Campo de cuidados
Lágrimas de luz

Observaciones tras un concierto apretado acerca de jotas, quereres, adolescencias y diversidades de las que caben en todos los marcos, en todas las plazas y todos los pueblos.


13 may 2025 06:00

A volar pajaritos, a volar a volar,
A volar pajaritos, que la noche se va.
Que la noche se va, que la noche se fue,
A volar pajaritos, a volar otra vez.

Jota de Peraleda


Le gustaría conocer en carne y hueso a alguna persona más que esté viviendo algo parecido, y poder conversar sobre ello. –No uso mucho las redes para esto –confiesa–. Por ahora, quiere que le empiecen a llamar por su nombre de chica. Después de muchos años y muchas vivencias, ha decidido dar ese paso y decírselo sólo a las personas en las que ella confía. Si se va sintiendo bien, reconocida en su nuevo nombre, dará el paso de decírselo a todo el mundo. Cada vez viste con más colores, y camina con más movimiento, ocupando más espacio del pasillo del instituto.

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A él le gustaría dejar de sufrir tanto, pero dice que no tiene esperanza de que eso ocurra. Le cuesta hablar, comer, dormir y sonreír por algo. Piensa más en morir para dejar de sufrir, que en otras posibilidades de vida. Cree que ha perdido la capacidad de confiar y de sentir esperanza. Se siente un bicho raro, no encuentra en su entorno a nadie que le haga sentir comprendido, reconocido. No se siente capaz de decir a ningún compañero que no le gustan las chicas. Viste muy oscuro, anda muy encogido, para ocupar el menor espacio con la más mínima cantidad de luz.

Ella, y él están en la misma clase.

También estaban ayer en la misma plaza.

En la Plaza Mayor del lugar en el que viven comenzaba un festival en el que, desde hace muchos años, caben muchos colores y formas de moverse y de ocupar el espacio.

Inauguró el festival un artista que ha ido construyéndose en la relación con su entorno. Es un artista que se ha hecho gigante, porque se ha acompañado de la diferencia y de la diversidad que alberga una tierra que no es tan compacta, ni está tan apretada. Ha abierto el escenario y lo ha aflojado para que por él puedan circular y moverse con libertad muchas formas de expresarse, moverse, bailar, tocar, cantar… y, sobre todo, muchas formas de dar y recibir amor.

En primera fila le vi a él, con su padre; en uno de los momentos en que miró hacia atrás, se encontró con mi mirada, llena de lágrimas de luz y yo me encontré con su sonrisa. Nos miramos durante unos instantes, luego él señaló a su padre, para que viese que estaba con él, viendo a ese artista. Estaba menos encogido y llevaba al cuello un pañuelo de colores, como su padre.

En otro momento del concierto fui yo la que miré hacia atrás, para disfrutar de la vista de la Plaza Mayor llena de personas bailando y cantando las jotas de cada uno de sus pueblos, contentas de que esas jotas se pusieran otros trajes, se vistieran de otro modo

En otro momento del concierto fui yo la que miré hacia atrás, para disfrutar de la vista de la Plaza Mayor llena de personas bailando y cantando las jotas de cada uno de sus pueblos, contentas de que esas jotas se pusieran otros trajes, se vistieran de otro modo. Mi mirada entonces se encontró con la de ella. No me vio, pero yo me quedé de nuevo unos instantes, atrapada en su cara de alegría. En esta ocasión eran sus ojos los que acogían lágrimas de luz.

Al día siguiente estuve con ellos en clase, en la alternativa a religión. Cuando entré, me encontré con su sonrisa. Él levantó la mano, y me acerqué.

– Te ví en el concierto. ¿Te gustó? – Claro, le contesté.

– Yo también estuve allí –dijo ella, sentada dos filas más atrás–. –No os ví. A mí me encantó–

Les pregunté a ambos si querían que contásemos en clase algo del concierto; estas semanas estábamos hablando de la capacidad de la música para despertar emociones e historias, para expresarse y compartir sensaciones, pensamientos, ideas…

Porque él y ella estuvieron en aquel concierto, hablamos en clase de las formas de querer y quererse, de mostrar y mostrarse, de sentir y estar en el mundo.

Gracias a ese artista por ser cuerpo y partitura en donde otros cuerpos encuentren su voz, para expresar y mostrar sus diferentes tonalidades, ritmos y compases.

Somos del mismo pueblo, y también para mí es cuerpo en el que encuentro voz, para expresar mi admiración y reconocimiento por quienes quieren cambiar el mundo a base de amor, y a pesar del ruido.

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