaces mediadores
“Esta hoja se la doy a gente que, como tú, tiene muchas ganas de leer un libro y no lo tenemos. Pronto haremos un pedido, y compraremos los libros que nos pedís. La biblioteca la hacéis vosotros”.
Mientras escribía en la hoja le llegó una notificación.
“Es mi compañera. Me va a enviar mañana el libro que buscabas”.
Entonces sentí tanto agradecimiento que parecía que se me iba a salir por muchos agujeros de mi cuerpo, y sin embargo al final salió por un par de lágrimas y una mirada larga de complicidad.
Las bibliotecas son hogares de acompañamiento; para cualquier estado mental, emocional o espiritual. Las bibliotecarias y los bibliotecarios pueden ser audaces mediadores entre el anhelo, el deseo, la voluntad, la posibilidad… y ensancharnos el mundo.